viernes, 10 de julio de 2009

Famosos en la calle

Los que hayan leído alguna vez este blog ya sabrán que soy periodista, que me dedico a la información cinematográfica y que mi cociente intelectual es semejante al de un papión joven. También sabrán que le daría gracias a Dios por mi trabajo cada día si creyera más en él, pero por lo pronto se las doy a una estampita que tengo en casa de Rafa Sánchez, el de La Unión.
Dedicarte a la información de cine supone que entrevistas a actores y actrices. En estos años he tenido la suerte de hablar con Morgan Freeman, Scarlett Johansson, Dustin Hoffman, Monica Bellucci, Ralph Fiennes, Cate Blanchett, Sylvester Stallone… A mí éstas entrevistas me siguen imponiendo, todavía no he asumido que la persona que tengo enfrente espera ver a un periodista coherente y no al patético friki-fan-aficionado al cine que soy. Pero a ver si me explico: en estos casos yo no me llego a poner nervioso, no pierdo los papeles. Me intimidan, pero sé a lo que voy, sé desde unos días antes que a las tantas y media del día tal del mes cual tengo una cita con Dustin Hoffman. Y cuando llegan esos cinco o seis minutos (porque nunca son más), suelto mis preguntas, escucho las respuestas, intento meter una cuestión original para que vean lo listo que soy y cuando quiero darme cuenta, las Hermanas Hurtado de rigor dicen eso de “¡campaaaaana y se ha acabao!”
Dustin Hoffman. Cómo puede ser que recuerde más borrosamente el día que le conoci que la vez que vi en la calle a Enrique del Pozo.
Entonces, si estoy tan habituado a ver de cerca a actores importantes… ¿por qué el otro día voy andando por mi calle y de repente pasa José Sacristán, me parece impresionante que eso me suceda a mí, me pongo un poco nervioso y empiezo a seguirle un rato hasta que veo que enfila una calle larguísima y me da pereza continuar? ¿Por qué subo a casa y le digo a mi chica “tía, tía, he visto a José Sacristán” y a lo mejor se me olvida añadir “y la semana que viene entrevisto a Kirsten Dunst?

¿Por qué me pone tan contento que mi amiga Maria José, que vive en mi calle muchos años antes que yo, me cuente que en mi calle y en las aledañas han vivido Concha Velasco, Vicente Parra, Alfonso del Real, Sara Montiel, Bobby Deglané, Tino Casal y que fue al colegio Javier Bardem? ¿Por qué ese orgullo, si la mayor parte de ellos me soplan la pirulita? ¿Por qué pienso: “Dios, pero cómo me gustaría verles pasear a todos ellos por estas aceras tan hermosas”?
Pues yo creo que porque hablamos de verles en la calle, y eso no te lo esperas. Pero de todas maneras, no es normal. No es normal la naturalidad con la que llevé que Dustin Hoffman se riera de mis gafas y de mi pelo de pincho, y que de repente busque una cámara de fotos como un loco porque Jorge Javier Vázquez me adelanta por la Plaza Mayor paseando con su novio. Y mi mitomanía (cutre) no se limita a Jorge Javier y Sacristán: os cito otros cuantos ejemplos cutres ocurridos en los últimos días:
Estaba yo tomando un café con Cristina Teva, la presentadora de mi programa de televisión. De pronto noto que algo me roza en la nuca. Me giro y es que había pasado un tipo y me había dado un golpecito. Miro al tipo y es Nacho Vidal. No quiero pensar, dado que yo estaba sentado y él de pie, con qué parte del cuerpo me rozó en la nuca. Nacho se sentó al fondo del café con una novia, amiga o muñeca hinchable de obesísimos pechos. Mira que me gusta Cristina Teva, pero el rato que duró nuestro café, yo no pude dejar de mirar a Nacho Vidal.
Esta vez la testiga fue mi chica: paseábamos por la calle y nos adelanta un tipo. Yo soy miope y ganso, así que dije: “mira, Viggo Mortensen”. Lo dije de coña, porque se parecía un poco. Y tanto: era Viggo Mortensen. Caminaba solo por Madrid, y se paró en el metro de Alonso Martínez a esperar a alguien, supongo que a Légolas. Y te lo quedas mirando, y no sabes si hacerle una foto, pedirle un autógrafo o empujarle escaleras abajo con una risa histérica. En cambio, si me lo ponen enfrente para entrevistarle, seguro que hasta articulo un discurso coherente. ¿Por qué me sucede esto, oh mi señor Jehová?
Una vez, muy jovencito yo, me subí a un autobús en el que estaba Kiko Ledgard. Si no sabes quién es Kiko Ledgard es que eres insultantemente joven. Me senté a su lado y no paré de hablarle hasta que me invitó a tomar café un día a su casa. Nunca fui, pero me lo pasé pipa.
Mi calle. Por ella TIno Casal ha canturreado "Eloise", y Vicente Parra "Dónde vas, Alfonso XII".
Dos testigos más de este misterio: mis amigos Mayte y José Luis. Estamos tomando una cerveza en una terraza de Majadahonda y en la mesa de al lado está Santiago Urrialde (“el reportero total”, el autor de la frase “no siento las piernas”). Sí, lo sé, es cutre como famoso, tanto que incluso el año pasado estuve cerca de colaborar con él. Y me importa un pito su carrera, la verdad, pero hasta que no se fue de la mesa, ninguno de los tres le quitamos ojo.

Cenando también con mi chica en las Tres Manolas, en la Plaza de Ramales de Madrid, entran Fonsi Nieto y Rosauro con una panda de amigos que calificaría de muy pijos si no fuera porque no me gusta clasificar a las personas de muy pijas. No sé quién es Rosauro, eso me lo sopló mi chica, y una vez enterado, su existencia me la sopló a mí. Pero sí que sé quién es Fonsi Nieto, y también sé que sus amigas estaban bastante buenas, así que no es que no pudiera quitarles ojo, es que no pude quitarles oído, porque no veais cómo gritaban para pedir unas ensaladas, los muy condenados.
Eso sí, tampoco hay que ponerse como un amigo mío que dice que cuando era dependiente de un Seven eleven, entró Charlton Heston y en perfecto castellano le pidió un paquete de Fortuna. Yo creo que alucinó. Otro amigo mío más fiable creyó ver a Samuel L. Jackson por Huertas una noche. Y yo en ocasiones veo muertos.

El caso es que no sé por qué tengo este doble rasero con los famosos. ¿Me podéis ayudar? ¿Os pasa esto a vosotros? Venga, contadme qué famosos, cutres o no, habéis visto hace poco.