viernes, 23 de octubre de 2009

Tipos normales

Hace una semana se estrenaba en los cines Yo, también. Yo, también narra la relación entre una mujer “normal” que interpreta Lola Dueñas y un hombre con síndrome de down, que interpreta Pablo Pineda. Los dos ganaron las Conchas de Plata a la mejor actriz y al mejor actor en el último Festival de San Sebastián, ese premio que si eres español suena fenomenal pero que si eres argentino suena supercerdo.
Cuando le dieron el premio a Pablo Pineda, algunos críticos le pusieron pegas a la decisión, aunque no muy vehementemente (ahí va, qué palabra más curiosa, vehe-mente-mente). En resumen, se ponía en duda que Pablo Pineda estuviera realmente interpretando, porque tiene el síndrome de down, igual que el personaje.
Pablo Pineda y Lola Dueñas, los últimos ganadores, respectivamente, de la Concha de Plata y la Concha de Plata.
Creo que era Tono (no me hagáis mucho caso, porque lo cito de memoria y a lo mejor era Mihura) el que en uno de sus chistes decía: “Fulanito es muy buen actor, pero siempre hace de negro”. Claro. Denzel Washington siempre hace de negro: de policía (negro), de padre heroico (negro), de boxeador (negro)… Mi queridísimo amigo Emilio Gavira siempre hace de enano: de juez (enano), de cantante (enano) o  de Rompetechos, que no era enano, pero que en el cine Emilio hizo que lo fuera (por cierto, Emilio salió la otra noche en la flojucha serie de Álex de la Iglesia Plutón BRB Nero, evocando el famoso sueño del enano de Twin Peaks. La escena era hilarante).

Pues bien, en Yo, también, Pablo trabaja como actor, porque Yo, también no es un documental. Pablo ríe, llora, se emociona, se enamora… en definitiva: actúa. Y sí, tiene el síndrome de down, como todos los personajes que hará de aquí en adelante si sigue en esto del cine. Igual que los de Brad Pitt (si no le envejecen demasiado) son guapos. Y todos los míos, si fuera actor, serían medio gilipollas.
Si en una película necesitamos que un personaje tenga el síndrome de down, lo mejor es que lo haga un actor con el síndrome de down. Acordaos de El cantor de jazz, la primera película sonora, en la que un actor blanco se pintaba de negro y en vez de un negro parecía un blanco con cara de idiota, porque se notaba a la legua que era un actor blanco pintado de negro, como le pasó muchos años después a Rody (menciono últimamente mucho a Rody). Pero ojo, hacer de lo que no eres, y sobre todo si haces de disminuido, está muy bien considerado en el mundo del cine. Y si haces de disminuido es muy posible que te den un Oscar, aunque a la hora de la verdad todos somos disminuidos en algo: por ejemplo, Hugh Jackman es disminuido en estar fofo, y Scarlett Johansson es disminuida en ser plana.
Pero como tres de vosotros habéis levantado una ceja con incredulidad cuando he dicho lo de que hacer de impedidito está bien visto en el cine, allá va una breve lista a modo de ejemplo:
Marlee Matlin. Es el caso más parecido al de Pablo Pineda. En 1986 ganó el Oscar a la mejor actriz por Hijos de un dios menor, en el que hacía de una chica sordomuda que bailaba con William Hurt el “babumba ra-ra-ra”. Marlee también era sordomuda. Cuando recogió el Oscar, levantó su mano e izó con dicha los dedos índice y meñique, con el clásico gesto de los cuernos. Parecía que les estaba diciendo a todos “¡jodeos, cabroooones, que el Oscar es mío!” Pero luego resultó que en el lenguaje de los sordos ese geseto significa “gracias”.
Marlee Matlin agradeciendo su Oscar o bien sugiriéndoles a los académicos que se lo introduzcan en sus anos.
Jane Wyman, o sea Angela Channing, también ganó en 1948 el Oscar por hacer de sordomuda en Belinda. Pero aquí ya empezamos a comprobar lo que os decía antes: Jane no era sordomuda, aunque le habría venido muy bien durante los años en los que estuvo casada con Ronald Reagan.

La niña de El milagro de Ana Sullivan, que se llamaba Patty Duke, ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por hacer de ciega, sorda y muda, como Shakira. Ese mismo año (1962) Anne Bancroftt, que interpretaba a  Ana Sullivan, ganó el de mejor actriz. No hacía de disminuida, pero sí de mujer que no veía un pimiento, de hecho el personaje real acabó ciego. El milagro de Ana Sullivan es la película que me ha arrancado el sollozo más vergonzante de mi historia como espectador. ¿Cuándo? En la escena en la que la niña de golpe lo comprende todo. Qué momento.
Mira, otra muda: Holly Hunter en El piano (1993). Oscar a la mejor actriz. ¿A que ya van saliendo muchos ejemplos?
Dustin Hoffman, que no ganó un Oscar por El graduado, ni Perros de paja, ni Cowboy de medianoche, ni Marathon man, ni Papillon, lo ganó en 1988 por hacer de autista. Mejor actor por Rainman. Como dice mi hermana Bea, en la recogida del Oscar él también parecía autista.
4 años después, otro grande que no ganó el Oscar por El padrino, ni Tarde de perros, ni Sérpico, se lo llevó por hacer de ciego, para colmo en un remake. Es la muestra más clara de que interpretar a un discapacitado que dé penita se valora más que interpretar, por ejemplo, a un charcutero de Lugo. Estaba hablando de Al Pacino en Esencia de mujer, que no os lo había dicho.
Al Pacino en el famoso tango de "Esencia de mujer". Para ser ciego, qué bien sabe dónde tiene que arrimar la cebolleta.
El primer Oscar de los dos que tiene Daniel Day Lewis fue por Mi pie izquierdo. O sea, por el suyo. Vamos, por el de un escritor y pintor irlandés con parálisis cerebral que trabajaba con su pie izquierdo. A Daniel Day Lewis le he visto posteriormente ganar Oscars y estar nominado por interpretar a personajes “normales” de una forma mucho más exagerada (como en Pozos de ambición o Gangs of New York).

Y el segundo de los dos Oscars (consecutivos) que ganó Tom Hanks fue por hacer de tonto, aunque todo el mundo a estas alturas sabe que Forrest Gump no era tonto, porque tonto es el que hace tonterías.
En 1996 aparece un Oscar para un actor que interpreta a un discapacitado que para mí es el más merecido de este ránking: Geoffrey Rush en Shine, por encarnar a un pianista prodigioso que tenía una enfermedad mental. La interpretación de Geoffrey Rush ponía los pelos de punta incluso a los hermanos Matamoros. En la entrega de los Oscar actuó el verdadero pianista, David Helfgott. A parte del público le entró la risa nerviosa, pero no porque se rieran de David o por disimular su compasión, sino porque el tipo estuvo simpatiquísimo y sobre todo porque acojonaba cómo Geoffrey Rush lo había clavado en la película.
A Pablo Pineda tampoco le gustaría despertar compasión. Pero mira tú por dónde, el miércoles pasado Pablo Pineda me dio mucha pena. Pero no porque tenga el síndrome de down, sino porque le invitaron a El Hormiguero y tuvo que ir.