viernes, 21 de mayo de 2010

Antonio Ozores

A estas alturas del mes pensaba que ya no iba a escribir sobre Antonio Ozores, que falleció hace diez días. Porque seamos sinceros: Antonio Ozores fue un grande de la comedia, un tío graciosísimo, pero en su filmografía, cercana a las 175 películas, hay muchos títulos olvidables e incluso deplorables, en parte por culpa de (o gracias a) su hermano Mariano. Y hay series como El sexólogo o Taller mecánico que quizá nunca se debieron grabar, y películas como Tío, ¿de verdad vienen de París?Ellas los prefieren… locas que quizá nunca se debieron filmar. Y luego está el cine del destape, y los chistes machistas, y los ligueros mágicos, y las películas con Pajares y Esteso
Ozores era un tipo hilarante, pero nunca comulgué demasiado con el cine que representa (ese del que todavía se dice “hoy echan una de Ozores”). Y tampoco me gusta eso de elogiar a las personas exclusivamente porque se han muerto, cuando las teníamos más o menos olvidadas mientras vivían. Y por todo esto pensaba yo que ya no iba a escribir sobre Antonio Ozores, que falleció hace diez días.
Y entonces leí en el blog La gran pantalla una frase de Santiago Segura sobre Antonio Ozores que decía simplemente: “Al recordarle, sonríes”. Y es cierto. Tú piensas “Antonio Ozores”, y sonríes. Si piensas “una película de Antonio Ozores” a lo mejor no sonríes, pero solamente con su nombre sí. Y eso es muy difícil de conseguir, y muy de agradecer, y quien consigue hacer eso se merece mi eterno respeto.
Por eso Antonio Ozores se merece que recordemos que no todas sus películas fueron “películas de Ozores”. Sin ir más lejos, debutó con un papelito de taxista en una joya dirigida por Edgar Neville y rodada en parte en esa Gran Vía de Madrid que ahora cumple 100 años. Se llamaba “El último caballo”, y le precedían en el reparto su hermano José Luis y Fernando Fernán Gómez, que era el dueño de un caballo llamado Bucéfalo, un animal asustado entre el maremágnum de coches que le habían sustituido. Una extraña reliquia del cine español que se ve con una melancólica sonrisa.
Antonio ozores en "El último caballo" de Edgar Neville.
Y sólo por ese pequeño detalle de hacernos sonreír cuando pensamos en él, deberíamos recordarle también por Los tramposos, Esa pareja feliz, Historias de la televisión
Aunque como os decía antes, me resisto a indultar su filmografía y obviar su papel primordial en el cine del destape y en las conocidas como “españoladas”: xizo mil veces de “número tres” en las películas de Esteso y Pajares. Pero atención a la siguiente anécdota, que a mi juicio le indulta definitivamente, y que nos contó un día el mismísimo Andrés Pajares. La cito más o menos de memoria:
Antonio Ozores llegaba al rodaje sin aprenderse el papel, porque en esa época todas las películas se doblaban. Yo decía mi frase, por ejemplo, “hay que ver qué rica está la enfermera”. Y entonces Antonio preguntaba: “¿cuántos segundos tiene que durar mi réplica?” Y el script le decía: “30 segundos”. Entonces el director (normalmente su hermano Mariano) decía “¡acción!” y Antonio soltaba eso de “Estroncios chafadreros broncios cuando las niñas trascias y esperfrentos próceres y todas cranceras y las frincias y al final la cosa no tiene tanta gracia”. Luego se doblaba a sí mismo en el estudio de sonido diciendo lo que ponía en el guión, y ya está.
Palabra de Pajares, que lo vio mil veces con sus propios ojos.
Para muchos, esa manera de hablar fue el santo y seña de Antonio Ozores. Sus speeches ininteligibles a Mayra Gómez Kemp que acababan con “No hija, no” y otras frases hicieron que mucha gente joven se iniciara en el cine de Ozores de los 70. Y así de surrealistas e incomprensibles eran sus intervenciones en el Debate sobre el estado de la nación de Luis del Olmo, primero en la COPE y después en Onda Cero (aunque creo que él sólo estuvo en la etapa de Onda Cero), con Tip y Coll, Chumy Chúmez, Gila, Summers… Joder… ¡si ya no queda ninguno!
A sus 81 años de edad, Antonio Ozores acababa de comprar el Teatro Arlequín de Madrid para relanzarlo con su hija Emma. Ella estaba representando junto a Mario Tardón “El último que apague la luz”, escrita por su padre. Qué lástima que Antonio ya no pueda apagar más la de su teatro, porque el miércoles se apagó la suya.
El último proyecto en el que se involucró Antonio Ozores.
Hace un par de años, Enrique Catá, Jefe de documentación de Hachette, enorme amigo mío y la persona con la que más horas de radio y tele he compartido, me mandó un SMS a la una de la madrugada. Nosotros sólo nos enviamos SMSs de madrugada cuando una duda existencial nos agobia de verdad y estamos realmente angustiados. Su pregunta era: “¿qué tres cosas decía Ozores en el Un, dos, tres?: No hija no, Eso no se dice: caca, y…?”
La respuesta correcta era “De todos los españoles”. Y si una pequeña tontería de Antonio Ozores es capaz de tenernos una madrugada en vilo a un tío serio como Enrique y a mí, aparte de confirmar que ambos estamos enfermos, evidencia que Antonio Ozores se merece el respeto más grande que se le pueda brindar a un cómico.
Porque cuando recordé esa tercera frase, sonreí. Y seguro que Enrique también.
Porque tiene razón Santiago Segura: cuando recuerdas a Antonio Ozores, sonríes.