Es posible que llevéis
unos meses oyendo hablar de “The artist”,
una joya francesa, un precioso homenaje a la época del cine mudo y el paso al
cine sonoro. Pero también es posible que no, pues yo soy muy consciente de
vuestras limitaciones. En cualquier caso, si no os suena este título os va a
sonar en breve, porque se estrena el viernes 16 y porque en pocas semanas se ha
colocado como máxima favorita para los Oscar. No para todos los premios, sino
para el más importante: el de mejor película.
Y quizá la expresión “os
va a sonar” no es la más correcta en este caso. Porque “The artist” es muda.
Ya ha comenzado la
temporada de premios en EEUU, y se están entregando semana a semana los de las
asociaciones de críticos, que son unos señores muy serios que opinan de cine
por ciudades. Y así, existen los premios de los críticos de Nueva York, los de
Los Angeles, los de Boston y los de Almorox, Toledo. Yo por ejemplo, hablo de
cine pero no soy crítico, lo que soy es adorable.
“The artist” ha sido elegida la mejor película por los críticos de Nueva York,
Washington y Boston. Para que os hagáis una idea, de momento sólo ha perdido
los premios de Los Angeles (“The
descendants”) y el National Board of Review (“La invención de Hugo”). Su
director, Michel
Hazanavicius, ha ganado en Nueva York. Y la revista “Time” la
ha considerado “la mejor película del año”. Oiréis hablar mucho más de “The artist” de aquí a los
Oscar.
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"The artist". Como veis, la foto es en blanco y negro, y muda. |
Pero… me conozco yo al
público español como si lo hubiera parido, aunque por mi condición masculina
resulta difícil verme pariendo a tantísima gente. Y sé que mucha gente,
especialmente la más joven, va a evitar ver la película por dos motivos: es
muda y es en blanco y negro. Recuerdo que hace unos años (unos 7), dirigiendo
un programa precioso que presentaba Juan
Zavala, hicimos un experimento con alumnos de 18 años a los que
le poníamos en cine una película de Hitchcock
en blanco y negro. Entre otras cosas, dijeron que era difícil de seguir porque
tenías que irte imaginando los colores. Pero no, amiguitos, no hay que ir
haciendo esa bobada. El cine en blanco y negro es nuestro aliado. Una película
en blanco y negro no tiene por qué ser antigua (que no pasa nada si lo es pero
en fin, vayamos poco a poco). Y una película muda, tampoco. Es más, cualquiera
de estas dos características pueden llevarte hasta el Oscar. Os pongo unos
ejemplos destinados a entrenar la mente para ver “The artist”.
El argumento de la “La última locura” (1976)
nos mostraba a Mel Brooks intentando
rodar una película muda con estrellas que se interpretaban a sí mismas, como Paul Newman o Burt Reynolds.
La única palabra la pronuncia Marcel
Marceau, el mimo que nunca hablaba, que cuando le proponen la
idea contesta: “¡No!” Y Mel
Brooks también dejó una perla en blanco y negro, El jovencito Frankenstein (1974),
con esa pareja mítica formada por Gene
Wilder y Marty Feldman.
“Ah”, me diréis desafiantes. “Pero
la primera es en color y la segunda es hablado, así es más fácil para nosotros,
los que odiamos el cine mudo en b/n”.
Pues para vosotros,
incrédulos, Pablo Berger acaba
de rodar en España una versión de Blancanieves,
muda, en blanco y negro y ambientada en el sur de España en los años 20. La
madrastra es Maribel Verdú,
y también salen Ángela
Molina, Macarena Gómez, y Emilio Gavira, uno de mis mejores
amigos y que hace de enano, un papel que borda.
Los que no creen en el
cine en blanco y negro deberían repasar la filmografía de Woody Allen. Manhattan (1979), Recuerdos
(1980), Zelig (1983), Broadway Danny Rose (1984), Sombras y niebla (1991) y
Celebrity (1998) no son en color. Y no me digáis que son
aburridas o algo así. Igual que los que no creen en el cine mudo creerán si ven
algunas películas de Jacques
Tati, léase Día de fiesta (1949), Las vacaciones de Monsieur Hulot (1953), Mi
tío (1958), Playtime (1967) o Trafic (1971).
Y para ir terminando de
convencer a los inconvencibles, van tres ejemplos de buen cine comercial en
blanco y negro, películas capaces de llevarse unos cuantos premios pero también
de arrastrar al público a los cines:
1) El hombre elefante de David Lynch (1980), con Anthony Hopkins y John Hurt,
por Dios, qué bonita y qué pena se pasa en la película, 2) La lista de Schindler, de Steven
Spielberg (1993), que se llevó una pila de Oscar y que tampoco
era precisamente una comedia; y 3)
Ed Wood de Tim Burton (1994), otra película con un par de
Oscar, que contaba la vida del mítico “peor director de cine de todos los
tiempos”.
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Johnny Depp como Ed Wood y Martin Landau (que ganó el Oscar) como Bela Lugosi. |
Y para acabar, una más
extraña: Ratataplan,
una comedia italiana de 1979 de Maurizio
Nichetti en la que los personajes no hablan y en la que el
protagonista construye un robot a su imagen y semejanza para poder vivir dos
vidas.
No deberían hacer falta
estos argumentos para ir a ver “The artist”. Pero yo qué sé, yo os lo digo por
si acaso.