martes, 16 de agosto de 2011

“El origen del planeta de los simios” y otros monetes

Ahora me vendréis con que si he estado fuera mucho tiempo, con que qué morro, que menudas vacaciones, con que qué blanco estoy para los días que he estado fuera, pues qué pasa, es que mi piel es fina como la de las princesas. Y además no he estado tanto tiempo fuera, Si os fijáis, en el post de hoy pone “día 16”, y en el anterior “día 15”. Y si vamos a reparar en el mes, es que somos unos tiquismiquis, hombre (por cierto, me encanta que tiquismiquis esté en el diccionario de la RAE).
Retomo entonces este blog hablando de la película que se ha colocado número uno en la taquilla de esta semana, con merecimiento, lógica y destreza. Se trata de El origen del planeta de los simios. Una precuela de un clásico, de uno de los mejores clásicos de la historia de la ciencia ficción. Y normalmente cuando se tocan los clásicos para versionarlos, la cosa sale mal, ya sea para precuelearlos, secuelearlos o remakearlos (estos verbos me los he inventado, y se los dedico a una jefa que me tenía tanta estima que decía que “precuela” también me la había inventado yo). No es el caso de El origen del planeta de los simios.
El planeta de los simios (1968) de Franklin J. Shaffner posee uno de los mejores finales de la historia del cine, esos finales de los que recuerdas hasta la frase (Charlton Heston: “¡Maniáticos! ¡Os maldigo a todos! ¡Maldigo las guerras! ¡Os maldigo!”). Yo la uso mucho en casa, porque está a la altura de “A Dios pongo por testigo que nunca volveré a pasar hambre”, de “Éste es el principio de una gran amistad” o de “Ay, chatina, pero qué rica estás” (ésta es de una de Esteso, no recuerdo cuál). Pero también posee un planteamiento inquietante que voy a decir por si alguien está subido en un guindo y está a punto de caerse: en un futuro no muy lejano los simios han evolucionado y dominan el planeta y, por ende, a los seres humanos.
"El planeta de los simios", la original. "¡Maniáticos!"
El planeta de los simios, que cerraba perfectamente, tuvo cuatro secuelas: Regreso al planeta de los simios, Huída del planeta de los simios, La rebelión de los simios y Batalla en el planeta de los simios. Según donde busquéis la información, encontraréis la última como “La conquista del planeta de los simios”, pero yo juraría que en los 70 las vi con los nombres que he citado, pero también juré una vez que sólo había tres secuelas y perdí una apuesta con mi amigo Luis, al que adoro pero cuya imagen en los 80 explicaba por sí sola el origen del planeta de los simios.
En ninguna de estas secuelas se basa esta nueva película, aunque podría incorporar algunos aspectos de Huída del planeta de los simios y sobre todo de La rebelión de los simios. Del remake (no secuela) de Tim Burton sobre la primera parte, es mejor no hablar demasiado aquí. No aportó nada a la saga, casi diría que ni siquiera a la historia del cine y menos a la interesante filmografía de Burton.
También hubo una serie, creo que estrenada en España en 1978, y sustítuyó en la parrilla de TVE a otra gran serie (y kitsch) de ciencia ficción: Espacio 1999. En ella eran dos los astronautas, uno moreno y otro rubio (Peter y Alan, juraría que se llamaban), que huían por el planeta con el monete bueno, un tal Galen, que interpretaba Rody McDowall. La serie duró muy poco, pero fue entretenida y en mi recuerdo sabe a pan y chocolate.
Con Rody McDowall pasa un poco como con Andy Serkis (el actor que “interpreta” al mono en El origen del planeta de los simios): que se especializó en hacer de monete güeno. Interpretó a Aurelio en la primera, la segunda y la tercera, a César en la cuarta y la quinta, y a Galen en la serie. Pero era distinto: lo hacía con maquillaje, casi con una careta (El planeta de los simios ganó un Oscar especial al maquillaje porque esa categoría aún no existía). 
“El planeta de los simios”, la serie. Nunca la he visto repuesta, y mira que me gustaría, oye…
Y por fin aterrizamos en la película que nos ocupa (sí: hasta aquí era sólo la introducción).  Y empezamos precisamente con el debate sobre el actor Andy Serkis. El mono César es por sí solo un espectáculo en la película. Qué gestos, qué miradas, qué interpretación. Se comenta que Andy Serkis podría estar nominado al Oscar (algo que ya se rumoreó cuando hizo de Gollum en El señor de los anillos). Porque Serkis  fue Gollum, fue King Kong, va a ser el Capitán Haddock de Tintín y es el mono César. Pero su careto nunca sale. Interpreta a estos personajes a través de ese sistema llamado Motion Capture que Peter Jackson utiliza tan bien y del que Zemeckis y Spielberg abusan cosa mala: al actor se le llena de una especie de electrodos como si quisieran reducir abdomen por todo el cuerpo, se capturan informáticamente sus movimientos y gestos y luego se le aplican al personaje animado. Si me preguntáis, yo diría que Serkis no debería competir por el Oscar. No le oigo, n le veo, no sé qué es suyo y qué del ordenador, aunque Gollum y César sean sublimes. Yo le daría un premio especial, yo soy muy de dar premios especiales. Y si no me preguntáis, pues nada.
César, el mono que hace los gestos de Andy Serkis.
La mayor virtud de “El origen del planeta de los simios” es que explica perfectamente lo que pudo pasar antes de la de Franklin J. Shaffner. Es una buena precuela. Lo que cuentan es lógico. Y me gustan James Franco y John Lithgow, ese actor magnético que actúa como detonante y como elemento sensible de la película, un tipo maravilloso al que los seguidores de Dexter vamos a tardar un tiempo en desasociarle del asesino Trinity. Y me gusta mucho, como no, Freida Pinto, qué chica más guapa ¿eh?, muy mona, más mona que las monas que salen en la película. Su papel es un poco de mujer florero, vale, pero qué guapa es, tú.
Los efectos especiales de la película son los necesarios: los que hay que aplicar a los simios. Como decía mi querido y sin embargo admirado Javier Ocaña en El país, los saltos y brincos que dan estos monetes son un poco falsos, como falsos eran algunos movimientos de Gollum. Pero se hacen perdonar, como se hacían perdonar los inocentes efectos de Ray Harryhausen cuando la película de aventuras en la que se integraban merecían la pena. Y digo esto porque normalmente las precuelas y secuelas no salen bien. Es un prejuicio, pero muchas veces se hacen sólo para lucir los efectos especiales que los originales no tuvieron, olvidando las ideas y los guiones.


Pero no es el caso de El origen del planeta de los simios. Estos monetes molan.
Mi siguiente post será más corto.