viernes, 8 de mayo de 2009

El método y los metodistas

El otro día estuve leyendo en el periódico una entrevista a Dustin Hoffman, con motivo del estreno este viernes de Nunca es tarde para enamorarse. La periodista que tuvo el honor de charlar con él comenzaba el texto diciendo: “[Dustin Hoffman es] alguien a quien Laurence Olivier, celoso o asombrado, tuvo que recordar que el trabajo de intérprete es actuar, sin necesidad de dejarse la vida en ello”. La periodista se refería a una mítica anécdota que tuvo lugar durante el rodaje de Marathon man. En una de las escenas finales, Dustin Hoffman tenía que aparecer absolutamente agotado. Y ese día se presentó en el plató con un aspecto lamentable. Laurence Olivier le preguntó:
  • ¿Qué te pasa, Dustincillo?
  • Nada, que como hoy tengo la escena en la que estoy agotado, pues no he dormido en toda la noche, y además me he venido desde el hotel corriendo. Así me meto mejor en la piel del personaje.
  • Ah. Y… ¿por qué no lo interpretas?
Son dos maneras de entender el oficio. Dustin Hoffman seguía “el método”. Laurence Olivier era actor. Y a raíz de esta anécdota, recordé algunas cosas que me han contado sobre “el método”.
Dustin Hoffman en "Marathon man". El de espaldas es Laurence Olvier en "Marathon man".
Pero, ¿qué es “el método”? ¿Eh?

Pues el método es un sistema de actuación que inventó el director de teatro
Konstantin Stanislavsky, un señor que desde que nació era ruso. Básicamente, consiste en buscar dentro del actor emociones parecidas a las que tenga que experimentar el personaje. O sea, que si tienes que llorar, pues piensas en la muerte de tu hámster. Si tienes que reír, pues piensas en un chiste que te haya contado tu hámster. Y así con todo. Luego, este método fue ampliado por Lee Strasberg, que fundó el Actor’s Studio. Y al método emocional se le añadieron detalles históricos del personaje, como conocer sus raíces, si lo pasó mal de niño, si sus padres le pegaban, si cada vez que enfermaba venía un médico con bigote y le introducía un enorme supositorio de fresa… Esto por lo visto también ayuda mucho (lo de conocer el pasado del personaje, no lo del supositorio), aunque el actor sólo tenga que entrar en escena un momento y decir: “vaya sol que hace hoy”.
Bueno, como habréis notado yo no creo mucho en el método, pero como no soy actor, pues lo que yo crea o deje de creer no tiene ninguna importancia. Para contradecirme basta citar nombres de ilustres metodistas como Marlon Brando, Montgomery Clift, Robert DeNiro, James Dean, Jane Fonda, Harvey Keitel, Steve McQueen, Marilyn Monroe, Paul Newman, Al Pacino, Jack Nicholson, Joanne Woodward, etc, etc, etc.
Pero para darme la razón, os cuento cuatro anécdotas:
  1. Tengo un amigo que es actor y que ha trabajado con directores de cine y de teatro como Carlos Saura, Álex de la Iglesia, Carles Alfaro, Javier Fesser, Gerardo Vera… Él no cree en el método, pero me cuenta que el 90% de los directores tampoco. Cuando un director (bueno) ve que un actor empieza a preguntarle por sus motivaciones, se echa a temblar.
  2. Woody Allen no se echa a temblar porque no es un buen director, directamente es un genio. Cuando Scarlett Johansson le preguntó en una ocasión “¿Cuál es mi motivación para esta escena?”, Allen le respondió. “Tu sueldo”.
  3. Un día, grabando un programa de televisión, tuve que “dirigir” al director de cine Agustín Díaz Yanes. Simplemente le pedí que apareciera en la cantina mexicana en la que íbamos a entrevistarle como si fuera el camarero, trayendo una margarita (¿o “un” margarita?). Agustín, que tiene una coña tremenda, me contestó: “Vale, yo lo hago, pero, ¿cuál es mi motivación? ¿cómo fue mi infancia?” Luego me estuvo contando el miedo que le dan los actores que le preguntan eso, dándole así la razón a mi amigo anti-método. Me confesó que los directores a veces dan respuestas falsas, sólo para quitarse de encima al actor. O sea, que igual le preguntan “¿Pero de niña conocí a mis padres?” Y Agustín responde “Estoooo… no, te abandonaron”. Agustín me reconoció que escribe muchos personajes sin saber lo que les sucedió en el pasado, es más, sin querer saberlo. Me cae bien a mí, Agustín.
  4. Conozco a un tipo que estuvo presente en el rodaje de una película en la que salía el actor Álex O’Doherty (”Arturo Cañas Cañas” en Cámara Café). O’Doherty tenía que entrar en escena y quitarse el sombrero. Así, sin hablar. Tardaron 40 minutos en rodarla porque el actor no encontraba la motivación para quitarse el sombrero. Pero por qué me quito el sombrero. Algún motivo habrá. Explícame por qué me quito el sombrero. No bastaba que le dijeran: “porque lo dice el director”. Álex O’Doherty sigue el método.
P.D: Permitidme una inmodestia: yo también he tenido el honor de entrevistar a Dustin Hoffman, y es una de las entrevistas de las que más orgulloso me siento de haber hecho, junto con una a Sylvester Stallone, otra a Susan Sarandon y otra a Leslie Nielsen. Por mí, Dustin Hoffman puede seguir el método toda su vida, que yo me quedé encantado de estar un ratito sentado frente a su silla, y verle tan pequeñito a él y sentirme tan pequeñito yo a su lado.