Antes de que me ponga a hablar del
programa del que avisa el título de hoy, permitidme que me lance una florecilla
a mí mismo. Resulta que, tal y como os dije al final del anterior post, mi
predicción acerca de la caída del programa de Tele5 XQ no te callas había fracasado, porque le
puse como fecha de caducidad el 13 de octubre. ¡Pues resulta que sólo he
fallado por 4 días! Para mí, que en toda mi vida de apuestas sólo he ganado un
reintegro de la Bonoloto en el año 97, esto es todo un logro. Este viernes XQ no te callas echa el
cierre, y no será el único programa de sobremesa de corte sensacionalista
que desaparezca ese día: Cuatro también
finiquita el viernes Visto
y oído, ese espacio que presentaban Joaquín Prat Jr. y mi
ex-compañera (de trabajo) Raquel
Sánchez Silva. En fin, desaparecen dos programas que no pasarán
a la historia de la televisión. Y se enciende una lucecita en mi esperanza de
que las televisiones se piensen un poco más eso de currarse los formatos (pero
no canten victoria: el programa de T5 va a ser sustituido por las Matrimoniadas, que
ofrecerán doble ración vespertina y nocturna).
Y ahora sí: Mira quién baila. Para empezar, vaya por
delante que no es un programa que yo siga asiduamente, pero las últimas semanas
he estado un poco más pendiente, tal vez por culpa de este blog,
tal vez por culpa del elenco de bailarines de esta edición, que
parece diseñado a medias por Enrique García Huete (mi querido psicólogo-jefe
de Gran Hermano) y Tod Browning (el director de La parada de los monstruos). A saber: Ana Obregón,
José Ortega Cano, Terelu Campos, Julio Salinas, Vicky Martín Berrocal, Jorge
Cadaval, Elizabeth Reyes (que yo no sabía quién era) y Manuel
Bandera (éste me parece el menos friki de todos).
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¡Mira quién baila!, un programa de autoayuda para los espectadores que piensen que bailan mal. |
He visto bailar a Ana Obregón un número musical de Chicago, y para mi sorpresa no me pareció demasiado patética (digo
bailando, lo otro es una causa perdida ya hace mucho tiempo). Levantaba
las piernas con cierto sentido y muy arriba, y se despatarraba muy bien (esto
suena fatal, pero es que nunca sé si “despatarrarse” dicho en fino se escribe
espagar, espagat, o esparragal). Sólo le pongo dos peros. Uno: que por no dejar
de mirar a la cámara, a veces corre el riesgo de descoyuntarse o de que la
cabeza le gire como a la niña del exorcista. No puede uno dar una vuelta
completa sin dejar de mirar a un punto fijo, Ana. El otro “pero” es ella misma,
en general.
Tampoco lo hace mal Manuel Bandera. Hombre,
es gente que procede del espectáculo y del musical, supongo que algún poso se
les tiene que quedar.
Aún no he visto bailar a la
ex-Miss España Elizabeth
Reyes ni a Jorge
Cadaval (ya he dicho que tampoco soy un fundamentalista
del programa). A este último espero verle en breve, porque si sus
coreografías me provocan una sonrisa, será la primera que me arrancan los Morancos en toda su
trayectoria, juntos o por separado.
A Julio Salinas le vi
bailando un tango. Bueno, bailando no. Él se queda más o menos quieto mientras
la bailarina hace todo el trabajo, y en el momento decisivo, Julio falla el
paso. O sea, que sigue igual que cuando era jugador de fútbol. Por lo menos
mientras bailaba no escuché, y juro que me temía que sucediera, esa voz odiosa
a la que le tengo asociado, gritándole: “¡¡¡Qué me dices Salinas, pero cómo
bailas Salinas, jugón, jugooooón!!!”
A Vicky Martín Berrocal la
he visto bailar un pasodoble. Como iba vestida de negro, la chica ha ensanchado
un poco y la música era tan taurina, en ciertos momentos me parecía que su
acompañante estaba lidiando un Mihura. Pero no, era Vicky. También la he visto
perpetrando un rock and roll.
Algo parecido me pasó con Terelu Campos. Como yo
tengo una tele de éstas con la pantalla alargada, intenté corregir el formato
de la imagen, porque creía que estaba achatada. No, estaba bien, es que Terelu
ahora es así. No sé muy bien qué diablos bailaba, pero al final tenía que hacer
el pino sobre el fémur de su pareja (que debía estar rezando para que su
musculatura no le fallara). Sólo le salió una cabriolilla, como cuando en
el colegio teníamos que hacer la voltereta en el plínton y el culete no nos
pasaba de la cadera. No, Terelu tampoco baila bien.
Otra cosa es José Ortega Cano. El día
que le vi bailar me cambió la vida. La canción que le pusieron era You can’t stop the music, de Village People, que ya hace
falta tener mala leche. No se cómo expresar lo que vi. Era como un mádelman
vestido de negro, con una sonrisa que le habían pegado en la cara sin corregir
la expresión de los ojos. Y así como la Obregón baila sin quitar la mirada de
la cámara, Ortega Cano es capaz de hacerlo sin quitarla de su compañera.
Parece que le está copiando el examen: la mira para ver lo que hace ella y
hacerlo un segundo después. De todas maneras, tiene un mérito tremendo que
teniendo el mismo sentido del ritmo que un ñu ibérico, pero de verdad que un
ritmo cero pelotero (¿o era patatero?), sigas los pasos de tu acompañante.
Porque se los sabía de memoria. Si se salta uno, se descuajeringa la
coreografía. Bueno, la coreografía o lo que sea, porque también recuerda a
la mítica escena de El jovencito
Frankenstein que ahora ha recuperado un anuncio de telefonía. El
momento cumbre es uno en el que Ortega Cano salta. Y lo hace dos veces. Desde
el día que lo vi no puedo evitar el descojonarme cada vez que lo recuerdo. Es
más, me ha dado por practicar en casa dicho salto, y lo digo en serio, mi novia
es testigo. Y además me dice que lo hago mejor que el torero, lo que créanme,
no es un gran piropo.
Como
he releído estas últimas líneas y veo que no he conseguido transmitir lo que
sentí viendo al maestro, os dejo con el vídeo de Youtube. De verdad que no
tiene desperdicio. (PD: por cierto, prestad atención y decidme si estáis
conmigo, pero yo creo que al final del baile Ortega Cano sujeta a la
bailarina con el rabo, con perdón, pero es por usar un término taurino)