miércoles, 27 de abril de 2011

Una boda real de cine

Que se nos casan, señores, que se nos casan. Que se nos casa el Guillermo con la Catalina, o el William con la Kate (es que eso de Guillermo con Kate es como contradictorio, ¿no?). Y os preguntaréis todos con vuestras cristalinas vocecillas semejantes a la de Joaquín Sabina: “¿y qué hace una eminencia de la sabiduría cinematográfica como José María Clemente hablando de un tema tan mundano como la boda real británica, como si fuera María Patiño, o peor aún, como si fuera… bueno no sé?” Pues porque a mí me gusta mucho imaginar cómo sería una boda así si estuviéramos en el mundo del cine. O dicho de otra forma, qué películas habría contratado la familia real británica de haberles fallado el plan A.
LA FAMILIA. Todos sabemos que la familia Middleton – Goldsmith no tiene ni pizca de sangre azul en sus venas. Qué fuerte. Estas diferencias me recuerdan a las disputas de El padre de la novia (Vincente Minnelli, 1950). Pero aquí el problema del Señor Middelton no es precisamente el que tenía Spencer Tracy (que su hija se fuera de su casa), sino asumir a la casa de locos a la que se va.
El mejor padre de la novia, Spencer Tracy.
LAS DESPEDIDAS DE SOLTERO. Las de Kate y William han debido de ser supersosas. Guillermo la celebró con 20 amigos, y creo que no hubo ni pilinguis ni nada. Y la de ella la organizó en una casa su hermana Pippa (¿en qué momento decides que tu hija se va a llamar Pippa?), y creo que tampoco hubo boys, o al menos no llamaron a los de mi empresa. Una despedida como la de Resacón en Las Vegas (Todd Phillips, 2009) les habría preparado yo, con el príncipe Guillermo en la azotea y con Tyson y un tigre dando por saco por ahí.
EL VESTIDO. Dicen que el vestido de Kate cuesta 434.000 dólares (como soy de letras, me da un poco de pereza pasarlo a libras esterlinas, que lo haga Montoro, ya si eso), y que ha encargado tres diferentes para que nadie sepa antes de tiempo cuál se va a poner. Qué tensión, yo estoy en ascuas. Tenía que haber hablado con la dama de honor protagonista de 27 vestidos (Anne Fletcher, 2008), porque a mí tres opciones me parecen pocas…
EL BANQUETE. Lo primero que voy a hacer, por supuesto, es remitiros a mi blog vecino Nada importa, y como segunda opción, le voy a pasar el marrón a la gente de El banquete de boda (Ang Lee, 1993), para sorprender con una fusión de platos orientales y neoyorquinos. Eso sí, tendrían que emplearse a fondo, porque primero hay un almuerzo para 600 personas y luego una cena para 300. De postre  parece que van a sacar una tarta con pasas, nueces, guindas, brandy y huevos de corral. Pero yo sacaría la enorme tarta francesa de El pastel de boda (Denys Granier-Deferre, 2010), ésa que se cae al principio de la película. Para que se fastidien, básicamente.
LOS INVITADOS. Ojo, que son nada menos que 1.900. Lo que no sé es por qué de esos 1.900 solo comen y cenan 900, pero ese no es mi problema. En la lista están Guy Ritchie, David Beckham, Elton John, Mister Bean (que fue el cura de Cuatro bodas y un funeral, yo lo utilizaría también para esta boda)… pero también irán los Príncipes de Asturias, el Rey Juan Carlos I, la Reina Sofía y Constantino de Grecia. Así que, viendo a estos dos últimos, tambien podríamos pedirles consejo protocolario a la gente de Mi gran boda griega (Joel Zwick, 2002).
La mítica boda oficiada por Rowan Atkinson en "Cuatro bodas y un funeral".
LA MÚSICA. De esta parte os hablará mucho mejor que yo el maravilloso Fermín Zabalegui, gurú musical donde los haya de la blogosfera mundial, pero yo, hortera hasta la médula, recurriría a la playlist de La boda de Muriel (P.J. Hogan, 1994), así, a saco, todo con canciones de Abba. Seguro que la reina Isabel se vuelve loca en el centro de la pista cuando suene Dancing Queen.
LA NOCHE DE BODAS. ¿Y cuando se vayan ya los tortolitos para casa, dispuestos a consumar después de consumir? ¿Eh? Pues allí se podría dar una situación muy parecida a la de Julia Roberts en Novia a la fuga (Garry Marshall, 1999), en cuanto Kate descubra que van a vivir, sí, en la misma casa de Clarence House que el príncipe Harry. También puede suceder que huya porque haya alguna foto de Camila Parker Bowles.

¡Vivan los novios! O como se dice en inglés, ¡living the boyfriends!