jueves, 30 de octubre de 2008

Yanes, Díaz Yanes

Esta semana he visto dos películas. Bueno, he visto más, pero os quiero hablar sólo de dos. La una se llama Sólo quiero caminar. La otra 007: Quantum of solace. La una se estrena este mismo viernes. La otra el 21 de noviembre. La otra va a hacer una taquilla de escándalo, y la una… Dios dirá.
Sólo quiero caminar. Me gusta el título: está sacado de una canción de Paco de Lucía (sugerencia de ambientación musical: pincha aquí y escucha el tema mientras lees este post). Sólo quiero caminar es la cuarta y última película de Agustín Díaz Yanes (la última por ahora, digo, no es que piense yo que no va a hacer más). Esta semana, por avatares de la vida (como diría Juanjo Millás, qué rayos querrá decir “avatares”), he coincidido dos veces con Tano (es que a Agustín Díaz Yanes sus amigos le llaman “Tano”. Yo no soy su amigo, pero le voy a llamar “Tano” para que os creáis que sí que lo soy). Una de las veces era para hacerle una entrevista, y la otra fue una charla informal en una cantina mexicana (en la que le hacíamos otra entrevista, pero no yo, sino Cristina Teva, que es más guapa que yo, y esto último lo dice Tano, no yo, yo no sé si estoy muy de acuerdo, bueno sí). El día de mi entrevista, Tano, que es muy majo (ya me lo habían dicho: “verás qué majo es Tano”), me explicó muchas cosas de la película, y de cómo ha intentado que los personajes de sus 4 actrices fueran creíbles (Victoria Abril, Pilar López de Ayala, Ariadna Gil y Elena Anaya, que me gusta muchísimo pero que ella sabe que lo nuestro es imposible). Lo de la credibilidad viene al caso porque, menos una de ellas que al principio de la película se queda un poco impedida, las otras tres no paran de hacer butrones, disparar pistolas, enfrentarse a la mafia mexicana en México D.F. y repartir hostias con hache a diestro y siniestro. Y claro, pues hay que currárselo mucho para que el espectador se lo crea.
Agustín Díaz Yanes en "La mordida", un restaurante de Joaquín Sabina tan mexicano como su última película
El día que no le entrevisté yo, Tano me contó una anécdota buenísima de Francis Ford Coppola. Me estaba hablando del coñazo que les dan algunos actores a los directores (no se refería a los de esta peli, o eso me dijo) con el método de actuación y con preguntas como “¿cuál es mi motivación? ¿cómo era mi personaje de niño? ¿por qué digo “hola”? ¿puedo antes de decir mi frase mirar al techo y tomar una calada del pitillo?”. La anécdota: durante el rodaje de Drácula de Bram Stoker, Coppola, que no hace mucho caso a los actores mientras rueda, recibió una nota escrita por Gary Oldman desde su roulotte: “Soy Gary Oldman y deberías hablar más conmigo: te recuerdo que soy el protagonista de la película”. Coppola respondió con otra nota: “Te informo de que esta película tiene un sólo protagonista, y se llama Francis Ford Coppola”. Cómo mola, Ford Coppola. Y oye, sí que es majo Tano. Yo cuando sea mayor o majo, les diré a mis amigos que me llamen también por un nombre corto.
007: Quantum of solace. No me gusta el título. No sé bien lo que quiere decir. Hay un periodista que no sé como se llama que cuando vamos a las proyecciones para prensa a veces me pregunta alguna cosa, porque un día le respondí bien y me debe tomar por una especie de oráculo. Se sentó a mi lado y me preguntó “¿qué quiere decir “Quantum of Solace”?” Yo, que soy medio gilipollas, le dije: “Cuánto sol hace”. Pero no me pilló la coña, dijo: “ah”, se apagaron las luces y como se quedó tan serio, pues me pareció absurdo explicarle la gracia. Según avanzaba la película, debió de pensar que no soy medio gilipollas, sino gilipollas completo. Porque ahí no hacía sol ni nada.
No soy fan de las películas de James Bond. No sé ahora mismo si he visto alguna completa, porque en mi mente se agolpan miles de fragmentos. Entonces mi subconsciente mezcla a Roger Moore con una negra cachas que sonríe a Remington Steele, mientras Ursula Andress sale del agua y Timothy Dalton besa a Halle Berry, para que finalmente Sean Connery toque la gaita con falda escocesa. Luego la falda escocesa se convierte en falda de colegiala y a Sean Connery le salen dos coletas, dos peras enormes y empieza a lamer una piruleta. Pero a esta última imagen ni caso, que es fruto de mi subconsciente y de las cosas que se imagina mi amigo Luis. El caso es que me doy cuenta de que Quantum of solace está muy bien. Mi lado gay se da cuenta de que Daniel Craig tiene un atractivo brutal, y mi lado maromo se da cuenta de que Olga Kurylenko está como un queso de gruyere (perdón por el retorcido y ordinario juego de palabras). Acción por todos lados, escenas rodadas de lujo, las eternas chulerías y vaciladas de Bond… (que esta vez no dice la mítica frase “Bond, James Bond”!!!!) El problema, y es mío, es que en las de James Bond me pierdo un poco, y sé que el malo es malo, pero no me entero nunca de por qué. Y me agarro a la butaca en las escenas de acción en las que Bond se choca, le disparan, se tira desde un avión, etc. y no le pasa nada, pero siempre me mareo con el montaje y al final nunca veo con claridad el momento en el que Bond salta del avión ni por qué él se libra de la explosión y el malote no. Pero insisto, es problema mío: estoy totalmente convencido de que es un películón (hablamos de Bond, claro, esto no es Ciudadano Kane) y de que va a arrasar en la taquilla. Y estoy con los que opinan que Daniel Craig es el mejor 007 de la saga, con permiso de Sean Connery y de sus enormes peras.

(P.D: Y aún así… ¿por qué será que al final casi me creo más las fantasmadas de Bond que las de las 4 chicas de Tano?)