Ya sabéis, el Tío Jess, o sea, Jesús Franco, o sea, el Goya de
Honor de este año. Una decisión que honra a la Academia, sobre todo por lo poco
académico que es y ha sido toda la vida don Jesús. La pasada semana, la
Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España (me encanta
decir este nombre entero) anunciaba en rueda de prensa que él era el nuevo
Goya honorífico, para lo cual se lo trajeron en un viaje relámpago desde Málaga
a Madrid. Esa mañana tuvo entrevistas con todos los medios de comunicación. Y
por una de esas maravillosas razones que te hacen amar esta profesión (esta
profesión es la del periodismo especializado en cine, lo digo porque igual a
estas alturas todavía hay alguien que piensa que soy churrera), y por
ciertas influencias que ahora mismo os cuento, Jess Franco nos dedicó la comida, el
café y la tarde exclusivamente a nosotros, o sea, al programa de tele por el
que me pagan (Cinexprés, CANAL+, momento publicidad).
Tengo el placer de trabajar
muy cerca (física y químicamente) de Pedro
Temboury, un cineasta también malagueño, un cachondo mental, un
amigo y heredero artístico del Tío Jess, y director de las películas
Ellos robaron la picha de Hitler y Kárate a muerte en Torremolinos. Por eso,
cuando le propuse que en lugar de un redactor de nuestro programa fuera él
quien charlara con Jesús ante nuestras cámaras, ambos aceptaron gustosamente.
Pero Jesús Franco nos
puso una única condición para retrasar su tren de vuelta a Málaga: que le
invitáramos a comer.
Por ciertas y cutres razones
que no vienen al caso, no pude asistir al grueso de esa comida, que
compartieron Pedro, Jesús y Lina
Romay, su actriz, su mujer, su apoyo, su musa. Pero sí llegué a
tiempo de tomarme un café con el Tío Jess, casi una hora antes de que
empezáramos a grabar el programa. Y fue una hora deliciosa. Porque Jesús Franco, de cuyo
cine no me declaro fan (aunque sí de lo que significa), tiene una vitalidad,
una gracia, una retranca y una lucidez a sus setentaypico años -
aunque aparenta unos pocos más - que para mí hubiera querido a los veinte, y no
os cuento ya ahora. Y no para de contarte anécdotas. Como por ejemplo:
- Por qué cree que le han
dado el Goya.
- Por qué Orson Welles le
eligió como ayudante para Campanadas a
medianoche.
- Por qué Orson Welles, que
hablaba español perfectamente, se dirigía a él en francés.
- Cómo Campanadas a medianoche ganó un
premio en Cannes sin que Orson
Welles supiera que se presentaba.
- Su relación con Miguel Mihura, Tono o Edgar Neville. Las
coñas que se traían estos caballeros.
- Etcétera.
Como esto se me empieza a ir de espacio, tiempo y otras
coordenadas, me vais a permitir que os cuente mañana todas estas cosas que me
contó el Tío Jess. Eso sí: allá va una foto de Jesús Franco, Pedro Temboury y un servidor (yo sólo
salgo bien en las fotos cuando me tapan un poco). Lo de que Temboury y yo
vayamos de uniforme fue fruto de la casualidad. Lo de posar echando un pulso “a
tres” fue idea de Jesús.
![]() |
Jesús Franco con Pedro Temboury y yo. Qué monos. |
P.D.: Sergio Catá, un viejo amigo (que no un
amigo viejo), ha vuelto a ganar en un certamen con su corto Esto no es un western: Primer Premio del Festival de Almería. Sergio ha escrito un
comentario en este blog en un post de hace unos días. Como ese comentario es un
diagnóstico perfecto de la situación de los cortometrajistas (pero de los
buenos, no de todos) y como a lo mejor no os lo leéis porque hay que retroceder
varias semanas, aquí os lo dejo.