martes, 28 de diciembre de 2010

El discurso del Rey

Al triste hecho de que ya no vayamos a poder recurrir a CNN+ para informarnos de una manera rápida y medianamente veraz, ayer llegaba el anuncio (de haber sido hoy habría pensado que era una inocentada) de que el espacio que ocupaba CNN+ en las TDTs va a ser sustituído por GRAN HERMANO 24 HORAS. Si alguien tenía dudas de lo que iba a significar la entrada de Telecinco en el Grupo PRISA, ahí tiene parte de la respuesta. Además, esta mañana se me atragantaba el café escuchando la noticia de la muerte de Luis Mariñas. La información eligió un mal día para dejar de fumar.
Dicho esto, vamos a intentar retomar con profesionalidad el espíritu de este blog de cine y supuesto cachondeo. Y a hablar de lo que pone en el título: El discurso del Rey. Y no me refiero al que se cascó Juan Carlos la pasada Nochebuena junto a su nueva foto de cabecera (en la que ha sustituido a Marichalar y Urdangarín por Iniesta y Casillas, que dan menos disgustos), sino a la peli que se estrenó el pasado fin de semana.
El discurso del Rey es una de las películas favoritas para los Oscar de este año, de hecho tiene 7 nominaciones (la que más) a los Globos de Oro. Cuando la veais, o si ya la habéis visto, tenderéis a deslumbraros por las interpretaciones de Geoffrey Rush, Colin Firth y Helena Bonham Carter (¡por fin en una peli que no es de Tim Burton!). Son brillantes. Pero la película tiene muchas más cosas buenas… y algunas malas. Quiero decir, es una gran película, digna de estar presente en los grandes premios (léase: sus recomiendo ir a verla), pero si sus 7 nominaciones la convierten en la mejor película del año, entonces mal vamos.
Colin Firth y Geoffrey Rush.
De qué va. El Duque de York, Jorge VI de Inglaterrra, padre de la actual Reina Isabel II y por lo tanto marido de la Reina Madre aquélla que nunca se moría, es tartamudo. Tras una serie de avatares en la línea sucesoria, Jorge VI se convierte en Rey y tiene que dar discursos, como Juancar, especialmente uno trascendental para que Inglaterra entre en la Segunda Guerra Mundial. Pero Jorge es incapaz de hablar en público. Para superarlo, contrata a Geoffrey Rush, un logopeda australiano que usa unos métodos digamos que curiosos. Lo bueno: que la historia, así contada, mola mucho. Lo malo: que como el final es obvio y previsible, hay que animar la función o aligerar el metraje. Y la película no consigue ni lo uno ni lo otro.
El director: Tom Hooper. Tal vez el nombre no os diga nada, pero en cine nos regaló hace poco una joya futbolística llamada The Damned United,  y sobre todo en tele ha dirigido maravillas como la miniserie Isabel I (con Hellen Mirren) y John Adams (con Paul Giamatti), además de un capítulo de esa otra gran serie detectivesca llamada Principal sospechoso, también con la Mirren. Lo bueno: que dirige a los actores de maravilla. Lo malo: que como decía mi querido Javier Ocaña en El País, le da por abusar del gran angular sin saber por qué, y tú acabas en el cine con los ojos de huéver.
Los actores. Lo dicho: enormes Colin Firth (que tiene toda la pinta de llevarse el Oscar al que Bardem tiene toda la pinta de no ir a optar) y Geoffrey Rush. Grande Helena Bonham Carter como Reina Madre. Bien los secundarios: Michael Gambon como Jorge V, Guy Pierce como Eduardo VIII, Timothy Spall como Winston Churchill y Derek Jacobi como Arzobispo de Canterbury. Me encanta la aparición de Derek Jacobi, porque no sé si es intencionada o no, pero él interpretó al tartamudo más grande de la historia: el emperador Claudio en Yo, Claudio.
Colin Firth con el Ipod puesto a punto de hablar por el micro.
Desvarío 1. Ya me diréis vosotros, pero a mí la película me recuerda mucho a Rocky II. Ya sé que dicho así parece una de mis gilipolleces para hacer chanza, pero os juro que lo digo totalmente en serio. Cambiadme a Geoffrey Rush por el entrenador de Rocky, al Rey Jorge por Stallone y a Helena Bonham Carter por Adriane, y el esquema es el mismo: derrota -  entrenamiento duro - abandono de amistad – reconciliación – pelea final – éxito. Vedla y pensadlo.
Desvarío 2. No sé si Tom Hooper lo hace adrede o si está criticando la a menudo excesiva frivolidad de la realeza, pero a veces el discurso de la película es casi indecente. Quiero decir, lo único que parece interesarle al director (por no decir a los personajes, pero bueno, ellos están a salvo porque son de sangre azul clarito) es que el Rey diga bien su discurso, y no lo que en realidad está diciendo, que es que Inglaterra entra en la Segunda Guerra Mundial. Parece que importa mucho el cómo pero interesa una mierda el qué. Me recuerda a ese vídeo deplorable en el que George W. Bush prometía acabar con el terrorismo mientras jugaba al golf, y a continuación decía: “y ahora, fijaos qué golpe”.

Y dicho esto, repito: la película está bastante bien. Como diría Cándida Villar: vayáis a verla.