Robert
de Niro es uno de los mejores actores que ha
habido sobre la faz de la Tierra. Dicho de otra manera. Robert de Niro ha
interpretado algunos de los mejores papeles que se recuerda. O lo que es lo
mismo: Robert de Niro es
muy buen actor, pero hace muchos años que no le vemos en un buen papel.
Podríamos decir lo mismo de Al
Pacino, Robert Redford y Liberto Rabal.
Llevo cerca de 50 años
de carrera profesional entrevistando y cenando con los actores más importantes
de todo el mundo, aunque si lo piensas bien son muchos menos años y muchísimos
menos actores, y no he cenado en la vida con ninguno de ellos. Pero he hablado
con bastantes de sus gustos actorales, de sus referentes, de sus intérpretes
favoritos. Juan Diego
Botto, mi queridísimo Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, Luis Tosar, Javier
Bardem, y Liberto Rabal (y muchos más, seguro), mencionan como
number one a Robert de Niro.
Que no digo no esté bien eso, pero me sorprende la supremacía de Bobby frente a
otros nombres como Spencer
Tracy, Dustin Hoffman, Cary Grant, Anthony Quinn, Sean Penn, Edward Norton,
Federico Luppi, el propio Javier Bardem, el mismísimo Liberto Rabal (con ellas
sucede un poco lo mismo, pero con Meryl
Streep).
Yo creo que todos eligen
a Robert de Niro pensando
sólo en su primera etapa. En la etapa “Are
you talking to me?”. Me explico.
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Are you talking to me? |
Hay dos frases que
describen perfectamente la bipolaridad de Robert de Niro. “Are you talking to me?” y “¡Abogaaaadooooo!”
“Are you talking to me?” simboliza al actor joven, al que se estaba probando a sí mismo, al
que se moldeaba al gusto de los directores aportando su personalidad, pero no
imponiéndola, al que no se le ponía siempre la misma sonrisa hiciera el papel
que hiciera. Simboliza el compromiso con la interpretación, la técnica metódica
y el estudio de los antecedentes de los personajes. “Are you talking to me?” es el De Niro
de El Padrino, Novecento, Taxi driver, La misión, Toro salvaje, Uno de los
nuestros.
“¡Abogaaaadooooo!” es el De Niro perezoso, el de los tics, el sobreactuado pero no
contenido por los directores que piensan “¡qué
grande! Igual se ha pasado, pero ‘¡es De Niro!”. El De Niro de Despertares, Stone, Los
padres de ella, Asesinos de élite, y sobre todo, el de El cabo del miedo.
Nunca olvidaré a De Niro
saltando por el patio trasero del barrio siciliano en el que creció Corleone,
ni la escena del espejo de Travis (no menos imponente por demasiado manida), ni
el miedo y admiración que sentía por un delgado Depardieu, ni su asombrosa
capacidad para desfigurarse a sí mismo en el ring, etc.
Pero tampoco su
inmortalidad excesiva mientras le golpea con una piedra Nick Nolte, ni el careto
de soplagaitas cuando despertaba de un coma o algo así ante la mirada de
soplagaitas de Robin
Williams, ni la sonrisa que le pone a Ben Stiller en una
comedia familiar, que es la misma que le planta a Edward Norton en un
thriller psicológico. Tengo sentimientos encontrados con De Niro, algo que no me sucede con Federico Luppi ni con
Liberto Rabal.
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Abogaaaadoooo... |
Siempre he pensado que Scorsese le dejó tontico.
Como a Daniel Day-Lewis,
que en “Gangs of New York”
me recordaba en parte las caras excesivas de Robert, y luego en “Pozos de ambición” daba la
impresión de que Daniel se había quedado ya así. Con Leonardo Di Caprio, Scorsese
no podrá nunca, porque Leo es un soso. Ni con Liberto Rabal.
Aún así, a Robert de Niro siempre
habrá que agradecerle locuras como escribir con la mano derecha (pese a ser
zurdo) para no transmitirle su zurdería (o como se diga) al personaje, ganar 27
kilos para “Toro salvaje”,
pasar cuatro meses en Sicilia aprendiendo a hablar el dialecto de Vito Corleone, aprender a
tocar el saxofón para “New
York, New York”, trabajar como taxista cuatro semanas para “Taxi driver”…
Pero… este fin de semana
Robert de Niro ha
estrenado “Asesinos de élite”.
Una soberana chorrada. Abogaaaadoooo…