Hace unos meses se estrenaba en las salas de cine (en pocas) un
documental producido por Steven Soderbergh llamado “Roman Polanski: se busca”, que en versión original
tiene un título mucho más sugerente: Roman Polanski: wanted and desired (al menos han respetado el
“Roman
Polanski“, porque conociendo a las distribuidoras españolas podían haberla
traducido como El romano polaco que quería deseo).
Yo
he tenido ocasión de verlo esta semana. Y al acabar te deja una sensación
de mal cuerpo, a no ser que, como yo, ya tengas el cuerpo mal por defecto de
fábrica. Lo que quiero decir es que se me empezaron a cruzar ciertos
cables. Me dio la impresión de que la chica no fue tan forzada como se dice,
pero lo cierto es que la chica tenía sólo 13 años. O sea, que veo un delito así
de grande, pero no la presunta inocencia (moral, no legal) de la niña. Me estoy
metiendo en un berenjenal muy peligroso que no le conviene nada a mi carácter,
pero es que ya sabéis que yo dudo de todo, y encima a lo mejor ni sabéis de qué
os estoy hablando.
Asín
que mejor sus lo cuento desde el principio.
Roman Polanski fue arrestado en 1977
acusado de drogar y violar en casa de Jack Nicholson a una modelo de 13 años que
tenía que retratar para una revista (¿por qué siempre tiene que aparecer Jack Nicholson en asuntos tan chungos?).
La familia de la víctima no pidió el encarcelamiento de Polanski: sólo que admitiera su
culpa y entrara en rehabilitación. Pero Polanski se vio inmerso en un
proceso rocambolesco, con un juez con delirios de estrella que deja los de Garzón a la altura del betún.
Después de muchos tejes, condenas, pactos y manejes, Polanski no se fió del juez, y en
1978 huyó a Francia, donde por ley no puedes ser deportado a EEUU. Desde
entonces no ha regresado, ni siquiera para recoger su Oscar por El pianista, por temor a que en pleno
discurso de agradecimiento aparecieran Jack Bauer de “24? y “Horatio Cane” de “CSI” y le detuvieran en público.
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Roman Polanski en la entrada de los juzgados, en 1977 |
Pero el “caso Polanski” no es el primer escándalo sexual con acusación de violación en la historia de Hollywood. Oh, no. Hay más.
FATTY ARBUCKLE. Fatty fue una de las primeras
estrellas del cine mudo, o del cine cómico, como lo llamaban cuando yo era un
niño, allá por los primeros años 90 (este dato sobre mi edad no es muy exacto,
pero a vosotros qué más os da y a mí me hace ilusión). Fatty era “el otro gordo” del
cine de aquella época, aunque era anterior a Oliver Hardy. De niño, las aventuras de Fatty no me hacían muchas gracia,
porque me parecía un tipo duro y desagradable. Sí me encantaban las de Charlot, Harold Lloyd, El gordo y el Flaco o Harry Langdon, un desternillante e
ilustre semidesconocido. Años más tarde leí su historia y descubrí que yo no
era el único al que Fatty le resultaba desagradable. Resulta que Roscoe Conkling Arbuckle (Fatty) organizó una fiesta en su
hotel a la que llevó a unos amigos y unas mujeres. Una de ellas, Virginia Rappe, enfermó gravemente y a los
tres días murió por una peritonitis causada por la perforación de la vejiga.
Una amiga que se encontraba en la fiesta acusó a Arbuckle de violarla con una
botella.
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Roscoe Conkling Arbuckle. El de la fotito con el marco amarillo es su alter ego "Fatty". |
GERARD DEPARDIEU. Unos días antes de la ceremonia de los Oscar de 1991, la revista “Time” rescató unas declaraciones de hacía 13 años de Gerard Depardieu a una publicación no muy relevante (Depardieu estaba nominado por Cyrano de Bergerac). El actor contaba en francés que de niño “había presenciado” una violación. La revista tradujo que “había participado” en ella. Prensa y asociaciones feministas comenzaron una campaña contra Depardieu, y el actor no ganó el Oscar. Nunca sabremos si fue por este motivo o no, pero unos días antes de saltar la noticia, Depardieu encabezaba todas las quinielas.
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Hugh Grant posando, y no precisamente para GQ |
EDDIE MURPHY. Pasamos de Málaga a Malagón. El desternillante Eddie Murphy (el adjetivo va con cierta ironía) fue detenido por llevar en su coche a un travesti de 21 años a las 4:45 de la madrugada. Murphy explicó que padecía insomnio, salió a pasear en coche y a la vuelta recogió al travelo para llevarlo a casa (a casa del travelo, en la de Murphy estarían su mujer e hijos). Como no había pruebas de ningún acto sexual, Eddie Murphy fue absuelto. Le salvaron dos cosas: no fue pillado in fraganti y por una vez en su vida no iba vestido de señora gorda.
ROB LOWE. Rob Lowe tiene varios borrones en su
currículum o currínabum. Una vez se filtró un video casero (¿¿pero cómo se
“filtran” estas cosas, por Dios??) en el que mantenía relaciones sexuales con
dos mujeres, una de ellas menor de edad. Años más tarde, la ex-niñera de sus
hijos le acusó de abusos sexuales. Después se estuvo tratando la adicción al
sexo, como Michael
Douglas y David Duchovny. Que a mí lo de la
adicción al sexo me encanta: tú le confiesas esto a tu mujer en Hollywood y
como es una enfermedad superchunga, pues ella te perdona y te dice
comprensiva: “pobrecito,
a ver si te curan en la clínica”. Le voy a decir yo a la mía
que me estoy tirando a Perenganita porque pobrecito, soy sexoadicto, a ver
qué pasa.
Y
hablando de hacer pruebas: ahora es donde voy a intentar demostrar que la
prensa puede arruinar una carrera brillante con un simple rumor. Ojo, no digo
que los casos que he contado sean rumores. Pero sí parece que en algunos de
ellos la prensa fue a por el filón de ventas sin reparar en los daños morales a
violadas, presuntas violadas, violadores y presuntos violadores.
Voy a lanzar un rumor sobre mí. Si en 7 días he perdido mi empleo
en CANAL+, ya no quieren que colabore
en radios y Menstyle me pide que clausure este blog, habré triunfado. Veréis:
Hace dos años, tras una
fiesta privada en Beverly Hills, acabé en una suite del Hotel Carlton
(propiedad del primo del Príncipe de Bel Air)
con Angelina Jolie, Elle
McPherson, Scarlett Johansson, Monica Bellucci, Charlize Theron, Halle Berry y
Fofito. Fofito se fue pronto
porque tenía una gala al día siguiente. Los demás nos quedamos haciendo el amor
como locos, que si jacuzzi por aquí, que si la postura del caracol por allá
(¿¿que no conocéis la postura del caracol?? Pero qué pardillos…). Eso sí:
reconozco que una de ellas no quiso practicar el acto conmigo por sexta vez, y
tuve que forzarla. No digo su nombre por respeto. Pero lo reconozco: la forcé
un poco.
Bueno,
ahí queda el rumor. Veréis ahora la que se lía.