Ese mismo viernes, Manuela Vellés estrenó Secuestrados.
Dos semanas antes, Buried ganó 3 premios Goya.
Y al día siguiente de los Goya, Álex de la Iglesia volvía a incorporarse al rodaje de La chispa de la vida.
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Ryan Reynolds en el sitio más pequeño en el que se puede rodar una película, aunque quién sabe, tal vez algún día se ruede una en un bote de Fanta. |
Pero no pensemos que esto es nuevo. Encerrar el espectador en un sitio pequeñito es una garantía, si no de terror, sí de agobio, tensión e inquietud. Y esto se ha hecho en el cine mucho antes que éste existiera. Bueno no, tanto no. Qué gilipollez.
- Capitanes intrépidos (1937). Victor
Fleming pasó de grandes exteriores y decorados en una
época en la que la grandes producciones empezaban a estar al orden del
día. Freddy
Bartholomew y Spencer
Tracy se pasaban media película en una barca. Luego hay
muchas películas con barcas, pero vamos, que en Titanic había más
espacio. Podríamos mencionar otra vez a Spencer Tracy en otra barca en El viejo y el mar (1958)
o a Gregory Peck
en Moby Dick
(1956).
- Alfred Hitchcock rodó varias películas en espacios mínimos: Náufragos (1944) en un
bote salvavidas, La soga
(1948) en un apartamento y La
ventana indiscreta (1954) sin salir prácticamente de la
habitación de James Stewart.
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James Stewart en "La ventana indiscreta": un hombre, una butaca, una ventana, una obra maestra. |
- Doce hombres sin piedad (1957). La alucinante ópera prima de Sidney Lumet
(alucinante que sea una ópera prima) se desarrollaba en la sala en la que
se reunía ese jurado al que se enfrentaba Henry Fonda. Sidney Lumet también
rodó en 1974 sin salir de un tren: en Asesinato
en el Orient Express.
- La huella (1972) de Joseph
Leo Mankiewicz es otro canto a la economía, no sólo de
espacio (la casa de Laurence
Olivier) sino de personajes (solos Olivier y Michael Caine).
- La cabina (también de 1972), la obra cumbre de Antonio Mercero,
mucho mejor que Verano
azul, dónde va a parar. Hasta que llegó Buried, era el sitio más
pequeño en el que se puede desarrollar una película (para televisión): una
cabina de teléfonos. ¡Y con José
Luis López Vázquez como personaje trágico!
- La trampa del mal (2010). En esta película, escrita y producida pero no
dirigida por M. Night
Shyamalan, prácticamente no se sale de un ascensor.
- Y ya llegaríamos a las que citábamos al principio de este
post: Buried
en un ataúd (sin duda la mejor de esta última tanda), 127 horas en una grieta
(pero aquí Danny Boyle
no se atreve a quedarse en la grieta y hace un despliegue de absurdos
videoclips de sueños, alucinaciones y flashbacks: absolutamente
decepcionante) y Secuestrados,
en un apartamento en el que
Miguel Ángel Vivas secuestra a la familia y al espectador.
Podríamos añadir El ángel exterminador, Habitación en Roma, 20.000 leguas de viaje submarino, Avatar (huy no, Avatar no)… Porque si hay talento, no hacen falta grandes espacios para hacer grandes películas. Y cuando están bien hechas, el espectador siente que el cine también se hace pequeño, y quiere salir de él.