Hoy os voy a hablar de una película que se estrenó el viernes
pasado y de otra que se va a estrenar este viernes. Una española y otra sueca.
Una flojilla y otra estupenda. Una costumbrista y otra (pseudo) terrorífica.
Una morena y una rubia. Se llaman Al final del camino y Déjame entrar. Y trabajando sobre ellas
he tenido la ocasión de conocer a un tío estupendo y a otro digamos que medio
rarito. Os cuento.
AL FINAL DEL CAMINO es una de las muchas
comedias que se hacen en España cada año y que por suerte no pasan a la
historia del cine. Trata de parejas en composición y descomposición, de falsos
gurús y del Camino de Santiago (de Santiago el apóstol, no del director, que
también se llama Santiago,
Roberto). La ves, te ríes un poco (o no) y la olvidas. Pero gracias a
este trabajo que Dios y mis jefes me dieron (más bien mis jefes), me tuve que
encontrar durante dos días seguidos con Malena Alterio y Fernando Tejero, que son los protagonistas.
Malena, que es un nombre de tango, es encantadora y mucho más atractiva en
persona que en la tele y en el cine, aunque no es por quitarle méritos, pero yo
no estoy bien y me puede parecer atractiva hasta una cebra. Podría escribir un
post completo sobre Malena Alterio. También podría escribirlo
sobre una lechuga, pero quiero decir que Malena Alterio se lo merecería.
Pero mira, hoy voy a escribir sobre Fernando Tejero. A él me refiero con la
primera parte del título de esta entrada. Todavía no he visto que le hayan
escrito un papel a su altura (ni en Días de fútbol, aunque ganó un Goya, ni en
El penalty más
largo del mundo, que también era de Roberto Santiago y que era casi más boba que
ésta de la que os hablo hoy, ni en Días de cine, ni en Torremolinos 73 ni en Fuera de carta, película que no me hizo
ninguna gracia aunque a también le nominaron al Goya. Mira, sí que me gustó en
el papelito de Los lunes al sol. Y no veía Aquí no hay quien viva, y me ponía muy nervioso
esa moda por la que todo el mundo te decía “Un poquito de por favor”, qué falta
de originalidad, qué poca imaginación, todo Dios repitiendo la puta frase.
“Fistro, pecador, cobarde, te voy a hacer pupita”: ésas sí que eran frases
graciosas, hombre.
Había
coincidido con Tejero en algún rodaje, festival y premios, pero nunca habia
hablado con él. Y como soy gilipollas y no le he visto en ningún papel
brillante, y a pesar de que tenemos un amigo común del que me debería fiar,
pues no me esperaba conocer a un tío tan simpático, ingenioso, amable y sin
miedo a demostar ciertas inseguridades de ésas que tanto me gustan, sin duda
porque yo tengo por ahí unas trescientas. Como suele suceder, me interesó mucho
más lo que en estos dos días me contó Fer (de repente voy a hacer como que nos
hicimos superamigos y le voy a llamar Fer) que lo que me dijo en las
entrevistas, en las que más o menos hablamos de la película y de cosas
relacionadas con sus papeles, a ver si os creeéis que cuando yo entrevisto a
los actores lo hago en plan Loco de la colina. Qué va, qué va.
Pero sin la cámara delante, se relajan más y te cuentan cosas
mucho más divertidas, porque no saben que yo tengo este blog y que lo voy a
cascar todo. Hablando de cascar, me contaba Ferdi (ahora le voy a llamar Ferdi)
que lo primero que rodó en cine fue precisamente una gayola (sic). Tenía que
hacer una figuración en Sobreviviré con otros dos actores (uno de ellos Dani Martín, cuya aparición en Los abrazos rotos me hace dudar de si merece
el apelativo de “actor”), y les dieron a elegir: “¿qué preferís, decir una frase o
simular una gayola?”. Y Fernando dio un paso adelante: “Yo una gayola, no vaya a ser que
diga mal la frase”. Mira, Dani Martín podría haber elegido gayola
en Los abrazos
rotos.
En esa película adoptó su actual nombre artísitico, me contó. Él quería ponerse
el de su madre, Muñoz-Torrero, por eso de que Tejero nos
sonaría todávía al 23-F, y por esta película no iba a ser recordado. Pero le
dijeron: “aprovecha
y pon tu apellido real: nadie se va a fijar en los nombres de los demás, pero
en el tuyo precisamente sí, por eso de la gayola…”. Y así fue. En los créditos
aparece: FERNANDO
TEJERO,
chico
paja.
![]() |
"El penalty más largo del mundo", que en verdad a mí se me hizo eterno. |
El segundo día, Teji (ahora le llamo Teji) llegó casi sin voz. Era el día fuerte con la prensa y aún se pone nervioso y su cuerpo reacciona así. Fue un placer comprobar que la entrevista con nosotros le relajó bastante. Ah, y para colmo adora a Jack Lemmon y se pasea por el mundo con su mascota Woody, que es igual que la perrra de mi madre, quiero decir que mi madre tiene una perra igual que Woody, lo cual también une mucho, porque a dicha perra (que se llama Mica, no Woody) yo la paseo dos días por semana, como los padres divorciados a sus hijos. Fernando se lleva a Woody a rodajes, entrevistas y festivales. Es un tío estupendo.
Ya me callo, pero antes
deciros que el otro tipo al que me refería en la segunda parte del título de
esta entrada es Tomas
Alfredson. Este viernes estrena una película magnífica
que se llama Déjame entrar.
Es una historia de acoso escolar, de amor infantil, de lealtad, de
incomunicación… y de un tema relacionado con el género de terror que no os voy
a desvelar, aunque lo vais a descubrir a poco que os pongáis a buscar en Internet.
Yo le agradezco al realizador Nacho
Valcárcel, que fue quien me la recomendó, que no me dijera
nada.
![]() |
"Déjame entrar". Durante la entrevista con su director, más bien me dieron ganas de decirle "Déjame salir". |
Haciendo honor a su patria y al refran, yo creo que Tomas Alfredson se hizo el sueco. Pero igualmente os digo que la película es estupenda, y que merece la pena ir a verla. Y justo por eso te decepciona más cuando asistes a un discurso tan fofo por parte de un director. Pero como ya escribió Billy Wilder, nadie es perfecto.