Debo reconocer antes de
empezar a escribir que:
- No pude ver el primer
episodio doble de la adaptación española de “Cheers“.
- Que soy un fan acérrimo
de la serie americana, en serio, recuerdo los capítulos los nombres de los
personajes y los actores, los gags y la ropa que llevaba cada personaje en
cada capítulo. Bueno, esto último igual no.
- Que había oído de todo
sobre la serie, y nada bueno.
- Que dicho esto, la
segunda entrega que vi el otro día no me pareció tan mal.
- Pero… tampoco me
pareció bien. Me explico.
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La espanis Cheers. |
Compañeros de los que me
fío más que de Ramón
Sánchez Ocaña recomendándome un jarabe en los 70 me hablaron de
lo bajonera que es la adaptación. Familiares sin los que sería incapaz de bajar
el Sella en una canoa horadada me criticaron con cachondeo hasta la canción
inicial. Críticos de televisión (de estos me fío menos) la pulverizaron hasta límites
insospechados, como Marcos
Ordóñez, que últimamente parece haber entrado en una espiral de
pique destroyer con Carlos
Boyero (Resines
llegó a llamar “anormales” a los señores de El
País, recordándoles que en cierto modo son la misma empresa, en una
extraña mezcla de autodefensa y de negación de la libertad de expresión).
Así que me enfrenté a la
segunda entrega con menos esperanzas de encontrar algo ingenioso que en un debate entre
Rubalcaba y Rajoy. Pero intenté hacer un ejercicio de
virginidad (!) consistente en tratar de poner mi cerebro en blanco (no es
difícil, creedme) y enfrentarme a la serie como si no hubiera visto la
original, como si no recordara las situaciones y chistes que sí recordaba
(porque “Cheers”
adapta la serie original, no es como la segunda versión de “Cámara café“, que mucho más
inteligentemente sólo adoptó el formato). Y el caso es que…
- Me reí en unos cuantos
chistes y situaciones. Creo que un chaval de 20 años que no viera la serie
en su momento, también se reiría.
- Interpretaciones como
la de Resines,
Alexandra Jiménez (esta chica es(tá) buena, ¿eh?) o Alberto San Juan no
me parecieron mal.
- He visto muchas
comedias originales españolas más flojas en los últimos años, me refiero a
“Los quién”,” A ver si llego” o incluso “La que se avecina” o (ay)
“Escenas de matrimonio”.
Pero…
En cuanto haces el
ejercicio de comparación con Cheers, la original, Resines se derrumba ante el
gran Kelsey Grammer (Frasier), Alberto y Alexandra
no resisten a Ted Danson y
Shelley Long, el bueno de Pepón Nieto sucumbe al Nooorm (cielos, en
España dicen Blaaaas) de George
Wendt, y Luis
Bermejo ni se aproxima al descojonante cartero Cliff de John Ratzenberger. Por no
hablar de la pareja de camarero-cocinero que en la original nunca convivieron y
que hacen añorar como pocos personajes a los originales “Entrenador” y Woody.
Entonces, ¿por qué
intentar superar una serie que ya estaba hecha? ¿Ya no hay guionistas capaces
de crear una sitcom desde cero? (prefiero no escuchar la respuesta) ¿Hay que
irse a “Cheers”?
Lo que vi en la tele no me pareció tan mal, pero no era necesario.
Eso sí, me acuerdo de
otros intentos españoles de recrear una gran serie americana y se me ponen los
pelos de punta. Me refiero a “Las
chicas de oro”, que en los 90 ya se intentó con una cosa
llamada “Juntas pero no
revueltas”, con Amparo
Baró, Mercedes Sampietro, Mónica Randall y Kiti Manver y que
fracasó, claro. Pero es que la que hicieron hace unos meses Concha Velasco, Carmen Maura, Alicia
Hermida y Lola Herrera, bajo la firma impune de José Luis Moreno… Dios
mío, eso no tenía nombre. Ni perdón de Dios.
O lo que antes comentaba
de “Cámara café“,
un formato francés que en España triunfó claramente, en Tele 5. Pero antes las
autonómicas lo intentaron con
Óscar Ladoire, mi querido Antonio de la Torre y Jorge Roelas, llamándolo
“Café Express”,
y fracasó, también por esa obsesión de adaptar los guiones originales.
Y también hubo por ahí
un intento de “Matrimonio
con hijos” con Ginés
García Millán…
Y lo voy a dejar ya,
porque a este paso el Cheers
de Resines me va a acabar pareciendo una obra maestra de la comedia mundial.