lunes, 5 de abril de 2010

Furia de titanes, y un poco furia mía

El viernes, o el jueves, o el miércoles, según en qué ciudad vivas, se estrenó Furia de titanes. Furia de titanes es la película de la semana, el taquillazo de las fiestas, el estreno del mes… Pero en mi caso, es además una especie de reencuentro con una película a la que tengo mucho cariño. Por eso fui a verla al pase de prensa que organizó mi querido Gernot Dudda, de Warner, y por eso accedí a ponerme las gafotas de 3D que tan poca gracia me hacen. Me explico.
Furia de titanes es un remake. En 1981 se estrenó una película dirigida por Desmond Davis, pero cuya dirección quedó eclipsada por el mítico Ray Harryhausen, el creador de efectos especiales más famoso de la historia del cine y el máximo exponente de la técnica de “stop motion”, o sea, crear imágenes animadas a base de filmar a un muñequito fotograma a fotograma, cambiando la postura en cada uno de ellos (cambiando la postura del muñequito, tú puedes poner la postura que quieras). Esta técnica prácticamente ya no se utiliza (salvo en las pelis de plastilina), y de hecho, ya en 1981, los efectos de Furia de titanes parecían inocentes al lado de los de La guerra de las galaxias o de E.T., pero al mismo tiempo tenían una magia que a  mí me sigue haciendo sonreír melancólicamante, como cuando vemos el King Kong de 1933 o los dinosaurios de Hace un millón de años (también de Harryhausen). Creo que en  las ilusiones como las que provocan esos bichos grotescos consiste parte de la magia del cine.
"Furia de titanes" versión 1981, con Harry Hamlin domando al Pegaso creado por Ray Harryhausen.
Furia de titanes, la nueva, está hecha en 3D y la puedes ver con gafotas. Claro, que su 3D no tiene nada que ver con Avatar. Avatar está hecha para 3D. Y esta película simplemente “se apunta” al 3D, da la impresión de que a mitad del rodaje alguien dijo: “tíos he oído que Avatar está arrasando, ¿por qué no le ponemos a nuestra peli un poquito de 3D?” (bueno, no es que dé la impresión: es que fue así). Además, ya sabéis que yo tengo un problema en la vista y con las 3D. Pues os diré: durante la proyección me quité las gafas y pude ver media película sin problema. Es más, la veía casi mejor, porque con las gafotas la película se ve muy oscura, como le debe pasara a Jack Nocholson en las galas de los Oscar. En Avatar, en cambio, cuando me quitaba las gafas, me mareaba por lo difuso que se veía todo, lo cual debe ser una buena señal. Así que para mí, los efectos de Furia de titanes ni siquiera provocan las sensaciones y el buen rollo que producían los de la versión de 1981. Porque no sorprenden, simplemente cumplen su misión (ya no hablo de la 3D, sino de los efectos en sí). Y si una película no vas a verla por sus efectos, entonces tiene que encandilarte la historia que cuenta. Pero…
Con la versión de 1981 yo aprendí mitología. Furia de titanes es la historia de Perseo, hijo de Zeus, y de las peripecias que tiene que correr para salvar a la princesa Andrómeda de una muerte segura a manos del Kraken, un monstruo marino a que sueltan los dioses del Olimpo cuando se cabrean y a cuyo lado Godzilla parece una lagartija sosa. Entre medias, Perseo se enfrenta al deforme Calibos, burla a las Brujas Estigias, mata a la gorgona Medusa, conoce al barquero Caronte, doma al caballo Pegaso… Todo esto lo hace más solo que un onanista leproso, y todo esto yo lo aprendí de niño gracias a la película (lo de la mitología, lo del onanismo creo recordar que ya lo sabía). Y como yo de niño era un repelente enorme con un lazo en la cabeza, pues a raíz de Furia de titanes me dio por leer mitología clásica, y aprendí cosas como que Baco era una especie de Don Simón de la antigüedad. No hace mucho, en los primeros años del siglo XXI, le puse Furia de titanes a un sobrino mío que tengo que se llama Gonzalo. A pesar de que el niño conocía de sobra los efectos digitales modernos y las bonanzas y filigranas de los videojuegos, adoptó la película entre sus favoritas, jamás me la devolvió y también le dio por leer mitología clásica, y aprendió cosas como que Baco era una especie de Don Simón de la antigüedad. Algo tendría esa película…
Con Furia de titanes, la nueva, no aprendes mitología. En aras del espectáculo, los guionistas pasan de puntillas por los personajes, Pegaso aparece sólo dos veces y se pierde el momento mágico de su aportación final (o sea, sí que aparece al final, pero no es nada mágico), Andrómeda no te pone caliente ni Perseo se enamora de ella… Y además, Perseo vive sus aventuras acompañado de una pandilla de bestias que le quitan mucho mérito, cada encuentro con un ser mitológico se convierte en una pelea eterna y llena de efectos en las que yo no me entero ni un poquito, aparecen unos seres rarísimos y azules que no tienen nada que ver con la mitología clásica… Y sobre todo, han hecho una mezcla entre la Grecia antigua y El señor de los anillos que acaba no siendo ni una cosa ni otra. Si la hubiera visto de niño, más que leer libros de mitología, yo creo que me habría apetecido recibir un masaje relajante de shiatsu.
Sam Worthington, el Perseo de 2010.
En la antigua, el protagonista era Harry Hamlin, un actor horteroide que se hizo famoso gracias a La ley de Los Angeles. Zeus era Laurence Olivier. Afrodita era Ursula Andress. Andrómeda no me acuerdo de cómo se llamaba, pero estaba buenísima. Y por ahí andaban también Maggie Smith, Burgess Meredith y Sian Phillips, un pedazo de actriz que hizo de Livia en Yo, Claudio.
En la nueva, Perseo es Sam Worthington, el de Avatar, que el hombre no sale de las 3D. Y en el Olimpo, Zeus (Liam Neeson) compite con Hades (Ralph Fiennes), que se ha traído puestos muchos de los efectos y trucos que heredó de Harry Potter. Sus enfrentamientos dan un poco de risilla.
Para terminar de entender mi cariño por la película original, debo confesar que en 1981 la vi en el cine con mi amiguito Luiso, cuando los dos éramos así de bajitos, y que fue la primera vez que salimos juntos a hacer algo. 30 años después, ese tío sigue siendo mi mejor amigo, si no contamos a José Luis Moreno y a Poti. Y sigue siendo así de bajito. La versión nueva la vi el otro día con la productora de mi programa, Cristina, a la que yo había explicado lo buena que era la antigua. La pobre se lo creyó y aguantó la película entera con las gafotas sin salirse del cine, cosa que no hizo, por ejemplo, Carlos Boyero. Y al irnos, como me pasa casi siempre, apareció Javier Ocaña, crítico de El País, buen amiguete y la persona que conozco que más sabe de cine junto a Tony Partearroyo, al que sigo buscando por el mundo porque hace mucho que no sé nada de él. ¿Y sabéis lo que me dijo Javier Ocaña? “Anoche vi la versión antigua de Furia de titanes: es malísima”.

Así que no os creáis ni una sola línea de todo lo que os he contado.