La verdad es que el título de este post
me ha quedado muy parecido a los de los libros de Harry Potter. Pero no tiene
nada que ver. Os cuento.
Hace unos años (bastantes), Jesús Quintero realizaba
en TVE un magnífico programa que se llamaba Cuerda
de presos. En él, entrevistaba a presidiarios, hasta ese momento
anónimos, que le contaban sin ningún pudor y con toda naturalidad cómo
delinquieron, robaron o mataron, argumentando con cierta y delirante
lógica sus razones y sus idearios. El loco de
la colina simplemente les escuchaba y fumaba.
Hace unas semanas que Telecinco parece haber intentado
recuperar esa buena idea, pero llevándosela a su inseparable terreno de la
telebasura. Y ha decidido hacer un show a costa de pagar y llevar al plató a
los delincuentes más mediáticos y a sus putas madres (digo esto de manera casi
literal, porque a Telecinco ha ido desde la mujer del agresor y ya veremos si
asesino de Jesús
Neira,
hasta la madre de El Solitario). Dos de esos delincuentes
que ya han sido invitados se llaman Luis Roldán y Julián Muñoz, y da miedo pensar en
quiénes serán los siguientes. Eso sí, tranquiliza saber que la Justicia anda
detrás de la cuentas y los pagos en el tortuoso camino que va desde
Telecinco a la productora privada, al testaferro y al delincuente en
cuestión. Yo confío en que no puedan cobrar estas entrevistas, pero tengo mis
dudas. Aunque lo ideal sería que Telecinco no las pagara ni las programara, y
mejor aún, que a la gente no le interesaran lo más mínimo (la de Roldán hizo una audiencia bastante baja).
El caso es que rompo este
último deseo y me pongo el viernes por la noche frente al televisor,
con mi vasito de zarzaparrilla y una bolsa de
panchitos, dispuesto a tragarme entera la entrevista a Julián Muñoz para después
comentaros y preguntaros lo que nos parece.
Pero
no va a poder ser. Porque no he entendido nada.
No sé si estoy viendo un programa del corazón o de política,
si el interés está en la Pantoja o en el caso Malaya, no entiendo por qué
modera a medias Jorge Javier Vázquez desde Madrid, ni entiendo
qué tipo de periodismo pretende estar ejerciendo Jordi González desde Málaga (el juez no ha
dejado viajar a Julián Muñoz a Madrid,
supongo que por miedo a que recalificara y construyera una urbanización ilegal
en el aeropuerto).
Tampoco sé por qué los
presentadores le tratan como si fuera un miembro de la familia real, ni por qué
le dan tantas veces las gracias al delincuente, ni por qué prácticamente
babean. No entiendo por qué Julián
Muñoz se pone tan tremendo para hablar de la cárcel o de
su hermana fallecida, si es que actúa fatal, hay un momento patético en el que
simula una lagrimita, saca una flor blanca y Jordi González le entrega un retrato de su
hermana (de su hermana de Julián, no de Jordi) y se quedan los dos muy tristes.
No entiendo por qué dice que en la cárcel se ha encontrado a sí mismo, coño,
pues anda que ha tardado. No entiendo por qué Jordi González tiene las
orejas así. No entiendo que Isabel
Pantoja le guste a un hombre. Estas dos últimas cosas no
vienen a cuento.
Y como no entiendo nada,
pues apago la tele bastante pronto: no acabo de ver la entrevista, no me quedo
al debate en el que oigo a lo lejos decir no sé qué muy enfadado a José Calabuig (que fue
jefe mío hace unos 15 años, antes de rendirse al star-system). Me termino la
zarzaparrilla y me como los panchitos. Y me acuesto pensando en la
telebasura, y el cénit que con estos programas parece haber alcanzado
Telecinco. También me entra la duda sobre si habré utilizado bien la palabra
“cenit”: la busco en rae.com y sí, está bien.
Lo peor de estos especiales
es que Telecinco ha quitado El Comisario.
Mierda.