1. Elegir a Audrey Hepburn para ponerle cara a la maravillosa Holly Golightly que Truman Capote creó para Desayuno con diamantes. Quien no se haya enmorado de Holly Golightly buscando a su gato, o mirando el escaparate de Tiffany mientras come un croissant, no es humano. No digo “hombre”, no digo “macho”, digo “humano”. Edwards convirtió Desayuno con diamantes en un precioso drama disfrazado de comedia romántica. No sólo George Peppard, sino toda la humanidad debería caer rendida a los pies de Holly oyéndola cantar en la ventana Moon river, del maravilloso Henry Mancini.
2. Volver a contar con Henry Mancini para la banda sonora de La pantera rosa, ésa que ahora mismo ha empezado a sonar en tu cabeza. Hacer del Inspector Clouseau uno de los detectives más hilarantes de la historia, por mucho que Steve Martin se empeñara en destrozar su recuerdo (y el de Peter Sellers) en el siglo XXI.
3. Dirigir Diagnóstico asesinato, la demostración de que los géneros cinematográficos se pueden mezclar si hay talento detrás (sin Diagnóstico asesinato el doctor House no existiría, directamente).
4. Crear en Días de vino y rosas uno de los más crudos retratos de lo que el alcohol puede hacer con la felicidad de una pareja. Decidir contarlo con la presencia de Jack Lemmon, Lee Remick y, una vez más, la música de Henry Mancini.
5. Regalarle a Peter Sellers probablemente el mejor papel de su vida: el del desquiciante actor hindú de El guateque. Lamento no poder seleccionar una escena. ¿Cuál pondríais vosotros? ¿La de la piscina? ¿La de la verja? ¿La del cordón desatado que acaba provocando la demolición del set de rodaje? ¿El principio, seguramente uno de los mejores arranque de una comedia jamás rodados, y la muerte (o mejor dicho la “no muerte”) de un actor más descojonante jamás filmada?
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Peter Sellers en "El guateque". |
7. El Oscar honórífico que en 2004 le otorgó la Academia y que le entregó Jim Carrey. Blake Edwards no pudo contener la guasa y lo recogió creando un maravilloso y tal vez irreverente gag. A algunos les pareció mal que “despreciara” así la importancia de un Oscar. A mí me parecióe un detalle sencillamente genial (si, como a mí, os poner nerviosos Jim Carrey, id directamente el minuto 1.25 del vídeo).
8. Acabar sus días casado con Julie Andrews. Cuando yo era niño, quería casarme con Mary Poppins o con María, la institutriz de Sonrisas y lágrimas. Cuando me hice más mayor, la cambié por otro tipo de musas de celuloide. Pero cada vez te das más cuenta de que cuando más razón tiene uno es cuando es niño, y que las fantasías de adulto no son más que eso: estúpidas y erróneas fantasías de adulto. Pues bien, Blake Edwards se casó con quien yo quería casarme de niño, tal vez porque Blake Edwards siempre fue un niño. Y tal vez por eso fue tan grande.
Hace unos años, Tony Partearroyo, la persona que más sabe de cine que nunca he conocido y por cuyo reencuentro sigo rogando a Billy Wilder (Dios), entrevistó a Blake Edwards. Comenzó la entrevista preguntándole: “¿qué es un gag?”. Blake se quedó pensando… “un gag es… un gag… qué es un gag… pues un gag…” Y acabó soltando entre risas: “¡Pero qué hijo de perra! ¿cómo puede empezar una entrevista con esa pregunta?”.
Podría ser el noveno motivo para llorarle. Del décimo al infinito os los dejo a vosotros.