viernes, 12 de noviembre de 2010

“Imparable”: trenes a distintas velocidades

Hoy se estrena Imparable, la úitima película de Tony Scott, que entre otras cosas es el hermano pequeño de Ridley Scott. Yo siempre recuerdo que Antonio Gasset, en vista del espectacular bajón que dio el cine de Ridley Scott en los años 90, decía estar convencido de que Blade Runner y Alien las había dirigido un primo suyo. Podría ser. Pero desde luego, no su hermano Tony.
Imparable es la historia de un tren que va desbocado por la vía lleno de materiales tóxicos, sin conductor y a su libre albedrío. Denzel Washington hace de ingeniero negro que tiene que conseguir que el tren se detenga. Yo creo que no hace falta que os cuente el final, es tan predecible como predecís. Pero si habéis visto Serpientes en el avión, Pánico en el túnel, Aeropuerto, Speed o Air Force One… yo creo que hasta podríais ahorraros la entrada del cine. Incluso si habéis visto las cuatro, podéis ahorraros leer este blog y emplear todos vuestros ahorros en un psiquiatra agradable.
Denzel Washington entrando en el tren como diciendo: "Esto lo paro yo aunque sea a hostias".
Pero Imparable me ha hecho pensar en algunos trenes que ha habido a lo largo de la historia del cine y que hay que agradecer que nunca nadie haya intentado detenerlos. Bueno, alguno no me habría importado que hiciera una parada para bajarme un rato y hacer transbordo. Por ejemplo:
Polar Express, del que me hubiera bajado a la altura de Suecia. El tren llegaba a la casa de Santa Claus, que hay que joderse, un tío que tiene un trineo que vuela, para qué necesita una estación en la puerta. Lo mejor era el experimento de Robert Zemeckis con la técnia del  ”motion capture” (la de que un actor se mueva y sacar de sus moviemientos un personaje animado). Y lo peor era que todos los personajes los hacía Tom Hanks. Qué cansino.
Nunca me habría bajado del tren de Con faldas y a lo loco, ni de ese vagón donde las instrumentistas convivían, fumaban y bebían, y aceptaban como si fueran dos de ellas a Tony Curtis y Jack Lemmon. Hombre, seamos hombretones y reconozcamos que lo que más mola es viajar con Marilyn y sus chicas… pero un viajecito con Tony y Jack, que tampoco están ya entre nosotros… pues no tendría precio.
Lo mismo digo del tren de Los hermanos Marx en el Oeste, ese tren que para poder usar combustible tiene que irse autosacrificando, el de la mítica escena de “¡Mas madera” . Frase errónea, por cierto. Revisad la película: lo que dice Groucho en español es: “¡Traed madera! ¡Traed madera!”
Igual es injusto comparar a Tony Scott con estos pedazo de trenes, pero es que hay por ahí trayectos como el de Asesinato en el Orient Express, pilotado por Sidney Lumet, que te llevaba de París a Atenas en compañía de Albert Finney, Ingrid Bergman, un asesino y Hercules Poirot… y ya no hay trenes como esos, o como el de Alfred Hitchcock, Extraños en un tren, o cómo pactar con un desconocido matar a su mujer y que el mate a la tuya, así, sin móviles, sin motivos, sin sospechas… Coño, eso hoy en día no pasa. En cercanías uno ya no puede hacer esos planes, porque te escucharía el chaval que va de pie clavándote la mochila en los cojoncillos.
Pero todavía se pueden coger buenos trenes, como el de Viaje a Darjeeling, de Wes Anderson, y hacer un divertido viaje por la India con Adrian Brody, Owen Wilson y un tercer actor que siempre me recordó a Ernesto Sevilla.
Jason Schwartzman, Adrien Brody y Owen Wilson, destino Darjeeling.
Mi tren favorito, reconozco la frikada, la debilidad, la falta de criterio… es El expreso de Chicago, con Gene Wilder y Richard Pryor, en el que Gene se cae del mismo tren a cada rato, y siempre por una causa superlógica. Cada vez que la dan por la tele, no puedo evitar caer en sus redes o vagones. Será por la música de Henry Mancini, será por lo que sea, pero caigo.
Por no hablar de otros trenes, como el genial de Buster Keaton en El maquinista de la general; el de la última escena de Slumdog millonaire; el de una película española llamada 14 estaciones y que si no me llega a sujetar mi amiga Susana, o yo a ella, nos habríamos salido del cine; el cansino tren de Harry Potter

En fin, que el cine ha viajado en tren tantas veces que Imparable se me antoja simplemente la penúltima estación… pero no precisamente la más interesante.