martes, 22 de noviembre de 2011

“American Horror Story” y el loco de Ryan Murphy

Llevamos ya 2 semanas y 3 capítulos de “American Horror Story”, la serie que en España emite FOX. “American Horror Story” es una serie de terror, de miedo, de susto, de aprensión, de recelo, de inquietud, de ansiedad, de desasosiego, de cague, de alucinaciones, de turbaciones (incluso de algunas mas-turbaciones), de pánico, de pavor, de espanto, de alarma, de sobresalto, de estremecimiento, de horror, de angustia, de agobio, de grima. A lo mejor no da la impresión por el despliegue calificativo que acabo de hacer, pero no me vuelve loco la serie, a mí.
Con las series suelo esperar unos capítulos para emitir juicios de valor (no soy yo de ver series de un tirón, no sé si por falta de tiempo, de ánimo o de costumbre), porque a veces me entusiasmo con el primer capítulo y luego mi opinión decae (Pan Am, Fast forward, Prison break), o al revés, me falla el piloto y luego la serie me encandila (Dexter, Sálvame de luxe). “American Horror Story” me parece que está bien, pero también me parece más irregular que Guti en el centro del campo.
Las buenas gentes de "American Horror Story".
Sin duda, una de las causas de esta irregularidad es su creador (y guionista, y director de algunos capítulos): Ryan Murphy. Ryan Murphy es un loco de la televisión, en el buen sentido. Cualquiera que haya visto Nip/Tuck sabrá de lo que hablo. Nip/Tuck, la serie sobre cirujanos plásticos más excesiva que se hará nunca, era irreverente, transgresora, bestia, divertida y además, adictiva. Pero a Ryan Murphy de vez en cuando se le va la olla, y para seguir Nip/Tuck había que aceptar ciertas reglas del juego que caminaban en el alambre de la moralidad, y muchas propuestas sexuales insólitas en una serie, con tullidos, ciegos, enanos y enfermos ejerciendo su derecho al sexo, con tetas operadas llenas de cocaína, con psicópatas desfiguradores que veían como su obra era anulada por un simple golpe de bisturí. Algunas de estas cosas parecen el guión (si lo hubiera) de un show de Gurruchaga, pero Ryan Murphy conseguía acercar estos límites a ciertos niveles de normalidad (“Glee”, con todos sus excesos, era otra cosa).
Y algo así sucede con “American Horror Story”, en la que algunas escenas de terror pueden llegar a darte risa, donde se abusa de la inserción de brevísimas imágenes casi subliminales para dar sustos, donde los crímenes son demasiado explícitos… El terror de “American Horror Story” está buscado de una manera poco sutil, en la opinión de este humilde cronista, de modestos conocimientos pero poseedor de una inteligencia y un buen gusto asombrosamente privilegiados.
Pero perdonadme, aún no os he contado de qué va la serie, soy un maleducado (aquí me ruborizo y hago un adorable gesto ocultando mis sonrojadas mejillas bajo un enorme abanico). “American Horror Story” cuenta la desastrosa vida familiar de un matrimonio formado por el musculoso Ben (Dylan McDermott) y su esposa Vivien, que se instalan en una mansión de San Francisco para empezar de cero después de un aborto de la mujer y un desliz sexual del a puchinga del marido. Ambos tienen una hija adolescente problemática (y valga la redundancia), y una criada a la que todos  ven como una mujer mayor (la maravillosa Frances Conroy de “A dos metros bajo tierra”) y Ben ve como un tentador cañón de veintipocos vestida como una empleada del hogar sacada de una película porno. Ver el affaire entre señor y criada de la casa desde las dos perspectivas visuales es inquietante y divertido.
La versión joven y maciza de la criada.
Y como vecina, está una enorme, descomunal Jessica Lange y su hija con síndrome de Down. Precisamente otra de las irregularidades de la serie es el personaje de Jessica Lange. Cuando aparece, la serie sube como la espuma, las cosas dejan de parecer una broma pesada y se convierten en una historia del terror más clásico, sutil y efectivo. Jessica Lange haciendo magdalenas da más miedo que unos fantasmas matando a dos tarados.

Si la serie tuviera un poco más de terror a lo Lange y menos de terror que puede dar pelín de risa, mi opinión mejoraría bastante. Pero es una serie de Ryan Murphy. Y aún quedan 10 episodios (son 13) y mucha tela y cuellos que cortar.