martes, 24 de agosto de 2010

Lo bueno y lo malo de “The prisoner”

El lunes fui a la frutería a comprar una sandía sin pipas, porque si las frutas no tuvieran pipas ni huesecillos todos comeríamos más y estaríamos más sanos. Y en éstas andaba cuando escuché la siguiente conversación entre una señora de unos 60 años y el frutero, que se llama Bernabé.
- Señora: Qué rabia tengo, Bernabé. El sábado se acabó The prisoner y yo estaba enganchada.
- Bernabé: Ah, pues yo casi me alegro, gorda señora (Bernabé no suele tratar así a los clientes, pero se conoce que no sabía cómo se llama la señora y no nos engañemos, estaba levemente obesa).
Y aquí haría falta una tercera persona en el papel de narrador para introducir datos que Bernabé y la señora, adictos a las series, conocen de sobra, pero que el lector de este blog igual ignora, así que en un asombroso derroche de recursos narrativos, voy a introducir a un personaje ficticio al que llamaremos Tobías Manuel.
- Tobías Manuel: Ustedes dispensen si me inmiscuyo es su cháchara, pero ¿se refieren a The prisoner, la serie que este verano ha emitido CANAL+ y que está basada en un antiguo éxito de la televisión británica de los años 60? ¿A la serie en la que un hombre aparece extrañamente en una ciudad llamada ”La villa” de la que no puede escapar? ¿A la serie de la AMC, creadora de maravillas como Mad men, y que el año pasado aspiró a varios premios Emmy? ¿Se refieren a dicha serie, señora fornida pero encantadora y Bernabé, ave fénix de los fruteros?
(Tal vez me ha salido un poco forzado este personaje, pero es necesario que aporte datos así)
Una imagen de la serie "The prisoner" de los años 60.
-       Bernabé (obviando por completo a Tobías Manuel, porque no olvidéis que es un personaje ficticio y a los personajes ficticios hay que ignorarles y no darles cancha, como hago yo con el hindú que se me aparece a veces y me insulta): Y le diré por qué me alegro de que se acabe, lozana clienta: porque me parece que es una serie que se ha estrenado exclusivamente para aprovechar el filón de Perdidos.
-       Señora: Pero qué dices, si esta serie ya estaba creada en 1967, y entonces no existía Perdidos, si lo de ahora es solamente un remake…
-       Bernabé: Ya lo sé, pero mira que se podían haber hecho remakes de miles de cosas y justo lo hacen de una serie en la que el protagonista aparece en un sitio que no conoce y del que no puede salir, y el espectador tampoco puede ayudarle. Qué casualidad, ¿eh, rechoncha señora? Qué casualidad.
-       Tobías Manuel: Tal vez tenga razón Bernabé. Tras el éxito de Perdidos hay muchas series que han intentado repetir el esquema de un grupo de gente a la que le sucede algo que no entienden ni ellos ni el espectador, y cuyo misterio va creciendo con los capítulos. A bote pronto se me ocurre Flash Forward, que prometía ser un éxito pero que no coló, porque no parecían saber resolver el misterio ni los propios guionistas, y hasta tuvieron que detener la serie para replanteársela…
-       Señora: Pero ¿y Ian McKellen? ¿Qué me dices de la actuación de Ian McKellen? ¿Y de esa gran idea de la ciudad de la que resulta imposible salir?
-       Tobías Manuel: Joder, no me hacen ni puto caso, a ver si voy a ser un personaje ficticio.
-       Bernabé: Ah bueno, es que tú a Ian McKellen lo metes en un episodio de las matrimoniadas y sale airoso. Además, señora rolliza, yo no desprecio las actuaciones ni las tramas, sino el hecho de que la serie no ha sabido ir aumentando la intriga sobre el quiz de la cuestión. Y al final esa sociedad inexpugnable donde aparece el protagonista (que es el Prisoner en cuestión) no es una genialidad, ya no la comparo con la isla de Perdidos, sino que me recuerda demasiado al mundo de 1984 de Orwell, y Ian McKellen no es otro que el Gran Hermano, que incluso les vigila con cámaras…
-       Tobías Manuel: ¿El Gran Hermano de Mercedes Milá? ¿Quién es Orwell? (perdón, creo que he introducido un narrador ficticio con ciertas carencias culturales).
-       Señora: Pues tú dirás lo que quieras, Bernabé, pero a mí la simple presencia de Ian McKellen y James Caviezel me justifican la serie.
-       Bernabé: Porque estará usted en celo, mi querida clienta mofletuda, yo no puedo con James Caviezel, cada vez que aparece me acuerdo del Cristo gore de Mel Gibson y me pone de los nervios.
-       Señora: Qué obtuso te pones a veces, Bernabé. Anda, ponme un kilo de picotas.
Ian McKellen y James Caviezel en "The Prisoner" versión 2010.
La conversación continuó durante un buen rato, pero yo, que ya había sido atendido por el ayudante de Bernabé, me alejé de la frutería. Y me quedé pensando en The prisoner. Al haberse emitido en CANAL+ y en verano, supongo que muchos de vosotros no la habréis visto, pero también supongo que pronto caerá en alguna de las televisiones generalistas. Así que tal vez puede interesaros saber que es cierto que la serie tiene de bueno todo lo que decía la señora. Por ejemplo, es inquietante que en la serie los personajes no tengan nombre, sino un número identificativo. James Caviezel es Número 6. Ian MCKellen (enorme, en efecto) es Número 2, el líder. No es Número 1 para demostrar humildad al resto de la sociedad, un “detalle” que me parece un puntazo de los guionistas, y que por lo visto ya estaba en la serie original de 1967. Todo recuerda a esas sociedades tipo 1984, Brazil de Terry Gilliam o Farenheit 451 de Truffaut. Y sí, tiene un cierto tufillo de aspirar a ocupar parte del hueco de Perdidos, aunque The prisoner lo intenta creando historias individuales para cada capítulo y olvidando la trama que les une, que queda en un segundo plano para volver a la palestra solamente al final de cada episodio. Y tal vez ahí radique el error de la serie: esas tramas semanales, por lo menos a mí, no han conseguido atraparme.
- Tobías Manuel: ¿Y sabías que Iron Maiden le dedicó en 1982 una canción a The Prisoner? Al principio del tema incluso se oía el audio de la serie de los sesenta: “We want information… information… information…”
Déjalo ya, Tobías Manuel. Conmigo no tienes por qué hacer el papel de narrador. Vete al limbo de los personajes ficticios con Don Pimpón y José Luis Moreno.

Qué plasta se pone el tío.