martes, 11 de noviembre de 2008

Cortometrajes (¡me aburro!)

Este fin de semana he estado en Alcalá de Henares, una localidad madrileña tan bonita tan bonita y tan famosa tan famosa que los madrileños no vamos nunca a verla. Allí se celebra Alcine, que es el Festival de cortometrajes que organiza Alcalá desde hace 38 años.
Vaya por delante que a mí me gustan los cortometrajes. Algunos me parecen con diferencia lo mejor de la filmografía de algunos directores, como El columpio, El secdleto de la tlompeta, Esposados, El último golpe o El secreto mejor guardado. Pero lo malo de los cortos es que la mayoría de ellos son caca. Porque claro, hacer un corto bueno es difícil, pero hacer uno malo ya no lo es tanto (y esto no es una perogrullada: hacer una película, buena o mala, siempre es difícil).
Bueno, el caso es que me planto en Alcalá para ver 6 cortometrajes. Esto supone un 20% de los que se presentaron al  certamen nacional, y un 10% de los que participan en la totalidad de concursos. O sea, una muestra considerable.
"Esto no es un western", el cortometraje de Sergio Catá.
Primero veo un corto que se llama ¡Nena!, que firma Lluís Segura. Lo protagonizan dos niños que, jugando, reflejan todos los comportamientos de una pareja tradicional. Quedaros con el nombre del corto, o si preferís me lo quedo yo y ya os aviso, porque podría estar nominado a los Goya (el corto, no yo). Tiene humor, ternura, imaginación… y una música que me puso un poco nervioso, pero esto es muy habitual en los cortos.
Luego pasaron uno documental que se llama One Goal. Se podía haber llamado Un gol, pero se llamaba One goal. El material del corto es perfecto para llegar al público: un equipo de fútbol de mutilados de Sierra Leona que juegan con muletas y que le darían sin problemas una paliza a mi equipo de fútbol-sala (este no es un gran dato: si tú, seas quien seas, montas un equipo con tus padres y tus abuelos, estén vivos o no, también ganarías a mi equipo de fútbol-sala). El caso es que el director se debió de emocionar con la cámara y grabó todo lo que pudo, lo cual es normal, pero luego nadie le dijo: “no montes todo lo que has grabado, y mucho menos en el mismo orden en el que lo has grabado, o la gente se aburrirá”. Jesús, qué rollo. One goal ha ganado este fin de semana en Tenerife el premio del público del Festival MiradasDoc, lo que quiere decir dos cosas: a) que para gustos se hicieron los colores, y b) que como en Canarias es una hora menos, igual el corto se les hizo una hora menos largo que a mí, y por eso lo votaron.
Los siguientes tres cortos me hicieron sacar una conclusión: CUÁNTO DAÑO HA HECHO JAIME ROSALES A LOS FUTUROS (O NO) CINEASTAS. A Jaime Rosales le salieron muy bien los silencios de Las horas del día y La soledad, pero porque Jaime Rosales es un genio. Y el experimento de Tiro en la cabeza, consistente en que no oigamos a los protagonistas, seguro que está muy bien, pero yo soy de los que no lo entendieron. El caso es que Natacha y El encuentro son dos cortos del subgénero éste de “los silencios”. El primero me cuenta cómo una chica del Este es traída a España para ejercer la prostitución. La historia no me dice nada nuevo. Y los protagonistas directamente no me dicen nada porque no hablan. El encuentro no lo entendí. Es un corto en el que tampoco hablan, pero creí captar que a una chica en un instituto se le muere un familiar o algo así, porque un amigo le deja un boli y da golpecitos en el baño. Ya sé, esta sinopsis es absurda, pero es lo que entendí yo. El tercero, Tres en playa, está grabado como Tiro en la cabeza, de lejos, no se oye nada, sólo el ruido del mar, y es otra historia absurda en la orilla de una playa que por lo menos se acaba pronto. Amigos, para ser como Jaime Rosales hay que ser Jaime Rosales.
Otra cosa fue Esto no es un western, un corto de Sergio Catá con fotografía de Ignacio Giménez-Rico y dibujos de Jorge Artajo. Como los tres son amigos míos, igual pensáis que estoy mediatizado, pero qué va: el público del Teatro Cervantes se rió, aplaudió, interrumpió con carcajadas, etc. Y eso que no es un corto de humor (aunque lo tiene, y mucho), es un duelo entre el bien y el mal, la cobardía y la casualidad, la sinrazón y la lógica. Qué cosas tan espesas digo a veces. Sergio ha hecho cortos cojonudos como Adiós, amor y El hombre que volaba un poquito, y ha escrito El viaje de Said, que ganó un Goya. Yo no sé por qué Sergio no hace largos, seguro que en los suyos los actores hablarían y dirían cosas inteligentísimas y graciosísimas.

Bueno, el caso es que si de 6 cortos españoles sólo me gustaron 2, de los 31 que participan me deberían gustar sólo 10 coma 3 con periodo. Y eso para un festival es muy poco. Pero da igual: como me gustan tanto los cortos, el año que viene le pediré a Enrique Catá o a Laura Olaizola que me vuelvan a llevar a Alcalá. Aunque, como a Homer, a veces me apetezca gritar en la sala: “¡Me aburrooooo!”