lunes, 18 de octubre de 2010

Manuel Alexandre, el adiós a la sonrisa y el trémolo

Hace exactamente una semana, en un día festivo o fiesta de guardar, me levanté algo tarde y mi chica me dijo con mucha tristeza: “Se ha muerto Manolo Alexandre. Yo creo que a los dos se nos humedecieron un poco los ojos, porque nos pasa eso cuando se muere gente así, a la que no conoces pero le tienes cariño de verdad.
Al rato, mi hermana cinéfila me envió un SMS: “Se ha muerto Manolo Alexandre. Porque nosotros nos avisamos por SMS cuando muere gente a la que no conoces pero le tienes cariño de verdad, yo creo que lo hacemos para irnos suavizando la noticia.
Porque cuando se va gente como Manolo Alexandre, esa gente que lleva toda la vida haciéndote reír, alegrándote la existencia, entreteniendo tu infancia, juventud y madurez… pues uno ya no sabe si se va un actor, un amigo o un familiar, y te acabas creyendo que Manolo era tu abuelo, igual que te creías que Paul Newman era tu tío de Ámérica. Y cuando se van, pues se te humedecen los ojos, o directamente lloras.
Porque a Manuel Alexandre, Alejandre de nacimiento, porque la “X” se la puso él mismo (y luego había gente que le ponía también una “i” de “Aleixandre“), hay muchos motivos para llorarle. Pero también los hay para recordarle con una sonrisa.
  • Por ejemplo, su voz. Peculiar, inconfundible, como las de sus hermanos Fernando Fernán-Gómez y José Luis López Vázquez. Ese tembleque tan cómico, tan personal, tan entrañable. Manuel les decía a los directores: “¿Te lo hago con trémolo o sin trémolo?
  • Sus secundarios, porque casi todos sus papeles eran secundarios. Algunos tan secundarios como los de Muerte de un ciclista, El verdugo o Los jueves, milagro. Tres papeles mínimos, pero que definen la importancia de este secundario de lujo: Manuel era el ciclista atropellado, el reo ajusticiado y el infeliz visionario que creía ver a San Dimas. Fijaos qué tres papeles: si los elimináis, no hay historia.
  • El maravilloso cuñado cojo de Plácido. Ése que anima las Navidades con un trino en la voz: “¡Déjese de besugo! Perdiz escabechada, foie gras, jamón en dulce… ¡Hoy vamos a comer a la moderna, como los americanos!” 
Plácido.
  • Benítez, uno de los cómplices del Atraco a las 3. Ese galán frustrado que por la calle aborda a las mujeres: “Estoy disponible, guapa” “No me extraña nada, joven”… Ése que intenta seducir a Gracita Morales en la oscuridad… “¡Benítez… que le sacudo!” (y le sacude)… Ése que cuando todos dicen lo que se quieren comprar con el dinero del atraco, culmina la espiral de optimismo: “¡Y un cortijooo! ¡Con torooos!”.
  • Sus apariciones en clásicos imprescindibles como Bienvenido Mr. Marshall, Historias de la televisión y Calabuch (él era el pintor surrealista, y no surrealista en cuanto a estilo, sino surrealista en cuanto a carácter).
  • El pobre hombre que pierde la memoria a ratos, y siempre cuando menos conviene, en ¡Vivan los novios!, en esa ciudad tan cinematográfica y maravillosa que es Sitges…
  • Su inolvidable y televisivo Estupiñá de Fortunata y Jacinta; el maravilloso abuelo anarquista de El año de las luces, casado con, pero no enamorado de, Rafaela Aparicio.
  • El homenaje que le rindió hace doce años en el teatro al gran José Orjas, interpretando en Atraco a las tres al director jubilado del banco por el que todos se unen para dar el golpe. Manuel Alexandre fue Don Felipe casi 40 años después que Pepe Orjas. 
Manuel Alexandre.
  • Su aportación a la serie de los primeros años 90 Los ladrones van a la oficina, una serie horrorosa, pero que reunió a Fernando Fernán-Gómez, Agustín González, José Luis López Vázquez, Manuel Alexandre… Todos tan grandes y todos ya desaparecidos…
  • Su primer papel protagonista (o uno de los primeros) con casi 80 años, el abuelo militar y ya demente de El ángel de la guarda, una buena película de Santiago Matallana casi olvidada.
  • Franco, su último papel para una miniserie de televisión. Qué paradójico. Tan distintos como eran y tan creíble lo que vimos… ¿Se imaginan a Franco con el trémolo y la bondad de Alexandre? “Españoooleeees…” La historia de España habría sido otra.
  • Lo agradable que hacía Manuel Alexandre el simple hecho de pasar por la puerta del Café Gijón de Madrid. Allí, junto a la ventana, tenía su tertulia con su inseparable Álvaro de Luna. Si los sábados, sobre las 7 de la tarde, pasabas por la puerta del Gijón y mirabas dentro, veías a Alexandre allí. Y si otro sábado volvías a pasar y decías: “voy a mirar hoy también, a ver si está”… pues oye, estaba. Y así fue hasta hace sólo unos meses.
  • El otro día, CANAL+ emitió el programa Epílogo dedicado a Manuel Alexandre. Epílogo es un programa espeluznante en el que Begoña Aranguren entrevista a gente famosa pactando con ella que no se emitirá nada hasta que ellos hayan muerto, dejándoselo además muy claro: “Manuel, esta entrevista se emitirá cuando usted se haya ido“. Y por si acaso no ha entendido lo de “cuando usted se haya ido”, añade. “O sea, cuando usted se haya muerto”. Esta entrevista fue hecha hace 12 años (Alexandre habla de la reciente muerte de Rafael Alonso), y aunque carece absolutamente de ritmo, conforta escuchar algunas de las cosas que cuenta Manolo. Y entre ellas, dice que le gustaría ser recordado como un hombre leal y bueno. No creo que le cueste demasiado conseguirlo.
Atraco a las tres.
Cuando murió José Luis López Vázquez, no sé en qué necrológica leí: “muere el último gran cómico”. Seguramente queden vivos muchos más, pero desde luego, aquel cronista se olvidó de Manuel Alexandre.

Y ahora Manuel Alexandre habrá tomado ese rumbo que inició el pregonero de Amanece que no es poco, ese pregonero que levitaba sin saber por qué, ese pregonero que le decía al cura. “¿Y no seria mejor que le dieras a los pobres lo que no te comes tú?”. Manuel Alexandre sabía levitar, así que esta vez no habrá parado hasta llegar al cielo de los genios, o donde sea que le estén esperando Fernán-Gómez, López Vázquez, Gracita, Cassen, Orjas, Isbert, Agustín, Rafael Alonso, etc, etc, etc.