miércoles, 30 de septiembre de 2009

Dublineses

La semana pasada estuve en Dublín. La cadena en la que trabajo (CANAL+) va a emitir en diciembre la tercera temporada de Los Tudor, una serie de Showtime que a mí me ha ido enganchando cada vez más. Y para presentarla, me encargan la confección de un programa especial. ¿Será por mis conocimientos de Historia? ¿Tal vez por mi capacidad para analizar producciones televisivas? ¿O quizá porque sigo teniendo un walkman para musicassettes, lo que me convierte en el único ser humano que aún necesita comprar con frecuencia pilas Tudor? No sé, pero el tercer motivo me parece el más sensato.
De Los Tudor y de un extraño viaje que hice a Londres para ir trabajandou en ellou (como diría Aznar) ya os hablé en este blog. Hoy solo os quiero contar cómo se desarrolló este viaje mío a Dublín, que es donde se rueda la serie, y que me recordó dos cosas: que el surrealismo existe y que yo tengo mala suerte en las cosas más tontas de la vida (mi suerte para las cosas importantes es del montón).
Jonathan Rhys Meyers en Los Tudor. Os adelanto que no se sale del papel de Enrique VIII ni para conceder entrevistas.
  • Para empezar, viajo a Dublín con la presentadora de CANAL+ (y del programa) Cristina Teva. Esto no es tener mala suerte: es tener buena y mucha. Para mi sorpresa, mi chica no muestra el menor atisbo de celos, a pesar de que nos vamos tres días. Prefiero no preguntarle si su tranquilidad se debe a su confianza en mis nulas posibilidades o en el buen concepto que tiene del gusto de Cristina.
    En el aeropuerto, el aeromozo de facturación nos pregunta inquisidor que si sabemos inglés. Como él habla en perfecto español, supongo que le estaría preocupando nuestra desenvoltura en Dublín. Pues yo no sé qué más le dará, cuando fui a Tailandia a mí nadie me preguntó nada. La aerolínea se llama Air Lingus, yo nunca la había oído. Me pregunto si la cadena Lingus tendrá una sucursal que se llame Cuni.
  • Llegamos al hotel, tramitado por Sony Televisión y nuestra empresa. Por error, nos asignan una sola habitación. En mi espectacular inglés, explico que nos tienen que dar dos habitaciones, que vamos por trabajo, no por placer, que qué error más tonto, je, je, je (risa nerviosa). Por dentro, en mi espectacular español, rezo para que no les queden más habitaciones, pero en ese momento no me acuerdo bien del Padrenuestro y la recepcionista termina siendo más rápida que Dios. Pues nada, dos habitaciones.
  • Consejo por si visitáis Dublín: en Irlanda no están claras las zonas de fumadores y no fumadores. A Cristina y a mí nos amonestaron por fumar en una calle por la que no pasaba nadie (en serio). Nos echó un señor con uniforme y una carretilla. Igual nos estaba tomando el pelo y fuimos unos flojos, pero es que a mí si me regañan en inglés o alemán, me intimidan más.
  • Otra advertencia turística: parece ser que en Dublín no hay gays. Sí que hay una zona en la que ondean unas descomunales banderas arcoiris, hay muchos restaurantes modernos y locales con la banderita, y bares de copas claramente gays. Pero no es el barrio gay. Porque le preguntamos por esas calles a un viandante (es que las habíamos visto durante un paseo y queríamos cenar allí, pero ahora no las encontrábamos), y nos dijo que lo de la bandera no era posible, porque en Dublín no hay zona gay. Él sabrá, que era de allí, así que la banderaza ésa sería un homenaje al espectro que forma la luz cuando un haz se refracta en el agua, o algo así que nos explicaban de niños, pero yo no atendí ese día.
Temple Bar, la calle más famosa de Dublín
  • Nos vamos por fin a hacer las entrevistas de Los Tudor, que es a lo que hemos venido a Dublín. Entre todos los periodistas formamos un grupo ecléctico compuesto por un orondo inglés, un irascible francés, una pizpireta alemana, una encantadora española, una sosa checa y una que no sé de dónde era porque no hablaba casi. Y nosotros dos. Éramos la única tele, todos los demás eran de prensa escrita, así que dividimos las tareas: ellos tomarían apuntes y nosotros pasaríamos frío en los platós vacíos esperando nuestro turno.
  • En las entrevistas para televisión es habitual parar en algún momento porque haya algún ruido: una máquina, un motor, un móvil… Pero es la primera vez que he tenido que parar una entrevista porque en un taller de costura que confecciona ropa del siglo XVI, alguien enciende un microondas para hacer palomitas de maíz. Y ya sabéis el ruido que hacen cuando estallan, las dichosas cotufillas.
  • Con lo de tener mala suerte, además de lo del hotel y las palomitas, me refiero a que si estás grabando en un interior, no es normal que comiencen a graznar unos patos que yo no veo por ningún sitio, y que parecen estar realizando el ritual de apareamiento entre el macho dominante y la hembra en celo. Pues eso nos pasó.
  • Os pareceré poco riguroso, pero cuando has parado de grabar porque alguien hace palomitas y un ánade grazna con fuerza ciclópea, los ruidos de la calle me empiezan a parecer música celestial. Más me extrañó que nos ofrecieran hacer una entrevista a un actor vestido del siglo XVI junto a un contenedor de basura (pero de estos grandotes que ponen en las obras), Menos mal que el cámara que nos asignaron se hizo nuestro amigo y cómplice y conseguimos buscar un lugar más lógico. Al menos un poquito más.
  • Acabamos tan agotados, que Cris y yo nos saltamos la última visita guiada por los platós de Los Tudor (en los que nosotros ya habíamos grabado y que nos conocíamos de memoria). Pero tal vez no debimos despedirnos del grupo diciéndole con la boca llena de sandwich: “¡Adiós, nosotros pasamos, a ver si os gusta!”. Y Cristina: “¡Robadnos unas velas del decorado!” Era una broma, pero nadie se rió. Seguramente porque les debió de sonar a algo así como: “¡Anda y que os pelen, que nosotros ya lo hemos visto todo y aquí os espero friendo un güevo!”
  • A eso de la una de la madrugada, con unos cuantos vinos encima, terminábamos en el pasillo del hotel un debate trascendental a grito pelado sobre Colate Vallejo Nájera. En esto se abre la puerta de una habitación y sale un hombre con unos preciosos gallumbos como de raso negro. Yo creí que nos iba a pedir silencio, pero miró a un lado y a otro, pensó “no hay moros en la costa”, y permitió que saliera de su habitación una señorita que por su atuendo yo diría que era una pilingui y Cristina diría que era una puta. Al hombre no le debimos de parecer moros en la costa, sino cretinos en el pasillo, porque no le impusimos ningún respeto.
Pese a todo, gracias a Cris, a un realizador que se llama Quique Garrido, a una productora que se llama Ruth Mediodía, a un cámara que se llama Antonio González (que es un tipo y un profesional magnífico, pero desconfiad de él porque el otro día me dijo que a veces lee este blog), a mucha más gente y a las entrevistas realmente buenas que hemos conseguido, muy mal tendría yo que hacer mi trabajo para que este programa especial no salga estupendamente chachi. Además, mañana mismo me marcho a Barcelona a entrevistar a un tipo fantástico que se llama Jacinto Antón, al que le encanta la serie y que sabe de Historia más que todos los que hacemos este blog juntos. De hecho, hoy me he enterado con gran alegría de que le han concedido el Premio Nacional de Periodismo Cultural, así que enhorabuena, maestro (si podéis recuperar sus artículos titulados “Cobardes de la Historia“, pasaréis unos ratos excelentes, edificantes y muy divertidos).
De la tercera temporada de Los Tudor y de la aparición estelar que tuvo en Dublín Jonathan Rhys Meyers (surrealista hasta decir basta), os hablaré cuando se acerque el estreno de la serie. Hoy, una vez más, sólo quería compartir con vosotros los momentos más tontos de mi existencia.


lunes, 28 de septiembre de 2009

Fibrilando café

Llevamos tres domingos viendo en Telecinco, a la hora en la que habitualmente veíamos Camera Café, una especie de sucedáneo llamado Fibrilando. Es como si por la veterana serie hubieran pasado los pintores: en lugar de una oficina amarilla ahora vemos el pasillo de un hospital, pero con el cuarto de baño en el mismo lado, el ascensor al fondo y las plantas a la derecha. El actor que hacía de chófer ahora es el cura, pero se sigue llamando Arturo Cañas y siendo un borde. El director sigue ejerciendo como tal, ahora es el cirujano jefe, y se sigue llamando Gregorio Antúnez (el genial Luis Varela, ¡qué grande!). Y Carolina Cerezuela sigue estando igual de jamona, y aunque lleve bata de médico, la audiencia masculina sigue soñando con zambullirse imaginariamente en su escotamen y nadar en él entre olas de espuma artificial. Bueno, no sé, a lo mejor esto es sólo cosa mía.
¿Qué ha pasado entonces?
Pues que Camera Café necesitaba un lavado de cara. Lleva en Telecinco cuatro años y cerca de nueve mil sketches, y ya no arrastra tanto público como antes. Porque aunque nunca ha dejado de resultar rentable, Camera Café tuvo una temporada gloriosa: en 2006 colocaba sistemáticamente sus cuatro emisiones entre las diez más vistas de la semana. Y prácticamente entre las seis, porque sólo se veía superada por CSI y Aída (todo esto sucedió antes de la caída en picado de Telecinco y la ascensión a los cielos de TVE1). Entonces, Telecinco comenzó a alternar Camera Café con esa joya del humor sutil llamada Escenas de matrimonio, pero que todos llamábamos Matrimoniadas (por suerte, Telecinco decidió hace poco acabar con ellas). Y desde entonces, Camera Café empezó a vivir una especie de esquizofrenia y empezó a emitirse viernes – domingo – lunes; martes – miércoles – jueves; domingo a secas; todos los días si era verano… Ante esta situación, el desgaste del tiempo y la caída de audiencia, la idea era darle a la serie una última oportunidad con su mutación en Fibrilando, en lugar de cargársela.
Fibrilando, que es gerundio.
He visto los primeros capítulos y la idea no parece mala. Porque es verdad que cuando pintas el salón de otro color, te parece nuevo y te hace ilusión unos días. Cuando cambias las canciones de tu Ipod, te hace ilusión oírlo los primeros días. Cuando cambias de novia, te hace ilusión… huy qué burrada iba a decir, empezaba por “f” y no era la “f” de fibrilando.

A mí esto mismo me ha pasado con Fibrilando, pero me da la impresión de que se me puede pasar pronto. Es demasiado parecido, demasiado más de lo mismo. Aunque me reí mucho con un capítulo de un nuevo personaje que sale muy poco, un forense interpretado por Carlos Areces (Muchachada Nui), que es un maníaco que si le cambias algo de lugar enloquece y empieza a cumplir absurdas rutinas como Jack Nicholson en Mejor imposible (sobrevaloradísima película para mi gusto que, por cierto, ayer emitió Antena 3). Carlos Areces es de esos tipos que tienen gracia hasta cuando no hablan.
Me gustaría que Fibrilando funcionara, porque uno de los guionistas es amigo mío. O por lo menos fue muy buen compañero mío, porque hace tiempo que no hablo con Álex Mendíbil. Y también porque me parece un giro inteligente por parte de su director, Luis Guridi. Luis Guridi era la mitad de La cuadrilla, aquella pareja de directores que hizo las decrecientes en calidad Justino un asesino de la tercera edad, Matías juez de línea y Atilano Presiendente. La otra mitad, Santi Aguilar, también fue guionista de Camera Café, pero se retiró del proyecto.
Porque Fibrilando es una idea de Guridi, tengo entendido. Pero Camera Café no es una idea española, ni siquiera Telecinco fue la primera en traerla a España. Camera Café es un producto francés de la cadena M6, y está pululando por medio mundo. A España llegó en 2003, más o menos. La emitían las autonómicas bajo el nombre de Café Express, y los protagonistas eran Óscar Ladoire, Antonio de la Torre y Jorge Roelas. Pero no funcionaba. Principalmente porque adaptaba los guiones franceses, en lugar de crear guiones nuevos partiendo del humor español, como hace Camera Café. Y eso que Café Express lo sonorizaba un genio de las mesas de mezclas, mi amigo Manolo Rodríguez (este sí que es amigo – amigo), pero ni aún así la cosa acababa de cuajar. Eso sí, sonaba de bien…
Hace poco me vi metido en una conversación sobre Café Express (¿y cómo se mete uno en una conversación así, os preguntaréis con razón). Dos personas defendían la apabullante superioridad de la versión de Telemadrid (que duró unos cuantos meses), lo injustamente que la trataron en la parrilla, cómo el público no llegó a entenderla, lo mucho más irreverente que era… Tenían sus razones. Yo intenté abogar por la versión de Telecinco, hasta que me di cuenta de que ni me escuchaban ni querían oír una opinión diferente. Y yo en esos casos me aburro, así que me limité a apostillar “es verdad, qué putada, ay que ver, cosa más injusta”. Veréis lo que vamos a hacer: yo os pongo un capítulo de Café Express, porque muy poca gente se acuerda de esta versión, y juzgáis vosotros mismos.

Camera Café me parece brillante, aunque se haya desgastado. Y creo que una temporadita de Fibrilando puede ser una digna retirada. 

jueves, 24 de septiembre de 2009

La vida vuelve a ser maravillosa

Me vais a permitir que hoy os hable de deportes. Le pido desde aquí permiso a mi blog vecino, La cinta de McEnroe, de Nico Abad. Le habría pedido permiso a Nico en persona, porque me lo cruzo muy a menudo por los pasillos de Sogecable, pero hoy no le he visto porque iba sin gafas.
Gustaríame aclarar que yo no soy un friki que sólo me gusta el cine y voy con gafas de pasta y veo las películas subtituladas. El matiz de esta frase es la palabra “SÓLO”, porque todo lo demás sí que lo soy. Pero también me gusta la ópera, la música ye-yé, el último concierto que he visto fue de Status Quo, llevo en el Ipod lo último de Sidonie y de Verdi, y me gusta ver deportes por la tele. Soy un tío renacentista en sus gustos e inútil en sus obras.
Pero lo último que he dicho es que me gusta ver deportes en la tele. Veo fútbol, baloncesto, automovilismo, a veces motociclismo, tenis… Soy el clásico maromo de fin de semana, sólo que también se me puede llevar al teatro y me gustaba Sexo en Nueva York. Y he seguido con absoluta dedicación el Eurobásket de Polonia (mi chica también ha visto los partidos conmigo, cielos, es la mujer perfecta). Por eso el pasado domingo, a eso de las 23 horas, recibí la mejor noticia que un aficionado al baloncesto puede escuchar. ¿Que España quedó campeona? No, una mejor. Que Andrés Montes abandonaba su puesto como comentarista de La Sexta.
Andrés Montes. Iturriaga, que está a su lado, no sale en la foto porque Itu es alto y Andrés es chiquinino.
Esto no solamente quiere decir que deja el baloncesto: lo mejor es que deja los partidos de fútbol de los sábados. Seguir un partido de fútbol con Andrés Montes era absurdo. A mí Andrés Montes me ha obligado a intentar estas cosas:

  • La primera vez que comentó un campeonato de baloncesto (el Mundial de Japón), sintonicé la radio para no tener que oírle. Pero la señal de televisión llegaba más tarde, y la radio decía “canasta” antes de que los jugadores la metieran. Y entonces se perdía toda la gracia. Y tenía que volver a escuchar a Andrés. Oh, pero qué mierda.
  • En Digital+, yo ponía La Sexta y buscaba a ver si había un segundo canal de audio, como en CANAL+ (que puedes oír la SER) o en CANAL+ Deporte (que a veces puedes oír el sonido ambiente del campo sin comentaristas). Pero en La Sexta no había segundo canal. Maldita sea, pero qué otra mierda tan semejante a la anterior.
A ver: que conste que no tengo nada personal contra Andrés Montes, sino contra su forma de entender la televisión. Y no quiero hacer leña del árbol caído. Pero Andrés Montes no es un árbol. Así que a por él.

10 motivos para alegrarse de la marcha de Andrés Montes.

  1. Porque pensaba que el silencio es antitelevisivo. Y llevaba este axioma hasta tal extremo que con tal de rellenar el último segundo, repetía las mismas frases sin parar. “Ricky con el balón, con el balón Ricky, Ricky sigue, botando Ricky, Ricky botando, Ricky con el balón, ahí, ahí”. Dios, no puedo con la gente que no se calla nunca, ni en la tele ni en el autobús.
  2. Porque le dio por poner motes a los jugadores. Esto no es nuevo, en los 70 ya lo hacía el mítico Héctor del Mar. Pero Montes se debía de sentir tan mediático que pensaba que todo el mundo conocía sus gracias, y ya ni decía el nombre del jugador. Así que o eras de los suyos (que no era el caso) o tenías que suponer a quién se refería. “Espartaco con E.T., E.T. ahí, ahí el tío, otra vez para Espartaco, con el balón Espartaco, Espartaco sigue, botando Espartaco, Espartaco botando, Espartaco con el balón, ahí, ahí”.
  3. Porque de repente gritaba y decía ratatatatatatatatatá y me ponía muy nervioso.
  4. Porque era la persona que más veces decía “balón” durante un partido de fútbol. Enrique Muñoz de Luna lo achaca a que no se sabía los nombres de los jugadores. “Ahí está el balón, ahí el balón, sigue el Villarreal con el balón, ahí con el balón…”. Quique es comentarista de cine en la Cadena SER, de televisión en Boyero y Cia de CANAL+, lleva la sección de series en plus.es y es una enciclopedia con patas y perilla. Así que creed lo que él os diga.
  5. Porque de baloncesto, Andrés Montes al menos sabía algo. Pero de fútbol entendía lo mismo que yo. Pero yo no lo comentaba, caramba.
  6. Porque de pronto decía muy alto “¡¡¡jugón, jugón!!!”, con la voz muy chillona y más como de nena, y yo me creía que lo había dicho otra persona, y me ponía muy nervioso.
  7. Porque Wolffo  (ilustre comentarista de este blog) tampoco lo soportaba. Cito una frase suya en un comentario de hace unos meses: “Lo que no soporto ni p’atrás es al Andresito Montes. No me hace nada de gracia, aparte de que es el narrador más desastroso que existe. Solo dice, aparte de sus bromitas (que a mí me estomagan), “ahí… con la pelota…ahí está….” fíjate y verás”. Amén.
  8. Porque cuando agarraba una frase hecha (habitualmente hecha por él), ya no la soltaba, y encima la mayor parte de las veces no tenían gracia. “La vida puede ser maravillosa”… “El oro no está en Moscú, está en Polonia”… “Tambores de guerra, ¡que vienen los sioux! (y se ponía a hacer el tonto canturreando: “a-a-a-a-a-a-a-a-a”).
  9. Porque cuando tiraban un triple decía: “¡¡¡¡triiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiple!!!!”, y encima a veces luego no entraba el triple, y lo decía muy alto, y me ponía muy nervioso.
  10. Y el décimo motivo os lo dejo a vosotros, pero estoy seguro de que vais a poner cada uno un motivo distinto y al final vamos a tener muchos más de diez.
Los jugadores de España muy conentos porque han ganado. Digo yo que no será por lo de Andrés Montes.
Sí, he escrito estos diez motivos en pasado, para ver si cuela y no vuelve a ser el comentarista oficial de ninguna televisión. Si es el opcional me vale (o sea, si yo puedo cambiarle por otro), si es el opcional por mí que comente donde quiera.

Y ahora entra en acción mi yo contradictorio: Andrés Montes me hizo gracia una vez (sólo una). Comentaba un partido de Alemania en el Mundial 2006. Y dijo algo así: “Metzelder con el balón, ahí, el tío, Metzelder con Mertesacker… ¡Salinas! ¿Te imaginas que tu hija llega a casa con su nuevo novio, y te dice que se llama Mete-saque?”
Sí. Ese día me reí.

Para terminar, cito otra frase textual de Quique Muñoz de Luna: “propongo declarar fiesta nacional para los aficionados al fútbol  el día que ganó España el eurobasket”. Di que sí. Porque en baloncesto le sufríamos dos semanas al año. 

lunes, 21 de septiembre de 2009

Acerca del Festival de San Sebastián

Yo hace un año era alguien. Hace un año yo acudía al Festival de San Sebastián, la vida me sonreía de oreja a oreja, las mujeres polinesias me recibían en chozas con guirnaldas de flores y luego andaban juguetonas en mis partes bajas… Un año después, todo esto ha cambiado.
Bueno, en realidad no ha cambiado tanto. Simplemente ha cambiado que este año no he ido al Festival de San Sebastián. Lo de las mujeres polinesias nunca me sucedió, si os soy franco. Y la vida no me sonreía tan claramente, sólo de vez en cuando me hacía una mueca, pero igual se estaba riendo de mí.
Por suerte, tengo en San Sebastián dos de las mejores espías que uno puede enviar a un festival: Raquel Matahari Santos y Cristina Matahari Teva, las dos de Cinexprés, de CANAL+ (ya sé que me repito en lo de “Matahari”, pero es que no me sé el nombre de ninguna otra espía con fama de inteligente y guapa). Y las dos me están contando algunas cosas de esta edición que yo, como no me puedo callar, pues os las cuento a vosotros, que sois otros cotillas.
Brad Pitt firmando autógrafos en la donostiarra y encarnada alfombra.
Como por ejemplo, que el Festival se inauguró el viernes con una película de Atom Egoyan. Ayer mismo hice la prueba con gente que no es experta en cine pero que si está conectada con el mundo de la cultura, y no le ponían cara. Yo les dije que no se preocuparan, que ya la tenía puesta. Poco glamour debió de parecerle a los del Festival, porque poco después consiguieron que el día de la inauguración aparecieran también Brad Pitt y Quentin Tarantino a animar un poco el cotarro o el catarro, porque me chivan que esa noche estaba lloviendo asaz. El guapo de cara y el raro de ídem presentaban Malditos bastardos fuera de competición. ¿Abrir Donosti con una película que ese mismo día está en los cines de toda España? No sé, no sé, yo creo que esto con Diego Galán no pasaba. Y con Franco no lo sé. Pero por lo menos Brad Pitt queda bien en las primeras fotos y en las alfombras rojas (que también han animado Robert Duvall y Maribel Verdú, que cada día me gusta más).

Por lo visto Tarantino se pasó medio rodaje sacando fotos con un consolador a quien se dormía. O sea, se las sacaba con una cámara, el consolador se lo ponía al lado. Por eso, durante la rueda de prensa, un periodista comenzó a blandir un vibrador rosa de 37 centímetros (bueno, el color y el tamaño me los he inventado), tan sólo unos minutos antes de que Berta Collado, de Sé lo que hicisteis… formulara una pregunta chorra vestida de Uma Thurman en Kill Bill. Es que últimamente, las ruedas de prensa de cine consisten en que los actores soporten cien mil gilipolleces de estos programas tan graciosos, y cuando acaban, algún periodista despistado pregunta algo sobre la película. Esto lo sé porque mis espías acudieron a la rueda de prensa vestidas respectivamente de Rocco Torrebruno y José Luis Rodríguez “El Puma”, pero por órdenes mías y para pasar desapercibidas, no para preguntar chorradas.
Precisamente Raquel y Cristina (las Mataharis) me cuentan que también han estado por allí Juan José Campanella y Ricardo Darín, que son prácticamente pareja de hecho desde antes de El hijo de la novia. Presentaban una película que se llama El secreto de sus ojos, que se estrena este viernes y que es una preciosidad. Darín aprovecha que está en Donosti para presentar también El baile de la victoria, de Fernando Trueba, al que no sé qué le parecerá que su actor le comparta con una película que se llama El secreto de sus ojos. De los ojos de Trueba hablaremos más tarde. Mis espías, camufladas en esta ocasión bajo los disfraces de Manolo Orantes y Raffaella Carrá, me confirman que Ricardo Darín es un encanto (yo ya lo comprobé hace un año y pico, en una de las entrevistas más agradables que he realizado en mi corta vida) (vale, en mi mediana vida). Tengo con Darín cuatro cosas en común: los ojos, el atractivo físico, la personalidad arrolladora y que se quedó fascinado con Cristina Teva. Releo estas cuatro características y descubro que en realidad sólo compartimos una.
Fernando Trueba con dos de los actores de "El baile de la victoria".
De El baile de la victoria de Fernando Trueba oigo opiniones dispares. O sea, que no son pares, vamos que oigo tres. Y una la pone bien y dos regular. Con Trueba tengo un problema: nunca he tenido ocasión de entrevistarle, y me da miedo hacerlo. Imaginad que os toca entrevistar a Rossy de Palma y acudís a la cita con una nariz postiza de coña. Seguramente se molestaría. Pues bien: el día que yo entreviste a Fernando Trueba puede suceder esto mismo, sólo que lamentablemente lo que yo estaré haciendo con los ojos no será de coña. Por cierto, un aplauso para Trueba por esa promo para La Sexta en la que dice: “Yo veo El Intermedio, pero con este otro ojo veo Telecinco”. Si Dios te obsequia con un sistema de polivisión en la mirada, lo mejor es tomárselo a coña. Tiene sus ventajas: gente como Fernando Trueba y yo entendimos mucho mejor La soledad, de Jaime Rosales.

Espero que mis espías me cuenten más cosas del Festival. Anoche habrán cenado en el Aldanondo, mi restaurante-taberna favorita de San Sebastián (no cuento a Arzak y a otros grabndes restaurantes de otro nivel, que para eso os los cuenta ya Menstyle). Yo mismo les reservé una mesa desde Madrid…

viernes, 18 de septiembre de 2009

Fantásticos coches

Este verano TVE ha emitido la primera temporada de El coche fantástico. Cualquiera que lea esto y haya pasado los meses de estío en Urano, por ejemplo, podría pensar que TVE ha repuesto los míticos capítulos que encumbraron a David Hasselhoff. No hombre, no, qué locura, cómo iba a hacer eso, lo que ha emitido es un remake, cómo va a poner la serie original. Eso ya lo está haciendo Cuatro, hombre.
El caso es que TVE ha emitido la nueva versión de la serie de los 80, y además lo ha hecho liderando la franja horaria del prime time de los jueves (que me aspen si lo entiendo, pero así ha sido). En la versión nueva, Kitt es un Ford Mustang Shelby GT500 en vez de un Pontiac Firebird Trans-AM. Este dato queda guay y muy de tío para un blog en Menstyle, pero creedme, yo no distingo un Mustang de un 600, ni un 600 de una vaca fofa. No importa. Michael (el papel que interpretaba Hasselhoff, y que ahora se supone que es su hijo, o sea, el conductor del coche) sigue siendo un chulazo, guapo, musculado y mal actor. Pero ha mutado a una especie de James Bond de pacotilla, que a veces lleva esmoquin y que vive situaciones de muchas más acción que en los 80, y además la Fundación para la Ley y el Orden tiene pantallas que las apartas por los aires con un manotazo, como Tom Cruise en Minority Report. Michael sigue vacilando a todo lo que se mueve (iba a decir menea) y Kitt sigue siendo un cachondo mental que en situaciones de peligro a mí me tocaría bastante la tapa del delco. Mantienen la música original, eso sí, pero con mucha batería para que parezca más moderna.
El coche fantásttico en versión moderna
Pongo Cuatro y veo un capítulo al azar de El coche fantástico, versión David Hasselhoff. Definitivamente, me quedo con la antigua, porque en ella oigo frases gloriosas como: “Me siento como el novio de la chica que cuida a los niños: temo que ellos aparezcan en cualquier momento”. Desde el famoso “la vida es como una caja de bombones”, no había escuchado un símil tan gilipollesco y rebuscado, así que me hace reír. Los malotes que se enfrentaban a Hasselhoff eran villanos grotescos tipo Los hermanos Malasombra (si tienes menos de 35 años, esta comparación te parecerá más absurda que la del novio de la chica que cuida a los niños). Eran forzudos que se quedaban pegados a una valla electrificada o que lo confesaban todo acojonados cuando eran apuntados con una pistola de agua. Eran tontos. Y hacían que te tomaras la serie menos en serio.

 
Pero yo quería hablar más de David Hasselhoff que de su coche. Porque tengo una cuenta pendiente con él y porque me ha causado uno de los dos peores disgustos de mi vida (el otro me lo dio Soraya quedando penúltima en Eurovisión). En un viaje a California que hice para realizar unas entrevistas, uno de los reclamos era David Hasselhoff. Pero días antes anunció que no iba a acudir. Había algunas estrellas de Hollywood más importantes en el acto, pero os juro que para mí la gracia era entrevistar a David Hasselhoff. Me parecía superfriki, y yo quería. Pero no pudo ser. Al menos en ese viaje tuve el gran consuelo de conocer a Tony Aguilar y a una cohorte de periodistas femeninas que parecían sacadas de la revista Private. Con el primero sigo manteniendo una gran amistad.
¿Y por qué quería yo entrevistar a David Hasselhoff y luego me disgusté sobremanera?
  • Pues por eso de decir luego: yo he hablado con David Hasselhoff. Es como decir: he entrevistado a Raphael o a Mickey Rooney. La gente te lo oye contar y se ríe sólo de pensarlo.
  • Por Los vigilantes de la playa. Quería hablar con el tío que mantuvo viva durante años y en centenares de países una idea tan simple, descabellada y efectiva.
  • Porque tengo una camiseta suya. En serio. Me la hicieron de encargo en una tiendecita de la isla de Naxos, y yo elegí el color y todo (fucsia chillón).
Mi camiseta de David Hasselhoff.
  • Porque me apetecía hablar con él de la película que presentaban durante esas fechas (Click). La película es malísima, pero su aparición la sube enteros.
  • Porque pensaba pasar totalmente de tocar un tema que en ese momento estaba sobre el tapete, y que fue lo que le acojonó y le hizo no ir al evento: su alcoholismo y un vídeo que grabó su hija y que andaba por Youtube en el que Hasselhoff muy borracho se comía una hamburguesa. Yo he comido cosas borracho mil veces, pero no tengo hijas (de puta, añado) que me graben y lo cuelguen.
  • Porque sí pensaba tocar el tema de otros dos vídeos que también están en Youtube. En ellos, David Hasselhoff se ríe de sí mismo y de todos los que alguna vez se han reído de él. El primero es indescriptible. En el segundo se cachondea del coche, de los vigilantes, del croma, de la cámara lenta… y si sabéis inglés y entendéis la letra, veréis que se cachondea de muchas cosas más.

¿Un chulo o un cachondo? Hagan juego. 

martes, 15 de septiembre de 2009

Obesos

Llevo varios meses, muchos meses, unos 300 (y puede que exagere), esperando que se estrene Gordos, de Daniel Sánchez Arévalo. La verdad es que acabo de echar la cuenta y en realidad la llevo esperando desde el 3 de junio de 2008, fecha en la que nos invitaron a visitar el rodaje a mí y al equipo de televisión con el que trabajo (Cinexprés de CANAL+, hagamos publicidad sin rubor). O sea, hace 1 año, 3 meses y 8 días. La película se estrenó el pasado viernes, y yo la vi el pasado jueves, si es que siempre he sido un tío precoz. Absténganse de hacer picantes juegos de palabras con la palabra “precoz” y conmigo.
¿Y por qué tenía tantas ganas de ver Gordos?
  • Porque en el rodaje se desprendía muy buen rollo y muy buenas ideas.
  • Porque Azuloscurocasinegro, la primera película de Daniel Sánchez Arévalo, me pareció un debut prometedor. Ojo, que luego ha pasado a la historia reciente del cine español como si fuera Ciudadano Kane, y no lo era, sólo era una ópera prima por encima de la media. Vale, bastante por encima.
  • Porque Daniel Sánchez Arévalo, por lo poco que he hablado con él, por cosas suyas que he leído, y por lo que le he escuchado, me cae especialmente bien.
  • Porque ese día, en el rodaje, estuvimos con Antonio de la Torre (con él he hablado más tranquilamente y también me cae muy bien). Bajó a que le entrevistara nuestra presentadora, y estaba gordísimo, ha engordado 33 kilos para rodar la película, y le pillamos en el momento álgido de su obesidad. Yo le llamé el “Robert de Niro español”, pero él no quiere que le digan eso y entonces le llamé la “Bridget Jones española” y le pareció mejor. En la película está fantástico.
  • Y porque la propuesta es diferente a lo que suele verse en nuestro cine, muy diferente.
Mi invitación para el preestreno de "Gordos". TIene punto rojo, lo que da derecho a verla en el patio de butacas, a un centímetro de la pantalla y con la cabeza torcida.
Dicho esto, y como suele sucederme en estos casos, Cristina Iglesias, mi productora favorita de Canal +, me consigue una invitación para el preestreno, esos saraos a los que van los famosos, las famosas, Yola Berrocal y yo (y además con la mejor compañía posible). ¿Y qué es lo que me encuentro allí? Pues varias cosas.
  • Para empezar a Gracia Querejeta, Eduardo Noriega, Lucía Echevarría, Iván Sánchez, Elia Galera y a muchos niños que me dicen que son de Física o química y que vieron la películas sentados en el suelo y hablando a veces por el móvil. Volviendo a casa, también vimos en un semáforo muy solito a Víctor Manuel, pero no sé si venía del cine o de visitar al abuelo Vítor el de la mina y ahora le esperaba en casa Ana Belén. Vivir en el centro de Madrid te genera estas dudas.
  • A un equipo artístico que acudió en pleno al estreno, y que al acabar la película recibió la mayor ovación que recuerdo después de una proyección de éstas. Y he estado en muchas, concretamente en unas tres.
  • Una película entretenida pero irregular. Daniel se maneja mucho mejor en la comedia que en el drama, y ha elegido un estilo narrativo (igual que en Azuloscuro…) que los mezcla. Daniel escribe bien, dialoga bien, dirige bien… Con lo cual arrancó muchas carcajadas del público en sus momentos cómicos. Debo decir también que el público de los preestrenos es mucho más agradecido que el que paga la entrada, tal vez porque ha ido gratis o tal vez porque como está el equipo artístico delante, pues le quieren agradar. Bueno no, porque en el preestreno de Gitano, de Manuel Palacios, el público se descojonaba de risa con el equipo delante, con el detalle de que la película era un drama o incluso una tragedia. Recuerdo que ese día Eva Díaz (de Cuatro) y yo nos portamos fatal.
  • Y en los momentos en los que Daniel gira al drama… pues patina, o a mí me lo parece porque pierde la credibilidad y la frescura que tiene cuando las situaciones son cómicas. Yo a la película le hubiera puesto una terapia con el endocrino para adelgazar veinte minutos, y casi todos de la parte final (es que dura dos horas y cuatro capítulos).
  • Lo mejor: que Antonio de la Torre y Raúl Arévalo cuentan sus apariciones por carcajadas del respetable. Yo, que no soy de carcajada fácil, permanecí casi toda la película con una sonrisa lela. Eso quiere decir que me agradó o que me dio un rictus paralizante causado por unas pastillas que estoy tomando. Y también hay que hablar de Leticia Herrero, que adelgazó un montón durante el rodaje (en el proceso inverso a Antonio), que ha hecho su primer papel y que se va a llevar su primer Goya. Nuestro programa de televisión, hace más de un año, tuvo el honor de hacerle la primera entrevista de su vida (se la hizo Cristina Teva y la preparamos entre ella y un servidor). 
Dos queridas compañeras haciendo el tonto durante el rodaje de "Gordos", en la cocina de la película. No saco sus caras porque igual no quieren salir en este blog. Pero ellas no están gordas: están buenas.
Bueno, y no os he contado que antes del preestreno nos tomamos unas croquetillas y unos trozos de queso. Yo lo regué todo con coca-cola y una cerveza a medias con Tere. Y no os lo he contado porque, como veis, no tiene ningún interés.

En definitiva, que
Gordos merece la pena. ¿Es la mejor película de la Historia? No. Pero tampoco lo era Atanarjuat, la leyenda del hombre veloz y fue todo dios a verla. Ah no, que me dicen por el pinganillo que ésa no fue a verla nadie porque estaba en un dialecto esquimal, subtitulada y duraba tres horas. Bueno, pues pensad vosotros otro ejemplo, que yo estoy ya cansado de decir memeces.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Venecia loves Sylvester Stallone

Mañana sábado, u hoy sábado, o mañana sábado, el Festival de Venecia va a entregar a Sylvester Stallone uno de sus premios honoríficos. Según ellos mismos dicen, el “directorSylvester Stallone recibirá el Premio Gloria Jaeger LeCoultre. Bueno, para mí Stallone no es un director. No sé si es un actor (aunque le he visto en películas buenas, no olvidemos que “Acorralado”, “Rocky” a secas o “Copland” son buenas). Yo creo Stallone es un personaje.
Hace unos años, cuando estrenó “Rocky VI”, tuve la ocasión (gracias como siempre a CANAL) de entrevistar a Sylvester Stallone. Una revista me pidió un artículo sobre el encuentro. Como el copyright es mío, como homenaje a Sly, y como homenaje a mí mismo, que así de paso escribo menos, os transcribo cómo fue ese artículo y ese encuentro. Fue algo así:
Sylvester Stallone vestido de Rambo. Dios, qué bestia.
Antes de que Sylvester Stallone se levantara de la silla para saludar al entrevistador de turno (que era yo), había imaginado, no sé por qué, que me iba a sacar por lo menos una cabeza, lo cual tampoco es muy difícil. Oye, pues no. Rocky no anda muy lejos de mis aproximados 175 centímetros sin tacones. En cambio, sí que me saca una cabeza de ancho (y dos, y tres, incluso varios cuerpos), pero esta vez debo reconocer que el mérito es exclusivamente suyo. A sus 60 años, Sylvester Stallone está hecho un toro. Yo no creo que llegue así a los 60 años. Sería una asombrosa sorpresa para mí y para todos mis allegados.

Stallone
vino a Madrid a presentar Rocky Balboa, una película que debería haberse llamado Rocky VI. Quienes la vieran en el cine (que no deben avergonzarse, porque la película fue número 1 en la taquilla de España) se encontrarían con un Stallone mucho más mayor y algo más fofo, pero sobre todo con un Stallone mucho más hinchado. Digo de cara. Las malas lenguas hablaron de bótox y operaciones quirúrgicas. No sé. El caso es que después de verle en la película, encararle en persona no impresiona tanto. Digo “tanto”. O sea, que sí que impresiona, pero menos que en Rocky VI, digo, Rocky Balboa.
Que ningún periodista les engañe: en este tipo de entrevistas apenas se puede hablar más de cinco minutos con la estrella. O sea, que no puedes hacerte una idea muy precisa de cómo es, igual que la estrella tampoco tiene tiempo de hacerse una idea precisa de cómo eres tú (aunque según las preguntas que le hagas puede dirimir fácilmente si eres normal o completamente idiota: yo hay veces que en cinco minutos he conseguido transmitir lo segundo sin ningún  tipo de problema). Por otra parte, Adam Sandler me dijo una vez que yo era nice. Y si Adam Sandler puede sentenciar en cinco minutos que yo soy nice, pues yo si quiero puedo dictaminar en cinco minutos que Sylvester Stallone es un tipo afable y profesional. Porque te recibe con una sonrisa, con esa su sonrisa medio torcida tras la que esperas que te vaya a comunicar que no siente las piernas (esta puta frase se me vino a la cabeza más de una vez durante la breve entrevista, qué patético). Te pregunta qué tal estás, te vende bien su película, trata cada una de tus preguntas como si fuera inteligente (la pregunta), es amable, contenta a los periodistas-fans que le piden autógrafos (en este mundo hay muchos periodistas-fans que piden autógrafos)… A mí esto no se me ocurrió, me da una vergüenza terrible, lo de los autógrafos, pero la periodista-fan que le entrevistó antes que yo llevaba un DVD de Rocky (la uno, la buena), para que se lo firmara, y Sly lo hizo amablemente. Igual mientras firmaba el DVD pensó: “claro, me traes la uno, la buena, pero la cinco seguro que no la viste ni bajada del emule”.
Stallone realmente piensa que los personajes que interpreta son paradigmas del héroe, no tanto del americano como del mundial. Casi yo diría que del universal. Siempre me llamó la atención que la mitad de sus películas lleven en su título el nombre de su papel (este dato es falso, aquí la palabra mitad actúa como hipérbole o exageración). Rocky (la I, la II, la III, la IV, la V y la Balboa), Rambo, Rambo III, Rambo IV y la que viene (los expertos en este tipo de cine sabrán que Rambo II no existe, que la II se llama Rambo y que la I se llama Acorralado), Cobra, Get Carter, Tango y Cash, Juez DreddSylvester piensa que “si no interpretas a un personaje fuerte, la película tampoco tiene fuerza”. No sé, según a lo que llames fuerte. Yo pienso por ejemplo en el Atticus Finch de Matar a un ruiseñor y no sé si a Stallone le parecerá un personaje fuerte. Pero a lo mejor me equivoco con este juicio (pre-juicio), porque debo repetir (o enunciar) que a mí este forzudo no me pareció tonto en absoluto. Además, no considero que Stallone haga Rocky pensando que escribe una página imborrable en la historia del cine, ni que se dirija a un público con el que yo me deba identificar necesariamente. Ni usted, si no quiere.
Pero en esto último quizá vuelvo a equivocarme: antes de acudir al pase de prensa de Rocky Balboa o Rocky VI (un pase de prensa es una proyección de la película que nos ponen a los periodistas antes de que se estrene en las salas, para que podamos hablar de ellas y realizar las entrevistas con un mínimo de criterio), hice memoria y me sorprendió descubrir que había visto todas y cada una de las cinco partes anteriores. La primera que vi fue Rocky III, en el cine, con 14 años y con mi amigo Luis. De camino a nuestra casa, nos dio por practicar lo que habíamos visto en la película con Fabián el Cabezón, de lo emocionados que salimos. Como fuera que Rocky III nos pareció a los dos una obra maestra del cine de autor, alquilamos en vídeo la I y la II. La I la he vuelto a ver más adelante, y me sigue pareciendo una buena película. Con la II, como que ya no me apeteció tanto repetir. Unos años más tarde, Luis y yo volvimos al cine para ver la IV. La IV es alucinante. Es ésa en la que Rocky boxea en la Unión Soviética contra una bestia parda, rusa y rubia; la destroza, y se acaba dirigiendo en un discurso pacificador e integrador a unas irritadas masas con banderas de la hoz y el martillo, que le empiezan abucheando como símbolo del capitalismo y le acaban aclamando al grito de “¡Rocky, Rocky!”, pero con esa “R” que ponen los en las películas malas para doblar a espías rusos. Esto fue en el año 1986. Rocky V la vi en Canal +. Me pareció un tostón. Para ver Rocky VI - Balboa, más de 20 años después de ir a ver la IV, invité al pase de prensa a mi amigo Luis. Me pareció un bonito homenaje a lo tontos que fuimos de adolescentes. La verdad es que nos reímos mucho durante la proyección, aunque imaginarán que la película no es ni mucho menos una comedia. No sé por qué he contado esta historia de la saga de Rocky, de mi amigo Luis y de mí. Ustedes disculpen.
Mi mítico cogote saludando a un hinchadete Sly.
Hablando con Stallone, me pareció que Rocky Balboa podía ser como una plasmación de su momento actual. Un boxeador retirado que ya no es lo que fue, y que vuelve al ring para demostrarse a sí mismo que aún puede cumplir un sueño o saldar una cuenta pendiente con la vida, aunque al espectador (del combate) le pueda resultar patético. Cojan esta última frase y cambien boxeador por actor, y combate por película. Creo que de eso trata Rocky Balboa. Stallone no me lo dijo así, porque no me atreví a preguntárselo así por si le daba por celebrar conmigo una prórroga de ese último combate. Pero sí contestó afirmativamente a una encubierta y educada versión de este mismo asunto. Con una sonrisa, como si le hubiera gustado la pregunta o celebrara que me hubiera dado cuenta del detalle, estuvo de acuerdo conmigo en que tanto Sly como Rocky necesitaban “liberar la bestia que tenían dentro” (esta frase la saqué de la película, jamás me atrevería a llamarle “bestia” delante de sus narices como cosa mía).

Tengo la impresión de que ambos la han liberado. Pero durante esta breve entrevista, Stallone me anunció que estaba empezando a preparar Rambo IV. O sea, que consiguió liberar a una bestia, pero me temo que aún le quedan otras dentro. Que Dios nos coja confesados.
Como sabréis,  por supuesto que estrenó “Rambo IV”. Y no descartéis un Vii y un V, respectivamente.

Yo creo que Stallone se merece este premio.

martes, 8 de septiembre de 2009

Venecia sin mí (Crónica ausente de un Festival, II)

Continúa el Festival de Venecia y yo continúo en Madrid, ajeno a lo que sucede en el Lido, tumbado en mi hamaca de lona fucsia y degustando con fruición un zumo de pera fresco. Entonces recibo una llamada telefónica de un amigo que sí que está en Venecia y que me cuenta cosas. Como no puedo decir su nombre porque nos da risa a los dos y porque trabaja para otro medio, le pondremos un nombre en clave: Carlos Martín del Prado.
- Hola, tío.
- Hola, Carlos Martín del Prado.
- Qué fuerte tío, tienes que ver la película de Daniel Monzón, es superfuerte tío, tenían que haberla seleccionado para la sección oficial.
- Pero si las películas de Daniel Monzón son un churrillo, Carlos, acuérdate de El robo más grande jamás contado o de La caja Kovak
- Que ésta es buena, tío, que Luis Tosar se va a llevar el Goya seguro, y quién sabe si el Oscar, tú espérate tío.
Me esperaré, pero Carlos Martín del Prado suele ser exagerado y no creo que Luis Tosar gane un Oscar. Hablamos de Celda 211, una de las tres películas españolas (bueno, cuatro, porque Pere Portabella ha presentado también un documental) que están en Venecia fuera de concurso. Cuenta una rebelión en la cárcel y, en efecto, en todas partes estoy leyendo que Luis Tosar, en el papel de Malamadre, líder de la revuelta, ha hecho el mejor papel de su vida. Creámoslo.
Celda 211. Dicen que Luis Tosar está chachi.
- ¿Y qué tal Gordos, Carlos Martín del Prado?

- Más floja, tío, más floja. No sé, ya me dirás, tú vas a verla el martes, ¿no?
- Sí, tío.
Yo normalmente no digo “tío”, pero Carlos Martín del Prado me pega las muletillas. Y sí, efectivamente, aún no he oído grandes elogios para Gordos.
- Tío, el que está superplasta es Werner Herzog, tío.
- Andá, ése es el de Nosferatu con Klaus Kinski, ¿no?
- ¿Y eso a qué viene? Claro que es ése, tío, ¿estás tonto?
- No, Carlos Martín del Prado, te lo pregunto por si algún lector no lo sabe.
- Pues ha hecho un remake del Teniente corrupto de Abel Ferrara, la de Harvey Keitel.
- Molaba esa peli…
- Claro, entonces ¿para qué la hace otra vez? Además con Nicolas Cage y con Eva Mendes
Eva Mendes. La he entrevistado dos veces y cada vez que mencionan su nombre mi corazón late más deprisa y bombea más sangre, pero no os digo hacia dónde.
Eva Mendes y Nicolas Cage. Que Dios me perdone, pero me veo obligado a repetir en un pie de foto que el de la derecha me importa un pepinete.
- ¿Y qué tal está Eva Mendes?

- Como un queso, tío.
- Digo como actriz.
- Ah. Pues normal. Igual que Nicolas Cage. Normales. Pero es que luego nos han puesto otra película de Herzog por sorpresa, que se llamaba My son, my son, what have ye done.
- Andá, en verso, cómo mola.
- Sí, pero trata de un tío que mata a su madre y se atrinchera con dos flamencos como rehenes.
- ¿Dos flamencos tipo Camarón y Chiquito de la Calzada?
- No, dos flamencos tipo pájaros rosas de ésos que levantan una pata.
- Huy qué raro.
- Sí. Y además hay un documental y un corto por ahí también de Herzog.
- Qué fijación…
- ¿Por Herzog?
- No, por Eva Mendes.
Michael Moore y señora. Oronda pareja.
Leo en prensa que en este Festival ha cobrado portagonismo Berlusconi, Hugo Chávez, el capitalismo… ¿pero qué diablos es esto, Carlos Martín del Prado?

- Es que Oliver Stone ha hecho un documental sobre Hugo Chávez.
- Ya son ganas.
- Bueno, pero Oliver Stone ha hecho documentales sobre Fidel y quiere hacer uno sobre Mahmud Ahmadineyad.
- Extraños gustos políticos.
- Pues no te lo pierdas, que ayer le dijo al corresponsal de El País que transmitiera en nuestro país que el Rey de España debería callarse.
- Oh, Dios mío, otra vez con ésas…
- Ya. ¿Y lo de Michael Moore? ¿Qué me dices de lo de Michael Moore, Jose? Qué fuerte, tío, qué fuerte.
- ¿El qué de Michael Moore? ¿Lo de que sigue estando tan rellenito?
- No, lo de que ha hecho una película criticando el capitalismo, y mientras tanto sus agentes están pidiendo dinero a los medios que quieren entrevistarle.
- Qué fuerte, tío.
- Sí, qué fuerte.
- Pero es que a mí no te creas que Michael Moore me vuelve loco. Échale si no un vistazo al post que escribí sobre Sicko, Carlos Martín del Prado …
- Es que estoy en Venecia y ahora mismo no me sale de los güevos, Jose.
Cómo es Carlos Martín del Prado de drástico. Pero tengo que cuidarle y tragar cone estas salidas de tono, porque a lo mejor me tiene que contar más cosas del Festival.