martes, 14 de octubre de 2008

Alucina con quién baila

Antes de que me ponga a hablar del programa del que avisa el título de hoy, permitidme que me lance una florecilla a mí mismo. Resulta que, tal y como os dije al final del anterior post, mi predicción acerca de la caída del programa de Tele5 XQ no te callas había fracasado, porque le puse como fecha de caducidad el 13 de octubre. ¡Pues resulta que sólo he fallado por 4 días! Para mí, que en toda mi vida de apuestas sólo he ganado un reintegro de la Bonoloto en el año 97, esto es todo un logro. Este viernes XQ no te callas echa el cierre, y no será el único programa de sobremesa de corte sensacionalista que desaparezca ese día: Cuatro también finiquita el viernes Visto y oído, ese espacio que presentaban Joaquín Prat Jr. y mi ex-compañera (de trabajo) Raquel Sánchez Silva. En fin, desaparecen dos programas que no pasarán a la historia de la televisión. Y se enciende una lucecita en mi esperanza de que las televisiones se piensen un poco más eso de currarse los formatos (pero no canten victoria: el programa de T5 va a ser sustituido por las Matrimoniadas, que ofrecerán doble ración vespertina y nocturna).
Y ahora sí: Mira quién baila. Para empezar, vaya por delante que no es un programa que yo siga asiduamente, pero las últimas semanas he estado un poco más pendiente, tal vez por culpa de este blog, tal vez por culpa del elenco de bailarines de esta edición, que parece diseñado a medias por Enrique García Huete (mi querido psicólogo-jefe de Gran Hermano) y Tod Browning (el director de La parada de los monstruos). A saber: Ana Obregón, José Ortega Cano, Terelu Campos, Julio Salinas, Vicky Martín Berrocal, Jorge Cadaval, Elizabeth Reyes (que yo no sabía quién era) y Manuel Bandera (éste me parece el menos friki de todos).
¡Mira quién baila!, un programa de autoayuda para los espectadores que piensen que bailan mal.
He visto bailar a Ana Obregón un número musical de Chicago, y para mi sorpresa no me pareció demasiado patética (digo bailando, lo otro es una causa perdida ya hace mucho tiempo). Levantaba las piernas con cierto sentido y muy arriba, y se despatarraba muy bien (esto suena fatal, pero es que nunca sé si “despatarrarse” dicho en fino se escribe espagar, espagat, o esparragal). Sólo le pongo dos peros. Uno: que por no dejar de mirar a la cámara, a veces corre el riesgo de descoyuntarse o de que la cabeza le gire como a la niña del exorcista. No puede uno dar una vuelta completa sin dejar de mirar a un punto fijo, Ana. El otro “pero” es ella misma, en general.
Tampoco lo hace mal Manuel Bandera. Hombre, es gente que procede del espectáculo y del musical, supongo que algún poso se les tiene que quedar.
Aún no he visto bailar a la ex-Miss España Elizabeth Reyes ni a Jorge Cadaval (ya he dicho que tampoco soy un fundamentalista del  programa). A este último espero verle en breve, porque si sus coreografías me provocan una sonrisa, será la primera que me arrancan los Morancos en toda su trayectoria, juntos o por separado.
A Julio Salinas le vi bailando un tango. Bueno, bailando no. Él se queda más o menos quieto mientras la bailarina hace todo el trabajo, y en el momento decisivo, Julio falla el paso. O sea, que sigue igual que cuando era jugador de fútbol. Por lo menos mientras bailaba no escuché, y juro que me temía que sucediera, esa voz odiosa a la que le tengo asociado, gritándole: “¡¡¡Qué me dices Salinas, pero cómo bailas Salinas, jugón, jugooooón!!!”
A Vicky Martín Berrocal la he visto bailar un pasodoble. Como iba vestida de negro, la chica ha ensanchado un poco y la música era tan taurina, en ciertos momentos me parecía que su acompañante estaba lidiando un Mihura. Pero no, era Vicky. También la he visto perpetrando un rock and roll.
Algo parecido me pasó con Terelu Campos. Como yo tengo una tele de éstas con la pantalla alargada, intenté corregir el formato de la imagen, porque creía que estaba achatada. No, estaba bien, es que Terelu ahora es así. No sé muy bien qué diablos bailaba, pero al final tenía que hacer el pino sobre el fémur de su pareja (que debía estar rezando para que su musculatura no le fallara). Sólo le salió una cabriolilla, como cuando en el colegio teníamos que hacer la voltereta en el plínton y el culete no nos pasaba de la cadera. No, Terelu tampoco baila bien.
Otra cosa es José Ortega Cano. El día que le vi bailar me cambió la vida. La canción que le pusieron era You can’t stop the music, de Village People, que ya hace falta tener mala leche. No se cómo expresar lo que vi. Era como un mádelman vestido de negro, con una sonrisa que le habían pegado en la cara sin corregir la expresión de los ojos. Y así como la Obregón baila sin quitar la mirada de la cámara, Ortega Cano es capaz de hacerlo sin quitarla de su compañera. Parece que le está copiando el examen: la mira para ver lo que hace ella y hacerlo un segundo después. De todas maneras, tiene un mérito tremendo que teniendo el mismo sentido del ritmo que un ñu ibérico, pero de verdad que un ritmo cero pelotero (¿o era patatero?), sigas los pasos de tu acompañante. Porque se los sabía de memoria. Si se salta uno, se descuajeringa la coreografía. Bueno, la coreografía o lo que sea, porque también recuerda a la mítica escena de El jovencito Frankenstein que ahora ha recuperado un anuncio de telefonía. El momento cumbre es uno en el que Ortega Cano salta. Y lo hace dos veces. Desde el día que lo vi no puedo evitar el descojonarme cada vez que lo recuerdo. Es más, me ha dado por practicar en casa dicho salto, y lo digo en serio, mi novia es testigo. Y además me dice que lo hago mejor que el torero, lo que créanme, no es un gran piropo.
Como he releído estas últimas líneas y veo que no he conseguido transmitir lo que sentí viendo al maestro, os dejo con el vídeo de Youtube. De verdad que no tiene desperdicio. (PD: por cierto, prestad atención y decidme si estáis conmigo, pero yo creo que al final del baile Ortega Cano sujeta a la bailarina con el rabo, con perdón, pero es por usar un término taurino)