miércoles, 26 de noviembre de 2008

48 horas en Marrakech (o en su Festival de Cine)

Festival de Cine de Marrakech. Noviembre de 2008. Durante 10 días, los marrakechíes (o como se diga) han disfrutado del mejor cine americano, británico, europeo y africano. Han homenajeado a Sigourney Weaver, Barry Levinson y Michelle Yeoh. Han recibido la visita de Agustí de Villaronga, Joaquim de Almeida, Daniel Burman y Anna Galiena. Y me han invitado con un selecto equipo de mi cadena de televisión a pasar 48 horas inolvidables. En las que parece que no da tiempo a casi nada, pero no os creais. Nos dio tiempo a hacer bastantes cosas.
Pantalla gigante en la Plaza de "Llama-a-la-Fnac"
  • Horas 1 a 3. Durante el vuelo leo que la discoteca Pachá Valencia sortea unos implantes mamarios entre sus clientes. Me palpo los senos y decido acudir a Pachá Marrakech, por si acaso.
  • Horas 4 y 5. Entre las personas que venimos a entrevistar se encuentran Anna Galiena y Daniel Burman. Nos comunican por teléfono que Anna Galiena no ha llegado a aparecer por el Festival y que Daniel Burman se ha marchado del mismo esta mañana. Seguramente no les entrevistemos.
  • Hora 6. Cogemos un taxi hasta la Plaza Jama el Fena, pero yo no lo sé pronunciar y le digo al taxista que me lleve a la “Plaza llama a la FNAC”. Me entiende.
  • Horas 7 y 8. Cenamos en una terraza preciosa donde no nos sirven alcohol porque se ve la Mezquita. Les digo que no importa, que me quito las gafas y así no la veo, pero ni por ésas. Me saca de la cena Tony Aguilar al teléfono (cosa que ya me ha hecho en San Sebastián y en Valencia). Tony no perdona mi intervención de los jueves en radio, y yo se lo agradezco, aunque cuando vuelvo a la mesa ya no encuentro mi cuscús con pollo. La verdad es que durante el rato que estuve en la mesa encontré el cuscús, pero no el pollo.
  • Horas  9 y 10. Acudimos a un cóctel en el Hotel Sofitel, al que hay que ir vestido de fiesta pero al que nos presentamos vestidos de indigentes. Aún así, nos dejan pasar. Hay tanto glamour que no sabemos si estamos en Marrakech o en Cannes. Y si esto es un cóctel, nosotros debemos de ser las gambas. Nos regalan un boli y una vela que parece un vaso de leche (con leche). Qué pedo más tonto.
  • Horas 11 a 18. Duermo plácidamente.
  • Hora 19. Acudimos a nuestra cita con la directora del Festival, que se llama Melita Toscan du Plantier, unos apellidos que cuando acabe de escribir este post ya se me habrán olvidado. El nombre no, porque es igual que el de la cafetera. Durante la entrevista que le hace Cristina Teva, nuestro sonidista Javi decide agredirla (a la cafetera) con la pértiga que sujeta el micrófono. A ella no le sienta del todo bien, y yo en parte la entiendo.
  • Hora 20. Acudimos a nuestra cita con Joaquim de Almeida. A primera vista, me da la impresión de que no tiene cejas. Cristina, que es la que le ha entrevistado y ha estado más cerca que yo, dice que sí que tiene pero que muy finas, como las de un bebé. Yo me acerco todo lo que puedo y creo que lo que pasa aquí es que Almeida no tiene cejas. Pero no me hagáis mucho caso. Joaquim me dice que se alegra de que le haya entrevistado Cristina en mi lugar, porque ella es guapa y yo no. No era necesaria tanta sinceridad. Me preocupo nuevamente por mi aspecto y me replanteo lo de pasarme por Pachá.
  • Hora 21. Acudimos a nuestra cita con Agustí de Villaronga, que es miembro del jurado. Es muy amable, pero para mi gusto se mostró demasiado sorprendido de que yo fuera el director del programa.
  • Hora 22. Acudimos a nuestra cita con Michelle Yeoh, que es una señora de Malaisia muy guapa que ha hecho películas como Tigre y dragón o Memorias de una Geisha. Nada que alegar.
Michelle Yeoh, en la alfombra roja del Festival
  • Horas 23 y 24. Comemos en un hotel que es medio palacio o un palacio que es medio hotel. Todo muy rico.
  • Hora 25. Preparamos en una sala del hotel nuestro encuentro con Barry Levinson. Para adecentar la estancia, entre nuestro director de fotografía Eduardo y nuestra productora Cristina (con ayuda del resto) descuajeringan una mesa y un biombo. Los dejamos todo como estaba, pero al momento entra un empleado del hotel, toca el biombo y éste se desmorona accidentalmente.
  • Hora 26. Aparece Barry Levinson. Contra todo pronóstico, acude a la cita vestido de chándal. Y durante la entrevista que le hizo Cristina, yo diría que el hombre estaba empalmado (os lo juro). No puedo culparle por ello, pero creo que ya venía así de serie. Como yo no veo muy bien, no me jugaría demasiado dinero, pero le hice una foto y mis compañeros están conmigo, o casi. No cuelgo la foto por respeto a Rainman.
  • Horas 27 a 30. Grabamos unas presentaciones para el programa en un cibercafé y nos plantamos en la alfombra roja del Festival. Ahí es donde por primera vez tomamos conciencia de que esto es un Festival para el pueblo de Marrakech. Hasta ahora, entre fiestas y entrevistas, no se diferenciaba mucho de un Cannes o de un certamen hecho por y para occidentales.
  • Horas 31 a 33. Nos vamos a cenar a un sitio superchulo. El taxista que contratamos para que nos lleve se enfada mucho porque no tenemos reserva en el restaurante. No entendemos el rebote, pero llega a tal punto que al final se niega a llevarnos. Joder, como para pedirle que te lleve al cine sin haber sacado la entrada.
  • Horas 34 a 42. Duermo plácidamente.
  • Horas 43 a 44. Desayunamos. Conocemos a una señora marroquí que tiene una asociación en defensa de la mujer de la que me vais a permitir que hable en otro post. Conocemos a un señor que trabaja en el Hotel y que te sirve té gratis si te sientas un rato con él. Todos probamos su té discretamente, menos Javi, que se toma cerca de 8 vasos.
  • Horas 45 a 48. En el avión de vuelta, el susodicho Javi lee Gomorra, de Roberto Saviano. Simultáneamente, yo leo en la prensa que la propia Camorra está vendiendo en los quioscos de Italia copias pirata de la película homónima de Mateo Garrone. Que es como si Pedro Jota Ramírez vendiera con El Mundo copias de su famoso vídeo con la señorita Exuperancia. Vivir para ver.

En mi caso, para ver poco, porque he perdido mis gafas en Marrakech. El que las encuentre y se las pruebe se va a quedar perplejo. No importa, ya me he comprado otras que son ideales de la muerte.