Hace una
semana se estrenaba en los cines Yo,
también. Yo,
también narra la relación entre una mujer “normal” que interpreta Lola Dueñas y un hombre
con síndrome de down, que interpreta Pablo
Pineda. Los dos ganaron las Conchas de Plata a la mejor actriz
y al mejor actor en el último Festival de San Sebastián, ese premio que si eres
español suena fenomenal pero que si eres argentino suena supercerdo.
Cuando le dieron el premio a Pablo Pineda, algunos
críticos le pusieron pegas a la decisión, aunque no muy vehementemente (ahí va,
qué palabra más curiosa, vehe-mente-mente). En resumen, se ponía en duda que Pablo Pineda estuviera
realmente interpretando, porque tiene el síndrome de down, igual que el
personaje.
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Pablo Pineda y Lola Dueñas, los últimos ganadores, respectivamente, de la Concha de Plata y la Concha de Plata. |
Pues bien, en Yo, también, Pablo trabaja como actor, porque Yo, también no es un documental. Pablo ríe, llora, se emociona, se enamora… en definitiva: actúa. Y sí, tiene el síndrome de down, como todos los personajes que hará de aquí en adelante si sigue en esto del cine. Igual que los de Brad Pitt (si no le envejecen demasiado) son guapos. Y todos los míos, si fuera actor, serían medio gilipollas.
Si en una película necesitamos
que un personaje tenga el síndrome de down, lo mejor es que lo haga un actor
con el síndrome de down. Acordaos de El
cantor de jazz, la primera película sonora, en la que un actor
blanco se pintaba de negro y en vez de un negro parecía un blanco con cara de
idiota, porque se notaba a la legua que era un actor blanco pintado de negro,
como le pasó muchos años después a Rody
(menciono últimamente mucho a Rody). Pero
ojo, hacer de lo que no eres, y sobre todo si haces de disminuido, está muy
bien considerado en el mundo del cine. Y si haces de disminuido es muy posible
que te den un Oscar, aunque a la hora de la verdad todos somos disminuidos en
algo: por ejemplo, Hugh Jackman
es disminuido en estar fofo, y Scarlett
Johansson es disminuida en ser plana.
Pero como tres de vosotros
habéis levantado una ceja con incredulidad cuando he dicho lo de que hacer de
impedidito está bien visto en el cine, allá va una breve lista a modo de
ejemplo:
Marlee Matlin. Es el caso
más parecido al de Pablo
Pineda. En 1986 ganó el Oscar a la mejor actriz por Hijos de un dios menor, en el
que hacía de una chica sordomuda que bailaba con William Hurt el “babumba ra-ra-ra”. Marlee también era
sordomuda. Cuando recogió el Oscar, levantó su mano e izó con dicha los dedos
índice y meñique, con el clásico gesto de los cuernos. Parecía que les estaba
diciendo a todos “¡jodeos, cabroooones, que el Oscar es mío!” Pero luego
resultó que en el lenguaje de los sordos ese geseto significa “gracias”.
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Marlee Matlin agradeciendo su Oscar o bien sugiriéndoles a los académicos que se lo introduzcan en sus anos. |
La niña de El milagro de Ana Sullivan, que se llamaba Patty Duke, ganó el Oscar a la mejor actriz de reparto por hacer de ciega, sorda y muda, como Shakira. Ese mismo año (1962) Anne Bancroftt, que interpretaba a Ana Sullivan, ganó el de mejor actriz. No hacía de disminuida, pero sí de mujer que no veía un pimiento, de hecho el personaje real acabó ciego. El milagro de Ana Sullivan es la película que me ha arrancado el sollozo más vergonzante de mi historia como espectador. ¿Cuándo? En la escena en la que la niña de golpe lo comprende todo. Qué momento.
Mira, otra muda: Holly Hunter en El piano (1993). Oscar a la
mejor actriz. ¿A que ya van saliendo muchos ejemplos?
Dustin Hoffman, que no
ganó un Oscar por El graduado,
ni Perros de paja,
ni Cowboy de medianoche,
ni Marathon man, ni
Papillon, lo ganó
en 1988 por hacer de autista. Mejor actor por Rainman. Como dice mi hermana Bea, en la
recogida del Oscar él también parecía autista.
4 años después, otro grande
que no ganó el Oscar por El
padrino, ni Tarde
de perros, ni Sérpico,
se lo llevó por hacer de ciego, para colmo en un remake. Es la muestra más
clara de que interpretar a un discapacitado que dé penita se valora más que
interpretar, por ejemplo, a un charcutero de Lugo. Estaba hablando de Al Pacino en Esencia de mujer, que no os
lo había dicho.
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Al Pacino en el famoso tango de "Esencia de mujer". Para ser ciego, qué bien sabe dónde tiene que arrimar la cebolleta. |
Y el segundo de los dos Oscars (consecutivos) que ganó Tom Hanks fue por hacer de tonto, aunque todo el mundo a estas alturas sabe que Forrest Gump no era tonto, porque tonto es el que hace tonterías.
En 1996 aparece un Oscar para
un actor que interpreta a un discapacitado que para mí es el más merecido de
este ránking: Geoffrey Rush
en Shine,
por encarnar a un pianista prodigioso que tenía una enfermedad mental. La
interpretación de Geoffrey
Rush ponía los pelos de punta incluso a los hermanos Matamoros.
En la entrega de los Oscar actuó el verdadero pianista, David Helfgott. A parte
del público le entró la risa nerviosa, pero no porque se rieran de David o por disimular su
compasión, sino porque el tipo estuvo simpatiquísimo y sobre todo porque
acojonaba cómo Geoffrey
Rush lo había clavado en la película.
A Pablo Pineda tampoco le
gustaría despertar compasión. Pero mira tú por dónde, el miércoles pasado Pablo Pineda me dio mucha
pena. Pero no porque tenga el síndrome de down, sino porque le invitaron a El Hormiguero y tuvo que ir.