martes, 14 de junio de 2011

‘Un cuento chino’ con acento argentino

Me ponen enfermo los periodistas que se quejan de los pases de prensa que empiezan a las 10 de la mañana. Llamamos pases de prensa a las películas que nos ponen a los periodistas para que las veamos antes de su estreno y podamos hablar de ellas a nuestros respectivos pichurris, que en mi caso sois vosotros. Y siempre hay quien se queja de que las 10 es muy temprano, pero para mí empezar un lunes viendo una película es una delicia, y se me olvida que es mi trabajo, y los que se quejan de ese “esfuerzo” me ponen nervioso y les cojo manía, porque yo soy un maniático que intenta sentarse siempre en la misma butaca de la fila 8 y que coloca los libros por colores.
Ricardo Darín es también es un maniático en ‘Un cuento chino’. Tanto, que en los primeros minutos de la película, magníficos, puede recordar al personaje de Jack Nicholson en Mejor imposible. Solitario, minucioso, preciso, irritable… El retrato que se hace del personaje de Darín es necesario para entender la trascendencia que en su vida tiene el quiz de la película: que sin poder evitarlo, se le meta un chino en casa.

Todo me funciona en ‘Un cuento chino’: el director Sebastián Borensztein escribe unos chistes muy sutiles sobre el choque de culturas, que podrían ser muchos más y mucho más gruesos, pero que se limitan a cosas que nos pasarían a todos si tuviéramos que explicarnos ante alguien que posee una cultura que no comparte nuestro lenguaje y lo que es peor ¡ni siquiera nuestros gestos! Y tiene algunas frases que podrían sonar xenófobas pero que no lo son. Hay una escena en la que Roberto (su personaje) está despachando en su tienda y alguien le pregunta: “ah ¿contrataste un empleado?”, y el responde: “no, es… un chino”. Y no es despectivo,  tiene razón. Es que no es un amigo, ni un familiar, ni un becario, ni un trabajador. Es… un chino.
Tiene ‘Un cuento chino’ algunos toques de buenismo a lo Frank Capra. Tiene también unas pinceladas maravillosas de un director que también estrena película esta semana: Jean-Pierre Jeunet. Las pequeñas historias que se cuentan de vez en cuando en Un cuento chino y que no van a ninguna parte (excepto una, que es fundamental en la historia) y que pertenecen a un álbum de recortes de noticias absurdas que colecciona Darín, están narradas y filmadas con una gracia, un estilo y un cariño que recuerdan a los personajes independientes que se cruzaban en las historias de Amèlie y de Largo domingo de noviazgo. Tiene quizá algunos minutos de más: llega un momento en el que da la impresión de que la historia ya está contada y que sólo falta concluirla, pero tampoco es una de estas historias que te hacen decir: “habría bastado con un corto”. Y ojo, también tiene personalidad propia, que parece aquí que estamos llamando copiota a Sebastián Borensztein.
Ricardo Darín en su tienda.
El cine argentino que llega a España tiene un porcentaje muy alto de aciertos. Suele ser sencillo, agradable, tremendo cuando es drama, contenido cuando es comedia. Nuevereinas, Elhijodelanovia, Unnovioparamimujer, Laciénaga, Elabrazopartido, Nososvossoyyo, Tiempodevalientes, Elsecretodesusojos y LeoMessi son sólo algunas de las joyas de diferentes quilates que nos han llegado de Argentina en la última década. Y Uncuentochino es la última.