miércoles, 6 de mayo de 2009

Londres y Los Tudor

No os he contado que justo antes del puente de mayo estuve en Londres, y como sois mis mejores amigos pues os lo voy a contar, porque para vosotros no tengo secretos, tíos.
La cosa es que la cadena en la que trabajo, CANAL+, emite esa serie magnífica que se llama Los Tudor y que básicamente narra la vida de Enrique VIII, de sus seis esposas, de sus cinco divorcios y de cómo dos de sus mujeres perdieron la cabeza por él (literalmente). En noviembre o diciembre se va a estrenar la tercera temporada de la serie, y en mi canal hemos decidido hacer un programa especial. De momento, y para empezar, viajamos a Londres Antonio González, uno de los mejores cámaras y personas que conozco, Cristina Teva, una de las mejores presentadoras y personas que conozco, y yo, uno de los mejores bailarines de cha cha cha que conozco (en todas mis demás facetas conozco a alguien mejor que yo).
El objetivo de este primer viaje es entrevistar a Michael Hirst, el creador, guionista, productor ejecutivo y absoluto gurú de la serie. En realidad le va a entrevistar Cristina Teva, pero nos envían a los dos porque juntos formamos un tándem asombroso en el que ella pone la imagen y yo el cerebro. Bueno, la verdad es que ella es periodista, ha entrevistado a medio Hollywood y no le hace ninguna falta mi puto cerebro, pero si se enteran de esto mis jefes igual me echan.
Los Tudor. A mí siempre me ha parecido una dinastía que tenía nombre de marca de pilas.
Y a partir de este momento, os voy a ofrecer un ingenioso combinado de anécdotas sobre Televisión (TV en rojo), Historia (H en azul aguamarina) y Turismo (T en un precioso verde vivo, qué pasa, así se llaman los colores en Windows). Tres temas en un solo post, no os quejaréis, bribones.

TV
. La entrevista a Michael Hirst nos queda chupi: nos habían ofrecido entre diez y quince minutos, pero Cristina se gana a pulso casi media hora de conversación. Michael Hirst comienza algo estiradillo, pero acaba encantador y locuaz. Entre muchas otras cosas, nos cuenta que va a haber una cuarta temporada de Los Tudor, pero que ahí se acabará el invento. ¿Por qué? Porque no quiere escribir la muerte de su criatura (que no creación), Enrique VIII. ¿No os parece bonito?
TV. Entre la gente que estamos presentes en la entrevista, además de nosotros tres y Michael Hirst, hay una persona de la British Library, dos de Sony Televisión, una maquilladora japonesa, dos empleados del auditorio en el que estamos instalados y un indio cherokee homosexual. Este último tal vez no estaba y me lo he imaginado yo, a veces me pasa. Demasiada gente para tan poco trabajo. En este tipo de encuentros siempre hay gente cuya labor desconoces y que complica las cosas con obesas creces.
T. A la mañana siguiente, el desayuno del hotel me ofrece pan, mantequilla, café, zumo, pan, cereales, mantequilla, pan, café, zumo, café y cereales. Y pan. Me parecen pocas cosas, así que en mi perfecto inglés pido un yogur. El camarero hindú me trae una jarra pequeña y vacía con cara de preguntarse “¿para qué coño querrá este tío una jarra?”. Cristina intenta ayudarme con su perfecto inglés, pero tampoco hay manera. Me quedo la jarra por si acaso y ya no pido más yogures. No estoy preparado para la globalización idiomática.
H. Durante el segundo día, grabamos unas presentaciones para el programa especial (que salen preciosas por la pericia de Antonio). Para ello nos desplazamos hasta los exteriores de Hampton Court Palace (allí vivió Enrique VIII), la Abadía de Westminster (allí le coronaron) y la Torre de Londres (allí encerraba y decapitaba a sus opositores, incluidas sus mujeres). En la Torre dicen que vaga el fantasma de Ana Bolena con su cabeza en la mano, pero nosotros no la vimos. Y en el Palacio vaga el fantasma de su quinta esposa, Catalina Howard, hay un vídeo colgado en Youtube en el que se la ve abrir una puerta, y en muchas páginas web de Historia te lo ponen muy en serio, pero a mí me da mucha risa porque me parece que es una actriz.
TV. Para esta segunda jornada, hemos contratado a dos productores para que nos ayuden a grabar por Londres, y nos dan una paliza bestial: resulta que la City está bloqueada por tres manifestaciones y nos tenemos que mover en metro y tren porque si no perderemos el avión de la noche. ¿Habéis hecho alguna vez cinco transbordos en metro cargando con un equipo entero de televisión? No lo hagáis, es tontería.
TV. Uno de esos productores, para destensar los viajes, sacó tímidamente un tema de conversación super normal: hay un spray que anestesia el pene durante el coito y retarda así la eyaculación. Para su sorpresa, Cristina se marca con total naturalidad un speech sobre erección y excitación, y yo le cuento con tono paternal el famoso método de frotarse el capullo con cocaína para anestesiar el rabo durante las mamadas y así durar más. En realidad lo vi en un episodio de CSI Miami, pero olvidé aclarar este dato, por lo cual el perplejo productor decide abandonar el tema y desde entonces nos mira como con miedo.
H. En el Hampton Court Palace hay una exposición sobre Enrique VIII llamada Hearts and heads. Me hace gracia el título, me parece ingenioso lo de “corazones y cabezas”, el juego de palabras con la decapitomanía del rey. Cristina me dice amablemente que el título tiene la misma gracia que si en España jugamos con el garrote vil en una exposición sobre Franco. ¿Veis? A esas cosas me refiero con lo de mi aptitud para ser el cerebro o  no de misión alguna.
El Hampton Court Palace. Sólo lo vimos por fuera, o sea que ni vimos la exposición de las cabezas ni al fantasma de la otra.
T. Víctima del estrés y harto de comer sandwiches de pepino, Antonio decide organizar un número emocional y al bajar del tren que nos lleva al aeropuerto dice que se ha dejado su mochila en el vagón, con un micrófono de 2.000 euros y otros enseres. Me extraña, porque habíamos organizado una cadena humana prácticamente infalible para descargar todo nuestro equipaje. Cristina corre a pedir ayuda a una señor negro vestido de uniforme y yo llamo rápidamente por teléfono a los productores para que nos den alguna idea. Qué tensión. Tras unos minutos de pánico, descubrimos que la mochila está colgada en la espalda de nuestra bella presentadora. “¿Pero no me habéis visto con ella en la espalda cuando me he girado a hablar con el de seguridad?”. Yo confieso que cuando una mujer se gira no me fijo en su espalda ni en situaciones de pánico. Antonio no confiesa nada, pero tampoco vio la mochila, el muy picarón. Vaya tres patas para un banco.

T
. En el aeropuerto nos exigen una cantidad de dinero extra porque facturamos todo el equipo de televisión. La señorita que nos atiende se sorprende de que compremos unos billetes de bajo coste y luego paguemos por facturar tanto bulto. Antonio se mueve con tantas maletas que creo que acabamos facturando hasta un llavero. Nos comemos otro sandwich de pepino y por fin volamos a Madrid, siguiendo las indicaciones de un azafato que hablaba como Ricardo Bofill pero que se llamaba Javier, es que en Easy Jet todos los azafatos te dicen sus nombres por si luego quieres insultarles personalmente.

T. Por suerte, uno de estos estresantes días cenamos en el Soho, en un restaurante oriental llamado Yauatcha. Tomad nota: si vais a Londres es una buena opción.