miércoles, 4 de noviembre de 2009

Un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo

El lunes se murió el cura de un pueblecito en el que se aparecía San Dimas. Pero ese cura no creía que San Dimas fuera San Dimas, porque se parecía demasiado a Pepe Isbert, y ese cura conocía muy bien a Pepe Isbert, con el que a estas alturas estará en el cielo, si Dios quiere (que a poco que le guste el cine, querrá).
Porque Pepe Isbert era el abuelo de una familia muy numerosa, cuyo padrino se murió el lunes. Y los 15 niños de esa familia adoraban a su padrino, y lo ataban a un poste, y le llamaban “Padrino Búfalo”… Y ese padrino se enamoró de la profesora de Carlitos, que era Jaime Blanch, y bailaba con ella y le decía “pe-ro qué ri-ca está usted, cha-cha-cha”. Ese padrino también se murió el lunes.
Igual que Rodolfo, un pobre hombre que se quería casar con Mary Carrillo, pero que tuvo que hacerlo con una señora mucho más vieja para heredar un pisito, porque la vida estaba muy cara. El pobre Rodolfo se murió el mismo día que don Gabino, el coordinador de la campaña “Siente a un pobre en su mesa”, un pobre hombre que necesitaba el motocarro de otro pobre hombre llamado Plácido. Qué día más desgraciado, el lunes.
Porque también murió Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo, un hombre que fue incapaz de organizar a Alfredo Landa, Cassen, Manuel Alexandre, Gracita Morales y Agustín González para perpetrar un atraco a las tres, ni un minuto antes. Claro, es que a ver quién era el guapo que organizaba a esa panda, si el uno quiere quedarse el cochecito de juguete, el otro quiere un cortijo con toros, la otra quiere ir vestida de vampiresa… Y entre medias, como siempre, esa inconfundible cadencia vocal entrecortada cada vez que aparece una mujer guapa: “un ad-mi-ra-dor, un a-mi-go, un es-cla-vo, un sier-vo…”
Atraco a las tres
Y también ha muerto un vividor, un sinvergüenza de ésos que solamente por tener ese bigote y esa cara (todavía con pelo) se convertía en un pobre hombre al que era inevitable tener una mezcla de cariño y compasión, compasión entendida como ganas de invitar a un caldito y a un abrazo. Le llamaban “El Cuchillas”, y era amigo de una monja con la voz muy aguda que conducía un Citröen.

No tan aguda era la voz de doña Adela, una querida señorita muy hombruna, tan hombruna que se enamoró de su chica para todo, que se llamaba Isabelita, y al final descubrió que era un hombre. En efecto, esa señorita, o señor, falleció el pasado lunes.
Leo también que han encontrado muerto a un hombre anónimo, encerrado en una cabina de teléfonos desde los primeros años 70, en una especie de cueva. Hoy en día, ese hombre hubiera llamado desde un móvil, no hubiera heredado un piso porque tendría una hipoteca a 40 años, no habría atracado un banco porque el banco le habría atracado a él (esgrimiendo una hipoteca, ya sabéis), tampoco hubiera pujado por un motocarro, ni  por un Citröen, sino por un mono-volumen… Porque ese hombre era de otra época, pero se ha ganado un lugar en la memoria eterna de todos los españoles.
La cabina
Ya lo sé, el lunes murió mucha más gente. Cada español estará de luto por personas muy diferentes, por cochecitos, patrimonios, escopetas… Porque el lunes también se murió una parte del corazón de España, una época, un estilo, una manera de hablar, de piropear, de hacer reír.

Por allá arriba había mucha gente esperándole, como Rafael Azcona, que seguro que pensaba que el cielo (o donde sea que vayan los genios) era una cosa muy aburrida y que casi no llegaban actores para escribirles historias maravillosas.

Querido José Luis López Vázquez, aquí abajo queda eternamente agradecido un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo.