viernes, 4 de septiembre de 2009

Venecia sin mí (Crónica ausente de un Festival, I)

Anda que no sabréis ya de sobra que el miércoles comenzó en Venecia el Festival de Venecia. Que es un festival que se llama así pero que no se celebra en Venecia, sino en el Lido, de hecho es posible ir al Festival de Venecia y no pisar Venecia, porque cuando se va a trabajar allí uno se pasa el día en bicicleta, Lido para arriba y Lido para abajo, y por la noche estás tan cansado que duermes en el Lido y no quieres ni oír hablar de ir a Venecia a cenar a un italiano, que aunque sea chino en el fondo siempre será un italiano por razones obvias.
Pero éste no va a ser mi caso este año, porque yo no estoy en Venecia. Aún así, conozco a un par de personas con la suerte de estar allí (o la desgracia, según se mire), y que me van a ir contando algunas cosas. Otras las voy a leer en la prensa, y otras me las voy a inventar o voy a contarlas convencido de que son ciertas, aunque no lo sean. Me pasa como con el señor con bigote vestido de odalisca que siempre está a mi lado comiendo pipas, tocándose la minina y diciéndome mientras babea que le prenda fuego a mi casa: que nunca sé si es real o no.
Maria Grazia Cucinotta es la madrina del Festival. Mi madrina es mi tía Sagrario, gran persona, pero como que no es lo mismo
De todos modos, primero os quiero explicar por qué los festivales son tan importantes para los que trabajamos en cosas relacionadas con el cine y tan tediosos para el público en general (o al menos para el público no especializado en cine). Normalmente, y esto me lo decía un amigo mío que se llama Agapito Cid, cuando el pueblo llano lee el periódico y llega a esa página que durante 10 días se le dedica a los grandes festivales, la ignora o la lee por encima, porque no le interesa oír hablar de películas que no se van a estrenar hasta Dios sabe cuándo. Pero para nosotros es una ocasión de tener juntos en una semana a Tarantino, Monica Bellucci, Eva Mendes, Ford Coppola y Almodóvar, por citar algunos ejemplos absolutamente imaginarios. Y además, los críticos pueden ver de una tacada un montón de películas que luego durante el año van a ser de las más nominadas, vistas, etc. Y porque destilan un glamour que te pasas. Es por eso, amigas.

Yo os voy a intentar contar los tres primeros días del festival sin darle demasiada cancha a mi yo sensible, al que le apasiona el cine de arte, ensayo y festival, y dejando opinar a mi lado de maromo asilvestrado de palillo, copa y puro, que también lo tengo.
- El Festival abrió con Baaria, dicho lo cual Monica Bellucci está muy buena. Este dato parece irrelevante, pero es que la película Baaria es de Giusseppe Tornatore, el señor que hizo Cinema Paradiso. Y aunque a mi parte sensible le gusta esa película (y otra joyita suya mucho menos conocida llamada Están todos bien), reconoced, maromos míos, que Cinema Paradiso era una mariconada y estaba hecha para que lloraran las nenazas. De Baaria han dicho que es “una obra maestra y que todos los italianos deberían estar orgullosos de ella”. Lo ha dicho Silvio Berlusconi, que es el dueño de la productora. Así que vosotros mismos. Sale Monica Bellucci, pero también una señora muy guapa que se llama Margareth Madè.
Giuseppe Torntatore, en el centro, con Margareth Madè. Los otros dos me dan igual.
- Hay cuatro películas españolas en Venecia, pero ninguna de ellas compite por el León de oro, sino que participan en secciones paralelas, pero esto nos da igual a los maromos, que no recordamos quién ganó antes los leones éstos, no como los Oscar, que sí que te acuerdas. Dice mi lado sensible que él tampoco se acuerda de todos los leones, que qué me he creído.

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Rec 2 (de Jaume Balagueró y Paco Plaza) ha tenido mucho éxito de público, pero no de crítica. O sea, que mi lado maromo la vería con palomitas y dando sustos a su chica (que es la mía) como en aquél gag de Mister Bean, pero mi lado sensible saldría de la sala diciendo: “qué barbaridad”. Dicho de otro modo: el público la ha aplaudido y Boyero la ha censurado. Dice mi lado maromo que Manuela Velasco se la pone obesa. Mi lado sensible jamás lo expresaría así, pero empieza a encontrar ciertos puntos en común con su lado antagónico.
Jaume Balagueró, Manuela Velasco y olé y Paco Plaza, el pobre del que todos nos olvidamos a veces.
- También ha estado por allí en estos primeros días Viggo Mortensen, en el que desde que rodó dos películas con David Cronnenberg ya no veo a Aaragon ni a Alatriste, y creedme que lo segundo era mucho más traumático que lo primero. Ha presentado una película con niño que se llama La carretera, y que está basada en el libro de Cormac McCarthy, ya sabéis, el autor de No es país para viejos. Y ha pasado un poco lo contrario que con Rec 2, y que es algo que pasa con casi todas las películas de los festivales: que la crítica se ha puesto muy contenta pero al público se le abría la boca. Cosas que pasan.

- Este fin de semana se proyecta en Venecia Gordos de Daniel Sánchez Arévalo. Tengo mucha fe en ella y me parece que me invitan a verla el martes, así que ya os contaré. Ahora os dejo, que mi lado maromo ha resultado ser gay y se está insinuando a mi lado sensible, que como es tan indeciso es capaz de decirle que sí por no discutir. Arrivederci!

miércoles, 2 de septiembre de 2009

De agorafobias y agorafilias

La cosa es que Alejandro Amenábar va a estrenar el próximo 9 de octubre Ágora, su quinta película como director. Que Alejandro Amenábar estrene una película es todo un acontecimiento en el mundillo del cine, simple y llanamente porque es un genio.
Amenábar ya estrenó Ágora en el pasado Festival de Cine de Cannes con una duración de 2horas y 25 minutos, aproximadamente. La crítica no fue dura con él, pero tampoco se deshizo en elogios (¿qué será “deshacerse en elogios”? ¿”Ay, qué guapa eres, ay, pero que turgencia atesoran tus senos” y de repente “fsssssss” desapareces cual azucarillo dentro del café?). Lo que se dijo de la película, más o menos, es que era muy correcta pero que pecaba de cierta reiteración a la hora de abordar algunos temas. Pues bien, hace unos días la distribuidora en España de Ágora (que produce Telecinco Cinema y distribuye Fox, que en algunos contextos significa “zorra”, pero en éste no) nos invitó a las aproximadamente 25 personas que más sabemos de cine de este país a ver la nueva versión de la película tras un recorte en el metraje, que había pasado de durar 145 minutos a unos 120. Lo de las 25 personas que más sabemos de cine de este país es mentira, ese no fue el criterio, pero a mí me viene bien decirlo porque a lo mejor esto luego lo lee alguien que busca a gente que entienda mucho de cine, y cuela, y me contratan, y prospero en la vida. En cualquier caso, debo decir que en la sala sí que había algunas de las personas que más saben de cine de este país.
Rachel Weisz en "Ágora". Yo le pongo tilde por principios, pero en el cartel no sale.
Entonces yo ahora debería hacer una crítica de Ágora. Pero yo no soy crítico, yo soy opinador. Opinador quiere decir que yo opino pero que no me atrevo a calificar las películas categóricamente y pensando que tengo la verdad absoluta, como si fuera Carlos Boyero o Risto Mejide. Yo creo que tengo la verdad relativa, como Hipatia.

Hipatia
es Rachel Weisz, que es la protagonista absoluta de la película y que está guapísima. Hipatia es una filósofa y/o científica en la Alejandría del S.IV después de Cristo. Aquí iba a hacer un chiste con Alejandría y Alejandro (Amenábar), pero era demasiado básico y mejor lo dejo para bogs menos sutiles. En la Alejandría del siglo IV existían unas tremendas guerras religiosas entre los nuevos cristianos, los antiguos paganos y los judíos, que siempre andan metidos en líos, los muchachos. A esto añadamos que Hipatia le gusta a Orestes, que es un alumno que luego es prefecto (que no perfecto) y a Davo, que es un esclavo que aspira a alumno. Ya no os cuento más del argumento, pero sí que necesito que os quedéis con estos tres mimbres de la película para que luego nos entendamos: religión - ciencia - amor.
¿Me ha gustado la película? ¿Eh? Pues mucho no. ¿Me ha parecido mala? En absoluto, me ha parecido perfecta, Amenábar es un genio. ¿Va a triunfar en taquilla? Pues yo creo que no. Entonces, tal y como se dice en el elitista mundo del cine, ¿se va a dar una hostia? Pues tampoco creo. Entonces, si es perfecta pero no va a funcionar en taquilla, ¿creo que se va a salvar gracias al boca a boca? Pues tampoco. ¿Te das cuenta, jodido bloguista, de que tus opiniones son absolutamente contradictorias? Claro. Y es que así salí de la película, con sentimientos contradictorios. Me explico:
- La factura de la película no es que sea buena: es superior. Alejandro Amenábar  rueda cada vez mejor. Las escenas de la recreación de Alejandría, su biblioteca, sus calles y su ágora son espectaculares. Aunque odio decir esta frase, para que nos entendamos: “no parece una película española” (o de un español). Podría ser de cualquier director estadounidense (o no) que ha rodado con los mejores profesionales y con mucha pasta. De Ridley Scott o de Peter Jackson. Pero sólo hablo de la forma, ojo, en la de Peter Jackson a los judíos los habrían matado los orcos y los cristianos ocuparían Mordor, no la biblioteca.
- La historia es correcta. Los actores están todos bien. No podría señalar a uno que esté mal dirigido o sobreactuado.
- Pero tampoco a ninguno del que digas “se ha salido”, como se salía la Nicole Kidman de Los otros o el Javier Bardem de Mar adentro, que concretamente se salía por la ventana.
- La historia es tan correcta que, salvo en dos ocasiones (y una de ellas es el final, Amenábar sigue siendo un maestro del final), no te pone los pelos de punta. A  mí sí, pero porque llevaba gomina.
- Hay momentos en los que me pasa lo que se supone que no me debería pasar después de recortar el metraje: me da la impresión de que repite cosas. Vuelve a lo mismo. El esquema de la película es: religión - ciencia - amor - religión - ciencia - amor - religión - ciencia - amor… Se me hizo un poco cansino.
- Pero no se me hizo larga. No deseé que se acabara. Eso es bueno. Pero tampoco lo lamenté. Eso no es bueno. Yo diría que el problema lo han tenido en el guión, escrito entre Alejandro y Mateo Gil. Me consta que saben que, además, saben que ahí está el problema.
Juro que me hubiera encantado que Ágora me gustara más. Que me gustara mucho, tanto como Los otros o Tesis, o más que Mar adentro y Abre los ojos. Me hubiera gustado que no me dejara frío, que me emocionara.
Pero también me alegro de que su película no me haya parecido, simple y llanamente, mala, como me ha pasado con otros directores a los que he adorado, como Almodóvar, Fernando León o Mariano Ozores.
Y un tío que ha hecho una de terror sin dinero, una de terror con mucho dinero, una fantástico-paranoide y una intimista (con Oscar y todo), y que de repente se marca una especie de “superproducción de autor” (porque no sé cómo clasificarla, pero desde luego, no como “una de romanos” o “una comercial”), sigue mereciéndose todos mis respetos.

Que eso sí, no sé si le servirán de algo…

viernes, 28 de agosto de 2009

¡Cuidado! Nos escuchan…

¿A que pensabais que me iba a poner a hablar de las escuchas ilegales? ¿A que os creíais que iba a decir que a Fermín Zabalegui y a mí nos tienen pinchados los teléfonos desde el site de Hachette? No, no creo que sea así. Cualquier persona que tuviera pinchado mi teléfono móvil y escuchara dos conversaciones, lo despincharía al instante y me enviaría un SMS con las palabras “XO KOMO PUEDS SER TAN GLPOLLS??? TQM. BSS”.
Mi ingenioso titular del día de hoy se refiere a una de las series “estrella” que se estrenaban este verano, y de la que hasta hoy no había tenido ocasión de hablaros. La serie se llama THE LISTENER, y se emite en Antena 3. La podrían haber llamado “El escuchador”, pero han dejado el título en inglés, y hacen bien, porque puestos a traducir también la podrían haber programado como “El veedor”, luego os cuento por qué, o “The seeer”, pero estas palabras quedan raras en español y en inglés, porque tienen demasiadas “es” seguidas.
Este tío es "The listener". ¿A que resulta increíble que sea telépata, con esos pelos de loco?
 Me intereso por The listener y me esfuerzo en verla por varios motivos:
  1. Primero se estrenó en FOX. FOX me ha dado grandes alegrías en los últimos años, como Mujeres desesperadas, House, Dexter, 24… Confío en sus productos.
  2. Antena 3 la emite los martes a las 0:30 de la madrugada, de dos capítulos en dos. Cuando una cadena generalista programa una serie en ese horario, es que puede ser buena. Así lo hicieron Antena 3 con 24, Telemadrid con Nip/Tuck y Cuatro con Dexter y Mad men. En cambio, si la serie va en prime time, es mala señal.
  3. Hablando de prime time: Telecinco prescinde por fin de las Matrimoniadas. Bendita sea. El motivo es que “la fórmula se ha agotado”. Vamos a ver: la fórmula ya estaba agotada cuando se emitía en TVE, en Noche de fiesta. Otra cosa es que haya bajado la audiencia. Eso sí me lo creo más.
El argumento es muy simple: va de un policía que trabaja en el departamento de medicina, o un médico que trabaja en el departamento de policía, no me enteré bien (¿por qué tendré la manía de hacer otras cosas mientras veo la tele? Luego me pierdo detalles fundamentales de la trama y quedo como un panoli). El caso es que este tío, que investiga y/o cura, tiene la gran ventaja de que lee la mente de los demás, aunque sólo a veces. O sea, que es un poco telépata. Pero además, cuando oye estas mentes, se le aparecen imágnes montadas muy rápido y como con flashes, mientras en su cabeza suena: “chin, chan, flush, flash, oh!”, como en el tráiler de El sexto sentido. Y con eco. O sea, que tiene en la cabeza una sala de edición en la que Guy Ritchie monta las cosas que él escucha. Pero veo The listener, y lejos de cobrar peso estos alicientes, encuentro en la serie demasiadas pegas:
True blood: Sookie to me. Sookie to me now
  1. La gran originalidad de The listener (la telepatía) me parece que está copiada de otra serie: True blood. En True blood, Sookie (Anna Paquin), es telépata. Que qué decepción me acabo de llevar, porque he tenido que buscar cómo se escribe el nombre de su personaje, que se pronuncia “Suqui“, y yo soñaba con que se escribiera “Suckie“, del verbo “To suck“, aunque entonces se pronunciaría “Saqui“, pero resulta que se escribe “Sookie“, que no sé lo que es. Pero la telepatia de Sookie no es ni de lejos la trama central de True blood. Me parece que alguien debió ver True blood y pensó: “¡Qué buena idea! Hagamos una serie policiaca“.

  1. Como digo, es policíaca. Y a mí me aburren las series policíacas, especialmente las que buscan un detalle original, como Numbers, que acaba resultando ridícula. Yo creo que este género me aburre por culpa de C.S.I., con la que me metí una sobredosis de C.S.I. Las Vegas, C.S.I. Miami, C.S.I. Nueva York, C.S.I. Almorox (Toledo), etc. Ahora me parecen todas iguales: Mentes criminales, Policías de Nueva York, Caso abierto… También puede haber un trauma familiar en todo esto, no digo que no.
  2. No me gustan las series en las que los buenos adivinan quiénes son los malos gracias a cosas que tú no puedes alcanzar a entender, a no ser que esté viendo una de superhéroes. Y este tipo lo adivina todo gracias a que, en un momento dado, lee la mente del malote. Y a mí eso no me sale. Hay gente a la que le leo lo que está pensando a veinte metros de distancia, y gente a la que no le adivino el pensamiento ni aunque me esté contando su vida. Normalmente, a las que les leo la mente suelen importarme un bledo y viceversa. Mierda.
  3. Me pone nervioso el doblaje que han hecho al castellano. Una poli guapa va a hablar con un negro muy macarra y peligroso, y le dice con voz de locutora de documental de La 2: “Nueva kely, ¿eh?“. Y el negro pillastre le responde con voz de actor de doblaje blanco: “Sí, es que tengo nuevo curro“. Queda tan anacrónico como cuando Camilo Sesto decía que molaba mazo.
  4. De pronto acaba la serie y Antena 3 emite un anuncio de Moussel de Legrain de los primeros años 70, tal cual, sin actualizar. Me entra la morriña y pienso que si viera en el súper un bote de gel Moussel, lo compraría. Y también pienso que mucha de la gente que compra gel de tamaño familiar , tendrá más de 35 años, con lo cual me parece un anuncio magnífico.

  • Conclusión: si los martes a las 0:30 tenéis sueño o algo mejor que hacer, no es necesario que veais The listener.
  • Tema para debate ¿sois buenos leyendo el pensamiento de los demás?

martes, 25 de agosto de 2009

Pero qué mal se lo monta la SGAE

La SGAE está tonta. De verdad, yo creo que en la SGAE tienen un problema de márketing acojonante, que tienen a alguien ahí dentro que ha decidido que en vez de presentarse ante la gente como una sociedad de gestión de derechos, es mejor mostrarse como una especie de recaudadores de impuestos malotes y pérfidos, como los que acompañaban al Sheriff de Notthingamm en Robin Hood, versión Walt Disney.
El Sheriff de Notthingam, que recaudaba dinero de los más pobres y que era más malo...
Yo no estoy en contra de los derechos de autor. Creo que no es lo mismo componer una canción que hacer un trabajo que empieza, termina, y ya está (como el mío). Digo esto porque sé que mucha gente opina que los autores (porque eso significa la “A” de SGAE) deberían cobrar una vez por hacer su trabajo y no recibir más dinero nunca, como los churreros. Yo no estoy de acuerdo. El trabajo de un churrero (o un jardinero, o un sexador de pollos) no continúa generando dinero en el futuro. Es más, a los dos meses quieres más churros, la hierba crece o el pollo se hace una operación de cambio de sexo y hay que realizar el trabajo otra vez. Un autor y un cineasta generan un dinero a posteriori. Firman un contrato, eso sí, pero si éste no indica que ceden los derechos a la empresa (en cuyo caso no los cobran, como tristemente para mí sucede en la mayoría de los programas de TV), me parece bien que una parte de los ingresos publicitarios que genere esa película o ese documental vuelvan al autor. Como me parece bien que una emisora musical tenga que pagar una cantidad por la difusión de las canciones. Si no qué chollo: todos a poner una emisora y a vivir de la publicidad a costa de lo que han compuesto otros, hala, todos a montar Kisses efeemes. Por supuesto, hay otros trabajos que también siguen generando dinero y que no son considerados como “de autor”. También me parecería bien que hubiera forma de compensarlos.
El edificio en Madrid de la SGAE, que mira que es bonito. No es de Gaudí, como mucha gente cree, porque igual les cobraba derechos por habitarlo.
En cualquier caso, con este tema me pasa como con la gente que critica a los funcionarios “porque trabajan poco y viven de la sopa boba”. A mí me sale decirles: “pues estudia tú una oposición”. Estudiar una oposición está al alcance de todos, pero claro, no todos queremos sufrir estudiando una. Ser jugador de baloncesto, por ejemplo, no está al alcance de todos, porque yo sin ir más lejos me quedé enclenque y algo enanete y no llego a la canasta. Pero cuando la gente despotrica de los autores y de que cobren derechos, yo pienso: “pues sé tú autor, venga, listo, haz una canción, aaaah, se siente, haber compuesto tú el Cocohuahua”.

Aún voy más allá: yo tengo alguna cosilla registrada y cobro unos derechos de autor mínimos cada año (el último año no llegó al euro, os lo juro), pero no los cobro a través de la SGAE. Ah sí, es que existen más sociedades, aunque parezca que no. Yo soy de una que se llama DAMAUTOR, que la verdad es que tampoco es la bomba, pero por lo menos es más discreta, y no recauda creándose esa fama de vampiro que no perdona ni una. No es conocida más que por sus socios, como debería serlo la SGAE.
Pero a mí por suerte no me toca pensar cómo hay que gestionar estos derechos. Si un día me pagan, igual me pongo a pensarlo, pero mientras tanto prefiero comer panchitos y ver la tele. Pero sí creo saber cómo NO hay que gestionarlos. Y es como lo hace la SGAE. Me refiero a cinco ejemplos:
1. No se puede ir a Fuente Obejuna (pueblo de Córdoba) y reclamar derechos de autor por Fuenteovejuna (obra de Lope de Vega). Primero, porque es muy fácil para los medios sacar la cosa de contexto y vender que la SGAE lo que quiere es cobrar unos derechos caducados, puesto que Lope de Vega murió hace un tiempo, creo. En realidad la SGAE quiere cobrar los derechos de la adaptación. Pero resulta que el adaptador ha cedido estos derechos al propio pueblo, y encima no es socio de la SGAE, con lo cual la SGAE no pinta nada en este asunto. Para colmo, el adaptador se llama Fernando Rojas, casi casi como el presunto autor de La Celestina, de la que no sé si también la SGAE pretenderá cobrar derechos en un futuro. Mal por la SGAE: ella solita aumenta su mala fama sin ayuda de nadie (última hora: al final no va a cobrar los derechos de la representación de este año, pero va a intentarlo con los de otros, que fueron adaptados por otras personas) (Ver en prensa).
2. No se puede entrar en una boda o grabarla sin permiso, como si fueras los hombres de Harrelson o un cámara de Callejeros, ni debes pedirle al D.J. sus CDs para ver si son pirateados y cobrarle los derechos. No es buena publicidad. No da buena imagen (Ver en prensa).
3. No se puede cobrar el canon al dueño de un restaurante chino por la música china que se escucha en su local chino. Sobre todo, si esta música china es la música china que se escucha en todos los chinos. Dudo mucho que sus autores chinos sean socios de la SGAE y de Teddy Bautista (no encuentro esta historia en prensa, pero conozco a las personas que tramitaron esta demanda, que perdió la SGAE).
4. No se puede cobrar el 10% de lo recaudado en un concierto benéfico para salvar la vida de un niño. Bisbal cantó gratis. Pero la SGAE no. Ya sé, técnicamente es lícito cobrar esos derechos, porque son canciones de autores de la SGAE, pero ¿¿¿es necesario cobrarlo TODO??? ¿qué habrían decidido los autores de las canciones que se cantaron? ¿les consultó la SGAE si querían ceder sus derechos solamente esa noche? Da igual: crear la imagen de vampiro y recaudador implacable de la SGAE ha costado mucho tiempo, y ahora hay que mantenerla (ver en prensa).
5. No se debe cobrar un canon por todos los CDs y DVDs vírgenes así como así. Vale que aquí todo Dios se (nos) descarga(mos) canciones y películas de manera i(a)legal, pero yo ayer mismo pagué este canon por grabarles a los padres de mi chica las fotos que su hija y yo, muy atractivo y en mi peso ideal, nos hemos hecho estas vacaciones. Es como cobrar un canon por comprar  folios porque a lo mejor los usas para imprimir textos de Sánchez Dragó. Insisto: no sé cómo se hace bien, pero sé que esto es hacerlo mal (y ya lo del PP y PSOE de incluir en su programa electoral las dos formas antagónicas de afrontar este canon  me parece de traca).
Hace unos meses me invitaron a una especie de mesa redonda para hablar sobre un proyecto cultural de la SGAE. Uno de los temas del día era, precisamente, la mala imagen de la SGAE. Yo saqué a colación este tremendo problema que arrastra, y nadie, pero nadie de los que completaban la mesa redonda (que en realidad era rectangular) salió a defender a la SGAE. A unos más, a otros menos, y a otros más todavía, se les hinchaba la vena de la frente y quién sabe si la del pitilín cuando se mencionaba a la SGAE.
Qué mal se lo montan.
P.D: Sé que el tema de la SGAE suscita polémica allá por donde se saca a colación. Así que anda… contadme qué opináis vosotros de que los autores cobren derechos, del canon digital, de Teddy Bautista, si tenéis discos suyos, por qué los tenéis por el amor de Dios, etc.
Mirad: un extraño disco viejuno de Teddy Bautista. A Pepe Robles no tengo el gusto, pero está contentísimo.



viernes, 21 de agosto de 2009

La vida sigue igual (por desgracia, la muerte también). Capítulo 2.

Os contaba el otro día, en un alarde de lo que es la incapacidad para desconectar cuando se está de vacaciones, algunas cosillas sobre la tele y el cine que había leído mientras viajaba allende los ríos (es que mares no he cruzado). Y os hablé de documentales, películas, informativos, programas religiosos…
Pero mi debilidad cuando estoy fuera de España es “Saber vivir”. Cómo ha cambiado desde que se fue Manuel Torreiglesias (al que ya dedicamos aquí un sentido homenaje). Ahora lo conduce el que era su mano derecha, el Señor Tomate. El Señor Tomate, al que yo llamo así cariñosamente, pero que en realidad se llama Luis Gutiérrez, me cae mil veces mejor que Torreiglesias, porque no destila su mala leche y porque parece que se lleva bien con todo su equipo. Y no es fácil, porque tiene un colaborador que se llama Vicente Ibáñez y que es lo más machista que he visto en la tele desde que se fue Torreiglesias. Por ejemplo, es capaz de contestarle a otra colaboradora con dudas sobre cómo sobre cómo ponerse los zuecos con esta perla: “usted, con lo guapa que es, puede ponerse los zuecos como quiera”.  O sea, que el buen o mal uso del calzado depende de la belleza. Ahora entiendo por qué me dan tanto calor las katiuskas en verano: porque me las pongo mal porque soy feo.
Saber vivir. La verdad es que tienen una web un poco cutre y no muy actualizada.
Pero hay más: el Señor Tomate le dice a una espectadora con dudas alimenticias: “El doctor Ibáñez le va a decir a usted lo que tiene que hacer”. Y el doctor Ibáñez le espeta: “Lo primero: hacer caso al marido”. Supongo que era una broma. Pero después de escuchar otros comentarios del personaje en cuestión y teniendo en cuenta el público al que va dirigido Saber vivir, a mí no me hizo ni puta gracia (me temo que yo no soy el perfil tipo del programa, sino más bien una especie de voyeur masoca).

Toque de humor del programa: una colaboradora redicha (que se llama Cristina, y que es la que se pone los zuecos mal pero no importa porque le pone cachondo al doctor Ibáñez) mantiene la siguiente conversación para ganarse a una niña con gafas a la que saca “voluntaria” del público: “Hola, ¿cómo te llamas?” / “María” / “Yo Cristina. ¿Conoces a alguna Cristina?” / “Sí” / “¿Y qué tal te llevas con ella?” / “Muy mal”. El Señor Tomate me leyó el pensamiento y le dijo: “¡¡Eso te pasa por preguntar!!”
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Y ahora pongámonos tristes. Todos los veranos me da la sensación de que durante las vacaciones se muere más gente que en invierno. Este verano ha muerto Mary Carrillo, que fue una de las actrices más grandes que ha habido en este país. Qué os voy a contar de ella, quién no la ha visto en El pisisto, Los santos inocentes o Fortunata y Jacinta… Tuve la suerte de verla en teatro, y me pareció más grande todavía. Aunque fuera la madre de las Hurtado, yo se lo perdono y todo.
También nos ha dejado Rafael Mendizábal, ya que hablamos de teatro. A Mendizábal le recuerdo especialmente porque escribió la peor obra que he visto en mi vida, ¡Viva el cuponazo!, pero le tengo cariño porque la vi con Enrique Catá y posteriormente nos hemos reído mucho recordándola, y también porque me dio la oportunidad de ver en el escenario a la enorme Rafaela Aparicio en su última interpretación, y también porque escribió otras cosas mucho mejores. Era como un autor de bestsellers del teatro español, pero sin necesidad de escribir para Juanito Navarro o Arturo Fernández.
Se fue Julián Lago. Julián Lago pasó al imaginario popular por La máquina de verdad y su frase “no me conteste ahora, hágalo después de la publicidad”, cuando la telebasura se estaba instalando en la televisión en España. Cuentan que luego se desencantó de esta moda y se retiró de la tele. Pero Julián Lago fue mucho más que eso. Con 30 años era redactor jefe en Interviú (mi primer trabajo fue en Interviú, pero ya no estaba Julián). Con pocos más dirigió Tiempo y Tribuna. A  mí siempre me han asombrado las personas que con 30 años dirigen semejantes monstruos, como Juan Luis Cebrián, que con 32 ya dirigía El País. Yo con 30 años sólo dirigía furtivas miradas a las becarias. Y con algunos más he dirigido programitas en televisión, pero siempre con equipos que, por necesidad, acostumbran a dirigirse solos.
Y me entristece la muerte de Valerio Lazarov. Entre otras cosas, porque fue el que trajo a España ese zoom con el que convivimos durante muchos años. Sin él, la historia de TVE no se entendería, ni los musicales, ni el Ballet Zoom… Y tampoco la historia de Telecinco: él coinventó la “Teleteta” y sin él no se entiende el nacimiento y el boom de las privadas. También produjo Hostal Royal Manzanares. ¿Y qué? Lo suyo no era la tele de calidad, sino la de entretenimiento. Y la hacía como nadie.
El Ballet Zoom. De puro kitsch, me parece hasta moderno.
Y también ha muerto Heinz Edelmann, el creador de los dibujos del Yellow submarine de Los Beatles y de Curro, la mascota de la Expo de Sevilla del 92. No voy yo ahora a decir que sabía quién era Heinz Edelmann. Muy a mi pesar, mi cultura pop dista mucho de ser absoluta, como las de Jordi Costa o Quique Muñoz de Luna. Lo que me ha llamado la atención es que los dibujos de Yellow Submarine y de Curro sean del mismo autor. No lo sabía. Si no es por el arco iris de la nariz de Curro, no les veo parentesco. A mi Curro me parecía una porra de mascota, pero igual me influyeron el puto el 92 y el Cobi de Mariscal, que me ha ido gustando más con los años, pero que en el 92 me parecía un aborto de perrillo, no sé si legal o ilegal, depende del supuesto. Curro me parecía otro aborto, pero provocado por el cruce de una gallina con una bandera gay.

Y para terminar: no tiene nada que ver con la tele y el cine, pero los últimos días de mis vacaciones los he pasado en Cantabria, maravillosa tierra. Soy absolutamente profano en el mundo de la repostería: sé que los sobaos y las quesadas son de allí, pero siempre me pierdo con los Miguelitos de la Roda de Bará, los Chopitos de Osorno, los Nicanores del Boñar y las Manolitas de la puta madre de San Cipriano. Por eso me sorprendió encontrar dos cajas de dulces de la tierra de cuya existencia yo no tenía noticia, y que por supuesto compré:
1. Chochitos ricos.
2. Cojones del Anticristo.

En el dorso de la caja de “Chochitos ricos” hay escrito un poema precioso. Os dejo con él. Mi saludo y todos mis respetos al inventor del nombre y del verso. Gracias a él me he estado descojonando la última semana (con Luis, y Olga, y José Luis, y Mayte, y Susana, y Andrei y Luigi e Iván, a los que tengo que agradecer los maravillosos últimos días de vacaciones que he pasado en San Vicente).
“Chochitos ricos”. Jajajajajaja… Pero a quién se le ocurre…