viernes, 28 de agosto de 2009

¡Cuidado! Nos escuchan…

¿A que pensabais que me iba a poner a hablar de las escuchas ilegales? ¿A que os creíais que iba a decir que a Fermín Zabalegui y a mí nos tienen pinchados los teléfonos desde el site de Hachette? No, no creo que sea así. Cualquier persona que tuviera pinchado mi teléfono móvil y escuchara dos conversaciones, lo despincharía al instante y me enviaría un SMS con las palabras “XO KOMO PUEDS SER TAN GLPOLLS??? TQM. BSS”.
Mi ingenioso titular del día de hoy se refiere a una de las series “estrella” que se estrenaban este verano, y de la que hasta hoy no había tenido ocasión de hablaros. La serie se llama THE LISTENER, y se emite en Antena 3. La podrían haber llamado “El escuchador”, pero han dejado el título en inglés, y hacen bien, porque puestos a traducir también la podrían haber programado como “El veedor”, luego os cuento por qué, o “The seeer”, pero estas palabras quedan raras en español y en inglés, porque tienen demasiadas “es” seguidas.
Este tío es "The listener". ¿A que resulta increíble que sea telépata, con esos pelos de loco?
 Me intereso por The listener y me esfuerzo en verla por varios motivos:
  1. Primero se estrenó en FOX. FOX me ha dado grandes alegrías en los últimos años, como Mujeres desesperadas, House, Dexter, 24… Confío en sus productos.
  2. Antena 3 la emite los martes a las 0:30 de la madrugada, de dos capítulos en dos. Cuando una cadena generalista programa una serie en ese horario, es que puede ser buena. Así lo hicieron Antena 3 con 24, Telemadrid con Nip/Tuck y Cuatro con Dexter y Mad men. En cambio, si la serie va en prime time, es mala señal.
  3. Hablando de prime time: Telecinco prescinde por fin de las Matrimoniadas. Bendita sea. El motivo es que “la fórmula se ha agotado”. Vamos a ver: la fórmula ya estaba agotada cuando se emitía en TVE, en Noche de fiesta. Otra cosa es que haya bajado la audiencia. Eso sí me lo creo más.
El argumento es muy simple: va de un policía que trabaja en el departamento de medicina, o un médico que trabaja en el departamento de policía, no me enteré bien (¿por qué tendré la manía de hacer otras cosas mientras veo la tele? Luego me pierdo detalles fundamentales de la trama y quedo como un panoli). El caso es que este tío, que investiga y/o cura, tiene la gran ventaja de que lee la mente de los demás, aunque sólo a veces. O sea, que es un poco telépata. Pero además, cuando oye estas mentes, se le aparecen imágnes montadas muy rápido y como con flashes, mientras en su cabeza suena: “chin, chan, flush, flash, oh!”, como en el tráiler de El sexto sentido. Y con eco. O sea, que tiene en la cabeza una sala de edición en la que Guy Ritchie monta las cosas que él escucha. Pero veo The listener, y lejos de cobrar peso estos alicientes, encuentro en la serie demasiadas pegas:
True blood: Sookie to me. Sookie to me now
  1. La gran originalidad de The listener (la telepatía) me parece que está copiada de otra serie: True blood. En True blood, Sookie (Anna Paquin), es telépata. Que qué decepción me acabo de llevar, porque he tenido que buscar cómo se escribe el nombre de su personaje, que se pronuncia “Suqui“, y yo soñaba con que se escribiera “Suckie“, del verbo “To suck“, aunque entonces se pronunciaría “Saqui“, pero resulta que se escribe “Sookie“, que no sé lo que es. Pero la telepatia de Sookie no es ni de lejos la trama central de True blood. Me parece que alguien debió ver True blood y pensó: “¡Qué buena idea! Hagamos una serie policiaca“.

  1. Como digo, es policíaca. Y a mí me aburren las series policíacas, especialmente las que buscan un detalle original, como Numbers, que acaba resultando ridícula. Yo creo que este género me aburre por culpa de C.S.I., con la que me metí una sobredosis de C.S.I. Las Vegas, C.S.I. Miami, C.S.I. Nueva York, C.S.I. Almorox (Toledo), etc. Ahora me parecen todas iguales: Mentes criminales, Policías de Nueva York, Caso abierto… También puede haber un trauma familiar en todo esto, no digo que no.
  2. No me gustan las series en las que los buenos adivinan quiénes son los malos gracias a cosas que tú no puedes alcanzar a entender, a no ser que esté viendo una de superhéroes. Y este tipo lo adivina todo gracias a que, en un momento dado, lee la mente del malote. Y a mí eso no me sale. Hay gente a la que le leo lo que está pensando a veinte metros de distancia, y gente a la que no le adivino el pensamiento ni aunque me esté contando su vida. Normalmente, a las que les leo la mente suelen importarme un bledo y viceversa. Mierda.
  3. Me pone nervioso el doblaje que han hecho al castellano. Una poli guapa va a hablar con un negro muy macarra y peligroso, y le dice con voz de locutora de documental de La 2: “Nueva kely, ¿eh?“. Y el negro pillastre le responde con voz de actor de doblaje blanco: “Sí, es que tengo nuevo curro“. Queda tan anacrónico como cuando Camilo Sesto decía que molaba mazo.
  4. De pronto acaba la serie y Antena 3 emite un anuncio de Moussel de Legrain de los primeros años 70, tal cual, sin actualizar. Me entra la morriña y pienso que si viera en el súper un bote de gel Moussel, lo compraría. Y también pienso que mucha de la gente que compra gel de tamaño familiar , tendrá más de 35 años, con lo cual me parece un anuncio magnífico.

  • Conclusión: si los martes a las 0:30 tenéis sueño o algo mejor que hacer, no es necesario que veais The listener.
  • Tema para debate ¿sois buenos leyendo el pensamiento de los demás?

martes, 25 de agosto de 2009

Pero qué mal se lo monta la SGAE

La SGAE está tonta. De verdad, yo creo que en la SGAE tienen un problema de márketing acojonante, que tienen a alguien ahí dentro que ha decidido que en vez de presentarse ante la gente como una sociedad de gestión de derechos, es mejor mostrarse como una especie de recaudadores de impuestos malotes y pérfidos, como los que acompañaban al Sheriff de Notthingamm en Robin Hood, versión Walt Disney.
El Sheriff de Notthingam, que recaudaba dinero de los más pobres y que era más malo...
Yo no estoy en contra de los derechos de autor. Creo que no es lo mismo componer una canción que hacer un trabajo que empieza, termina, y ya está (como el mío). Digo esto porque sé que mucha gente opina que los autores (porque eso significa la “A” de SGAE) deberían cobrar una vez por hacer su trabajo y no recibir más dinero nunca, como los churreros. Yo no estoy de acuerdo. El trabajo de un churrero (o un jardinero, o un sexador de pollos) no continúa generando dinero en el futuro. Es más, a los dos meses quieres más churros, la hierba crece o el pollo se hace una operación de cambio de sexo y hay que realizar el trabajo otra vez. Un autor y un cineasta generan un dinero a posteriori. Firman un contrato, eso sí, pero si éste no indica que ceden los derechos a la empresa (en cuyo caso no los cobran, como tristemente para mí sucede en la mayoría de los programas de TV), me parece bien que una parte de los ingresos publicitarios que genere esa película o ese documental vuelvan al autor. Como me parece bien que una emisora musical tenga que pagar una cantidad por la difusión de las canciones. Si no qué chollo: todos a poner una emisora y a vivir de la publicidad a costa de lo que han compuesto otros, hala, todos a montar Kisses efeemes. Por supuesto, hay otros trabajos que también siguen generando dinero y que no son considerados como “de autor”. También me parecería bien que hubiera forma de compensarlos.
El edificio en Madrid de la SGAE, que mira que es bonito. No es de Gaudí, como mucha gente cree, porque igual les cobraba derechos por habitarlo.
En cualquier caso, con este tema me pasa como con la gente que critica a los funcionarios “porque trabajan poco y viven de la sopa boba”. A mí me sale decirles: “pues estudia tú una oposición”. Estudiar una oposición está al alcance de todos, pero claro, no todos queremos sufrir estudiando una. Ser jugador de baloncesto, por ejemplo, no está al alcance de todos, porque yo sin ir más lejos me quedé enclenque y algo enanete y no llego a la canasta. Pero cuando la gente despotrica de los autores y de que cobren derechos, yo pienso: “pues sé tú autor, venga, listo, haz una canción, aaaah, se siente, haber compuesto tú el Cocohuahua”.

Aún voy más allá: yo tengo alguna cosilla registrada y cobro unos derechos de autor mínimos cada año (el último año no llegó al euro, os lo juro), pero no los cobro a través de la SGAE. Ah sí, es que existen más sociedades, aunque parezca que no. Yo soy de una que se llama DAMAUTOR, que la verdad es que tampoco es la bomba, pero por lo menos es más discreta, y no recauda creándose esa fama de vampiro que no perdona ni una. No es conocida más que por sus socios, como debería serlo la SGAE.
Pero a mí por suerte no me toca pensar cómo hay que gestionar estos derechos. Si un día me pagan, igual me pongo a pensarlo, pero mientras tanto prefiero comer panchitos y ver la tele. Pero sí creo saber cómo NO hay que gestionarlos. Y es como lo hace la SGAE. Me refiero a cinco ejemplos:
1. No se puede ir a Fuente Obejuna (pueblo de Córdoba) y reclamar derechos de autor por Fuenteovejuna (obra de Lope de Vega). Primero, porque es muy fácil para los medios sacar la cosa de contexto y vender que la SGAE lo que quiere es cobrar unos derechos caducados, puesto que Lope de Vega murió hace un tiempo, creo. En realidad la SGAE quiere cobrar los derechos de la adaptación. Pero resulta que el adaptador ha cedido estos derechos al propio pueblo, y encima no es socio de la SGAE, con lo cual la SGAE no pinta nada en este asunto. Para colmo, el adaptador se llama Fernando Rojas, casi casi como el presunto autor de La Celestina, de la que no sé si también la SGAE pretenderá cobrar derechos en un futuro. Mal por la SGAE: ella solita aumenta su mala fama sin ayuda de nadie (última hora: al final no va a cobrar los derechos de la representación de este año, pero va a intentarlo con los de otros, que fueron adaptados por otras personas) (Ver en prensa).
2. No se puede entrar en una boda o grabarla sin permiso, como si fueras los hombres de Harrelson o un cámara de Callejeros, ni debes pedirle al D.J. sus CDs para ver si son pirateados y cobrarle los derechos. No es buena publicidad. No da buena imagen (Ver en prensa).
3. No se puede cobrar el canon al dueño de un restaurante chino por la música china que se escucha en su local chino. Sobre todo, si esta música china es la música china que se escucha en todos los chinos. Dudo mucho que sus autores chinos sean socios de la SGAE y de Teddy Bautista (no encuentro esta historia en prensa, pero conozco a las personas que tramitaron esta demanda, que perdió la SGAE).
4. No se puede cobrar el 10% de lo recaudado en un concierto benéfico para salvar la vida de un niño. Bisbal cantó gratis. Pero la SGAE no. Ya sé, técnicamente es lícito cobrar esos derechos, porque son canciones de autores de la SGAE, pero ¿¿¿es necesario cobrarlo TODO??? ¿qué habrían decidido los autores de las canciones que se cantaron? ¿les consultó la SGAE si querían ceder sus derechos solamente esa noche? Da igual: crear la imagen de vampiro y recaudador implacable de la SGAE ha costado mucho tiempo, y ahora hay que mantenerla (ver en prensa).
5. No se debe cobrar un canon por todos los CDs y DVDs vírgenes así como así. Vale que aquí todo Dios se (nos) descarga(mos) canciones y películas de manera i(a)legal, pero yo ayer mismo pagué este canon por grabarles a los padres de mi chica las fotos que su hija y yo, muy atractivo y en mi peso ideal, nos hemos hecho estas vacaciones. Es como cobrar un canon por comprar  folios porque a lo mejor los usas para imprimir textos de Sánchez Dragó. Insisto: no sé cómo se hace bien, pero sé que esto es hacerlo mal (y ya lo del PP y PSOE de incluir en su programa electoral las dos formas antagónicas de afrontar este canon  me parece de traca).
Hace unos meses me invitaron a una especie de mesa redonda para hablar sobre un proyecto cultural de la SGAE. Uno de los temas del día era, precisamente, la mala imagen de la SGAE. Yo saqué a colación este tremendo problema que arrastra, y nadie, pero nadie de los que completaban la mesa redonda (que en realidad era rectangular) salió a defender a la SGAE. A unos más, a otros menos, y a otros más todavía, se les hinchaba la vena de la frente y quién sabe si la del pitilín cuando se mencionaba a la SGAE.
Qué mal se lo montan.
P.D: Sé que el tema de la SGAE suscita polémica allá por donde se saca a colación. Así que anda… contadme qué opináis vosotros de que los autores cobren derechos, del canon digital, de Teddy Bautista, si tenéis discos suyos, por qué los tenéis por el amor de Dios, etc.
Mirad: un extraño disco viejuno de Teddy Bautista. A Pepe Robles no tengo el gusto, pero está contentísimo.



viernes, 21 de agosto de 2009

La vida sigue igual (por desgracia, la muerte también). Capítulo 2.

Os contaba el otro día, en un alarde de lo que es la incapacidad para desconectar cuando se está de vacaciones, algunas cosillas sobre la tele y el cine que había leído mientras viajaba allende los ríos (es que mares no he cruzado). Y os hablé de documentales, películas, informativos, programas religiosos…
Pero mi debilidad cuando estoy fuera de España es “Saber vivir”. Cómo ha cambiado desde que se fue Manuel Torreiglesias (al que ya dedicamos aquí un sentido homenaje). Ahora lo conduce el que era su mano derecha, el Señor Tomate. El Señor Tomate, al que yo llamo así cariñosamente, pero que en realidad se llama Luis Gutiérrez, me cae mil veces mejor que Torreiglesias, porque no destila su mala leche y porque parece que se lleva bien con todo su equipo. Y no es fácil, porque tiene un colaborador que se llama Vicente Ibáñez y que es lo más machista que he visto en la tele desde que se fue Torreiglesias. Por ejemplo, es capaz de contestarle a otra colaboradora con dudas sobre cómo sobre cómo ponerse los zuecos con esta perla: “usted, con lo guapa que es, puede ponerse los zuecos como quiera”.  O sea, que el buen o mal uso del calzado depende de la belleza. Ahora entiendo por qué me dan tanto calor las katiuskas en verano: porque me las pongo mal porque soy feo.
Saber vivir. La verdad es que tienen una web un poco cutre y no muy actualizada.
Pero hay más: el Señor Tomate le dice a una espectadora con dudas alimenticias: “El doctor Ibáñez le va a decir a usted lo que tiene que hacer”. Y el doctor Ibáñez le espeta: “Lo primero: hacer caso al marido”. Supongo que era una broma. Pero después de escuchar otros comentarios del personaje en cuestión y teniendo en cuenta el público al que va dirigido Saber vivir, a mí no me hizo ni puta gracia (me temo que yo no soy el perfil tipo del programa, sino más bien una especie de voyeur masoca).

Toque de humor del programa: una colaboradora redicha (que se llama Cristina, y que es la que se pone los zuecos mal pero no importa porque le pone cachondo al doctor Ibáñez) mantiene la siguiente conversación para ganarse a una niña con gafas a la que saca “voluntaria” del público: “Hola, ¿cómo te llamas?” / “María” / “Yo Cristina. ¿Conoces a alguna Cristina?” / “Sí” / “¿Y qué tal te llevas con ella?” / “Muy mal”. El Señor Tomate me leyó el pensamiento y le dijo: “¡¡Eso te pasa por preguntar!!”
* * * * * * * * * * * *
Y ahora pongámonos tristes. Todos los veranos me da la sensación de que durante las vacaciones se muere más gente que en invierno. Este verano ha muerto Mary Carrillo, que fue una de las actrices más grandes que ha habido en este país. Qué os voy a contar de ella, quién no la ha visto en El pisisto, Los santos inocentes o Fortunata y Jacinta… Tuve la suerte de verla en teatro, y me pareció más grande todavía. Aunque fuera la madre de las Hurtado, yo se lo perdono y todo.
También nos ha dejado Rafael Mendizábal, ya que hablamos de teatro. A Mendizábal le recuerdo especialmente porque escribió la peor obra que he visto en mi vida, ¡Viva el cuponazo!, pero le tengo cariño porque la vi con Enrique Catá y posteriormente nos hemos reído mucho recordándola, y también porque me dio la oportunidad de ver en el escenario a la enorme Rafaela Aparicio en su última interpretación, y también porque escribió otras cosas mucho mejores. Era como un autor de bestsellers del teatro español, pero sin necesidad de escribir para Juanito Navarro o Arturo Fernández.
Se fue Julián Lago. Julián Lago pasó al imaginario popular por La máquina de verdad y su frase “no me conteste ahora, hágalo después de la publicidad”, cuando la telebasura se estaba instalando en la televisión en España. Cuentan que luego se desencantó de esta moda y se retiró de la tele. Pero Julián Lago fue mucho más que eso. Con 30 años era redactor jefe en Interviú (mi primer trabajo fue en Interviú, pero ya no estaba Julián). Con pocos más dirigió Tiempo y Tribuna. A  mí siempre me han asombrado las personas que con 30 años dirigen semejantes monstruos, como Juan Luis Cebrián, que con 32 ya dirigía El País. Yo con 30 años sólo dirigía furtivas miradas a las becarias. Y con algunos más he dirigido programitas en televisión, pero siempre con equipos que, por necesidad, acostumbran a dirigirse solos.
Y me entristece la muerte de Valerio Lazarov. Entre otras cosas, porque fue el que trajo a España ese zoom con el que convivimos durante muchos años. Sin él, la historia de TVE no se entendería, ni los musicales, ni el Ballet Zoom… Y tampoco la historia de Telecinco: él coinventó la “Teleteta” y sin él no se entiende el nacimiento y el boom de las privadas. También produjo Hostal Royal Manzanares. ¿Y qué? Lo suyo no era la tele de calidad, sino la de entretenimiento. Y la hacía como nadie.
El Ballet Zoom. De puro kitsch, me parece hasta moderno.
Y también ha muerto Heinz Edelmann, el creador de los dibujos del Yellow submarine de Los Beatles y de Curro, la mascota de la Expo de Sevilla del 92. No voy yo ahora a decir que sabía quién era Heinz Edelmann. Muy a mi pesar, mi cultura pop dista mucho de ser absoluta, como las de Jordi Costa o Quique Muñoz de Luna. Lo que me ha llamado la atención es que los dibujos de Yellow Submarine y de Curro sean del mismo autor. No lo sabía. Si no es por el arco iris de la nariz de Curro, no les veo parentesco. A mi Curro me parecía una porra de mascota, pero igual me influyeron el puto el 92 y el Cobi de Mariscal, que me ha ido gustando más con los años, pero que en el 92 me parecía un aborto de perrillo, no sé si legal o ilegal, depende del supuesto. Curro me parecía otro aborto, pero provocado por el cruce de una gallina con una bandera gay.

Y para terminar: no tiene nada que ver con la tele y el cine, pero los últimos días de mis vacaciones los he pasado en Cantabria, maravillosa tierra. Soy absolutamente profano en el mundo de la repostería: sé que los sobaos y las quesadas son de allí, pero siempre me pierdo con los Miguelitos de la Roda de Bará, los Chopitos de Osorno, los Nicanores del Boñar y las Manolitas de la puta madre de San Cipriano. Por eso me sorprendió encontrar dos cajas de dulces de la tierra de cuya existencia yo no tenía noticia, y que por supuesto compré:
1. Chochitos ricos.
2. Cojones del Anticristo.

En el dorso de la caja de “Chochitos ricos” hay escrito un poema precioso. Os dejo con él. Mi saludo y todos mis respetos al inventor del nombre y del verso. Gracias a él me he estado descojonando la última semana (con Luis, y Olga, y José Luis, y Mayte, y Susana, y Andrei y Luigi e Iván, a los que tengo que agradecer los maravillosos últimos días de vacaciones que he pasado en San Vicente).
“Chochitos ricos”. Jajajajajaja… Pero a quién se le ocurre…


miércoles, 19 de agosto de 2009

La vida sigue igual (Capítulo 1)

Ya estoy aquí. O como diría Tarradellas, “Ja soc aqui”. Y se acabaron las vacaciones. O como diría Tarradellas, “Al puto tajo, pringao”. Con las vacaciones se acabaron la paz, la tranquilidad, el placer de descubrir lugares que no conocía, de repetir en algunos que sí, la alimentación descontrolada, la barriga más descontrolada aún, los niños despertándote antes de lo que tu desearías (los niños de otros, por fortuna, niños a los que adoro, por cierto)…
¿Y  qué es lo mejor de que se acaben las vacaciones? Pues que me reencuentro con todos vosotros, mis queridos amigos de este blog. Os he echado mucho de menos todos y cada uno del  los días, y estaba deseando volver a esta página (y qué suerte que aquí no se vea la cara de falso de quien esto escribe) (es broma).
Como ya os conté una vez, siempre que paso unos días fuera de España, a no ser que el país que visite sea Burundi o Andorra, no me gusta desconectar de mi país. Me alivia que en los hoteles tengan TVE Internacional, aunque sólo sea para tragarme los dibujos animados de Dougie se disfraza mientras mi chica se ducha (esto lo digo en serio, nos sabemos la canción entera). También me tranquiliza encontrar prensa española en los quioscos. En cambio, no me gusta encontrarme españoles. Qué contradicción, por Dios.
Dougie y su perro. Ahí donde les veis, me colocaron varios capítulos.
El caso es que durante este mes en el que os he privado de mis visionarias gilipolleces, he estado más o menos conectado al cine y la televisión (en lo referente a noticias), pero como no siempre he podido comprar prensa o ver tele, de otras cosillas me he enterado ahora. Que ya me las podíais haber contado vosotros, pelafustanes, pero claro, tendríais algo mejor que hacer, como por ejemplo cambiarle el agua al gato. Sus disculpo. Así que este verano me han impactado las siguientes cosas:

Brüno, el artista antes conocido como Borat
(o sea Sacha Baron Cohen), ha sido amenazado por los mártires de Al Aqsa, una especie de mini Al Qaeda. Que digo yo que estos mártires deberían estar ya autoinmolados por definición, pero qué sé yo de estas cosas. La amenaza se produjo porque Brüno dice en la película que “Bin Laden es un mago sucio y un Santa Claus sin techo”. Para qué se meterá Brüno en esos berenjenales.
Brüno, el nuevo Salman Rushdie en versión sarasa.
J.R. está en España rodando. No quiere esto decir que esté rodando por los suelos como si fuera un torombolo, sino que está rodando una serie en Marbella llamada Cómplices. “Marbella” y “Cómplices” son dos palabras que a mí me evocan a Jesús Gil, Julián Muñoz, Bon y otros sinvergüenzas del montón. La serie la va a emitir Antena 3 en septiembre, creo, y Larry Hagman (J.R.) hace del padre de la protagonista. También sale Cristina Peña, una actriz que salía en la última y suicida temporada de Siete vidas, en el programa de Wyoming de la Sexta y que a mí me gusta más que a un tonto un lápiz.

De pronto leo la gilipollez del verano: en Liverpool se plantean clasificar para mayores de 18 años las películas en las que los protagonistas fumen. Eso hubiera impedido a los menores de edad ver Casablanca, las películas de los Hermanos Marx o El crepúsculo de los dioses. Es sí, una película en la que un asesino en serie viole rectalmente con un pepino de 30 cms. a una campesina sonrosada podría ser apta para todos los públicos siempre que el indeseable individuo no fume.
Otra noticia surreal: Marc Lester, el niño que interpretó a Oliver Twist en el musical de 1968, dice que cree que es el padre del hijo de Michael Jackson. No quiere esto decir que se tirara a Jacko embarazándolo, sino que Michael necesitaba semen para concebir artificialmente a su vástago, y como eran amigos pues Marc Lester debió de decirle: “Pues ya si eso te paso un poco del mío, que me sobró ayer de una pajilla”. Y añadió cantando: “Consider yourself… one of the family!”
Descansando en el hotel tras una agotadora jornada de turismo de riesgo (que para mí consiste en subir 100 escalones para asomarme un poco a un campanario), veo el último programa de la temporada de Carlos del Amor. Pero al día siguiente vuelvo a verle y vuelve a decir que es el último y que adiós. Y a los tres días le veo en otro diferente e insiste: “hoy es nuestro último programa y adiós” . Llego a la conclusión de que o Carlos del Amor nos toma el pelo o hace 18 programas distintos. Y por cierto, percibo que no tiene el control absoluto de uno de sus ojos, lo cual aún me da esperanzas de triunfar joven en la televisión pública por mi físico. Bueno no. Yo ya no puedo triunfar joven. Y triunfar siendo maduros sólo está alcance de genios como Chiquito de la Calzada o doña Adelaida. En otra vida será.
En uno de los 15 últimos programas de Carlos del Amor hablan de Gordos, la segunda película de Daniel Sánchez Arévalo, que se estrena el 11 de septiembre. Me hace gracia un chiste del personaje de Antonio de la Torre, que dice que el color de no sé qué es “marrón oscuro casi mierda”. Tengo muchas ganas de verla, porque me gustó Azuloscurocasinegro, porque estuve en el rodaje de Gordos y tenía buena pinta, además de que el equipo transmitía un buen rollo tremendo, porque Daniel me cae bien, y porque su padre era amigo del mío. Su padre es José Ramón Sánchez, el dibujante de Dabadabadá, El desván de la fantasía, El kiosko y otras muchas otras cosas, y un cinéfilo enorme, como demuestran sus muchas exposiciones sobre cine. Los menores de 30 no suelen recordarle, pero yo le recuerdo mucho, y le conozco, y tengo una foto con él. Mi padre también dibujaba, pero no se hizo famoso porque cambió de profesión, en la cual sí que se hizo famoso, por cierto.
Sube que sube, sube al desván.
Otra noche veo en TVEi El calentito, de Chus Gutiérrez, que no había visto en su momento. Por algo sería, Jose, qué manía con enmendar tus carencias, con lo bien que estabas tú sin haber visto esa película.

De repente, el televisor me pilla con la guardia baja y me trago un programa sobre “Las vías verdes”, un documental de trenes, creo. Me parece aburrido. Aún así llego a los títulos de crédito y descubro que conozco al sonidista. La verdad es que a mí el programa me sonaba bien, lo malo eran las cosas que sonaban.
Un domingo, mientras Teresa se duchaba (las duchas de Teresa me dan a mí para mucho, como veis), veo los programas religiosos de TVEi. Hostias (nunca mejor dicho), ponen muchos, como cuatro seguidos. Uno de judíos, otro de religiones del mundo, uno muy católico y el de Últimas preguntas, que me suena de toda la vida, así que no deben ser tan últimas, les pasará como a los programas de Carlos del Amor. En uno de ellos actúa el grupo más soso del mundo (¿MP?), con una canción un poco religiosa y muy ñoñi. Son cinco, una chica canta y el resto hacen coros muy quietos. Tanto que hasta el final no descubro que tras ellos había un pianista con un piano de cola, pero no precisamente como el de Errol Flynn (ver post y comentarios). Igual eran ciegos, porque no abrían los ojos para cantar y me estoy yo aquí cachondeando de ellos. Les sigue un debate entre un cura católico y un pastor evangélico, y Dios me perdone pero me interesó bastante el tema. Al menos aprendí sus diferencias.

Virgen santa, la de cosas que me ha dado tiempo de ver y leer estando de vacaciones. Y todavía me quedan más. Casi que sigo otro día porque me estoy agotando hasta yo, ¿no?