viernes, 4 de junio de 2010

Ojo con los impostores (dicen que son Ricardo Darín)

En el año 2000 se estrenó una película argentina que se llamaba Nueve reinas. Fue la primera vez que vi en pantalla a Ricardo Darín y pensé: es feo. Eso no quiere decir nada, porque ahora me parece guapo. Yo es que no tengo muy buen ojo con los hombres. Tampoco con las mujeres, de pequeño me parecía guapa María Luisa Seco, a la que Dios tenga en su gloria. Con quien de verdad tengo buen ojo es con los ñus.
Lo que sí que pensé de Darín es que era un grandísimo actor. Después le vimos todos en El hijo de la novia, y a partir de ahí se convirtió en un habitual de nuestras salas, y he podido comprobar en persona que también es un tipo muy majete, y a mi cuñado Julio le confundieron con él un día por la calle y yo he venido aquí a hablar de Nueve reinas, no de Darín, así que voy a retomar el hilo, si es que me liáis con dos de pipas o como se diga.
Ricardo Darín y Gastón Pauls en "Nueve reinas".
Nueve reinas fue una especie de hito. A partir de Nueve reinas, el cine argentino se empezó a considerar de otra manera por el público español (o por una parte del público español), que sólo conocía bien el cine de Adolfo Aristarain, Luis Puenzo, Eduardo Mignogna y si acaso el de Marcelo Piñeyro. Pero a El hijo de la novia le siguieron El mismo amor, la misma lluvia (anterior en el tiempo), La ciénaga, Nos sos vos soy yo, El abrazo partido, Tiempo de valientes, El aura, Luna de Avellaneda, Nadie dijo que es fácil, El sueño de Valentín, XXY, Un novio para mi mujer y por supuesto El secreto de sus ojos. Más o menos, el público fue al cine a verlas, y algunas de ellas masivamente. Porque el cine argentino es de lo mejor que llega a nuestras pantallas, y sus comedias (las que se estrenan aquí) son prácticamente infalibles. Acabo de ver una pequeña joya llamada El último verano de la boyita que aún anda por los cines, y que también merece la pena. Pero yo he venido aquí a hablar de Nueve reinas, no del cine argentino, así que voy a retomar el hilo, si es que me liáis con dos de pipas o como se diga.
Nueve reinas es la historia de dos timadores de poca monta que se enrolan en un golpe de mucha monta. Los actores, Ricardo Darín y Gastón Pauls (al que enseguida perdí la pista), estaban más naturales que un zapato en una barca. No, el símil no es bueno. Quiero decir que estaban asombrosamente naturales, cómodos y realistas. Y el juego de timos, timadores y timados es ingenioso y audaz.
¿La película es perfecta? No, nadie es perfecto excepto Mónica Bellucci. Nueve reinas es tramposa, y acaba con un par de saltos  mortales que cambian el final en un giro sorprendente, tan sorprendente que te da igual, porque tú no puedes apenas ni intuirlo (eso es lo que quiere decir que una película es “tramposa”, lo explico porque el otro día me lo preguntó un amigo con cara de mapache). Nueve reinas también es demasiado deudora de El golpe: empieza y acaba de una manera muy parecida. Dicho esto, la película merecería un 8 en la escala Richter, que no es poco. Fabián Bielinsky, el director de Nueve reinas, murió poco después de rodar su siguiente película: El aura. Una pena.
Bien. Como introducción para hablar de una serie no ha estado mal. Hugo Chávez habría estado hablando siete horas más que yo hasta que el Rey le hubiera mandado callarse.
La semana pasada se estrenó la serie argentina Los impostores en FOX Crime, el nuevo y segundo canal de FOX, que poco a poco se está convirtiendo en el primero. Está basada en Nueve reinas, pero todo es más chapucero. La idea recuerda a la de una serie española que duró menos que Juan Pablo I, y que se llamaba Guante blanco (la serie, el papa se llamaba Albino Luciani y dicen que falleció de muerte natural, ja, ja, ja, ja, ja). En Impostores, un grupo de timadores actúa bajo el mando de un maestro retirado, el grande, grandísimo Federico Luppi, con el que tengo una foto que sale en Internet en la que mi cabeza parece tres veces más grande que la suya, y no será por los tamaños de los dispares cerebros. Los cabecillas (los de la banda, no las de Federico y mía), o al menos los protagonistas, son Leonardo Sbaraglia y Leticia Bredice, superviviente de Nueve reinas, al igual que algún secundario de cuyo nombre no quiero acordarme (o mejor dicho, no puedo).
Parte del elenco de "Impostores" en el cartel promocional de "Impostores".
La serie se deja ver, y va creciendo en calidad capítulo a capítulo, pero está lejos de la factura de Nueve reinas. Tanto, que la decisión de FOX Crime de emitir los capítulos de dos en dos se me antoja más equivocada que el estilismo de Daniel Diges. Llegas cansado al segundo, sin ganas de prestar atención a todos los detalles para ver en cuál te hace la trampa el guión. Porque Impostores es aún más tramposa que Nueve reinas: no puedes ni siquiera intuir en qué momento se produce el timo, porque a veces ni te muestran la imagen: sólo la ves en la “repetición a cámara lenta” al final del capítulo. Así resolvieron el primer capítulo, en el que se desvela que algunos personajes a los que ni siquiera conocías son timadores que forman parte de un mega engaño para reclutar a Leticia Bredice. O con el traductor del capítulo dos (recordadlo si la habéis visto o fijaos si la veis), al que la cámara no te muestra durante la historia: sólo le ves al final, cuando te explican la ingeniosa estrategia. Yo es que odio ese recurso de “la repetición de la jugada”: si tienes que volver a explicar algo repitiendo las imágenes al final de una película es que lo has escondido deliberadamente durante el metraje, o que sencillamente lo has explicado mal. Utilizar ese recurso es a mi juicio es el único fallo de El sexto sentido (por citar un ejemplo), y no necesitarlo es uno de los muchos aciertos de Los otros.
Leonardo Sbaraglia, que es otro tipo encantador, estuvo en España presentando la serie. Coincidí con él hace un año grabando una tontería en el Retiro, y ahora me acuerdo de que me contó que empezaba a rodar la serie. Luego nos encontramos en el Festival de Sitges, y hace unos días la productora Cristina Iglesias me confirmó que sigue siendo una persona afable y simpaticona (Sbaraglia). A mi chica le pone bastante (Sbaraglia), pero este dato no debería preocuparos.
A mí sí, en cambio.
En la última edición de los Goya, Eduardo Blanco hizo un número magnífico (como los de toda la gala) con Andreu Buenafuente en el que autoparodiaba lo que nos sucede en España con las películas argentinas: que durante los primeros diez minutos no entendemos ni patata, seguramente porque nunca dicen “patata”. Luego el oído se acostumbra y la película empieza a cobrar sentido. Eso también sucede con Impostores.
Pero yo el otro día me encontré en el metro con Luciano, que es argentino, y le entendí desde el minuto uno.
Qué raro es todo.
ANEXO: Tres Postdatas. Tres Despedidas
1. Mi parte más cinéfila quiere recordar a Dennis Hopper. Nos ha dejado un grande, un maldito, un icono. En mi memoria, Dennis Hopper siempre tendrá un rincón para pasear con su Harley Davidson con la canción The weight (de The Band) de fondo, posiblemente una de las mejores canciones de la historia del rock. Descansa en paz, maestro.
2. Mi parte más teléfila quiere homenajear a Rue McCLanahan, Blanche Devereaux en Las chicas de oro. Era la más joven de las cuatro, la que más ligaba, la que hacía los chistes más verdes… Hoy que se ha estrenado Sexo en Nueva York 2 (deplorable película que procede de una muy buena serie), conviene recordar que el personaje de Samantha es absolutamente deudor del de Blanche. En el cielo de las series, Dorothy y Sofía se habrán alegrado de la llegada de Blanche. El resto de los mortales, no.

3. Y mi parte más friki quiere despedirse de un viejecillo entrañable llamado Jesús García. Don Jesús era un anciano absolutamente anónimo hasta que un día pronunció dos frases en un anuncio: “Y el Real Madrid ¿qué?, otra vez campeón de Europa, ¿no?” y “Y Franco… ¿qué opina de todo esto?”. El anuncio era de un coche, pero de eso no se acuerda casi nadie.