martes, 21 de junio de 2011

Kung Fu Panda 2. Segundas partes de su padre y su madre

Con la llegada a los cines de Kung Fu Panda 2, y con su arranque no demasiado prometedor en la taquilla (número 1, pero con cifras inferiores a lo esperado), me ha dado por pensar en el refrán ése de “segundas partes nunca fueron buenas”. Y concluyo que oye, eso no siempre es así. Yo tuve una novia que me dejó y luego volví con ella y la segunda parte no fue mucho mejor, pero la dejé yo. Y luego está la segunda parte de la prórroga de la final del Mundial de Sudáfrica, que fue mejor que la primera. Ah, y si ya os ponéis dignos y queréis hablar de cine, pues está El Padrino 2, que no es mejor pero tampoco peor que la 1, o Toy Story 3, que es la mejor de todas.
Primero de todo: quien piense que Kung Fu Panda 2 (o 1) es sólo para niños, se equivoca. La primera parte era una delicia, una de esas películas ante las que agradeces tener un sobrino o un amigo enano para poner una excusa y verla en el cine. La segunda pierde el factor sorpresa, pero no está nada mal. Lo que sucede es que el factor sorpresa es el 50% o así de la gracia de la 1.
¿Y por qué esa manía del cine de animación de hacer segundas partes? Pues porque los niños son el público más consumista del mundo, capaces de ver en DVD una misma película 100, 200, 300 veces. Un horror. Y esto me ha hecho pensar en otras películas de animación que se animaron (…) a tener una secuela. No me refiero a esas segundas partes cutres en vídeo que saca la Disney desde los 90 sólo para ver en casa: La sirenita 2, Bambi 2, Pocahontas 2, o Blancanieves y los 7 creciditos. No, yo digo películas de cine, películas, eso sí, con las que podréis entretener a vuestros pequeñuelos. O sea:
Toy Story 2 (1999). No tenía Pixar mucha pinta de ir a necesitar una segunda parte de su buque insignia, porque ya en los 90, cada vez que creaba algo tocaba el cielo: Bichos, Monstruos, etc. Pero hizo Toy Story 2, y soportó honrosamente la comparación (¡esa escena en la mansión de las Barbies!). Mucho después llegó Toy Story 3 y superó la 1, la 2 y a casi todas las demás películas de 2010.
Shrek 2 (2004). La Dreamworks aprendió pronto el truco de hacer segundas partes de sus grandes éxitos. Shrek 2 parecía un Torrente del mundo de los cuentos, con cameos de personajes de ficción por todas partes (¡esa boda cubierta por Joan Rivers de E! Enterteinment TV!). Más risa y menos chicha que empezaba a anunciar el posterior declive de la saga.
Ice Age 2: El deshielo (2006). La Fox también se animó a tener su saga y le pasó lo mismo que a Shrek: toda la frescura y originalidad de la primera parte se repetía en la segunda, pero si la frescura y la originalidad se repiten, dejan de serlo. Hay que ser muy Pixar para saber reinventarse.
Los Rescatadores en Cangurolandia (1990). A los que éramos enanos en los 70 nos gustó mucho una peli de Walt Disney de unos ratones que eran unos rescatadores de niñas. En los 90 volvieron sin ninguna necesidad, los pobres, en medio de los éxitos de Sirenitas, Aladinos y Bellabestias. Lo de llamar Cangurolandia a Australia era además como un insulto a la cultura infantil…
Fievel va al Oeste (1991). Algo parecido a lo de Disney pero en versión Universal. Si Fievel y el nuevo mundo era una peli también con ratoncito ruso que tuvo un relativo éxito, su secuela no alcanzó el mismo, más que nada porque nadie la esperaba. Es como si Arévalo y Bertín Osborne no tocan el cielo con su actual espectáculo de gira con España y se proponen hacer una segunda parte.
Madagascar 2 (2008). Otro intento de Dreamworks de estirar un chicle a costa de los niños. Si ya la primera era floja y llena de chistes para chicos muy pequeños, la segunda carecía de sentido. Sólo el económico.

Por eso a los fans de Pixar nos da miedo Cars 2 (2011), que llega el 8 de julio. Porque, aunque esté en las manos de os maestros de la animación, no invita al optimismo: Cars es la película menos valorada de la factoría, aunque eso sí, es la que más merchandising vendió. Su segunda parte no tiene por qué ser buena… como dice el refrán.