lunes, 28 de noviembre de 2011

En qué consiste ser Jurado (decálogo)

El post de hoy es un post didáctico, no de opinión. O sea, que no pretendo contaros lo que me parecen las cosas con mi absolutamente objetivo punto de vista, sino que más bien os voy a explicar en qué consiste una cosa que, debo reconocer, despertaba en mí cierta curiosidad: qué hace un jurado durante un Festival de Cine.
A mí ya me lo habían contado Daniel Sánchez Arévalo, Rosana Pastor y Arturo Ripstein (antes de que arremetiera contra la subnormalidad de los jurados). Pero yo soy muy así y quería comprobarlo en primera persona, así que me puse a rezar un día mientras desayunaba para que alguien me llamara para ser Jurado.
Y entonces pasó lo de La Noria y ganó el PP. Oh no, Señor, no decía esto. Y recé otra vez, pero esta vez sin la boca llena, que no se me entiende nada.
Y ya sí, pues orar es infalible, me llamaron del VI Festival de Cine de Cuenca “Mujeres en dirección”, proponiéndome ser Jurado de la sección de documentales “Valor humano”. Les pregunto si me han elegido por mi condición de mujer o de realizador de documentales, disciplinas ambas en las que presento ciertas carencias. Pues no, es que el premio lo da la prensa, así que compartiré decisiones con Irene Crespo de Cinemanía, Alicia García de EFE, Juan Sardá de El Cultural y Miguel Hoyos de TVE. Todo un honor. Así que estoy en condiciones de explicar lo que puede hacer un Jurado serio. Aunque me tengan de compañero.
1. Ver todas las películas de tu sección, y verlas enteras. Si llegas un par de días tarde al festival (todos somos periodistas en activo y no pudimos estar en Cuenca la semana entera), te hacen un pase exclusivo de la película. Si en algún momento de la proyección te ausentas de la sala, un miembro de la organización te proporciona otra manera de ver la película: un DVD, un visionado personal, sombras chinescas… Y si te quedas traspuesto, un miembro de la organización de despierta y te pone un vaso de leche con galletas.
2. Poner cara de póker en las charlas posteriores a las películas y en los  encuentros en desayunos y tal con los directores a concurso, hasta que el fallo del Jurado (que en este caso no fue un fallo, os lo aseguro) se hace público. Una vez se hace público, felicitas como un fan loco a los ganadores (al menos eso es lo que hice yo).
3. Prepararte para ser tratado por la organización como un miembro de la Familia Real excepto si has estado casado con una Infanta. Te reciben, te facilitan la vida, te agasajan, te escuchan, te atienden, te respetan. Retiro el símil de la Familia Real.
4. Acudir a la “cena de deliberación”. Ah, eso me encantó. Moderada por Laura Olaizola, jefa de prensa, en esa cena se desmenuzan las películas, se analizan, se sacan las cosas buenas y malas… Y se come, se bebe, y sobre todo se ríe. Y de qué manera. Y aunque tus gustos cinematográficos siempre estás más cerca de los de unos miembros del jurado (¿no, Irene?) que de los de otros, debo reconocer que fuimos un Jurado muy bien avenido y que vamos a formar un grupo artístico constituido como “Jurado ambulante” que se ofrece para deliberar en Festivales de cine, certámenes menores, concursos de belleza, bodas y bautizos. A lo mejor también ampliamos nuestras funciones a las de Jurado Popular en casos de corrupción y asesinatos múltiples.
5. Avisar a tu estómago de las costumbres culinarias de la ciudad que te haya elegido como Jurado. En el caso de Cuenca, vas a ser invitado a degustar morteruelo, gachas, cochinillo, sopa castellana, zarajos, codillo… De postre, para digerir todo esto, un buen flan de queso de cabra. ¡Caramba con la Mancha!
6. Asumir que no vas a bajar esa comida: a un miembro del Jurado no se le permite andar. Si sales del hotel, te piden un taxi. Si vas al cine, te piden un taxi. Si sales del auditorio, te piden un taxi. Si pides un taxi, te piden un taxi. Esto se debe a las personas de la organización que te cuidan y te miman con un cariño sincerísimo: Borja, Óscar, Aitor, Emilio, Miriam y Fátima.
7. Conocer y casi acabar considerando de la familia a la persona que dirige el Festival. En este caso, la actriz Marta Belaustegui. Un encanto, una mezcla entre anfitriona de una gran fiesta y una gestora pendiente de todo lo que hay a su alrededor. De las jefas de prensa Laura Olaizola y Julia Sánchez no puedo decir eso de “casi considerar de la familia” porque me parece que hace mucho que son de mi familia…
8. Aprovechar para ver otras películas fuera de tu sección. Me voy de Cuenca habiendo visto 8 títulos dirigidos por mujeres.
9. Saludar y en algunos casos conocer a actores, actrices, cineastas y gente relacionada con el cine. Un placer coincidir en la primera comida con el guionista y director de cine Nacho Pérez de la Paz, volver a encontrarme con Verónica Sánchez o Leticia Dolera, conocer a Paula Ortiz y Luisa Gavasa, encantadoras, hablar con María Galliana y Leire Berrocal, tener un affaire con Angelina Jolie… ah no, esto último no pasó. Qué lío.
10. Ir a la gala de clausura con los que no son de tu familia, los que casi lo son (Edu, Jaime), los que lo son de verdad (Tere, Alicia). Soportar que en el auditorio pongan la calefacción como si estuviéramos en Alaska. Comprobar al salir a las calles de Cuenca que es que realmente estamos en Alaska.
Ah, el documental al que le dimos el premio es “Los dioses de verdad tienen huesos”, de Belén Santos y David Alfaro. El documental es muy recomendable (claro, le dimos el premio): emotivo, solidario, arriesgado, cercano, con humor… Recogieron el premio David, su mujer y productora Marta Moreno y uno de los protagonistas del documental, Santiago Rodríguez. Una vez se supo nuestra decisión, pude comprobar que son encantadores. Qué abrazos y qué emoción, tú.
Los dioses de verdad tienen huesos.

Y luego, el lunes, no querer volver a tu trabajo. En eso consiste ser Jurado.

martes, 22 de noviembre de 2011

“American Horror Story” y el loco de Ryan Murphy

Llevamos ya 2 semanas y 3 capítulos de “American Horror Story”, la serie que en España emite FOX. “American Horror Story” es una serie de terror, de miedo, de susto, de aprensión, de recelo, de inquietud, de ansiedad, de desasosiego, de cague, de alucinaciones, de turbaciones (incluso de algunas mas-turbaciones), de pánico, de pavor, de espanto, de alarma, de sobresalto, de estremecimiento, de horror, de angustia, de agobio, de grima. A lo mejor no da la impresión por el despliegue calificativo que acabo de hacer, pero no me vuelve loco la serie, a mí.
Con las series suelo esperar unos capítulos para emitir juicios de valor (no soy yo de ver series de un tirón, no sé si por falta de tiempo, de ánimo o de costumbre), porque a veces me entusiasmo con el primer capítulo y luego mi opinión decae (Pan Am, Fast forward, Prison break), o al revés, me falla el piloto y luego la serie me encandila (Dexter, Sálvame de luxe). “American Horror Story” me parece que está bien, pero también me parece más irregular que Guti en el centro del campo.
Las buenas gentes de "American Horror Story".
Sin duda, una de las causas de esta irregularidad es su creador (y guionista, y director de algunos capítulos): Ryan Murphy. Ryan Murphy es un loco de la televisión, en el buen sentido. Cualquiera que haya visto Nip/Tuck sabrá de lo que hablo. Nip/Tuck, la serie sobre cirujanos plásticos más excesiva que se hará nunca, era irreverente, transgresora, bestia, divertida y además, adictiva. Pero a Ryan Murphy de vez en cuando se le va la olla, y para seguir Nip/Tuck había que aceptar ciertas reglas del juego que caminaban en el alambre de la moralidad, y muchas propuestas sexuales insólitas en una serie, con tullidos, ciegos, enanos y enfermos ejerciendo su derecho al sexo, con tetas operadas llenas de cocaína, con psicópatas desfiguradores que veían como su obra era anulada por un simple golpe de bisturí. Algunas de estas cosas parecen el guión (si lo hubiera) de un show de Gurruchaga, pero Ryan Murphy conseguía acercar estos límites a ciertos niveles de normalidad (“Glee”, con todos sus excesos, era otra cosa).
Y algo así sucede con “American Horror Story”, en la que algunas escenas de terror pueden llegar a darte risa, donde se abusa de la inserción de brevísimas imágenes casi subliminales para dar sustos, donde los crímenes son demasiado explícitos… El terror de “American Horror Story” está buscado de una manera poco sutil, en la opinión de este humilde cronista, de modestos conocimientos pero poseedor de una inteligencia y un buen gusto asombrosamente privilegiados.
Pero perdonadme, aún no os he contado de qué va la serie, soy un maleducado (aquí me ruborizo y hago un adorable gesto ocultando mis sonrojadas mejillas bajo un enorme abanico). “American Horror Story” cuenta la desastrosa vida familiar de un matrimonio formado por el musculoso Ben (Dylan McDermott) y su esposa Vivien, que se instalan en una mansión de San Francisco para empezar de cero después de un aborto de la mujer y un desliz sexual del a puchinga del marido. Ambos tienen una hija adolescente problemática (y valga la redundancia), y una criada a la que todos  ven como una mujer mayor (la maravillosa Frances Conroy de “A dos metros bajo tierra”) y Ben ve como un tentador cañón de veintipocos vestida como una empleada del hogar sacada de una película porno. Ver el affaire entre señor y criada de la casa desde las dos perspectivas visuales es inquietante y divertido.
La versión joven y maciza de la criada.
Y como vecina, está una enorme, descomunal Jessica Lange y su hija con síndrome de Down. Precisamente otra de las irregularidades de la serie es el personaje de Jessica Lange. Cuando aparece, la serie sube como la espuma, las cosas dejan de parecer una broma pesada y se convierten en una historia del terror más clásico, sutil y efectivo. Jessica Lange haciendo magdalenas da más miedo que unos fantasmas matando a dos tarados.

Si la serie tuviera un poco más de terror a lo Lange y menos de terror que puede dar pelín de risa, mi opinión mejoraría bastante. Pero es una serie de Ryan Murphy. Y aún quedan 10 episodios (son 13) y mucha tela y cuellos que cortar.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Robert de Niro: “Are you talking to me?” vs “Abogaaadoooo”.

Robert de Niro es uno de los mejores actores que ha habido sobre la faz de la Tierra. Dicho de otra manera. Robert de Niro ha interpretado algunos de los mejores papeles que se recuerda. O lo que es lo mismo: Robert de Niro es muy buen actor, pero hace muchos años que no le vemos en un buen papel. Podríamos decir lo mismo de Al Pacino, Robert Redford y Liberto Rabal.
Llevo cerca de 50 años de carrera profesional entrevistando y cenando con los actores más importantes de todo el mundo, aunque si lo piensas bien son muchos menos años y muchísimos menos actores, y no he cenado en la vida con ninguno de ellos. Pero he hablado con bastantes de sus gustos actorales, de sus referentes, de sus intérpretes favoritos. Juan Diego Botto, mi queridísimo Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, Luis Tosar, Javier Bardem, y Liberto Rabal (y muchos más, seguro), mencionan como number one a Robert de Niro. Que no digo no esté bien eso, pero me sorprende la supremacía de Bobby frente a otros nombres como Spencer Tracy, Dustin Hoffman, Cary Grant, Anthony Quinn, Sean Penn, Edward Norton, Federico Luppi, el propio Javier Bardem, el mismísimo Liberto Rabal (con ellas sucede un poco lo mismo, pero con Meryl Streep).
Yo creo que todos eligen a Robert de Niro pensando sólo en su primera etapa. En la etapa “Are you talking to me?”. Me explico.
Are you talking to me?
Hay dos frases que describen perfectamente la bipolaridad de Robert de Niro. “Are you talking to me?” y “¡Abogaaaadooooo!”
“Are you talking to me?” simboliza al actor joven, al que se estaba probando a sí mismo, al que se moldeaba al gusto de los directores aportando su personalidad, pero no imponiéndola, al que no se le ponía siempre la misma sonrisa hiciera el papel que hiciera. Simboliza el compromiso con la interpretación, la técnica metódica y el estudio de los antecedentes de los personajes. “Are you talking to me?” es el De Niro de El Padrino, Novecento, Taxi driver, La misión, Toro salvaje, Uno de los nuestros.
“¡Abogaaaadooooo!” es el De Niro perezoso, el de los tics, el sobreactuado pero no contenido por los directores que piensan “¡qué grande! Igual se ha pasado, pero ‘¡es De Niro!”. El De Niro de Despertares, Stone, Los padres de ella, Asesinos de élite, y sobre todo, el de El cabo del miedo.
Nunca olvidaré a De Niro saltando por el patio trasero del barrio siciliano en el que creció Corleone, ni la escena del espejo de Travis (no menos imponente por demasiado manida), ni el miedo y admiración que sentía por un delgado Depardieu, ni su asombrosa capacidad para desfigurarse a sí mismo en el ring, etc.
Pero tampoco su inmortalidad excesiva mientras le golpea con una piedra Nick Nolte, ni el careto de soplagaitas cuando despertaba de un coma o algo así ante la mirada de soplagaitas de Robin Williams, ni la sonrisa que le pone a Ben Stiller en una comedia familiar, que es la misma que le planta a Edward Norton en un thriller psicológico. Tengo sentimientos encontrados con De Niro, algo que no me sucede con Federico Luppi ni con Liberto Rabal.
Abogaaaadoooo...
Siempre he pensado que Scorsese le dejó tontico. Como a Daniel Day-Lewis, que en “Gangs of New York” me recordaba en parte las caras excesivas de Robert, y luego en “Pozos de ambición” daba la impresión de que Daniel se había quedado ya así. Con Leonardo Di Caprio, Scorsese no podrá nunca, porque Leo es un soso. Ni con Liberto Rabal.
Aún así, a Robert de Niro siempre habrá que agradecerle locuras como escribir con la mano derecha (pese a ser zurdo) para no transmitirle su zurdería (o como se diga) al personaje, ganar 27 kilos para “Toro salvaje”, pasar cuatro meses en Sicilia aprendiendo a hablar el dialecto de Vito Corleone, aprender a tocar el saxofón para “New York, New York”, trabajar como taxista cuatro semanas para “Taxi driver”…

Pero… este fin de semana Robert de Niro ha estrenado “Asesinos de élite”. Una soberana chorrada. Abogaaaadoooo…

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Vivir en “5 metros cuadrados”

Es curioso que una película que trata sobre los problemas de la vivienda y sobre la corrupción de los especuladores inmobiliarios que en parte nos metieron en el lío en el que estamos metidos ahora, se estrene justo una semana antes de las elecciones generales. Es curioso pero también es casual: la película tenía fecha de estreno mucho antes de que, en agosto, se eligiera el 20-N como inquietante fecha para cambiar de Presidente.
5 metros cuadradosse presentó en Málaga a finales de marzo. Días después, se proclamaba vencedora del Festival, con premios para Fernando Tejero, Jordi Bosch, el guión, la película y de propina el de la crítica que votamos los periodistas. Desde entonces, se barajaron varias fechas para su estreno, y al final se colocó esta. Meses más tarde, se adelantaron las elecciones.
Fragmentito del cartel de "5 metros cuadrados".
Estuve el otro día hablando con la gente que ha hecho posible esta buena, muy buena película, léase Max Lemcke, léase Malena Alterio, léase Fernando Tejero, léase Emilio Gutiérrez Caba, léase El Quijote, hombre. Se reían cuando les decía que 5 metros cuadrados iba a convivir en la cartelera con dos Gobiernos diferentes (y es curioso, ninguno me dijo: “no, hombre, a lo mejor gana el PSOE”). Pero estábamos todos de acuerdo en que la película denuncia una temática que sirve con cualquier Gobierno y en cualquier momento: la de le vivienda que, lamentablemente, no se va a solucionar en breve.
Justo ayer pusieron en TVE “El pisito” y antes hablaron de su película Max Lemcke y Fernando Tejero (porque ya en tiempos de Azcona y Berlanga conseguir un piso era difícil). Hablando con Max de berlanguismo y azconismo, el director me reconocía con humildad las influencias de estos dos genios en su película (“salvando las distancias”, decía), porque hay en la suya una amargura, un humor negro y una desesperación que recuerda a ese mágico cine de los años 60. Esos sí, 5 metros cuadrados no se queda en la memoria como una comedia, ni mucho menos.
“Regañé” a Malena Alterio y Fernando Tejero por tener la culpa de que cierta gente se espere una comedia. Pero ellos son conscientes: han trabajado juntos en dos comedias (“Al final del camino” y “Días de cine”) y muchas veces en “Aquí no hay quien viva”, así que saben que la gente se espera que con ellos vayas a echar unas risas. 5 metros cuadrados” te entrega algunas sonrisas tiernas y de desahogo, pero carcajadas ni una. Y Malena y Fernando, a los que sorprendí “discutiendo” sobre cómo llegó a sus manos el guión de Max y de los hermanos Remón, están más que orgullosos y contentos de haber hecho un drama (es que son muy amigos, Malena y Fenando, y si vierais qué majetes son… creo que es la tercera vez que les entrevisto como dúo). Cuando a un actor de comedia le dan un drama, es una bendición. Creedme, lo he vivido en mis propias carnes. Bueno, esto último es mentira, pero aun así, creedme.
De izquierda a derecha, Malena y Fernando.
Nunca había tenido el placer de coincidir con Emilio Gutiérrez Caba, porque rara vez concede entrevistas, de hecho le sorprendía bastante el sistema meticuloso y matemático que se utiliza para este tipo de encuentros con la prensa. Me pareció simpático, educado, amable, y además me pareció que todas estas cosas le salen por sí solas. Le felicité por el Premio Ondas que le acaban de conceder por esa serie que provoca en mí una extraña adicción y que se llama “Gran reserva”, y reconoció que la ilusión que le hacía era más por los demás que por él mismo. También me dijo, qué cosas, que aún no le habían llamado de los Ondas para darle esta noticia por la que le estaba yo felicitando. Supongo que a estas alturas ya lo sabrá…
Emilio Gutiérrez Caba interpreta al mafioso, al tiburón inmobiliario, al corrupto, al in escrúpulos, al hijo de puta que engaña a la gente con su dinero y su casa y luego pretende que le olviden, hombre. Emilio dice que ese tipo de gente da más miedo que los monstruos del cine de terror de toda la vida. Porque al final, sabes que Drácula y Frankenstein no existen, y esta gente sí que existe. Contaba que un día, hace mucho, en el gimnasio, escuchó esta conversación: “Lo bueno de la guerra de Kosovo es que luego podremos ir ahí a reconstruirlo”. Sí, esta gente existe.

5 metros cuadrados no está muy arriba en taquilla, porque no se ha estrenado en demasiadas salas. Pero me consta que por copia no está funcionando nada mal. Si echáis una mano a sus cifras en taquilla, no os vais a arrepentir.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Los Oscar y la ley de Murphy (de Eddie Murphy)

“Si algo puede salir mal, saldrá mal”, dice la ley de Murphy. Una gala de los Oscar con Eddie Murphy como maestro de ceremonias y Brett Ratner como productor, podía salir mal. Así que lo más seguro es que saliera mal. Esto no va a suceder, porque llevamos un par de días muy convulsos en esto de los Oscar en los que ha habido más dimisiones de las que nos habría gustado ver en política en los últimos 4 años, por poner un ejemplo. Pero vayamos a los hechos.
1. La ceremonia de los Oscar últimamente está un poco desquiciada buscando su identidad, convencida de que si la presentan James Franco y Anne Hathaway van a captar nueva audiencia joven. Y no es así, sobre todo si a James Franco le da por dormirse en el escenario. Los Oscar lo ven los aficionados al cine y a los premios, no los aficionados a los Oscar. Yo nunca vería la gala de, por ejemplo, los Premios de la Chamarilería por mucho que la presentara Martina Klein desnuda.
Bueno, retiro inmediatamente lo dicho. Es más, la grabaría. Pero vestida ya no sé.
Eddie Murphy, el posible presentador, y Ben Stiller, al que a mí me gustaría ver cómo lo hace.
2. En esa línea, Brett Ratner iba a ser el productor de esta gala (en la línea de captar audiencia joven, no de presentar galas desnudo). Brett es el director de “X-Men: La decisión final”, “El dragón rojo”, el piloto de “Prison break” o “Un golpe de altura”, recién estrenada y que protagoniza Eddie Murphy. O sea, un director de las antes llamados “artesanos”, que igual te dirige una churra que una merina. Además, es un poco bocazas (recuerdo los extras del DVD de “El dragón rojo”, en el que con 32 años se le veía comportarse como un niñato sobradete), cosa que puede dar igual si no te nombran productor de la gala.
Pero… presentando “Un golpe de altura” Brett dijo una frase que le ha sepultado: “Los ensayos son para maricones”. Estoy totalmente de acuerdo con Vigalondo en que esta frase no es homófoba, como no creo que lo sea “maricón el último” o “sin mariconadas”. Ojalá la homofobia fuera eso. La homofobia es otra cosa. Nacho decía en Twitter que esto le recordaba a cuando en el colegio nos llamaban “hijo de puta” y nosotros nos peleábamos porque habían insultado a nuestra madre. No, la expresión “hijo de puta” no insulta a las madres, ni siquiera piensa en las madres, es más, parafraseando a Ernesto Sevilla, “hay que decirlo más”.
Pero es que unas semanas antes, Brett Ratner había alardeado de “tirarse a la actriz Olivia Munn”, y contó que cuando Lindsay Lohan era muy joven, la obligó a hacerse unas pruebas para demostrar que no tenía enfermedades de transmisión sexual. Lo de los ensayos y los maricones era la gota que colmaba un vaso ya muy lleno de fanfarronerías.
El Presidente de la Academia, Tom Sherak, aceptó instantáneamente su dimisión, y dijo que “Brett es una buena persona, pero sus declaraciones son inaceptables”.
3. Eddie Murphy, impuesto por Brett Ratner para presentar los Oscar tras la amistad nacida entre ellos tras el rodaje de “Un golpe de altura”, dimite ese mismo día. No puedo decir que me entristezca, de hecho puedo decir que me alegro (ya me manifesté en este mismo blog cuando le eligieron como presentador). Eddie declaró: “estaba deseando ser parte del evento que nuestro equipo de producción y guionistas estaban empezando a desarrollar, pero estoy seguro de que el nuevo equipo de producción y presentador harán igualmente un trabajo genial”. Se comentaba que el hecho de colocar a Eddie al frente de la ceremonia era una “ayuda” de Bret a Murphy en su intento de recuperar popularidad, y más aún después de que “Un golpe de altura” se diera una buena hostia en EE.UU. tras su primer fin de semana. ¿Unos Oscar sin Murphy? No cantemos victoria.
El Kodak Theatre. ¿Quién será su próximo presentador? ¿Eh? ¿Quién será será? ¿Eh, eh, eh? ¿Quién? ¿Eh? Bueno, ya me callo.
4. Hace unas horas se anunciaba el nombre del próximo productor: Brian Grazer. Es un afamado artífice de éxitos de taquilla y audiencia: “24?, “Una mente maravillosa”, “Robin Hood”, “El intercambio”, “El código Da Vinci!… y “Un golpe de altura”. Sí, es el productor de la película de Ratner y Murphy. La Academia quiere a Eddie Murphy, y Grazer parece ser de los pocos que le pueden intentar convencer de que vuelva. Lo sabremos en las próximas horas.
5. Esto pone en stand-by las campanas que se lanzaron al vuelo ayer en las redes sociales en forma de sueños y de ilusiones… ¿quién debería presentar los próximos Oscar? El nombre que más se escuchaba era el de Hugh Jackman, el mejor presentador de los últimos años. Sonaba Billy Crystal, un clásico, una apuesta segura que no va a revolucionar las galas pero tampoco las va a hundir. Sobre todo, Ricky Gervais, un imposible, un expulsado de los Globos de Oro con el que difícilmente se atreverán los Oscar. Sonaba el que fuera su alter ego en EEUU, Steve Carrell. Sonaban nombres de la televisión: Jim Parsons, Neil Patrick Harris, Ty Burrell… También sonaban mujeres, no os creáis: Tina Fey, Sofia Vergara, Emma Stone e incluso ¡Laura Linney!
Yo tengo dos apuestas de las que no me apeo ni loco: Ben Stiller y Eduard Punset hablando en inglés y doblándose por encima a sí mismo para la retransmisión en directo de CANAL+.
Pero no soñemos demasiado. Eso era ayer. Ahora mismo el candidato mejor posicionado vuelve a ser Eddie Murphy.
EPÍLOGO: Hace unos días fallecía Gilbert Cates, el productor que más ediciones de los Oscar (14) ha dirigido, entre 1990 y 2008. Entre sus logros se encuentran las apuestas por Billy Crystal, Whoopi Goldberg o Jon Stewart. Más que suficiente para echarle de menos. En su oficina tenía un gong que hacía sonar cada vez que confirmaba a una gran estrella para presentar unos de los premios. Ese gong que ahora mismo estará resonando urgentemente en la cabeza de los responsables de la gala.


martes, 8 de noviembre de 2011

Nanni Guardiola y Lars Von Mourinho

Coinciden en los cines desde el viernes dos buenas películas europeas, las últimas obras de dos cineastas premiadísimos en festivales, dos historias de esas que extrañamente (y digo “que extrañamente”, no “que nunca”) vemos en las filmografías de los directores estadounidenses. Bueno, basta de calificativos y vayamos al grano: que coinciden en la cartelera “Habemus papam”, de Nanni Moretti, y “Melancolía”, de Lars Von Trier. Toma ya.
El pasado sábado, durante el Festival de Cine Europeo de Sevilla, se anunciaron las candidaturas a los Premios del Cine Europeo. “Melancolía” fue el título que obtuvo más nominaciones (8): mejor película, director, actriz (2), guión, montaje, dirección artística y fotografía. “Habemus papam” solamente dos (bueno, “solamente”, eso son dos nominaciones más que el 99% de las películas de este año): actor y diseño de producción. O sea, que parece ser que estamos ante dos productos unánimemente respetados.
Nanni Moretti en el rodaje de Habemus Papam. Es el que no va disfrazado de curilla.
Sus directores, en cambio, provocan diferentes opiniones. Nanni Moretti es el comprometido, el azote de su Gobierno, el mesurado, el inteligente. Lars Von Trier es el bocazas, el excesivo, el provocador, el egocéntrico, el raro. Son el bueno y el malo. El feo no sé quién será, seguramente Tim Burton, pero ahora no viene a cuento. Son un poco como Guardiola y Mourinho. Porque…
- El “Von” de “Von Trier” no es suyo. Lo ha robado. Tampoco es tuyo, no te crezcas, se lo puso como homenaje a Josef Von Sternberg. Esto no es ni malo ni bueno, es curioso y ya está.
- Nanni Moretti fue de los primeros intelectuales en alzar la voz y avisar de las consecuencias que tendría la victoria de Berlusconi. Lo hizo en la pesimista  (a la postre realista) “L’unico paese al mondo”.
- Cuando “Europa” ganó el Premio del Jurado en el Festival de Cannes de 1991, Lars Von Trier se llevó una cierta decepción por no ser Palma de Oro, así que recogió el premio agradeciéndoselo al “enano” presidente del jurado, Roman Polanski (lo de “enano” lo dice él, no yo. A mí Polanski sólo me parece bajito).
Lars von Trier en el set de "Anticristo". Lo de atrás es una cámara, no una asombrosa peineta.
- En 2002 Nanni Moretti demostró que no se casa con ninguna ideología convirtiéndose en uno de los portavoces de los movimientos de protesta contra la derecha y la izquierda (Girotondi), un miniprecursor de los “indignados”.
- Lars Von Trier se ha autodefinido de muchas maneras, de las que destacamos dos. Junio de 1989: “soy un melancólico danés masturbándose en la oscuridad ante las imágenes de la industria del cine”. Mayo de 2009: “Soy el mejor director del mundo”. Con dos cojones.
- En 2006, Nanni Moretti se posicionó definitivamente atreviéndose a  rodar “El caimán”, inspirada en Silvio Berlusconi y presentada en plena campaña electoral.
- Nunca veréis a Lars Von Trier en EE.UU. o América del Sur. Tiene pánico a volar y por eso jamás ha ido más allá de lo que le permiten las  carreteras. Bueno, tampoco veremos nunca en EE.UU. al enano (Roman Polanski), pero por otros motivos… Y no sabemos si le volveremos a ver en Cannes. Durante el último Festival, en mayo de 2011, Lars Von Trier declaró: “Comprendo a Hitler. Creo que hizo algunas cosas mal. No es lo que llamarías un buen tío, pero le entiendo bastante y simpatizo un poco con él… Vale, soy nazi”. El Festival de Cannes le expulsó y le declaró “persona non grata”. Ese mismo día, Lars pidió disculpas: “Si he herido a alguien con mis palabras de esta mañana en la rueda de prensa, le pido disculpas sinceramente… No soy antisemita, ni tengo prejuicios raciales de ningún tipo, ni soy nazi”. Precisamente, la película que presentaba en Cannes era “Melancolía”.

Estos datos son objetivos. Habrá quien piense que Nanni es un pelmazo y Lars un simpático y mero provocador. Habrá quien piense que Lars es un retrasado mental y que Nanni es SuperNanni. Y tal vez todos tengan razón. Pero ambos son de los mejorcito que hay e el mundo haciendo su trabajo. Como Guardiola y Mourinho.

jueves, 3 de noviembre de 2011

“Eva” y mis robots favoritos

“Eva”, la ópera prima de Kike Maíllo, no ha sido bien tratada por el destino. Le tocó salir a la palestra de la taquilla el mismo fin de semana que “Tintín”, y eso le hace daño a cualquiera. Mientras “Tintín” triunfaba en el primer puesto del box-office, batiendo e igualando récords del año, “Eva” se debatía por estar en el top ten de la semana, Y creedme, la película de Daniel Brühl, Alberto Amman y Marta Etura, merecería estar en el top cinco, top cuatro y  top less. Digo, top tres, en quién de los actores estaría pensando…
Todos sabéis ya que “Eva” va de robots. En la película sale un prototipo de niño robot que parece real (quizá porque dentro de ese traje de robot hay una persona, pero en la película eso ni se intuye). Sale un caballito robot, del tamaño de un pitilín. Sale un gatete robot, que se comporta como un gato normal. Sale Lluís Homar, que hace de mayordomo-robot, que además mola un huevo porque te trata fenomenal y no habla como el rey, que sería posible. Y sale algún robot más, pero no voy a seguir enumerando.
El niño robot de "Eva".
Porque qué bonita sería la vida con robots. Pero no con robots de éstos que te hacen crema de verduras, o que te barren la casa como locos… Sino con robots de cine. Imaginaos un día ideal, en un futuro no muy lejano, en el que te levantas en tu residencia domótica, y…
8:30. Robotina, la robot doméstica de “Los Supersónicos: la película” (1990, William Hannah y Joseph Barbera), me despierta, me prepara la ducha, me hace el desayuno y se queda en casa haciendo las labores del hogar. Yo me voy al trabajo.
10:00. Roy Batty (Rutger Hauer en “Blade Runner”, 1982, Ridley Scott), ese robot llamado Nexos-6 o “Replicante” y acostumbrado en su pasado a la esclavitud y a los trabajos forzados, irrumpe discretamente en mi despacho y desarrolla toda mi jornada laboral mientras yo me dedico al noble arte de tocarme el badajo. Por Dios, que no aparezca ninguna unidad Blade Runner para destruirlo.
12:00. C3PO (“La guerra de las galaxias”, 1977, George Lucas) me acompaña a una reunión y va extrayendo de su memoria prodigiosa los documentos exactos y precisos que me van haciendo falta. Deslumbro a mis jefes, que me ascienden a un puesto altísimo en el que ya directamente no tengo que hacer nada.
15:00. David (Haley Joel Osment  en “A.I. Inteligencia Artificial”, 2001, Steven Spielberg) me acompaña en mi despacho mientras me como el menú que he pedido en el chino de abajo, cuyo cocinero yo creo que también es un robot. David  me da conversación, ya que ha sido programado para amar. A ver, me he explicado mal, que yo no quiero amarle, que eso sería ciberpederastia, sólo quiero charlar con él amigablemente y que me explique cómo es posible que el niño de El sexto sentido (o sea, él) se haya puesto tan trofollo (ver foto).
Haley Joel Osement y Jude Law, que también hacía de robot.
16:00. Wall- E (2008, Andrew Stanton) comienza a eliminar toda la basura cósmica que he producido durante la comida. Tres tarrinas de plástico irreciclable, dos vasos de papel indisoluble, unos restos de chop-suey de loro y unos tallarines que han empezado a moverse inquietamente por el despacho. Y un abanico que me han regalado con el menú y no quiero para nada.
18:00. El robot de “Metrópolis” (1927, Fritz Lang) me acompaña a una manifestación del 15-M, 15-O, 15-N, o 15-años-tiene-mi-amor, pero lo necesito para que incite a las masas contra toda este decepcionante presente y futuro, como hacía en la película.
El robot, o robota, de Metrópolis.
19:00. Sonny, el de “Yo, Robot” (2004, Alex Proyas) me escolta por si la policía se vuelve loca e intenta agredirme justo después de que yo me haya golpeado pacíficamente en la espinilla con un bolardo, y se me acuse de destrozar el mobiliario urbano para provocar a los pobrecitos antidisturbios. Aquí también me valdrían Robocop o Terminator.
22:00. R2D2 (“La guerra de las galaxias”, 1977, George Lucas) me proyecta a través de su ojete mágico (el de la cabeza) una película antes de dormir. La película podría ser “Eva”. Y hale, a la cama.

Por cierto, necesitaría que Elena Anaya, Elsa Pataky o Angelina Jolie hicieran una película de robots…