miércoles, 20 de abril de 2011

Dennis Quaid y la rayita

Hace poco se estrenaba Sin límites, una película sobre un escritor (Bradley Cooper) que tomaba una droga mágica  para tener más éxito en su trabajo, como si fuera un ciclista. En esta línea temática, Dennis Quaid declaraba hace unos días que en los 80 la cocaína estaba incluida en los presupuestos de las películas, y que él estuvo al borde de la autodestrucción por su adicción a esos mágicos polvillos que dan tanto subidón (la verdad es que esta metáfora de la cocaína podría utilizarse también para la adicción que en los 80 confesó Michael Douglas).
A Dennis Quaid le ha dado por airear su pasado como si fuera un loco, sin sacar un libro de memorias como haría Justin Bieber. A mí me parece bien que confiese estas cosas, quién no ha tenido de joven algún amor sonrojante, algún vicio inconfesable o se ha zumbado a una cabra joven (bueno, quizá me estoy excediendo en mis confesiones). Pero yo matizaría unas cuantas cosas en esta historia de Dennis Quaid y las cabras. Digo, las drogas.
Dennis Quaid, ahí como diciendo: "Sí, yo me metía lo que me daba la gana, qué pasa".
1. Él dice que en las películas de los 80 había una partida del presupuesto destinada a la cocaína para los artistas, en concepto de “otros gastos”. Los técnicos se jodían o la pillaban por su cuenta. Eso explicaría, por ejemplo, el elevado presupuesto de Salvador, con John Belushi en el reparto. O que a veces Gerard Depardieu tuviera problemas para trabajar: no es que tuviera fama de complicado, es que con esa nariz podía destrozar el presupuesto de cualquier superproducción. Es como si Adrien Brody hubiera trabajado en los 80. Imaginaos la cara de pánico del encargado de “otros gastos”: “Oye, que ese tío no se acerque al cajón de las papelas”.
2. Estas declaraciones podrán haber impactado mucho en EE.UU., pero que no se lo cuenten a los madrileños que vivieron los 80 o a los que, aunque fuéramos demasiado jóvenes, teníamos hermanos mayores. Alguien dijo que si recuerdas lo que hiciste en los 80, es que no los viviste. No quiero ni imaginar el presupuesto de “otros gastos” de ciertas películas españolas (madrileñas) de los 80, de los conciertos de algunos grupos de la movida (eufemístico, este “algunos”) o el de algunos programas de televisión.
3. Y conviene aceptar que esto fue normal, no es cuestión de decantarse ahora sobre si drogas sí o drogas no: esto fue así y ya está, y si lo sigue siendo, pues perfecto. Si Easy rider tuviera que haber salido distinta porque no había drogas de por medio, pues por mí como se pasan el rodaje con la cabeza metida en el plato de harina.
4. Como lo platos de la maravillosa Boogie nights, que reflejaba el cine porno de los 70. O como Al Pacino hundido su careto en una montaña de cocaína en El precio del poder (más que Scarface parecía Snif-face). O como El hombre del brazo de oro, con ese Frank Sinatra soportando el mejor mono de la historia del cine, con permiso de Tarzán. Y en España, la droga ha sido leit motiv en Bajarse al moro, Qué he hecho yo para merecer esto, Todo sobre mi madre… Es que entonces la vida era así.
La mesa de cristal de "Boogie nights". Como para estornudar cerca...
5. Cuentan que Martin Sheen en Apocalypse now tuvo sus momentos lisérgicos (y mira tú a Charlie Sheen, cómo ha salido luego de moderado). Que Scorsese no lo pasó bien con las drogas (o que se lo pasó genial, según se mire)). Que Errol Flynn era adicto a ser adicto. Que Bela Lugosi necesitaba a un Pascua Ortega para aguantar los últimos rodajes. Y mira qué películas nos dejaron entre todos.

Que parece que esté yo aquí defendiendo la droga… no por Dios! Lo que sí defiendo es que no nos escandalicemos de lo que cuenta Dennis Quaid. Porque él simplemente, se ha atrevido a contarlo. Y al que le haya sorprendido es más iluso que un pájaro en mano al que Dios le ayuda.