jueves, 10 de diciembre de 2009

Monty Python

Hola, yo soy politeísta, entendiendo el concepto de dios como lo entiende Fernando Trueba. Los hermanos Marx serían mi Santísima Trinidad. Woody Allen, mi dios de la fertilidad. Keaton, Wilder, Lubitsch y Chaplin serían mis dioses en blanco y negro. Y tengo muy pocos más en mi lista, como por ejemplo, Sánchez Dragó. Ah no, espera. Ése lo tengo en otra lista.
Y luego están los Monty Python. Los Monty Python tienen la habilidad de hacerme reír con una sola película tirando de todas las gamas de humor que llevo dentro y de algunas que desconocía llevar. Por ejemplo, veo El sentido de la vida y me río durante 90 minutos de chistes sobre literatura (y pienso: qué culto soy), sobre religión y preservativos (qué liberal soy), sobre la muerte (qué agudo soy) y sobre vómitos (andá, pero si también soy un poco guarro, yo que siempre había presumido de no comulgar con el humor escatológico). Y que unos humoristas me hagan pensar todas esas cosas, pues a mí me encanta.
La vida de Brian
Yo creo que casi todos hemos conocido a Monty Python en La vida de Brian. Normal: es su mejor película. La irreverente idea (era el año 79) de contar la vida de Cristo a partir de un tío que nació enfrente del auténtico Portal de Belén es genial, vale. Pero además, los chistes de La vida de Brian son de lo mejorcito que he visto en cine. Ese Pilatos con frenillo al que las masas piden que libere a presos cuyo nombre contienen la “r”, aunque no existan. Esa Virgen María (o madre de Brian, que encima es un señor) que devuelve a los Reyes Magos la mirra porque no sabe lo que es. Ese funcionario que pregunta a los condenados “¿crucifixión?” y que se fía de ellos, incluso del que le gasta la broma de decir “no, absolución”, pero luego se arrepiente. O ese final maravilloso: “Always look on the bright side of live”
Y por culpa de Brian, existe la creencia de que las demás películas de Monty Python están muy bien, pero están compuestas de gags. No es así, niños. Se armó la gorda (horrenda traducción de “And now for something completely different”) y El sentido de la vida sí son películas de sketches. La primera es una selección de los mejores gags de su programa de televisión rodados en cine. Si podéis verla, seguramente lloraréis de risa con los leñadores que de repente son gays, con el extranjero que tiene un diccionario de húngaro-inglés escrito por un hijoputa que ha traducido las frases más habituales por verdaderas barbaridades sexuales, o con el escalador que visita al oftalmólogo (mi gag favorito es inexplicable por escrito, pero es uno de Eric Idle dando la brasa en un bar a un desconocido al que no para de decirle “nudge, nudge, wink, wink, say no more, say noooo mooooore”. ¿Veis? Escrito no tiene gracia). Y también está El sentido de la vida, que tiene algunos de los mejores gags de Monty Python.
Perdón un momento, pero es que tengo la tele puesta y acabo de ver un anuncio en el que Raphael te invita a entrar en Teléfonica.es y cantar villancicos a dúo con él, y se me ha ido el santo al cielo.
Vale, ya se me ha pasado.
Hablaba de que hay otras películas de Monty Python muy grandes que no están hechas a base de gags independientes. Como La bestia del reino. O Los caballeros de la mesa cuadrada (otra traducción horrorosa de Monty Python and the Holy Grial… pero ¿por qué los traductores de títulos intentan ser más graciosos que los propios humoristas?). Por motivos de trabajo – Dios santo, pero qué chollo de trabajo tengo a veces – me invitan a ver Spamalot, el musical de Monty Python basado en Los caballeros de la mesa cuadrada, y que ya ha triunfado en Barcelona. En un inexplicable ataque de profesionalidad, veo antes la película, aunque ya la he visto mil veces. Bueno, quien dice mil veces dice seis. No, quien dice mil dice mil, pero yo la película la habré visto seis veces, no mil. Si la hubiera visto mil veces no habría tenido tiempo de ver nada más en mi vida. En cualquier caso, creo que esta última vez es la que más la he disfrutado. He vuelto a llorar de risa con el conejito blanco que luego es una bestia asesina. Con el caballero valiente que le sigue tocando los huevos al Rey Arturo aunque éste le ha cortado (en equitativo duelo) los brazos y las piernas. Con el francés que les insulta desde una torre y les lanza vacas (sí, vacas). Con los temibles caballeros que dicen “Ni” (yo últimamente cuando me pongo muy nervioso también digo “Ni”, a mi chica pongo por testigo). Vamos, que me encanta Los caballeros de la mesa cuadrada. Por cierto, a los descacharrantes traductores de títulos no debió de parecerles suficiente su genialidad y añadieron entre paréntesis: “y sus locos seguidores”.
Spamalot, el musical, es un producto de Eric Idle, uno de los Monty Python más graciosos. Eric respetó el argumento y los principales números de la película, pero añadió unos números musicales un poco de pegote. En España, Spamalot está adaptada y dirigida por Tricicle. Y hace unos días tuve la oportunidad de que Paco Mir y Joan Gracia me explicaran cómo la tradujeron, qué chistes son de ellos y cuáles de Eric Idle, en qué se diferencia su versión de la original… Oye, y qué serios son Tricicle (bueno, Bicicle). Ya sé qué los humoristas no tienen por qué ser un despiporre con patas, pero es que me resultaron muy serios. También es verdad que durante la entrevista mi querido cámara y compañero del alma Antonio decidió ponerse a fallecer de un violento ataque de gripe del pollo complicado con una tos ferina del infierno, aunque al final sobrevivió. Pero yo creo que Tricicle no estaban serios por eso, es que lo son y punto. A la par que amables y educados, vive Dios, así que nada que objetar.
El Teatro Lope de Vega, el día del estreno en Madrid de "Spamalot".
Yo no disfruté a muerte Spamalot, pero conozco a gente que sí. Prefiero ver las pelis, si de celebrar el 40 aniversario de Monty Python se trata, pero a quien le guste el musical y quiera echar unas risas un par de puntos por debajo del humor medio de Monty, pues ahí lo tiene. Y a los que le parezca un insulto cascarse un post sobre los Monty Python sin mencionar los nombres de Eric Idle, Michael Palin, John Cleese, Terry Gilliam, Terry Jones y Graham Chapman, que se vean la serie de seis documentales Monty Python, la versión de los abogados. No os quiero hablar mucho de ella porque me paso la vida haciendo publicidad de CANAL+ y cualquier día me van a dar un toque.

Qué más contaros. Que Carlitos me hizo una foto subido en la almena del escenario de Spamalot y disfrazado de francés que insulta. Son gajes del oficio, porque en condiciones normales los dos sabemos que esa foto se la hubiera hecho yo a él. Gracias, en cualquier caso. Ah, y que intentéis ver las películas de Monty Python. Si no las encontráis, yo os las dejo yo.