viernes, 3 de abril de 2009

La casa del padre del Bola

Ayer estuve en un concierto de AC/DC. Hoy tengo la voz muy ronca, un zumbido en los oídos, algo de sueño y una resaca muy tonta. Por eso prefiero rendirle el homenaje que le debo a la música de Maurice Jarre otro día, porque hoy no voy a escuchar bien el corte que os pensaba poner.
Y mejor voy a hablaros de una de las películas que se estrenan en los cines este viernes: La casa de mi padre. Es una producción modesta que se presentó en el pasado Festival de San Sebastián y que supone el debú del director Gorka Merchán. La película está bien, es discreta pero correcta, pero sobre todo es valiente, porque de lo que nos habla Gorka Merchán es del miedo a ETA dentro del País Vasco. Bueno, no sólo a ETA, también a su entorno. A la amenaza, a no poder hablar con libertad por si el que te está oyendo en la mesa de al lado es proetarra, a la violencia callejera, a las etiquetas que te colgaron en el pasado, etc. En la película me pareció escuchar algunos diálogos forzados, me pareció no ver a los mejores Álex Angulo, Carmelo Gómez o Emma Suárez… pero sí me convencieron una Verónica Echegui que cada día está más buena… digo… que cada día es mejor actriz (creíble totalmente en su papel de hija de un vasco nacida en Argentina que vuelve a Euskadi sin entender ni papa del conflicto) y Juan José Ballesta, que aunque no llega a clavar el acento vasco, sí que se quita por fin el acento macarrilla con el que le hemos visto siempre. La película se deja ver, y tampoco te pierdes la historia del siglo si no la ves, pero se me hace más cercana que otras películas sobre ETA como Todos estamos invitados, El lobo o incluso la infumable GAL (¿por qué cuesta tanto hacer una bien del todo? Días contados me gustó en su momento, pero tendríais que verla ahora y comprobar lo mal que ha envejecido).
Fragmento del cartel de la casa de su padre.
Con esto creo que hoy ya he cubierto el cupo de reflexiones serias en un post. Así que hala: desde ahora a escribir tontás. Porque la parte frívola de esta historia reside en que, gracias a mi trabajo de reportero dicharachero de CANAL+, tuve la suerte de quedar un día con Emma Suárez y Juanjo Ballesta para hablar de La casa de mi padre, y lo hicimos en el Txoco (taberna) del Hogar Vasco de Madrid (frente al Teatro de la Zarzuela y al ladito de Casa Manolo, donde hacen las mejores croquetas de la capital). Voy a hablar más de Juanjo que de Emma porque es un chaval que da muchísimo más juego. Y más de Emma que de la película, porque de la película ya he hablado más arriba y porque, insisto, este es un blog superfrívolo. Pero antes de empezar, debo decir que a mí Emma Suárez me gusta más que a un tonto una tiza (y eso que también me gustan las tizas, qué triste). Emma Suárez ha sido mito erótico de mi juventud (y de la suya, porque no me debe sacar más que algunos meses), me ha gustado como actriz y me encantaba como musa de un vídeo espantoso de Joaquín Sabina (Aquí estoy yo sin ti), pero no tiene nada que ver con que en ese vídeo se le apreciaran los senos. Emma en persona me resultó muy agradable, pero un pelín fría (- “¿Fría? Pero qué querías, Joselito, ¿que te abrazara y besara con fruición?” / - “Déjame en paz, cruel vocecilla interior”). Cuando llegó a la taberna no se prodigó precisamente en cálidos saludos con el equipo que allí estábamos, tal vez por timidez, tal vez por desgana, pero poco a poco fue entrando en faena (- “¡Ya quisieras tú que hubiera entrado en faena, ah iluso Joselín!” / - “Calla, hombre”). Además, se mostró muy ilusionada y cariñosa cuando le hablé de su hermana Marta, una actriz y presentadora que no está teniendo en su carrera la suerte que merece, pero con la que yo he tenido la potra de trabajar (detalle que le da más sentido a la frase “no está teniendo en su carrera la suerte que merece”). ¡Es más maja Marta!. Y es más lista Emma… Me gusta a mí esta chica, aunque esto creo que ya lo he dicho.
Juanjo, Emma y yo. Como notaréis en la mirada, entre Emma y yo está surgiendo la irrefrenable llama de la pasión, de la que Juanjo tan sólo es un mero testigo.
Eso sí, Juanjo Ballesta, todo simpatía, eclipsa en espontaneidad a Emma y a quien se le ponga por delante. Cuando hablamos de la película no se quiso meter mucho en el tema del País Vasco, porque para él San Sebastián es precioso y se está de puta madre allí, y no quiere mirar más allá, ni tiene por qué. Pero echamos unas cuantas risas con otras cosas que contó, y que supongo que no le importará que os las chive, más que nada porque no creo que lea este blog. Pero si lo lees, holaaaaa Juanjoooooo.

Pues para empezar Juanjo es tan natural que se presentó a la entrevista con un pantalón de chándal. Se disculpó: “es que ayer estuve cazando conejos y los únicos vaqueros limpios que tenía, los he manchado de sangre. No me los saquéis mucho por la tele”. Mientras esperábamos a Emma nos pusimos a hablar de cocina, por eso de los conejos que caza, y empezó a contarme que lo que hace bien “es la paella… ¡hago unas paellas pra 20!… me salen tan bien como las fideuás. Qué fideuás hago. Hago una fideuá y vienen 25, como cuando hago fabadas… Hago unas fabadas para 30…”. Yo creo que si no le paro acaba haciendo un cocido para 50. “Pero vaya cocinero… ¿y las tortillas qué tal te salen?” “No, tortillas no sé hacer”.
Llegó a la entrevista con un libro de catalán bajo el brazo. Cotilla como soy, le preguntó que si lo está aprendiendo en la intimidad. No, es que va a rodar una película entera en catalán. Para la que presenta ahora (La casa de mi padre, os recuerdo), tuvo que aprender algo de euskera. “El euskera es más fácil que el catalán”. Y yo le digo: “¿¿??” Y él me explica: “Claro, porque el euskera me lo aprendía de memoria. El catalán hay que entenderlo”. Y cada vez que suelta algo así yo me parto, y él se ríe contigo. Te contagia y se contagia.
Luego estuvimos hablando de cine en general. Me contó que en el cine de su barrio le molesta que la gente le tire palomitas y chicles al pelo. “¿Pero a qué cine vas tú, Juanjo?” “Es que Parla es Parla…” Entonces no sé qué me comentó Emma de Meryl Streep, y Juanjo interrumpió: “Hostias, Meryl Streep. Un año estuvo en San Sebastián cuando yo, y yo estaba andando y de repente todo el mundo se puso a gritar: ¡Meryl Streep! ¡Meryl Streep! Y yo entonces no sabía  ni quién era. Bueno, tampoco lo sé ahora”. Y como a continuación se descojona, no sé si me está vacilando, si es verdad y se ríe de si mismo, o si las dos cosas juntas. Cuando se despide, nos pregunta que a ver cuándo le entrevistamos otra vez, que ha molado.

A mí también me moló. ¿Y os habéis fijado? Salvo en el título del post, a Juanjo ya no hay que llamarle “El bola”.