martes, 13 de julio de 2010

Fuga de cerebros, Mentiras y gordas y otras cosas así

Tal vez hoy debería hablar de la roja. Pero veréis: resulta que la foto que hay un poquito más abajo la hizo mi chica ayer justo debajo de casa, así que ahora mismo tengo yo un sueño como para ponerme a hablar de la roja, es más, ahora mismo le metería la roja a Iniesta por el sumidero rectal. Que no, hombre. Cómo voy a hacer eso. Que me alegré mucho. Y que qué mono, Iker. Eso sí, lo de los dos días sin dormir por culpa de la roja es totalmente verdad (bueno no: por culpa de los aficionados de la roja y de sus asombrosos aparatos sonoros).
La marea roja ayer, a unos metros de casa. Yo no bajé porque me agobian las multitudes que pitan y gritan cosas al mismo tiempo y sudan.
Así que cambio de tema. Voy a habvlar de las películas que titulan este post. Vaya por delante que tengo más de 40 años y menos de 65. Vaya por delante que sé que las películas de las que voy a hablar hoy no van dirigidas a espectadores como yo. Vaya por delante que no mostré mucho interés por ninguna de ellas cuando se estrenaron en el cine, tuve que verlas y punto. Y vaya por delante de mí, señorita, porque así quedó como un caballero cuando en realidad lo que quiero es otear su culo (maldición, se me acaba de escapar uno de los principales secretos del manual del maromo educado).
Al grano: resulta que Fernando González Molina está rodando su segunda película, que se llama Tres metros sobre el cielo y que está basada en un best-seller juvenil italiano de Federico Moccia. ¿Y quién es Fernando González Molina?, os preguntaréis imitando con vuestra voz al ex-ministro Michavila. Pues el director de Fuga de cerebros, la segunda película española más taquillera de 2009 por detrás de Ágora y por delante de Rec 2, Los abrazos rotos, Pagafantas, etc. (no cuento Celda 211 porque se estrenó a finales de 2009, y la superó holgadamente pero en 2010). Fuga de cerebros recaudó 1.200.000 euros y fue vista por 7 millones de espectadores. Casi nada.
El libro “Tres metros sobre el cielo”. Es del autor de “Perdona si te llamo amor”, otro libro que se adaptó al cine hace unos meses.
Sandra Ejarque, jefa de prensa de la película y una de las mejores y más divertidas profesionales que me he encontrado en este mundillo, nos invitó la pasada semana al rodaje de Tres metros sobre el cielo para hacer lo que nos viniera en gana excepto agredir a los actores (no sabéis las facilidades que pone Sandra para que trabaje un equipo de televisión). Yo no pude ir por asuntos profesionales que no os deberían importar, pero a mí sí, porque son mis asuntos, y claro, al fin y al cabo me preocupan, de hecho duermo mal y tengo una amohada nueva. Fue Gonzalo Cabrera, querido compañero pero que siempre queda con todo el mundo mejor que yo y me hace parecer medio bobo. Y me contó que estuvo con el director, con Mario Casas, María Valverde, Andrea Duro, Luis Fernández, Diego Martín, Álvaro Cervantes, Nerea Camacho… o sea, el reparto de Tres metros sobre el cielo. Si la comparas con Fuga de cerebros, observas un giro de la comedia loca al drama romántico. Pero tiene en común el público adolescente al que se dirige y el hecho de apoyarse en actores que están triunfado y han triunfado en las series juveniles de televisión, tipo Mario Casas o Andrea Duro (de Física o química).
Y es aquí a donde yo quería llegar. A lo de los actores de la tele. Por motivos de trabajo, he visto a lo largo del año Fuga de cerebros, Mentiras y gordas y Tensión sexual no resuelta, tres ejemplos de películas que buscan el éxito desde un reparto que “se aprovecha” del tirón de El internado, Física o química, Los hombres de Paco, Sin tetas no hay paraíso y Redes. No hombre, lo de Redes es broma.
Respeto estos productos: me parece bien usar este truco para llevar a la gente más joven al cine. Vale que no creo que después de ver Mentiras y gordas se metan a ver una de Claude Chabrol en V.O.S., pero al menos si se darán cuenta de que el cine se puede ver en una pantalla muy grande, y tal vez en un futuro cercano repitan con una película mejor. Pero he citado tres películas que son lo mismo pero no es igual (como dirían Martes y Trece).
Ana de Armas en "Mentiras y gordas".
Primero vi Mentiras y gordas. Mario Casas, Ana de Armas, Yon González, Miriam Giovanelli, Alejo Sauras, Hugo Silva… actores formados en la tele. Dirigen Albacete y Menkes. Escribe la ministra de cultura. La sinopsis sería algo así: un grupo de jóvenes folla, se droga, sale de farra, se droga y folla. Luego una de las parejas folla, se droga, va a un after y luego folla. Aparece otro nuevo y folla con una que se droga y luego folla más. Al final, hay dos que follan y se drogan, y entonces follan. El final es cojonudo: hay una especie de moraleja que viene a decir: “¿Veis, chicos? Las drogas son malas y pueden matar”. Ya, pero me lo he pasado de puta madre y me he follado a Ana Armas, Miriam Giovanelli, Marieta Orozco, Alejo Sauras, Mario Casas y Hugo Silva. Por mí que me mate todo lo que quiera. Escribe la ministra de cultura (¿esto ya lo he dicho?). La película funcionó bien, fue la sexta en la taquilla española de 2009. Pero es un delirio. Creo que aún se puede ver en CANAL+, porque hace poco me mandó un SMS mi amiga María Fitz que decía: “Acabo de ver Mentiras y gordas. ¿Pero qué tipo de broma es ésta?” No pudo definirla mejor. Escribe la ministra de cultura.
Después vi Fuga de cerebros. Esperaba un disparate parecido, porque el reparto formado por Amaia Salamanca, Mario Casas, Raúl Amarilla, Blanca Suárez (de El internado, una actriz que es un cañón y un encanto de niña y que va a trabajar en la próxima de Almodóvar) y otros actores de la tele. Y pensé que sería otra excusa para lucir a un reparto sin historia, y en efecto no me encontré con una obra maestra del cine, pero sí con una comedia juvenil con la que para mi sorpresa me descojoné en muchos momentos. Chistes básicos, a veces gruesos, a veces simples… pero con gracia a la hora de lucir a un grupo disfuncional de adolescentes en el que hay un ciego, un paralítico, un tímido, etc. La vi con prejuicios y me los quité de un plumazo (pero ojo, que es lo que es, no os esperéis El apartamento). Sorpresa.
Fuga de cerebros. No está hecha para mí, pero me reí con ella. Durante mi vida esto mismo me ha pasado con muchas mujeres.
Y más tarde vi Tensión sexual no resuelta. Otra vez con Amaia Salamanca, Norma Ruiz (Sin tetas…) (quiero decir que es de la serie Sin tetas no hay paraíso, no que Norma Ruiz saliera sin tetas), Adam Jezierski (de Física o química) y hasta con Pilar Rubio metida con calzador a modo de narradora. Ya hablé de ella en este blog porque me dejó perplejo. No quiero repetirme, pero me pareció más de lo mismo: una historia escrita para que salga gente de la tele sin detenerse en el guión. Ésta no funcionó tan bien.
Por eso confío en Tres metros sobre el cielo, porque es del director de Fuga de cerebros, porque ya hay una historia previa que ha tenido éxito editorial (o sea, que no escribimos algo para un reparto de TV) y porque aparece una actriz de cine como la copa de un pino que es María Valverde. Y Mario Casas, que cada vez está más formado. Mi amigo Paco Cabezas me dice que en su segunda película, que se llama Carne de neón y que se estrenará en breve, Mario Casas está enorme y Blanca Suárez descomunal. Pero Paco no los ha elegido porque sean de tele, ¡seguramente Paco no tenía ni puta idea de quiénes eran!
Por estas cosas que a veces me regala el trabajo que tengo (no el de catador de pizzas crudas, sino el otro) he podido hablar recientemente con Blanca Suárez y Ana de Armas. Blanca, de quien se enamoraría hasta Elton John, no solo se declara orgullosa de aparecer en Fuga de cerebros, sino de tener amigos que no la reconocieron por cómo interpreta su papel de ciega. Yo la reconocería metida en un saco, como dice María Esteve. Y aunque Ana de Armas no me lo dijo, porque es otro encanto de niña, discreta, y educada, yo diría que no lo está tanto de Mentiras y gordas. Insisto: ella no lo dijo, ni siquiera lo insinuó, no quisiera yo que alguien se lo reprochara. Lo digo yo por intuición, por mi madura experiencia y mi perspicacia psicológica. Sí, esa misma perspicacia que me llevó a pensar que estaba enamorada de mí una lesbiana militante.

También hablé con Norma Ruiz en una fiesta, pero es tan maja que fui incapaz de decirle lo que opinaba de Tensión sexual no resuelta. Espero que no lea este blog.