No os he contado que justo antes del
puente de mayo estuve en Londres, y como sois mis mejores amigos pues os lo voy
a contar, porque para vosotros no tengo secretos, tíos.
La cosa es que la cadena en la que trabajo, CANAL+, emite esa
serie magnífica que se llama Los Tudor y que básicamente narra la vida de Enrique VIII, de sus seis esposas, de sus cinco divorcios y
de cómo dos de sus mujeres perdieron la cabeza por él (literalmente). En
noviembre o diciembre se va a estrenar la tercera temporada de la serie, y en
mi canal hemos decidido hacer un programa especial. De momento, y para empezar,
viajamos a Londres Antonio
González, uno de los
mejores cámaras y personas que conozco, Cristina Teva, una de las mejores presentadoras
y personas que conozco, y yo, uno de los mejores bailarines de cha cha cha que
conozco (en todas mis demás facetas conozco a alguien mejor que yo).
El objetivo de este primer
viaje es entrevistar a Michael
Hirst, el creador, guionista, productor ejecutivo y absoluto
gurú de la serie. En realidad le va a entrevistar Cristina Teva, pero nos
envían a los dos porque juntos formamos un tándem asombroso en el que ella pone
la imagen y yo el cerebro. Bueno, la verdad es que ella es periodista, ha
entrevistado a medio Hollywood y no le hace ninguna falta mi puto cerebro,
pero si se enteran de esto mis jefes igual me echan.
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Los Tudor. A mí siempre me ha parecido una dinastía que tenía nombre de marca de pilas. |
TV. La entrevista a Michael Hirst nos queda chupi: nos habían ofrecido entre diez y quince minutos, pero Cristina se gana a pulso casi media hora de conversación. Michael Hirst comienza algo estiradillo, pero acaba encantador y locuaz. Entre muchas otras cosas, nos cuenta que va a haber una cuarta temporada de Los Tudor, pero que ahí se acabará el invento. ¿Por qué? Porque no quiere escribir la muerte de su criatura (que no creación), Enrique VIII. ¿No os parece bonito?
TV. Entre la gente que estamos
presentes en la entrevista, además de nosotros tres y Michael Hirst, hay una persona de la British Library, dos de Sony Televisión, una maquilladora japonesa,
dos empleados del auditorio en el que estamos instalados y un indio cherokee
homosexual. Este último tal vez no estaba y me lo he imaginado yo, a veces me
pasa. Demasiada gente para tan poco trabajo. En este tipo de encuentros siempre
hay gente cuya labor desconoces y que complica las cosas con obesas
creces.
T. A la mañana siguiente, el
desayuno del hotel me ofrece pan, mantequilla, café, zumo, pan, cereales,
mantequilla, pan, café, zumo, café y cereales. Y pan. Me parecen pocas cosas,
así que en mi perfecto inglés pido un yogur. El camarero hindú me trae una
jarra pequeña y vacía con cara de preguntarse “¿para qué coño querrá este tío
una jarra?”. Cristina intenta ayudarme con su perfecto inglés, pero tampoco
hay manera. Me quedo la jarra por si acaso y ya no pido más yogures. No estoy
preparado para la globalización idiomática.
H. Durante el segundo día,
grabamos unas presentaciones para el programa especial (que salen preciosas por
la pericia de Antonio). Para ello nos desplazamos hasta los exteriores de Hampton Court Palace (allí vivió Enrique VIII), la Abadía de Westminster (allí le coronaron) y la Torre de Londres (allí encerraba y
decapitaba a sus opositores, incluidas sus mujeres). En la Torre dicen que vaga
el fantasma de Ana Bolena con su cabeza en la mano,
pero nosotros no la vimos. Y en el Palacio vaga el fantasma de su quinta
esposa, Catalina
Howard,
hay un vídeo colgado en Youtube en el que se la ve abrir una puerta, y en
muchas páginas web de Historia te lo ponen muy en serio, pero a mí me da mucha
risa porque me parece que es una actriz.
TV. Para esta segunda jornada,
hemos contratado a dos productores para que nos ayuden a grabar por Londres, y
nos dan una paliza bestial: resulta que la City está bloqueada por tres
manifestaciones y nos tenemos que mover en metro y tren porque si no perderemos
el avión de la noche. ¿Habéis hecho alguna vez cinco transbordos en metro cargando
con un equipo entero de televisión? No lo hagáis, es tontería.
TV. Uno de esos productores,
para destensar los viajes, sacó tímidamente un tema de conversación super
normal: hay un spray que anestesia el pene durante el coito y retarda así la
eyaculación. Para su sorpresa, Cristina se marca con total naturalidad un
speech sobre erección y excitación, y yo le cuento con tono paternal el famoso
método de frotarse el capullo con cocaína para anestesiar el rabo durante las
mamadas y así durar más. En realidad lo vi en un episodio de CSI Miami, pero olvidé aclarar este
dato, por lo cual el perplejo productor decide abandonar el tema y desde
entonces nos mira como con miedo.
H. En el Hampton Court Palace hay una
exposición sobre Enrique
VIII llamada “Hearts and heads”. Me
hace gracia el título, me parece ingenioso lo de “corazones y cabezas”, el
juego de palabras con la decapitomanía del rey. Cristina me dice amablemente
que el título tiene la misma gracia que si en España jugamos con el garrote vil
en una exposición sobre Franco. ¿Veis? A esas cosas me refiero con lo de mi
aptitud para ser el cerebro o no de misión alguna.
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El Hampton Court Palace. Sólo lo vimos por fuera, o sea que ni vimos la exposición de las cabezas ni al fantasma de la otra. |
T. En el aeropuerto nos exigen una cantidad de dinero extra porque facturamos todo el equipo de televisión. La señorita que nos atiende se sorprende de que compremos unos billetes de bajo coste y luego paguemos por facturar tanto bulto. Antonio se mueve con tantas maletas que creo que acabamos facturando hasta un llavero. Nos comemos otro sandwich de pepino y por fin volamos a Madrid, siguiendo las indicaciones de un azafato que hablaba como Ricardo Bofill pero que se llamaba Javier, es que en Easy Jet todos los azafatos te dicen sus nombres por si luego quieres insultarles personalmente.
T. Por suerte, uno de estos
estresantes días cenamos en el Soho, en un restaurante oriental llamado Yauatcha. Tomad nota: si vais a
Londres es una buena opción.