jueves, 30 de abril de 2009

La Reina Victoria y la Seguridad Social

Tengo la sana costumbre de contaros las películas que veo. No todas, por el bien de vuestra salud mental, sino las que considero que más os pueden interesar como personas inteligentes que sois. ¿Es compatible que seais inteligentes y que leais este blog? No, eso lo sabemos todas. Pero no puedo ir por ahí diciendo: “queridos cretinos que leeis mi blog…”, porque me echarían de Menstyle y porque os enfadaríais conmigo. Y hay una de estas dos cosas que yo no resistiría. Incluso las dos, qué caramba.
Las dos películas de las que os hablo se estrenan hoy jueves, porque mañana viernes es el Día del Trabajo y en España ya sabéis que lo celebramos no trabajando, aunque según los últimos datos hay 4.010.700 de españoles que celebran así todos los días. Qué barbaridad más lamentable.
La primera es La Reina Victoria. El título induce a error: no es la historia de la Reina Victoria, sino la de sus primeros años como reina de Inglaterra. El original era más apropiado: “The young Victoria”. Pero aquí han cambiado lo de “joven” por lo de “Reina”, porque si no habríamos pensado que era la vida juvenil de Victoria Vera o la historia de la Spice girl pija (o la Speedy girl, como dice mi querido Eduardo Antuña). Como en España somos gilipollas…
La Reina Victoria y el Royal Albert Hall
La Reina Victoria está producida por una extraña pareja: Martin Scorsese y Sarah Ferguson. Narra los problemas que tuvo la fea reina cuando ascendió al trono siendo una niña a la que todos la querían manipular para ser sus regentes (y digo lo de “fea” porque la actriz que la interpreta, Emily Blunt, me parece mega mona, pero su majestad propiamente dicha tenía un trago). También cuenta cómo conoció al Albert Hall (bueno, al Príncipe Alberto, pero es el del Royal Albert Hall, el del Albert Memorial y seguro que si rascas en la Historia también tiene algo que ver con Albert Pla).
La Reina Victoria. Qué mona.
Para mi gusto la película es frívola en la parte histórica y melosa en la parte romántica. No creo que los príncipes y princesas que se casaban casi por decreto y a distancia tuvieran noviazgos tan pastelerillos, aunque dicen que Victoria y Albert se querían mucho, nunca se separaron, él fue un marido modelo y le dio 9 hijos a la reina, y viendo su retrato, para hacerle nueve diablillos había que quererla mucho. Así que ojalá me equivoque y este noviazgo sí que fuera así, como sin duda lo fue el de la Infanta Elena y Don Jaime de Marichalar.

Y ahora voy a pecar de machista: la mujer en la cocina. No hombre, es broma, voy a pecar de machista porque reconozco que pensé, por la manera de abordar la relación amorosa, que la película la había dirigido una mujer. Y no: la dirige Jean-Marc Vallée, el de C.R.A.Z.Y. Mira, toda una lección a mis prejuicios. De la película me quedo con el posterior café en Le pain quotidien (aunque no con la napolitana de chocolate, que me habían recomendado sobrevaloradísimamente). Es que a veces a los periodistas nos ponen los pases de prensa muy tempranito, y es por ello que  después desayunamos.
La otra película es Sicko, de Michael Moore. Ya sabéis cómo son los documentales de Michael Moore, un poco tramposillos pero muy clarificadores. Moore intentará siempre manipularte, pero también te aporta unos datos estadísticos apabullantes. Si no te dejas cegar por sus trucos, acabas coleccionando una cantidad de datos suficientes como para sacar tus propias conclusiones, que no son necesariamente las que quiere imponerte Michael Moore aunque a veces coincidan.
Sicko, de Michael Moore
Sicko analiza y ridiculiza el sistema sanitario de EEUU, o sea, el mundo de los seguros médicos. En la película vais a ver realidades como las siguientes:

  • 50 millones de estadounidenses no pueden pagarse un seguro médico, o sea, un 16% de la población (en EEUU no existe eso de “seguridad social”).
  • Un hombre pierde dos dedos en un accidente. Va al hospital. Le dicen que le pueden restituir el dedo corazón por 60.000 $ y el anular por 12.000 $. Sólo puede elegir el anular. Seguramente lo que más lamentó fue no poder alzar su dedo corazón al sistema sanitario, para que se lo introdujeran en la hendidura rectal.
  • En las compañías de seguros médicos hay departamentos que se encargan de rebuscar en tu historial algún dato que les permita denegarte la solicitud.
  • Si tienes un accidente, te pueden cobrar el traslado en ambulancia, si es que tu seguro no lo aprueba antes. ¿Antes de qué? Del accidente. ¿O sea que hay que tramitarlo antes o justo después de sufrirlo, y siempre antes de entrar en la ambulancia? Sí.
  • Hay estadounidenses que se casan con canadienses para acceder a la cobertura médica de ese país. O sea, matrimonios de conveniencia como los que siempre ha habido entre inmigrantes y residentes, pero sólo por la medicina. Es triste.

El momento más espectacular de la película es cuando Michael Moore mete en una barca a un número de enfermos que no pueden pagar su cobertura médica en EEUU y se los lleva a Cuba, aunque aquí entraríamos ya en la habilidad de Moore para manipular situaciones y realizar ese género cinematográfico que podría llamarse “documental provocado y autoprotagonizado”. La seguridad social de Cuba es increíble, solidaria, barata. Se pueden debatir muchos temas: comunismo vs capitalismo, totalitarismo vs libertad y democracia (bueno, por llamarlo de alguna manera), bienestar vs pobreza, Bush (el documental está hecho durante la etapa de Bush) vs Fidel (ídem)… Y por supuesto se puede preferir el régimen de EEUU que el de Cuba. Pero en cuestiones sanitarias, las comparaciones no es que sean odiosas. Es que no hay posibilidad de comparar.