martes, 13 de diciembre de 2011

“The artist”: no temáis al cine mudo

Es posible que llevéis unos meses oyendo hablar de “The artist”, una joya francesa, un precioso homenaje a la época del cine mudo y el paso al cine sonoro. Pero también es posible que no, pues yo soy muy consciente de vuestras limitaciones. En cualquier caso, si no os suena este título os va a sonar en breve, porque se estrena el viernes 16 y porque en pocas semanas se ha colocado como máxima favorita para los Oscar. No para todos los premios, sino para el más importante: el de mejor película.
Y quizá la expresión “os va a sonar” no es la más correcta en este caso. Porque “The artist” es muda.
Ya ha comenzado la temporada de premios en EEUU, y se están entregando semana a semana los de las asociaciones de críticos, que son unos señores muy serios que opinan de cine por ciudades. Y así, existen los premios de los críticos de Nueva York, los de Los Angeles, los de Boston y los de Almorox, Toledo. Yo por ejemplo, hablo de cine pero no soy crítico, lo que soy es adorable.
“The artist” ha sido elegida la mejor película por los críticos de Nueva York, Washington y Boston. Para que os hagáis una idea, de momento sólo ha perdido los premios de Los Angeles (“The descendants”) y el National Board of Review (“La invención de Hugo”). Su director, Michel Hazanavicius, ha ganado en Nueva York. Y la revista “Time” la ha considerado “la mejor película del año”. Oiréis hablar mucho más de “The artist” de aquí a los Oscar.
"The artist". Como veis, la foto es en blanco y negro, y muda.
Pero… me conozco yo al público español como si lo hubiera parido, aunque por mi condición masculina resulta difícil verme pariendo a tantísima gente. Y sé que mucha gente, especialmente la más joven, va a evitar ver la película por dos motivos: es muda y es en blanco y negro. Recuerdo que hace unos años (unos 7), dirigiendo un programa precioso que presentaba Juan Zavala, hicimos un experimento con alumnos de 18 años a los que le poníamos en cine una película de Hitchcock en blanco y negro. Entre otras cosas, dijeron que era difícil de seguir porque tenías que irte imaginando los colores. Pero no, amiguitos, no hay que ir haciendo esa bobada. El cine en blanco y negro es nuestro aliado. Una película en blanco y negro no tiene por qué ser antigua (que no pasa nada si lo es pero en fin, vayamos poco a poco). Y una película muda, tampoco. Es más, cualquiera de estas dos características pueden llevarte hasta el Oscar. Os pongo unos ejemplos destinados a entrenar la mente para ver “The artist”.
El argumento de la “La última locura” (1976) nos mostraba a Mel Brooks intentando rodar una película muda con estrellas que se interpretaban a sí mismas, como Paul Newman o Burt Reynolds. La única palabra la pronuncia Marcel Marceau, el mimo que nunca hablaba, que cuando le proponen la idea contesta: “¡No!” Y Mel Brooks también dejó una perla en blanco y negro, El jovencito Frankenstein (1974), con esa pareja mítica formada por Gene Wilder y Marty Feldman. “Ah”, me diréis desafiantes. “Pero la primera es en color y la segunda es hablado, así es más fácil para nosotros, los que odiamos el cine mudo en b/n”.
Pues para vosotros, incrédulos, Pablo Berger acaba de rodar en España una versión de Blancanieves, muda, en blanco y negro y ambientada en el sur de España en los años 20. La madrastra es Maribel Verdú, y también salen Ángela Molina, Macarena Gómez, y Emilio Gavira, uno de mis mejores amigos y que hace de enano, un papel que borda.
Los que no creen en el cine en blanco y negro deberían repasar la filmografía de Woody Allen. Manhattan (1979), Recuerdos (1980), Zelig (1983), Broadway Danny Rose (1984), Sombras y niebla (1991) y Celebrity (1998) no son en color. Y no me digáis que son aburridas o algo así. Igual que los que no creen en el cine mudo creerán si ven algunas películas de Jacques Tati, léase Día de fiesta (1949), Las vacaciones de Monsieur Hulot (1953), Mi tío (1958), Playtime (1967) o Trafic (1971).
Y para ir terminando de convencer a los inconvencibles, van tres ejemplos de buen cine comercial en blanco y negro, películas capaces de llevarse unos cuantos premios pero también de arrastrar al público a los cines: 1) El hombre elefante de David Lynch (1980), con Anthony Hopkins y John Hurt, por Dios, qué bonita y qué pena se pasa en la película, 2) La lista de Schindler, de Steven Spielberg (1993), que se llevó una pila de Oscar y que tampoco era precisamente una comedia; y 3) Ed Wood de Tim Burton (1994), otra película con un par de Oscar, que contaba la vida del mítico “peor director de cine de todos los tiempos”.
Johnny Depp como Ed Wood y Martin Landau (que ganó el Oscar) como Bela Lugosi.
Y para acabar, una más extraña: Ratataplan, una comedia italiana de 1979 de Maurizio Nichetti en la que los personajes no hablan y en la que el protagonista construye un robot a su imagen y semejanza para poder vivir dos vidas.

No deberían hacer falta estos argumentos para ir a ver “The artist”. Pero yo qué sé, yo os lo digo por si acaso.