Llevamos ya 2 semanas y
3 capítulos de “American Horror
Story”,
la serie que en España emite FOX. “American
Horror Story” es una serie de terror, de miedo, de susto, de
aprensión, de recelo, de inquietud, de ansiedad, de desasosiego, de cague, de
alucinaciones, de turbaciones (incluso de algunas mas-turbaciones), de pánico,
de pavor, de espanto, de alarma, de sobresalto, de estremecimiento, de horror,
de angustia, de agobio, de grima. A lo mejor no da la impresión por el
despliegue calificativo que acabo de hacer, pero no me vuelve loco la serie, a
mí.
Con las series suelo
esperar unos capítulos para emitir juicios de valor (no soy yo de ver series de
un tirón, no sé si por falta de tiempo, de ánimo o de costumbre), porque a
veces me entusiasmo con el primer capítulo y luego mi opinión decae (Pan Am, Fast forward, Prison break),
o al revés, me falla el piloto y luego la serie me encandila (Dexter, Sálvame de luxe).
“American Horror Story”
me parece que está bien, pero también me parece más irregular que Guti en el
centro del campo.
![]() |
Las buenas gentes de "American Horror Story". |
Sin duda, una de las
causas de esta irregularidad es su creador (y guionista, y director de algunos
capítulos): Ryan Murphy.
Ryan Murphy es un loco de la televisión, en el buen sentido. Cualquiera que
haya visto Nip/Tuck sabrá
de lo que hablo. Nip/Tuck,
la serie sobre cirujanos plásticos más excesiva que se hará nunca, era
irreverente, transgresora, bestia, divertida y además, adictiva. Pero a Ryan Murphy de vez en
cuando se le va la olla, y para seguir
Nip/Tuck había que aceptar ciertas reglas del juego que caminaban
en el alambre de la moralidad, y muchas propuestas sexuales insólitas en una
serie, con tullidos, ciegos, enanos y enfermos ejerciendo su derecho al sexo,
con tetas operadas llenas de cocaína, con psicópatas desfiguradores que veían
como su obra era anulada por un simple golpe de bisturí. Algunas de estas cosas
parecen el guión (si lo hubiera) de un show de Gurruchaga, pero Ryan Murphy
conseguía acercar estos límites a ciertos niveles de normalidad (“Glee”, con todos sus excesos,
era otra cosa).
Y algo así sucede con “American Horror Story”,
en la que algunas escenas de terror pueden llegar a darte risa, donde se abusa
de la inserción de brevísimas imágenes casi subliminales para dar sustos, donde
los crímenes son demasiado explícitos… El terror de “American Horror Story”
está buscado de una manera poco sutil, en la opinión de este humilde cronista,
de modestos conocimientos pero poseedor de una inteligencia y un buen gusto
asombrosamente privilegiados.
Pero perdonadme, aún no
os he contado de qué va la serie, soy un maleducado (aquí me ruborizo y hago un
adorable gesto ocultando mis sonrojadas mejillas bajo un enorme abanico). “American Horror Story”
cuenta la desastrosa vida familiar de un matrimonio formado por el musculoso
Ben (Dylan McDermott)
y su esposa Vivien, que se instalan en una mansión de San Francisco para
empezar de cero después de un aborto de la mujer y un desliz sexual del a
puchinga del marido. Ambos tienen una hija adolescente problemática (y valga la
redundancia), y una criada a la que todos ven como una mujer mayor (la
maravillosa Frances Conroy
de “A dos metros bajo tierra”) y Ben ve como un tentador cañón
de veintipocos vestida como una empleada del hogar sacada de una película
porno. Ver el affaire entre señor y criada de la casa desde las dos
perspectivas visuales es inquietante y divertido.
![]() |
La versión joven y maciza de la criada. |
Y como vecina, está una enorme,
descomunal Jessica Lange y su hija con síndrome de Down. Precisamente otra de
las irregularidades de la serie es el personaje de Jessica Lange. Cuando
aparece, la serie sube como la espuma, las cosas dejan de parecer una broma
pesada y se convierten en una historia del terror más clásico, sutil y
efectivo. Jessica Lange haciendo magdalenas da más miedo que unos fantasmas
matando a dos tarados.
Si la serie tuviera un
poco más de terror a lo Lange y menos de terror que puede dar pelín de risa, mi
opinión mejoraría bastante. Pero es una serie de Ryan Murphy. Y aún quedan
10 episodios (son 13) y mucha tela y cuellos que cortar.