lunes, 15 de diciembre de 2008

Los vampiros salen del armario (True Blood)

Hace unos diez días, CANAL+ estrenaba TRUE BLOOD (SANGRE FRESCA), una de esas series que lamentablemente sólo llegan a las televisiones cada cierto tiempo. Porque es verdad que desde hace unos 8 años el mundo de las series ha experimentado un subidón de calidad espectacular, y desde entonces se dice eso de que “el talento ya no está en el cine, sino en la tele” (bueno, yo no estoy de acuerdo con esto, creo que el talento sigue estando en el cine y que ahora, además, también está en la tele). Pero ojo, que desde que tuvo lugar ese “subidón de calidad”, nos venden cada nueva serie americana como la última genialidad de no sé quién o la nueva maravilla de no sé cuántos, y tampoco es eso. Pero True Blood sí que es de las buenas-buenas.
Anna Paquin muy guapa con otro chico que también es muy guapo pero que es un vampiro
Este subidón de calidad de las series americanas comenzó en 1999 y 2000 (más o menos) con dos producciones de la HBO: Los Soprano y A dos metros bajo tierra. Las dos eran (y lo serán siempre) muy grandes. Pues bien: True Blood es del creador de la segunda, Alan Ball, un señor que además tiene en su currículum el puntazo de haber escrito el guión de American Beauty (¿veis como en el cine también surge talento?). El punto de partida de True Blood es sencillo pero genial: en Japón inventan una bebida consistente en sangre sintética (llamada True Blood), y eso permite que los vampiros se puedan alimentar sin necesidad de matar a la gente o a las vacas. Entonces, comienzan a aparecer vampiros que vivían en la clandestinidad, y es más, pretenden integrarse en la sociedad y tener los mismos derechos que el resto de los humanos.
La protagonista es Anna Paquin, que hace de una joven estadounidense que se enamora de uno de esos vampiros, lo cual no es demasiado bien visto por su círculo personal y laboral. Anna Paquin es la niña de esa joyita de 1993 llamada El Piano, por la que ganó un Oscar que agradeció con un discurso en el que se quedó sin palabras, protagonizando uno de los momentos más auténticos y bonitos de las ceremonias de los Oscar (años después Isabel Coixet fingió quedarse también sin palabras en un discurso, protagonizando uno de los momentos más falsos y patéticos de los Goya. No lo he encontrado en Youtube, seguramente nadie lo ha colgado porque le dio vergüenza ajena. Pero esto no tiene nada que ver con True blood… o sí).
Anna Paquin ya no es la niña de El piano, sino una chica con poderes telepáticos (escucha lo que piensan los demás) y que además está bastante buena. Tanto, que un vampiro se enamora de ella y viceversa. Pero la verdadera gracia de True Blood no está en esta historia de amor, sino en los que la contemplan desde fuera. Porque el resto de los “humanos” no quieren que los vampiros se integren en la sociedad así como así. Porque es que estos vampiros que hasta ahora estaban metidos en su armario particular (o en su sarcófago, no sé), además de ser vampiros, resulta que son mejores amantes que los humanos, que tienen más fuerza, que disfrutan con alegría de la vida (eterna) y que tienen unos poderes que nosotros ni imaginamos.
Es como cuando, por ejemplo, se les permitió a los negros participar en las Olimpiadas, y de pronto descubrimos que corrían más que los blancos y que ganaban más medallas. O que ellos (los negros masculinos, digo), horror, la tienen más grande. Y que ellas (las negras femeninas) tienen un cuerpazo felino, unas voces y un ritmo musical de no te menees (con perdón de la expresión). O cuando de repente los gays colonizaron un barrio y éste resurgió con cierto estilo y buen gusto. Y de repente parece que se lo pasan mejor que los demás, y que tienen dinero, y cierta sensibilidad artística, y son mucho más promiscuos, dicen. Y entonces nos dan envidia, y siempre hay quien intenta que sus derechos no sean iguales que los de ”los demás”, por si acaso.
Porque de esto va True Blood. Esos vampiros en realidad no son vampiros: son negros, son gays, son cualquier grupo social víctima de la discriminación. Y cuando quieren mezclarse con nosotros, nos dan miedo. Intentad ver True Blood. La forma más legal sería verla en CANAL+, pero bueno, ya sabéis como funciona esto.

P.D: Hoy no he hablado de cine porque mi blog vecino Mil maneras de matar al D.J. lo ha hecho magistralmente mezclando cine y música, así que si queréis cine, lo mejor es que me pongáis los cuernos un ratito con él. No me importa, vosotros y yo formamos una pareja abierta. Gracias, Fermín.