Pues
vamos a seguir hablando de televisión, pero ahora en positivo. O sea, que
después de poner a caer de un burro las bufonadas que pudimos ver en las
cadenas en abierto durante estas Navidades, vamos a echar un vistazo a esa
especie de edad de oro (o segunda edad de oro) que están viviendo las series de
TV. Y en estos primeros días de 2009 se han asomado a las pantallas nuevas
cabeceras y nuevas temporadas de viejas cabeceras.
Antes quería señalar una cosa: muchas de las series de las que más
se ha hablado en los últimos años no las hemos podido ver en las teles en
abierto, sino en las de pago. Pero ojo: hablar de estas series que no puede ver
“todo el mundo” (como algunas de las que os voy a recomendar) no supone ningún
elitismo: es que hoy en día las buenas series o las ves en los canales de pago,
o te las compras un año después en DVD, o te las bajas del Emule. Así de claro.
No es concebible ver Los Soprano como pretendió emitirla La Sexta en sus inicios: interrumpida por
bloques de pubicidad al estilo CSI (o al estilo Matrimoniadas, que no sabes si hay anuncios dentro de la serie o trozos de
serie entre los anuncios). La 2 respetaba un poco más los horarios con, por
ejemplo, Perdidos
o Mujeres desesperadas, que no eran del todo
deseperantes de seguir… pero ¿pudiéndolas ver en Fox? ¿pudiendo
comprarlas o alquilarlas en DVD? ¿pudiendo bajártelas? Que no, que no. Que no
hay color.
Fringe. Es una nueva serie que
acaba de comenzar en CANAL+. Tiene unos buenos genes: es la última
creación de J.J.
Abrahams, el idolatrado papá de Perdidos (serie a la que no he
conseguido engancharme, a pesar de conocer a adictos como Nacho Valcárcel o Jorge Ortiz, dos profesionales de la
tele de los que me debería fiar en el tema series). “Fringe” significa “flequillo”, pero
también es un término que se utiliza para describir fenómenos a los que no se
les encuentra explicación, como los flequillos de Hermida, el doctor Cabeza o
el mío en los 80 y 90. Fringe es una serie policiaca pero con toques científicos y fantásticos.
Me explico: una investigadora se encarga de casos casi paranormales (pero sin
llegar a ser Expedientes
X), con
la ayuda de un profesor que, lamentablemente, estuvo 20 años encerrado por
estar mal de la chaveta. Y juntos se enfrentan, por ejemplo, a un virus
que en unas horas se come tu cuerpo y te deja la piel transaparente, que se te
ven los huesos y las tripillas a través de ella, como si fuera el envoltorio de
un Burmar Flash; o a casos de niños que nacen y que enseguida ya son
viejunos, o sea, que en un par de horas sufren el proceso de envejecimiento de
80 años. Y cosas así. Pero lo bueno que tiene es que lo hace de una manera
creíble, te lo explica científicamente (bueno o pseudo científicamente), pero
con una sencillez que hace que te creas que todo lo que sucede es creíble. No
sé, puede ser que canse, pero a mí los primeros capítulos me ha enganchado.
House. Qué decir a estas alturas
del doctor cojo, borde y con ojos-bola (y sin embargo atractivo) más
famoso de la tele. Cuatro ha empezado a emitir su quinta temporada (igual que
Fox), tras el ya casi olvidado traumático final de la cuarta (que fue la
temporada ésa tan rara, la que se detuvo por la huelga de guionistas). Las
cosas ya no siguen igual en el Hospital (por si acaso no habéis visto los
últimos capítulos de la cuarta, diré sólo que hay una muerte, pero no de
quién), su único amigo (de House, o sea Wilson) está cabreado y le culpa
de dicha muerte (a House)… Y mientras todo esto sucede, siguen apareciendo casos médicos
tremendos, como el de una enferma con alucinaciones bestiales, o un montón de
gente que se va muriendo porque, al parecer, han tenido a un mismo donante de
órganos. House es una de las mejores
series que se pueden ver en la televisión en abierto, pero 5 años después, a mí
se me repite y ya me cansa un pelín. Mi chica sabe de sobra que si un día me
sucede algo grave no me tiene que llevar al hospital de House, porque entonces me harán
pruebas erróneas hasta que a las 10:25 aproximadamente, entraré en convulsiones
y me reanimarán con el desfibrilador, luego la insultarán un rato (a mi
chica) y finalmente descubrirán aliviados y un poco por casualidad que lo que
en realidad me pasaba es que tenía ladillas, pero que se estaban complicando
con una hipermetropía rectal. Siempre es así.
Mad Men. Otra serie que emite
CANAL+. Atención a los que no hayan oído hablar de ella (que no es el caso de
mi leído y leyente Wolffo, al que hice opinar sobre esta serie en un programa
de tele que hago, no sé si lo hice por lo de “Mad” o porque la serie trata de
Publicidad, y de eso Wolffo sabe un rato): esta serie ganó en su primer
año 6 premios Emmy y 2 Globos de Oro, que es como si una película ganara 4
Oscar, 2 Goya, la Palma de Oro y una muñeca Chochona. Porque no sólo habla
de Publicidad: habla del nacimiento en Nueva York , en los años 60, de la
Publicidad moderna. Habla del machismo indisimulado de esa época de EE.UU., en
el que los hombres eran los que trabajaban y las mujeres eran las secretarias
(para qué hablar del machismo de esa época en España, por ejemplo). Habla de la
relación entre sexos, de los jóvenes que llegan a las oficinas y desplazan a
los no jóvenes (ah, cabrones, yo antes era uno de los vuestros!). Y
además, en Mad
men se
fuma. Con dos cojones. Se fuma mucho, como se fumaba antes. El ginecólogo fuma.
La embarazada fuma. La serie lo muestra y a mí me gusta, porque no ha
sufrido la paranoia ésa de retirar del mercado carteles de Humphrey Bogart porque ¡horror! fumaba. La
nueva temporada empieza con la llegada de Kennedy a la Casa Blanca y con la
sensación de envejecimiento creativo del protagonista (un actor llamado Jon Hamm, recientemente elegido el segundo hombre
más sexy vivo después de Hugh Jackman). Dice Hernán Casciari, un blogger de TV de
verdad, no como el que estáis leyendo, que Mad men es como Cuéntame, salvando las distancias.
Abismales distancias, añado yo.
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Don Draper (Jon Hamm), un publicitario atractivo al que le ponen la pierna encima para que no levante cabeza |
Y ya se me está yendo este post de duración… así que si
os parece, otro día os hablo de más series que me están enganchando. A todo
esto, mientras yo me enganchaba a Fringe, Tele5 aprovechaba para
quitarme, a traición y por la espalda, la serie a la que más años llevaba
siendo fiel, a pesar de que no es la mejor de la historia. La verdad es que no
creo que esté ni entre las 1000 mejores de la historia. Pero yo qué sé, a mí me
gustaba. Desde aquí, un absurdo réquiem por El comisario. Y mi pésame a Ruth Gabriel, que después de años sin
trabajar de seguido, encuentra una serie de éxito y ¡zas! en su primera
temporada se la quitan. En fin, siempre nos quedarán otros productos
españoles, como la nueva temporada de Pocoyó.