jueves, 7 de enero de 2010

El capitalismo y Michael Moore

¡Hola, gordis! (perdón por esta súbita confianza, pero es que hay mucha gente que se llama entre sí “gordi” sin estar ni gordi ni flaqui, y quería probar qué se sentía. Y no se siente nada, os lo aseguro). ¿Qué os han traído los Reyes? A mí nada, porque soy más de Papá Nöel, aunque el día 25 tampoco me trajeron nada porque por aquél entonces yo era más de los Reyes.
Una vez hechas las presentaciones, me gustaría que repararais en que mañana es viernes, y que es el primer día de 2010 en el que se renueva la cartelera de cine (la pasada semana, como cayó en día 1, los estrenos se adelantaron al miércoles 30). Y entre ellos, me apetecía a mí hablaros de uno: Capitalismo: una historia de amor, lo último de Michael Moore (mira, entre lo de Papá Nöel y Michael Moore ya empieza a cobrar más sentido la palabra “gordis”).
Ya sabéis cómo son los documentales de Michael Moore: un poco tramposillos pero muy clarificadores. Moore intentará siempre manipularte, pero también te aporta unos datos estadísticos apabullantes. Si no te dejas cegar por sus trucos, acabas coleccionando una cantidad de datos suficientes como para sacar tus propias conclusiones, que no son necesariamente las que quiere imponerte Michael Moore, aunque a veces coincidan.
Fragmento del cartel de "Capitalismo: una historia de amor".
Bien, este último párrafo que acabáis de leer lo he plagiado. De mí mismo, eso sí, porque lo escribí en abril cuando se estrenó Sicko. Pero es que vale exactamente igual para hablar de Capitalismo: una historia de amor. Porque los documentales de Michael Moore ya no sorprenden con su forma (al menos a mí), como me sucedió cuando se estrenó en España Bowling for Columbine, que hizo que saliera del cine con la sensación de haber descubierto una nueva manera de contar las cosas. Pero eso sí, aunque “Capitalismo…” ya no me sorprenda y me haga poner a veces cara de “ya está Michael Moore demagogizando” (creo que este verbo no existe), te cuenta unos hechos que son impepinables, aunque a algunos les parezcan manipulados y a otros no.
Y Michael Moore vuelve a conseguir testimonios estremecedores de las personas más desprotegidas, que le abren sus puertas y sus corazones para contar cómo en EEUU te embargan la casa porque no puedes pagarla porque los bancos han subido los intereses hasta unas cifras desorbitadamente impredecibles cuando fueron compradas (eso empezó a pasar en España cuando el euríbor se disparó en mayo del 2008, por suerte la cosa se arregló pronto). O casos de gente que han perdido a familiares queridos y que se ven sin un seguro de vida… que sí cobran las empresas en las que trabajaron los difuntos, que se cuidaron mucho de crear esos seguros sin avisar ni por supuesto incluir a las familias. Gracias a algunas de las cosas que cuenta Moore, entiendes mejor el origen de esta gran crisis mundial que aún estamos padeciendo (y lo que nos queda). Y luego, a mí me encanta cómo Moore es capaz de montar sus películas con imágenes que a priori no tienen nada que ver con lo que están contando. Me río con ello.
Eso sí, las demagogias de Moore me hacen más gracia en “Capitalismo…” que por ejemplo en Sicko, porque creo que hasta él ha comenzado a reírse de sí mismo. Como cuando va a Wall Street con un altavoz y empieza a decir a sus inquilinos que están detenidos por robar el dinero del pueblo. O cuando precinta algunos bancos como escenas de crimen, o como cuando intenta entrar en ellos por las buenas con un saco para recuperar el dinero de la gente. No le dejan, claro. Ya no te intenta manipular, directamente está creando un gag,
Michael Moore a las puertas de un banco, intentando recuperar el dinero de los ciudadanos.
Por todas estas cosas, yo recomiendo echarle un vistazo a Capitalismo: una historia de amor. Pero sin dejaros influir, con inteligencia, de ésa que sin duda derrocháis vosotros, pese a estar leyendo este blog. A Michael Moore hay que verle en plan “vale tío, suéltame  tus datos pero las interpretaciones déjamelas a mí”. Y luego ríete con (o de ) las suyas, pero no las asumas. O asume las que quieras, pero por tu propio pie. O cabeza. O nabo, no sé, con lo que tú pienses, qué diablos.
Y ahora vamos a contar lo peor de esta historia y lo peor de Michael Moore. Aparte de la película, y de Sicko, y de Farenheit 9/11, y de Bowling for Columbine (reconozco que vi muy placenteramente las cuatro), casi nadie piensa que Moore es un tío solidario y coherente al 100% con sus mensajes. A ver, pobre hombre, que igual luego es un santo que acoge en su casa a niños que han sido disparados por compañeros del colegio, o ayuda a la gente que no se puede pagar la seguridad social, o les pagó el alquiler a los desahuciados de Capitalismo…, no lo sé, no conozco tanto a Michael Moore. Sólo digo que no da esa impresión. Y durante en el pasado Festival de Venecia, saltó una polémica bastante incómoda para Michael. Durante la rueda de prensa de “Capitalismo…”, un periodista noruego se quejó de que su agente (el de Moore, los periodistas noruegos no tienen agente) (ni los españoles, no os vayáis a creer) le pidió 2.000 euros si quería concertar una entrevista personal. Éste respondió a la acusación bromeando, pero al ver que la cosa se ponía seria, negó los hechos. Entonces, los corresponsales de Inglaterra, Brasil y Alemania dijeron que a ellos también les pasó con los distribuidores de sus países. Michael Moore pidió pruebas, y un periodista de Londres aseguró tener guardados esos mails. No sé cómo acabó el tema (pues vaya periodista de mierda, pensaréis con razón), pero la verdad es que olía a podrido en Dinamarca, o mejor dicho en Noruega.
Así que no sé, allá cada cual con su conciencia. Si os parece fatal todo esto, pues mejor alquilaos en DVD Fofita, una foca la mar de salada.