Este fin de semana he estado en Alcalá de Henares, una localidad madrileña
tan bonita tan bonita y tan famosa tan famosa que los madrileños no vamos nunca
a verla. Allí se celebra Alcine, que es el Festival de
cortometrajes que organiza Alcalá desde hace 38 años.
Vaya por delante que a mí me
gustan los cortometrajes. Algunos me parecen con diferencia lo mejor de la
filmografía de algunos directores, como El
columpio, El secdleto de la tlompeta, Esposados, El último golpe o El secreto mejor guardado.
Pero lo malo de los cortos es que la mayoría de ellos son caca. Porque claro,
hacer un corto bueno es difícil, pero hacer uno malo ya no lo es tanto (y
esto no es una perogrullada: hacer una película, buena o mala, siempre es
difícil).
Bueno, el caso es que me
planto en Alcalá para ver 6 cortometrajes. Esto supone un 20% de los que se
presentaron al certamen nacional, y un 10% de los que participan en la
totalidad de concursos. O sea, una muestra considerable.
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"Esto no es un western", el cortometraje de Sergio Catá. |
Primero veo un corto que se llama ¡Nena!, que firma Lluís Segura. Lo protagonizan dos niños que, jugando, reflejan todos los
comportamientos de una pareja tradicional. Quedaros con el nombre del corto, o
si preferís me lo quedo yo y ya os aviso, porque podría estar nominado a los
Goya (el corto, no yo). Tiene humor, ternura, imaginación… y una música
que me puso un poco nervioso, pero esto es muy habitual en los cortos.
Luego pasaron uno documental
que se llama One Goal. Se
podía haber llamado Un gol,
pero se llamaba One goal. El
material del corto es perfecto para llegar al público: un equipo de fútbol de
mutilados de Sierra Leona que juegan con muletas y que le darían sin problemas
una paliza a mi equipo de fútbol-sala (este no es un gran dato: si tú, seas
quien seas, montas un equipo con tus padres y tus abuelos, estén vivos o no,
también ganarías a mi equipo de fútbol-sala). El caso es que el director se
debió de emocionar con la cámara y grabó todo lo que pudo, lo cual es normal,
pero luego nadie le dijo: “no montes todo lo que has grabado, y mucho menos en
el mismo orden en el que lo has grabado, o la gente se aburrirá”. Jesús, qué
rollo. One goal ha
ganado este fin de semana en Tenerife el premio del público del Festival MiradasDoc, lo que
quiere decir dos cosas: a)
que para gustos se hicieron los colores, y b) que como en Canarias es una hora menos,
igual el corto se les hizo una hora menos largo que a mí, y por eso lo votaron.
Los siguientes tres cortos
me hicieron sacar una conclusión: CUÁNTO DAÑO HA HECHO JAIME ROSALES A LOS
FUTUROS (O NO) CINEASTAS. A Jaime
Rosales le salieron muy bien los silencios de Las horas del día y La soledad, pero porque Jaime
Rosales es un genio. Y el experimento de Tiro
en la cabeza, consistente en que no oigamos a los protagonistas,
seguro que está muy bien, pero yo soy de los que no lo entendieron. El caso es
que Natacha y El encuentro son dos cortos
del subgénero éste de “los silencios”. El primero me cuenta cómo una chica del
Este es traída a España para ejercer la prostitución. La historia no me dice
nada nuevo. Y los protagonistas directamente no me dicen nada porque no hablan.
El encuentro no lo
entendí. Es un corto en el que tampoco hablan, pero creí captar que a una chica
en un instituto se le muere un familiar o algo así, porque un amigo
le deja un boli y da golpecitos en el baño. Ya sé, esta sinopsis es absurda,
pero es lo que entendí yo. El tercero, Tres
en playa, está grabado como Tiro
en la cabeza, de lejos, no se oye nada, sólo el ruido del mar, y es
otra historia absurda en la orilla de una playa que por lo menos se acaba
pronto. Amigos, para ser como Jaime Rosales hay que ser Jaime Rosales.
Otra cosa fue Esto no es un western, un
corto de Sergio
Catá con fotografía de Ignacio Giménez-Rico y
dibujos de Jorge Artajo.
Como los tres son amigos míos, igual pensáis que estoy mediatizado, pero qué
va: el público del Teatro Cervantes se rió, aplaudió, interrumpió con
carcajadas, etc. Y eso que no es un corto de humor (aunque lo tiene, y mucho),
es un duelo entre el bien y el mal, la cobardía y la casualidad, la sinrazón y
la lógica. Qué cosas tan espesas digo a veces. Sergio ha hecho cortos cojonudos
como Adiós, amor y El hombre que volaba un poquito,
y ha escrito El viaje de Said,
que ganó un Goya. Yo no sé por qué Sergio no hace largos, seguro que en los
suyos los actores hablarían y dirían cosas inteligentísimas y graciosísimas.
Bueno, el caso es que si de
6 cortos españoles sólo me gustaron 2, de los 31 que participan me deberían
gustar sólo 10 coma 3 con periodo. Y eso para un festival es muy poco. Pero da
igual: como me gustan tanto los cortos, el año que viene le pediré a Enrique Catá o a Laura Olaizola que me
vuelvan a llevar a Alcalá. Aunque, como a Homer, a veces me apetezca gritar en
la sala: “¡Me aburrooooo!”