No vi la película en el Festival de San Sebastián porque me habían invitado ya al preestreno en Madrid, que fue ayer, así que durante el Festival me dediqué a otras manifestaciones del séptimo arte como “Pintxo de foie a la plancha con txacoli”. O del octavo arte, o el noveno, o el que sea.
El caso es que ayer me encontré con una película sencilla, inteligente, asfixiante, efectiva. Rodrigo Cortés, su director, la definió ante el público perfectamente: “Esta es la historia de un tío y una caja. Y se ha hecho sólo con un tío y una caja. Así que no sé por qué seguís aquí, ¿qué no habéis entendido?”. Pues todos seguimos ahí, con el aliento contenido durante 90 minutos, incluso el gordito de mi izquierda, que durante los créditos se manifestó como un acojonante plasta sin gracia animador de su grupo, y que después del primer plano se le calló la boca como por arte de magia. Porque es mágico que un hombre y una caja te tengan en vilo, y de qué manera, durante una hora y media.
Pero ayer no sólo me encontré con una buena película. También me encontré con Sergi Arola, Vega de O.T., Lidia San José, Gracia Querejeta, Lucía Hoyos y María Reyes, que no se pierden una, Luis Manso, Elia Galera, Ángel Martín, Berta Collado, y otros famosos cuyo nombre ignoro, como todos los chicos y chicas de Física o Química, el hijo de Concha Velasco o la psicóloga de El comisario. Vale, no es el glamour de Cannes, pero es lo que hay. Igual había alguien más, pero es mi chica la que me va diciendo los famosos que ve, porque yo no veo una mierda.
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El cine Palafox anoche, en el preestreno de "Buried". |
Han comparado a Rodrigo Cortés con Alfred Hitchcock, y entiendo por qué, manteniendo el respeto y las distancias. Supongo que se valora que Rodrigo Cortés haya creado una magnífica historia de suspense con una gran economía de personajes y espacios, como hizo Hitchcock en La soga y La ventana indiscreta.
Tal vez a alguien le haya recordado también a ciertos capítulos de la serie Alfred Hitchcock presents, aquí traducida como La hora de Alfred Hitchcock en los 70 y como Alfred Hitchcock presenta en los 80. En uno de ellos, un hombre paralizado por un ataque de catalepsia tenía que convencer a todos de que estaba vivo sin poder moverse. Cuando le iban ya a meter en su cajita, le salvó una furtiva lágrima.
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Ryan Reynolds metido en su cajica. Como cierto personaje de Hitchcock. |
En otro, una
presidiaria chantajeaba al encargado de los servicios funerarios de la cárcel
para que le ayudara a escapar. El plan era retorcido: la primera vez que la
presa oyera las campanas repicando a duelo, debía bajar a la morgue y meterse
en el ataúd de la compañera muerta. Se dejaría enterrar con ella, y de
madrugada el enterrador la sacaría de la caja. Suenan las campanas. La mujer
cumple lo pactado y se mete al lado de la presunta compañera de frío cuerpo.
Pero el tiempo pasa y su cómplice no de señales de vida. La mujer enciende una
cerilla dentro del ataúd y descubre que su compañía no es la de otra presa,
sino la del enterrador más muerto que la madre que lo parió. Acojonante, ¿eh?
Y obviamente,
también están saliendo a la luz las influencias de un estupendo capítulo doble
de CSI Las Vegas.
Hay muchas similitudes con el episodio que dirigió Tarantino en el que
enterraban vivo a uno de los hombres de Grissom,
al más fuertote, al de la mandíbula cuadrada. Y le enterraban con una webcam y
un foco. Los CSIs tenían que buscarle antes de que muriera de asfixia, y
al final le encontraban porque unas hormigas autóctonas de no sé dónde
irrumpieron en el ataúd. Pero el hombre de Grissom
no llevaba móvil, ni mechero ni reloj, como el hombre de Rodrigo Cortés.
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El hombre del Grissom enterrado por Tarantino. Como veis, la estética se parece a la de "Buried", pero la historia no. |
Y a mí
eso me da más miedo que lo de la tumba.