lunes, 16 de febrero de 2009

Probablemente Dios no existe, o igual sí

El otro día fue San Valentín. A mí no me gusta nada el día de San Valentín, me parece un timo inventado por los grandes almacenes (”me parece” lo del timo, lo de los grandes almacenes no es que me lo parezca, es que es así). Por eso, mi chica y yo decidimos el sábado no ser nada románticos y nos regalamos una vaca. Pero luego me quedé pensando en San Valentín, y me di cuenta de que aunque ese día nunca me ha gustado, sí que me gustaban las películas de “El día de los enamorados”, así que me puse a cantar por la Gran Vía de Madrid eso de “San Valentiiiiiín, yo no te olviiiiido”. Hecho esto, seguí pensando y fui más allá: ¿me gusta Dios? ¿me gustan las películas sobre Dios? ¿habría películas sobre Dios si Dios existiera y no quisiera que hubiera películas sobre él? ¿son Rouco Varela y Paco Clavel familia?
Rouco Varela y Paco Clavel, que no pudiendo ser más distintos, se parecen un huevo
Hace unas semanas hubo una gran polémica con la historia de los “autobuses ateos” y los “autobuses santurrones”. La historia: una asociación de ateos hereda una idea nacida en Londres que consiste en contratar publicidad agnóstica en ciertos autobuses durante un mes (sale bastante barato, yo estoy por anunciar mi blog en los autobuses, y mi chica está por anunciar nuestro divorcio en el caso de que se me ocurra gastar dinero en anunciar mi blog). El mensaje ateo a mí me parece divertido y no ofensivo: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Pero a la Iglesia sí se lo ha parecido (ofensivo), y ha contraatacado con este otro mensaje: “Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo” (me apunta un buen amigo que esta iniciativa procede de los evangelistas, no de los católicos: al César lo que es del César). Bueno, a mí este mensaje tampoco me parece ofensivo, pero me cae peor. ¿Por qué? Pues porque afirma categóricamente una cosa, sea la que sea, en este caso que “Dios sí existe”. Y a mí me cae mejor la gente que duda. Me cae mejor un tipo que dice “probablemente hoy es viernes” a otro que dice “el mar es líquido, y punto”. Porque como un día el mar se solidifique, va quedar como el culo. Pero con la ventaja de que ninguno nos reiremos de él por el flipe que tendremos si esto sucede (con esta misma ventaja juegan los católicos sobre los ateos: si Dios y el Cielo no existen, nadie se podrá reír de ellos. Pero ay de los ateos como al final sí que exista…). Tampoco entendí que la Iglesia y las asociaciones católicas despotricaran contra la manera de emitir mensajes y luego respondieran haciendo exactamente lo mismo. No sé, es como si alguien dijera: “matar está prohibido, si matas a alguien te matamos nosotros” (me comunican por línea interna  que hay muchos países que hacen esto. Qué cosas).
El "bus ateo", que probablemente sí existe, pero yo aún no lo he visto (tampoco he visto el "bus santurrón")
La polémica de los autobuses ya se ha pasado. Este mes han estado circulando por Madrid y Barcelona, pero yo, que vivo en Madrid, no he visto ninguno. Y después de la bronca que les echó Rouco, y de las cienes de páginas de periódicos que inspiraron estas trifulcas, ya nadie habla de ellos. Entonces yo, que soy más de los que piensan que probablemente no exista ni Dios, ni Alá, ni Vishnú, ni Anubis; pues me he puesto a pensar en qué dioses creería y en cuáles no. Y como esto es un blog de cine y tele, pues se me han venido a la cabeza éstos:

  • Creo en el Dios de Fernando Trueba, que es Billy Wilder. Al día siguiente de su discurso tras el Oscar por La niña de tus ojos (“Me gustaría creer en Dios para agradecérselo, pero sólo creo en Billy Wilder, así que gracias a Billy Wilder”), Wilder llamó a Trueba y le dijo: “Hola, soy Dios, felicidades”. ¿Veis? Si el Dios de Rouco cogiera el teléfono y me llamara para cualquier cosa, por supuesto que creería en él. Esto no me podría pasar nunca con Rouco, porque tengo su móvil guardado como “Rouco no coger”. (Fe de erratas evidente: el Oscar fue por Belle epoque. Gracias, Bea).
  • Creería en el Dios de Monty Python (La vida de Brian). Un presunto hijo de Dios con dudas que muere en la cruz silbando y bailando una canción. Y cuya madre (que era un señor, cosa igual de difícil a que sea una virgen ¿no?) les dice a los Reyes Magos que les deje el oro y el incienso, pero que se lleven la mirra, que no sabe lo que es.
  • Creería en el Dios de El diluvio que viene, un musical que mi viejuna generación vio en los 70, y que la de los 90 también pudo ver, pero producida por José Luis Moreno, algo que si Dios existiera, no debería haber permitido. En la version que yo vi, Dios tenía la voz de José Guardiola, y al final perdonaba a su pueblo, no les mandaba el segundo diluvio universal, y encima bajaba en forma de paloma a cenar con tanto pecador junto. También me gusta, aunque menos, el de Jesucristo Superstar. Para que yo crea en un Dios, le tiene que gustar cantar. Y además, le tiene que gustar cantar cosas de Bruce Springsteen y AC/DC, porque no me creo que a Dios sólo le guste escuchar esa canción tan sosa de “Señooooor me has mirado a los ojooooos”.
  • Creería muy a gusto en el Dios de mi amigo Mariano. Él ya sabe lo que digo.
  • Creería en el Dios de Manolo Summers en “La Biblia en pasta“. En ella, todos los personajes bíblicos los representaban actores no profesionales (o mejor dicho: profesionales “no actores”), y todo era muy divertido y no era irreverente ni nada. El Dios de Cecil B. de Mille en Los diez mandamientos se hubiera enfadado muchísimo y les habría mandado vagar por el desierto 40 años con Charlton Heston al frente. Yo creo que por el camino de esa travesía a alguien se le ocurrió fundar el París-Dakar.
  • Creería en el Dios de Marcelino pan y vino, porque trataba muy bien a Pablito Calvo, porque tenía hambre y sed, y porque era una película preciosa. Y con mucho mensaje católico ¿eh? para que veais que no sólo me molan los dioses cuando son un poco ateíllos (qué linda paradoja: ¿creerá Dios en sí mismo?). Este Dios se llevaba a Pablito Calvo al cielo y todo, aunque luego lo devolvió para que rodara Mi tio Jacinto y Un ángel pasó por Brooklyn, dos peliculones.
  • El de Martin Scorsese, ése si que era un Dios ateíllo. La última tentación de Cristo me gustaba porque en cuanto a Cristo le dicen que hala, que ya está, que se puede bajar de la cruz y que todo ha sido un Inocente, inocente pero a lo bestia, se baja pitando, sin preguntar mucho más. O sea, lo que hubiéramos hecho todos. Y encima se va con la Magdalena (como también hubiéramos hecho todos), que era una tía de puta madre, dicen que más puta que madre. Pues genial.
  • Creería en el Dios de José Luis Cuerda en Así en el cielo como en la tierra, porque ahí todo el mundo era surrealista y porque Dios era Fernando Fernán Gómez. Mi Dios tiene que ser negro, mujer, o Fernando Fernán Gómez, para que en vez de al infierno me mande a la mierda. Pero con su presencia y vozarrón, si no no mola.
  • Y no creería en el Dios que el propio José Luis Cuerda nos presenta en Los girasoles ciegos. Ni en el de los fanáticos de Camino, de Javier Fesser. Pero sí me gusta que hayan ganado tantos Goyas y hayan sumado tantas nominaciones. Me gusta que se pueda hablar libremente de estos temas, igual que me gusta que se pueda hablar libremente de las ideas que no comparto (si es que a lo que yo tengo en la cabeza se le puede llamar “ideas”).
  • Y para acabar, creo en el Dios de Peláez, el niño gitano con gafas de Gomaespuma. Un Dios que acepte todas sus dudas. Ésta es la canción que suena en mi móvil cuando me llama mi sobrino Gonzalo, que siempre está preguntándose cosas, como Peláez.