miércoles, 2 de septiembre de 2009

De agorafobias y agorafilias

La cosa es que Alejandro Amenábar va a estrenar el próximo 9 de octubre Ágora, su quinta película como director. Que Alejandro Amenábar estrene una película es todo un acontecimiento en el mundillo del cine, simple y llanamente porque es un genio.
Amenábar ya estrenó Ágora en el pasado Festival de Cine de Cannes con una duración de 2horas y 25 minutos, aproximadamente. La crítica no fue dura con él, pero tampoco se deshizo en elogios (¿qué será “deshacerse en elogios”? ¿”Ay, qué guapa eres, ay, pero que turgencia atesoran tus senos” y de repente “fsssssss” desapareces cual azucarillo dentro del café?). Lo que se dijo de la película, más o menos, es que era muy correcta pero que pecaba de cierta reiteración a la hora de abordar algunos temas. Pues bien, hace unos días la distribuidora en España de Ágora (que produce Telecinco Cinema y distribuye Fox, que en algunos contextos significa “zorra”, pero en éste no) nos invitó a las aproximadamente 25 personas que más sabemos de cine de este país a ver la nueva versión de la película tras un recorte en el metraje, que había pasado de durar 145 minutos a unos 120. Lo de las 25 personas que más sabemos de cine de este país es mentira, ese no fue el criterio, pero a mí me viene bien decirlo porque a lo mejor esto luego lo lee alguien que busca a gente que entienda mucho de cine, y cuela, y me contratan, y prospero en la vida. En cualquier caso, debo decir que en la sala sí que había algunas de las personas que más saben de cine de este país.
Rachel Weisz en "Ágora". Yo le pongo tilde por principios, pero en el cartel no sale.
Entonces yo ahora debería hacer una crítica de Ágora. Pero yo no soy crítico, yo soy opinador. Opinador quiere decir que yo opino pero que no me atrevo a calificar las películas categóricamente y pensando que tengo la verdad absoluta, como si fuera Carlos Boyero o Risto Mejide. Yo creo que tengo la verdad relativa, como Hipatia.

Hipatia
es Rachel Weisz, que es la protagonista absoluta de la película y que está guapísima. Hipatia es una filósofa y/o científica en la Alejandría del S.IV después de Cristo. Aquí iba a hacer un chiste con Alejandría y Alejandro (Amenábar), pero era demasiado básico y mejor lo dejo para bogs menos sutiles. En la Alejandría del siglo IV existían unas tremendas guerras religiosas entre los nuevos cristianos, los antiguos paganos y los judíos, que siempre andan metidos en líos, los muchachos. A esto añadamos que Hipatia le gusta a Orestes, que es un alumno que luego es prefecto (que no perfecto) y a Davo, que es un esclavo que aspira a alumno. Ya no os cuento más del argumento, pero sí que necesito que os quedéis con estos tres mimbres de la película para que luego nos entendamos: religión - ciencia - amor.
¿Me ha gustado la película? ¿Eh? Pues mucho no. ¿Me ha parecido mala? En absoluto, me ha parecido perfecta, Amenábar es un genio. ¿Va a triunfar en taquilla? Pues yo creo que no. Entonces, tal y como se dice en el elitista mundo del cine, ¿se va a dar una hostia? Pues tampoco creo. Entonces, si es perfecta pero no va a funcionar en taquilla, ¿creo que se va a salvar gracias al boca a boca? Pues tampoco. ¿Te das cuenta, jodido bloguista, de que tus opiniones son absolutamente contradictorias? Claro. Y es que así salí de la película, con sentimientos contradictorios. Me explico:
- La factura de la película no es que sea buena: es superior. Alejandro Amenábar  rueda cada vez mejor. Las escenas de la recreación de Alejandría, su biblioteca, sus calles y su ágora son espectaculares. Aunque odio decir esta frase, para que nos entendamos: “no parece una película española” (o de un español). Podría ser de cualquier director estadounidense (o no) que ha rodado con los mejores profesionales y con mucha pasta. De Ridley Scott o de Peter Jackson. Pero sólo hablo de la forma, ojo, en la de Peter Jackson a los judíos los habrían matado los orcos y los cristianos ocuparían Mordor, no la biblioteca.
- La historia es correcta. Los actores están todos bien. No podría señalar a uno que esté mal dirigido o sobreactuado.
- Pero tampoco a ninguno del que digas “se ha salido”, como se salía la Nicole Kidman de Los otros o el Javier Bardem de Mar adentro, que concretamente se salía por la ventana.
- La historia es tan correcta que, salvo en dos ocasiones (y una de ellas es el final, Amenábar sigue siendo un maestro del final), no te pone los pelos de punta. A  mí sí, pero porque llevaba gomina.
- Hay momentos en los que me pasa lo que se supone que no me debería pasar después de recortar el metraje: me da la impresión de que repite cosas. Vuelve a lo mismo. El esquema de la película es: religión - ciencia - amor - religión - ciencia - amor - religión - ciencia - amor… Se me hizo un poco cansino.
- Pero no se me hizo larga. No deseé que se acabara. Eso es bueno. Pero tampoco lo lamenté. Eso no es bueno. Yo diría que el problema lo han tenido en el guión, escrito entre Alejandro y Mateo Gil. Me consta que saben que, además, saben que ahí está el problema.
Juro que me hubiera encantado que Ágora me gustara más. Que me gustara mucho, tanto como Los otros o Tesis, o más que Mar adentro y Abre los ojos. Me hubiera gustado que no me dejara frío, que me emocionara.
Pero también me alegro de que su película no me haya parecido, simple y llanamente, mala, como me ha pasado con otros directores a los que he adorado, como Almodóvar, Fernando León o Mariano Ozores.
Y un tío que ha hecho una de terror sin dinero, una de terror con mucho dinero, una fantástico-paranoide y una intimista (con Oscar y todo), y que de repente se marca una especie de “superproducción de autor” (porque no sé cómo clasificarla, pero desde luego, no como “una de romanos” o “una comercial”), sigue mereciéndose todos mis respetos.

Que eso sí, no sé si le servirán de algo…