lunes, 14 de junio de 2010

Operados

El pasado viernes se estrenó en toda España El retrato de Dorian Gray. Vosotros sois listos y no hace falta que os explique de qué va la película, pero me consta que un día me leyó un cretino de Memphis, Tennessee, y por si acaso anda hoy por ahí aclararé que El retrato de Dorian Gray es la adaptación cinematográfica de una novela de Oscar Wilde, más concretamente de ésa que se llama El retrato de Dorian Gray. Es que a lo mejor alguien cree que El retrato de Dorian Gray es una adaptación de El abanico de Lady Windermere, pero pensadlo bien, es una tontería.
No he visto todavía El retrato de Dorian Gray, la película, pero sí he leído El retrato de Dorian Gray, el libro. Yo es que soy muy leído o lector. Y siempre me obsesionó esa especie de pacto con el diablo por el que el retrato envejece y se va volviendo horrible a costa de las atrocidades de Dorian, mientras que él se mantiene joven y fresco como una manzana golden o reineta. Y me obsesiona porque a mí me pasa un poco lo mismo: cuando cada mañana me miro al espejo me veo más arrugado y horroroso, pero en realidad sé que estoy cada vez más lindo, más terso y más así. Todo se debe a un pacto que hice en 1986 con José Luis Moreno.
Dorian Gray. Fijaos en su aspecto. Pues tal cual estoy yo ahora.
Pero como este pacto caduca en 2011, porque era por 25 años, soy consciente de que un día mi rostro será como el de la imagen que me devuelve el espejo, y perderé la frescura de efebo adolescente que ahora mismo ostento, un poco al estilo del Tadzio de Muerte en Venecia de Visconti. Y cuando ese día llegue, me pienso operar, retocando mi naricilla, reforzando mis pómulos y marcándome un asombroso par de peras. Y aquí es donde por fin ya entramos en materia. Como cinéfilo que soy, me voy a Google Earth y tecleo “operados + cine”. No me sale nada. Salgo de Google Earth y entro en Google normal, te juro que a veces parezco imbécil. Otra vez: “operados + cine”. Oye, y te juro que me ha salido una lista y una cantidad de páginas que no me queda más remedio que compartir esto con vosotros, mis cómplices, mis confidentes, que si no fuera porque me muero de vergüenza hasta os confesaría que voy a trabajar con ropa interior de bebé.
Bueno, debo empezar diciendo que yo soy malísimo para diferenciar a alguien operado de alguien que no lo está. Yo pensaba que Pamela Anderson simplemente se había desarrollado más que Bimba Bosé, y punto. Y también debo decir que me importa bastante poco que la gente se opere, también soy de ésos a los que las chicas les dicen “¿pero cómo te gusta esa tía? ¡si está operadísima!” Y yo añado: “pues opérate tú igual, sihaputa, fea, que eres más fea que un papión de culo rosa”. Bueno, esto no lo digo, pero a veces lo pienso.
Así que las personas de las que os voy a hablar son las que me han aparecido en estas páginas güeb. No sé si están operadas o no. Por ejemplo, me aparece Penélope Cruz. Pero en cambio yo he leído unas declaraciones suyas en las que dice que no se opone a la cirugía mínima, pero que no está dispuesta a usarla. Y también dice que cuando tenga 80 años quiere ver en el espejo a una mujer de 80 años. Yo no, yo quiero ver siempre en el espejo a alguien como Penélope Cruz ahora, y no a esa imagen que veo gracias a José Luis Moreno. Tampoco querría nunca mirarme al espejo y ver a José Luis Moreno.
También me salen mucho los nombres de Kira Miró y Elsa Pataky. Es cierto, tú ves imágenes de Kira de hace muuucho tiempo, cuando presentaba un programa llamado Desesperado Club Social con mi adorada Marta Suárez (y con Christian Gálvez y Raúl Peña, ojo al cuarteto), y la ves en las escenas más tórridas de Crimen ferpecto, y algo parece haber pasado por ahí. Y si ves fotos de Elsa Pataky en Al salir de clase y otras de ahora, pues no está igual, está más afilada, más exhuberante, más guapa. Eso es así. Pero yo he tenido el gustazo de entrevistar a Elsa cuatro veces, largo y tendido (es una forma de hablar, no es que me tumbara para entrevistarla, aunque me habría encantado), y si está operada, pues que viva la cirugía.
Pero si comparas las caras, y nos quedamos con esa palabra que he dicho antes, “afilada”, tenemos que hablar de Nicole Kidman. El otro día revisé Todo por un sueño en vídeo (en VHS, yo es que no tengo en casa un U-matic de milagro), una película de Nicole de 1995 en la que estaba guapísima. Ahora en cambio se parece un poco al símbolo de Antena 3. Ha perdido la expresividad, la frescura, parece que si le das un beso con lengua en el ojo (yo adoro este arte amatoria) algo va a saltar en su cabeza, se va a descuajeringar todo y va a quedar arrugadica como E.T. Y sólo tiene 43 años. Este tipo de operaciones las entiendo menos. Pero ella sabrá.
Aunque a lo mejor estas actrices defienden que no se han retocado y que “la gente cambia”, como decía el pobre Michael Jackson en ese documental llamado Living with Michael Jackson en el que un periodista hindú le engañaba y acorralaba, y conseguía que sintieras compasión por Jacko en lugar de creer que era un pederasta, que es lo que se pretendía (si no lo habéis visto, os lo recomiendo). Resultaba patético oír a Michael decir que nunca se había operado, que simplemente había cambiado.
Ya que hemos pasado a hablar de hombres blancos (chiste cruel y fácil), detengámonos en Mickey Rourke. ¿Qué le ha pasado a Mickey Rourke? ¿Por qué se ha puesto en manos del cirujano de Carmen de Mairena? ¿Qué ha hecho “el luchador” con el cuerpo de aquel chico que salía en 9 semanas y ½? Pues os lo digo yo: o se lo ha comido o posiblemente ha ido al mismo cirujano que Sylvester Stallone. Mira, esa cirugía la pude apreciar en persona en una entrevista que le hice a Sly. Cuando le vi frente a frente no me impresionó tanto, porque venía de ver Rocky VI y ahí sí que me quedé acojonado. Pero ahora, cuando veo esta foto, no sé si Sly me está sonriendo, está defecando, me guiña un ojo o simplemente es que está así de tieso. Oh, Dios mío, no siento la boca.
Sylvester haciéndome un gesto indescriptible. Habría que ver el mío, claro.
También asistí en persona a la inmovilidad facial de Nicolas Cage. El pobre, con lo bien que le queda la peluquilla o lo que sea, y qué raros le han dejado los retoques. Entrevistándole por una película magnífica llamada Ghostrider (como dice mi sobrino Gonzalo, lo de “película magnífica” es una ironía), le hice un juego de palabras sobre Peter Fonda, Ghostrider e Easy rider. Nicolas Cage sonrió, creo. También creo recordar que al intentarlo se le saltó un ojo. Claro, que esto os lo cuenta alguien a quien el ojo se le salta sin necesidad de que los cirujanos intervengan.
Otros retoques masculinos que me dejan perplejo son los de Silvio Berlusconi, sobre todo por lo absurdo que me parece que pase por el quirófano un septuagenario estadista (estadista porque iba a los estadios, que si no es por este detalle yo no considero en absoluto un estadista a este señor). O los de Rupert Everett, que no se ha quedado más joven ni más guapo, sino mucho más raro. En estas páginas webs que salen al teclear en Google “actores + famosos + quirófanos + alargue su pene gratis” (yo es que esto último lo tecleo instintivamente), me han aparecido también los nombres de Brad Pitt y Ray Liotta. Os dejo opinar a vosotros.
Y volvamos a los nombres de mujer y a nuestro país. Porque, ya crecido, me da por teclear “cirugía +  España + labios”. Google me pregunta “tal vez quiso usted decir boca” (cómo me conoce Google). Y yo le digo: “eso”. Entonces me saltan los nombres de Silvia Munt, Ana Torroja, Bárbara Rey y Karmele Marchante. Caramba, nunca pensé que una búsqueda mía me remitiera a Karmele. La verdad es que si lo pienso hay algo parecido en las tres, con clara ventaja según mi opinión para Silvia Munt. Si sigues indagando en Karmele sale la leyenda urbana de que es la madre de Eva Amaral, me encanta ese rumor absurdo. Tecleo Bárbara Rey y me hablan más de su apellido que de su boca. Y también de Ángel Cristo, que en paz descanse. Lástima que hablemos de nombres artísticos, porque si no sus hijos se apellidarían “Cristo Rey”. Sobre Ana Torroja no indago por si se me cruza la web de José María Cano.
Kate Winslet con el niño ése que no sabía que ella era nazi. Seguro que le está leyendo "El retrato de Dorian Gray".
Hace tiempo leí en El País una información firmada por Bárbara Celis en la que se hablaba de otras actrices “antibotox”. Mencionaba a Rachel Weisz, que decía que el botox debería estar prohibido en los actores igual que los esteroides lo están para los deportistas. También hablaba de Kate Winslet, Emma Thompson, Cate Blanchett y Sarah Jessica Parker (que odia el botox porque no está diseñado por Manolo Blahnik). Y de Tilda Swinton, Hellen Mirren, Marion Cotilliard
Es curioso: muchas de ellas han ganado el Oscar, igual que Penélope, que también se muestra contraria). Se conoce que al no inyectarse botox pueden manejar todavía sus expresiones. Nicole también tiene un Oscar, pero no olvidemos que fue porque le inyectaron una narizota. Y debo reconocer que, aunque como he dicho antes, me parece estupendo que una persona se opere si se va a sentir mejor, también siento una admiración incondicional por el atractivo de la natural madurez de estas actrices.

Se me ha ido la olla y mientras escribía esto me he inyectado un yogur griego (que es más denso) en las orejas, y ahora parezco Ibarretxe. Me voy a mirame al espejo de Dorian Gray, a ver qué me cuenta.