sábado, 19 de noviembre de 2011

Robert de Niro: “Are you talking to me?” vs “Abogaaadoooo”.

Robert de Niro es uno de los mejores actores que ha habido sobre la faz de la Tierra. Dicho de otra manera. Robert de Niro ha interpretado algunos de los mejores papeles que se recuerda. O lo que es lo mismo: Robert de Niro es muy buen actor, pero hace muchos años que no le vemos en un buen papel. Podríamos decir lo mismo de Al Pacino, Robert Redford y Liberto Rabal.
Llevo cerca de 50 años de carrera profesional entrevistando y cenando con los actores más importantes de todo el mundo, aunque si lo piensas bien son muchos menos años y muchísimos menos actores, y no he cenado en la vida con ninguno de ellos. Pero he hablado con bastantes de sus gustos actorales, de sus referentes, de sus intérpretes favoritos. Juan Diego Botto, mi queridísimo Antonio de la Torre, Raúl Arévalo, Luis Tosar, Javier Bardem, y Liberto Rabal (y muchos más, seguro), mencionan como number one a Robert de Niro. Que no digo no esté bien eso, pero me sorprende la supremacía de Bobby frente a otros nombres como Spencer Tracy, Dustin Hoffman, Cary Grant, Anthony Quinn, Sean Penn, Edward Norton, Federico Luppi, el propio Javier Bardem, el mismísimo Liberto Rabal (con ellas sucede un poco lo mismo, pero con Meryl Streep).
Yo creo que todos eligen a Robert de Niro pensando sólo en su primera etapa. En la etapa “Are you talking to me?”. Me explico.
Are you talking to me?
Hay dos frases que describen perfectamente la bipolaridad de Robert de Niro. “Are you talking to me?” y “¡Abogaaaadooooo!”
“Are you talking to me?” simboliza al actor joven, al que se estaba probando a sí mismo, al que se moldeaba al gusto de los directores aportando su personalidad, pero no imponiéndola, al que no se le ponía siempre la misma sonrisa hiciera el papel que hiciera. Simboliza el compromiso con la interpretación, la técnica metódica y el estudio de los antecedentes de los personajes. “Are you talking to me?” es el De Niro de El Padrino, Novecento, Taxi driver, La misión, Toro salvaje, Uno de los nuestros.
“¡Abogaaaadooooo!” es el De Niro perezoso, el de los tics, el sobreactuado pero no contenido por los directores que piensan “¡qué grande! Igual se ha pasado, pero ‘¡es De Niro!”. El De Niro de Despertares, Stone, Los padres de ella, Asesinos de élite, y sobre todo, el de El cabo del miedo.
Nunca olvidaré a De Niro saltando por el patio trasero del barrio siciliano en el que creció Corleone, ni la escena del espejo de Travis (no menos imponente por demasiado manida), ni el miedo y admiración que sentía por un delgado Depardieu, ni su asombrosa capacidad para desfigurarse a sí mismo en el ring, etc.
Pero tampoco su inmortalidad excesiva mientras le golpea con una piedra Nick Nolte, ni el careto de soplagaitas cuando despertaba de un coma o algo así ante la mirada de soplagaitas de Robin Williams, ni la sonrisa que le pone a Ben Stiller en una comedia familiar, que es la misma que le planta a Edward Norton en un thriller psicológico. Tengo sentimientos encontrados con De Niro, algo que no me sucede con Federico Luppi ni con Liberto Rabal.
Abogaaaadoooo...
Siempre he pensado que Scorsese le dejó tontico. Como a Daniel Day-Lewis, que en “Gangs of New York” me recordaba en parte las caras excesivas de Robert, y luego en “Pozos de ambición” daba la impresión de que Daniel se había quedado ya así. Con Leonardo Di Caprio, Scorsese no podrá nunca, porque Leo es un soso. Ni con Liberto Rabal.
Aún así, a Robert de Niro siempre habrá que agradecerle locuras como escribir con la mano derecha (pese a ser zurdo) para no transmitirle su zurdería (o como se diga) al personaje, ganar 27 kilos para “Toro salvaje”, pasar cuatro meses en Sicilia aprendiendo a hablar el dialecto de Vito Corleone, aprender a tocar el saxofón para “New York, New York”, trabajar como taxista cuatro semanas para “Taxi driver”…

Pero… este fin de semana Robert de Niro ha estrenado “Asesinos de élite”. Una soberana chorrada. Abogaaaadoooo…